El Libro del Buen Amor – El Arcipreste de Hita
1. Introducción y Contextualización
El fragmento que se nos presenta pertenece al Libro del Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Esta obra fue compuesta en plena crisis del siglo XIV, donde se comenzaba a deshacer el régimen feudal gracias a la imposición de la monarquía frente a los nobles y al surgimiento de un nuevo grupo social: la burguesía. De esta manera, los reyes promovieron leyes que permitieron a los campesinos desligarse de la seguridad y protección de la nobleza para trasladarse a las ciudades. Tal hecho dio como resultado la crisis de la economía rural por la falta de mano de obra y el aumento de precios, provocando cantidad de sublevaciones por la explotación del escaso campesinado que trabajaba las tierras.
Así pues, nacieron oficios de artesanos y comerciales habilitados por la burguesía, que provocaron el auge del mercado (capitalista) y, por tanto, la ruptura de las relaciones personales de vasallaje del sistema feudal. Entre tanto cambio, oleadas de peste negra y guerras civiles en Castilla por el control del poder (Fernando VI y Alfonso XI) se llevaron por delante miles de vidas.
En este ambiente floreció “El libro del buen amor”. No obstante, existen dudas sobre su datación, pues se conservan tres manuscritos del mismo: Manuscrito T (1330-Toledo), Manuscrito G (1330-Gayoso) y Manuscrito S (siglo XV-Salamanca). Se dice que todos son copia de un manuscrito (“arquetipo”) que no se conserva por las cantigas inacabadas que ofrece, ya que algunas de ellas se cree que estaban escritas aparte y solo debían unirse para cerrar la obra; sin embargo, en las copias nunca se llegaron a introducir. Historiadores como Henry Kelly, Lacarra o Cacho Blecua defienden la datación tardía, pues han encontrado cantidad de referencias. Por un lado, a las decretales de San Gregorio (1389) en el caso de Kelly; y a Don Gil de Albornoz (1337-1350) en la cantiga de los clérigos de Talavera, en el caso de Lacarra y Blecua.
2. Reconocimiento del Tema
El Libro del Buen Amor pertenece al mester de clerecía y se caracteriza por crear poesía de carácter culto, compuesta por clérigos en los monasterios a partir del siglo XIII como producto de la amenaza del auge de la nobleza, capaz de poner en peligro su casta intelectual.
Juan Ruiz elaboró una de las obras más completas y eclécticas hasta el momento. Creó una obra falsamente autobiográfica donde él mismo cuenta todos sus amoríos en 14 episodios románticos. Los mencionados están intercalados por textos de distintos géneros como fábulas, plantos, oraciones o exempla. Se compone, por tanto, de dos prólogos donde el autor explica el sentido e interpretación del libro, solicitando ayuda de la Virgen María para escribirlo, y por la narración de experiencias propias interrumpidas por los demás fragmentos, la mayoría en forma de relato marco.
Su función será didáctica y moral, pues busca prevenir a los fieles del loco amor y sus efectos con la finalidad de que practiquen el buen amor. Sin embargo, esta se pone en duda, ya que el autor presenta un “yo” múltiple y ambiguo que no siempre responde a los mismos criterios psicológicos. Primeramente, muestra un “yo” autor moralizador que recomienda al creyente hacer buenas obras para salvarse, influenciado por el pensamiento agustinista-platónico. Y, en segundo lugar, un “yo” personaje, más irónico, que juega con el ejemplo y se entrega al amor justificándose a través de la naturaleza del ser humano con instinto propenso a caer en él y pecar (como cualquier animal), influenciado por la literatura ovidiana.
Narra entonces sus aventuras amorosas con mujeres de muy diversa condición, auxiliado en ocasiones por Trotaconventos. Entre ellas estarán: una dueña rica, la panadera Cruz, la viuda doña Endrina, varias serranas, una viuda lozana y rica, la monja doña Garoza, una mora… que responden a diferentes caracteres y estatus sociales. El Arcipreste va probando de una a otra, en busca de un amor que le satisfaga; pero su búsqueda siempre resulta un fracaso. El lector sacará fácilmente la conclusión de que ninguno de aquellos es el buen amor.
Por ello, se debe destacar la dialéctica que se establece entre él y Don Amor. El arcipreste, desde esa rígida postura moralista, lo acusa de ser un embaucador, pues todos sus vasallos reciben sus males y desdichas. Sin embargo, Don Amor (personificado) le contesta ofendido y le pide que afloje la crítica. Él no es un hijo del diablo, solo que el Arcipreste no le hace caso para conquistar a las féminas.
Otros personajes simbólicos como Doña Cuaresma, Don Jueves Lardero o Don Carnal ayudarán, junto a las fechas del calendario litúrgico, a crear una consciencia de la largura de la obra al lector, ya que prácticamente no muestra referencias espacio-temporales. Esto supone que los fragmentos se pueden justificar por sí mismos y no por el anterior (una característica típica medieval). No obstante, sí se muestra el posible lugar de origen del Arcipreste, Alcalá de Henares, mencionado por la Trotaconventos. También se hace alusión a otras ciudades como Burgos, Segovia o Toledo.
También es necesario comentar la importancia que le da a la astrología, pues se trataba de una de las ciencias de la época. Las estrellas, los planetas y los signos determinaban el destino de los fieles, ya que Dios escribía en la naturaleza su designio. Al igual que se debe abordar la cuestión de la crítica del dinero. El mercado crece y el dinero, según el clero, solo es una herramienta que desordena la sociedad y corrompe al cristiano, pues se ve, igual que al amor, como una fuerza que metamorfosea la realidad y convierte el mundo en apariencia.
En cuanto a la métrica, Juan Ruiz la mayoría del tiempo utiliza la cuaderna vía por seguir la tradición del mester de clerecía. Utiliza una métrica perfecta que indica que en el texto no hay pecado ninguno, solo verdad incuestionable procedente de las Sagradas Escrituras. Por ello, también se hace en continuas ocasiones referencias a la escritura, demostrando la fiabilidad y credibilidad de sus palabras. Una curiosidad es que se muestra orgulloso de sus habilidades de escritura, observando esa labor de metrificación.
Se encontrarán como recurso literario cantidad de figuras retóricas como personificaciones, metáforas, hipérboles o símiles; y tópicos como “descriptio puellae”, “homo viator”, “Amor ferus” o “Amor bonus”. (Añadir ejemplos del texto)
Finalmente, el Arcipreste cierra la historia abruptamente con un epílogo que repite lo expuesto en los prólogos y cierra la narración con un explicit datado y unas cantigas dedicadas a la Virgen.
Conclusión
En conclusión, esta obra constituye uno de los mayores exponentes del testimonio medieval del momento, el cual será capaz de impresionar al lector con el eclecticismo de las perspectivas que toma el autor y la riqueza de contenido textual. Sin embargo, se acaba el texto y el lector seguirá planteándose la intención del “pillo” Arcipreste: ¿buscará ayudar al creyente para elegir el bien?, ¿o quizás sea un texto humorístico revestido de moralista?, ¿quizás simplemente sea una lección de escritura?, quién sabe.