El Romanticismo español
Características del Romanticismo
El Romanticismo fue un movimiento cultural y artístico que se desarrolló en Europa a finales del siglo XVIII y principios del XIX. En España, el Romanticismo tuvo una gran importancia y se caracterizó por los siguientes rasgos:
El subjetivismo y el individualismo
Los sentimientos y deseos dominan la literatura: el ansia de libertad y el amor se transforman en ideales de vida. Además del sentimiento, la literatura acoge otros elementos no racionales, como la fantasía, la imaginación o el sueño. Asimismo, el individualismo se refleja en la importancia del tema de la soledad: el hombre se siente aislado y diferente.
La proyección en la naturaleza
Como consecuencia de la primacía de lo subjetivo, los escritores buscan en la naturaleza un confidente.
El enfrentamiento con la realidad
El idealismo romántico produce un choque entre los deseos y la realidad. Este contraste ocasiona a menudo decepción, angustia, desengaño y escepticismo en el individuo.
El gusto por lo sobrenatural y misterioso
La muerte, los cementerios y los ambientes misteriosos son muy frecuentes en la literatura. El romántico se siente atraído por todo lo que la razón no es capaz de explicar.
El interés por lo popular y lo nacional
Los románticos acogen todo aquello que interpretan como manifestaciones genuinas del alma de los pueblos: la historia, los romances, las leyendas…
Los géneros preferidos
Los géneros preferidos por los románticos son el lírico y el dramático, pues constituyen el cauce idóneo para mostrar los sentimientos.
Autores clave del Romanticismo español
José de Espronceda
La vida y la obra de José de Espronceda (Almendralejo, Badajoz 1808 – Madrid 1842) le hacen uno de los representantes más destacados del Romanticismo liberal. Pasó muchos años en el exilio; residió en Lisboa, en Londres, ciudad que acogió a muchos liberales españoles, y en París. Regresa a España a la muerte de Fernando VII en 1833 y se establece en Madrid, donde se dedicó intensamente al periodismo y a la política.
Obra
Espronceda destacó especialmente por su obra poética. Sus composiciones adquieren a menudo un carácter social y político que expresa la queja profunda y dolorida por la desigualdad y la injusticia. Dentro de su poesía romántica, que coincide fundamentalmente con su regreso a España tras el exilio, se incluyen un conjunto de composiciones cortas dedicadas a seres marginales -el pirata, el verdugo, el mendigo, el reo de muerte- y dos largos poemas narrativos:
El estudiante de Salamanca (1839)
El estudiante de Salamanca se presenta en forma de una leyenda: el autor finge haber oído la historia que cuenta a través de sus versos: «como me lo contaron te lo cuento». Como es habitual en el Romanticismo, utiliza diferentes tipos de verso. Muchos de los motivos de la obra tienen un origen anterior en la tradición española (el burlador, el encuentro sobrenatural, la danza macabra, etc.), aunque él no los aborda desde la misma perspectiva cristiana de la tradición. Sus protagonistas, Félix Montemar y Elvira, representan, respectivamente, al hombre romántico que lleva sus deseos de desentrañar los enigmas de la vida hasta las últimas consecuencias (él) y el desengaño romántico ante una vida que se queda por debajo de sus deseos (ella).
El diablo mundo (1840)
El diablo mundo pretendía ser un extenso poema de carácter filosófico y social, protagonizado por un personaje llamado simbólicamente Adán, pero el ambicioso proyecto quedó sin terminar. Destaca por su intensidad el Canto a Teresa, una sentida elegía compuesta tras la muerte de Teresa Mancha, que unos años antes había abandonado al poeta.
Mariano José de Larra
Larra nació en Madrid durante la ocupación francesa y pasó sus primeros años de vida en Burdeos, donde su padre, un cirujano militar que había colaborado con los invasores, tuvo que refugiarse tras la derrota de los franceses en 1812. Después de la amnistía de 1818 la familia regresó a Madrid y su padre se convirtió en médico personal del hermano de Fernando VII. Larra estudió en un colegio de jesuitas y completó su formación en Valencia y Valladolid. Comenzó una brillante carrera periodística, primero en dos periódicos de su propiedad, El duende satírico del día (1828) y El pobrecito hablador (1832-1833), y posteriormente, colaboró como crítico de teatro con el diario nacional La revista española, donde firmaba sus crónicas bajo el seudónimo de Fígaro. Se convirtió en uno de los periodistas más famosos y mejor pagados del país y colaboró en diversas publicaciones además de escribir la novela El doncel de Don Enrique el Doliente (1834), y la obra de teatro Macías (1834). También tradujo diversas obras de teatro francesas. Fue desgraciado en el amor; se enamoró de una mujer que más tarde resultó ser la amante de su padre, vivió un matrimonio infeliz y acabó suicidándose, tras un fracasado romance adúltero, a los 28 años. Aunque Larra ofrece una visión muy pesimista de la vida española, su irritación responde al amor que sentía por su país. Es uno de los escritores más destacados del siglo XIX, tanto por su visión de la vida como por la calidad literaria de sus escritos. Sesenta años después de su muerte, la Generación del 98 convirtió la figura de Larra en precursora de este movimiento literario.
Artículos
Sus artículos se suelen clasificar en tres grupos:
Artículos de costumbres
En los artículos de costumbres el autor lleva a cabo una sátira mordaz de los defectos de la sociedad española. El costumbrismo de Larra adquiere unos rasgos peculiares; no persigue simplemente realizar una descripción o divertir. Es de carácter subjetivo: lo emplea como medio para tratar temas más profundos, y la ironía, presente en muchos de sus artículos, esconde a menudo la queja y el dolor.
Artículos políticos
En los artículos políticos analiza los acontecimientos de la época, haciendo objeto de sus dardos tanto a absolutistas como a liberales.
Artículos literarios
En los artículos literarios Larra ejerce la crítica literaria y defiende los principios del Romanticismo. Destacan especialmente los dedicados al teatro.
Gustavo Adolfo Bécquer
Vida
El verdadero nombre de Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla 1836 – Madrid 1870) fue Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, pero utilizó siempre el segundo apellido de su padre. Huérfano desde los diez años, recibió educación literaria, pictórica y musical. En 1854 se traslada a Madrid, y aunque los primeros años en la ciudad fueron económicamente difíciles, más tarde se integra en la vida literaria y política de su época y colabora en diversos periódicos. Su vida amorosa está marcada por su relación con varias mujeres, como Julia Espín, Elisa Guillén y Casta Navarro, con la que se casa en 1861 y con la que tendrá tres hijos aunque no llegará a ser feliz. Bécquer muere poco tiempo después del fallecimiento de su hermano Valeriano, que le afectó profundamente.
Obra
La poesía de Bécquer se publicó en 1871 de forma póstuma. El autor había entregado al político y periodista Luis González Bravo, por entonces primer ministro, un manuscrito con sus poemas, pero este se perdió en unos disturbios revolucionarios. El poeta reescribió el libro y compuso un nuevo manuscrito: El libro de los gorriones. Tras la muerte de Bécquer, sus amigos reordenaron ese poemario de modo que las poesías reflejaran el proceso de una historia de amor y lo publicaron bajo el título de Rimas. Las Rimas son poemas breves, de tono popular y gran musicalidad.
Rosalía de Castro
Su obra, al igual que ocurre con la de Gustavo Adolfo Bécquer, se inscribe dentro de la poesía intimista de la segunda mitad del siglo XIX, caracterizada por un tono sencillo y directo que da un nuevo aliento más sincero al Romanticismo. En las orillas del Sar (1884), su obra poética en castellano, presenta una expresión que gira en torno a los sentimientos personales y a los conflictos internos de la autora: la soledad, el dolor y una profunda nostalgia del tiempo pasado son las más importantes consecuencias del contacto de la voz poética con los lugares de su juventud. En esta obra se registran algunos de los motivos que ya se encontraban en su producción anterior en gallego: así, aparecen «las sombras», presencias de seres ya fallecidos, o «los tristes», individuos predestinados al dolor y perseguidos por la desgracia. Precisamente, el incomprensible sufrimiento humano, ante el cual su conciencia se rebela, se enfrenta en ocasiones con su propia religiosidad. Rosalía cultiva una poesía que se plantea el sentido de la vida desde una visión desolada del mundo. Esta perspectiva adelanta el carácter existencial que se percibe en autores como Machado o Unamuno. Así también, su tono confesional, la creación de nuevas estrofas o el uso del alejandrino preludian las tendencias formales de la poesía modernista.