El lenguaje poético de Miguel Hernandez: símbolos y figuras retóricas más destacadas

4. La poesía de Miguel Hernández. Antología poética. Por edad pertenece a la Generación del 36, pero su obra, estrechamente unida a la Generación del 27, posee tal singularidad que tampoco puede considerarse un miembro de esta generación. Miguel Hernández viene a ser un puente que enlaza la Generación del 27 con la del 36, apuntando rasgos de la segunda pero con las raíces claramente en la primera. Su relación con la generación del 27 se puede ver claramente en estas páginas, y en cuanto a su enlace con la generación siguiente (la del 36) se refleja claramente en el grupo llamado de la “poesía desarraigada” en su vertiente social, en el que se pretende dar testimonio del hombre contemporáneo de una forma directa y con un lenguaje realista y una poesía solidaria con el pueblo silenciado (los perdedores de la guerra). Miguel Hernández es modelo para poetas como Victoriano Crémer o Gabriel Celaya. Miguel Hernández proviene de una familia humilde, muy humilde del pueblo de Orihuela. Allí deja la escuela a los 14 años para dedicarse al pastoreo (hacía falta ayuda en casa). Sin embargo, nunca dejó de formarse, con muchísimas horas de lectura “allá en los montes” y asistiendo a las tertulias literarias de su ciudad a las que acudía con su amigo Ramón Sijé. En 1930 se traslada a Madrid y se pone en contacto con Neruda y los poetas de la Generación del 27. Con el estallido de la Guerra Civil toma partido por la República y tiene un papel activo arengando a las tropas en el frente de batalla. En 1937 se casa con el amor de su vida, Josefina Manresa. Al terminar la guerra no consigue exiliarse (nadie se atrevió a ayudarle) y decide volver a Orihuela con su mujer. Allí es delatado por un vecino y lo detienen condenándolo a muerte. La condena no se ejecutó y murió de tuberculosis, neurosis y tifus en la prisión de Alicante el 21 de marzo de 1942. Tenía 31 años.

ETAPAS

Según autores la obra de Miguel Hernández de divide en dos a cuatro etapas. Nosotros seguiremos la división en cuatro etapas porque pensamos que es la que mejor se adecúa a la biografía del autor.

Primera etapa

Exaltación de la naturaleza. Corresponde a la etapa de Miguel Hernández en Orihuela, con la naturaleza como tema principal de sus obras. En ella no rehuye las referencias clásicas a Garcilaso, Juan de la Cruz o incluso Quevedo en ciertas figuras retóricas, así como las referencias mitológicas, reflejo de la cultura adquirida de forma autodidacta. Los poemas de esta etapa no se publicaron hasta 1933 dentro de “Perito en lunas”.

Segunda etapa

Lo humano: amor y amistad En esta etapa la relación con los poetas del 27 y el amor marcan las composiciones del autor. La amistad y el amor se convierten en los temas predominantes. Es la etapa de “El rayo que no cesa” (1936), en el que se muestra un apasionado amor carnal y erótico.

Tercera etapa

Poesía de guerra El estallido de la Guerra Civil hace que Hernández adopte una “poesía de Página 3 de 11 Ilustración 1: Miguel Hernández arengando a las tropas republicanascombate”, con un lenguaje claro y directo (muchas veces hablaba a gente cuyo nivel cultural no llegaba a la alfabetización) que reflejaba claramente la ideología revolucionaria del autor y sus preocupaciones sociales (no olvidemos su origen humilde). Es la época de “Viento del pueblo” (1937) y de “El hombre acecha” (1939) esta en un tono más intimista y pesimista por dos hechos clave: la muerte de su primer hijo (de diez meses de vida) y la evidencia de que el bando republicano perderá la guerra. En esta etapa la retórica y las florituras formales pasan a un segundo plano en aras de la expresión clara e inmediata del dolor, el sufrimiento y la angustia que han de provocar en el oyente una reacción (violenta a veces).

Cuarta etapa

Poesía carcelaria. El encarcelamiento de Miguel Hernández y su condena a muerte hacen que el autor sea consciente de su cercano final y de la dificilísima situación en la que va a dejar a su mujer y a su hijo (recordemos que la represión fue tan fuerte que nadie ayudaba a los familiares de los republicanos por miedo a que los acusaran de “rojos”). Es la época del “Cancionero de ausencias” (1941), poemario dedicado, desde la cárcel a su esposa y su segundo hijo. Emplea en esta etapa un lenguaje sencillo y espontáneo, reflejando una profunda intensidad sentimental. Los poemas se acortan para expresar sentimientos cada vez más hondos. Son poemas llenos de desánimo y amor por su esposa y su hijo ausentes.

Temas

La vida, la muerte y el amor son los grandes temas de la poesía hernandiana, siempre con una naturaleza omnipresente que en ocasiones (sobre todo en la primera etapa)

Se convierte en tema en sí misma. En la etapa de la poesía de combate también la justicia y la reivindicación social se convierten en temas poéticos. La naturaleza aparece en Miguel Hernández de diferentes formas: en la primera etapa es el objeto de la poesía (Lagarto, mosca, grillo, …). En la poesía de combate la naturaleza sirve para ubicar su reivindicación social (ver las figuras de la tierra o el viento). En las últimas etapas (desde 1938) la naturaleza representa la justicia, la espontaneidad, la libertad. Cuando desaparece la bondad natural desaparece el paisaje («Se ha retirado el campo / al ver abalanzarse / crispadamente al hombre» Canción primera). En la última etapa resurge la naturaleza, pero esta vez como marco idealizado en el que disfrutan los enamorados. El amor es el hilo conductor de toda la poesía hernandiana: amor a la naturaleza, a la mujer, a los amigos, a su hijo, a la vida, a la justicia. Aunque se puede apreciar la influencia clásica en el tratamiento del amor (amor-dolor…) es Miguel Hernández de los primeros poetas en convertir el amor platónico e imaginario en un amor real, con sensualidad y sexualidad incluídas. (ver poema 6 ó 10). Incluso el odio es la ausencia de amor. La vida y la muerte son parte de un proceso natural. Vemos en Hernández reflejos de Quevedo en la concepción de la vida como un camino hacia la muerte, pero a la vez en Hernández la vida es la inmortalidad gracias a nuestros hijos, y la mujer, que crea vida es un motivo recurrente en su poesía. El símbolo es el vientre materno. La vida para Hernández es un camino hacia la muerte, pero un camino que avanza, y que seguirán las generaciones venideras. (ver poema 7 y, especialmente, el 10). La reivindicación social está presente en Hernández desde el principio, a pesar de sus comienzos más conservadores y no podía ser de otro modo, ya que provenía del más humilde de los orígenes. Página 4 de 11Conocía de primera mano la escasez y el hambre («la cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón / sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo, / viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa / viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso…»). Lorca y Alberti son los únicos que se ocupan de presentar la poesía del pueblo y para el pueblo, pero a diferencia de estos dos autores burgueses Hernández es el pueblo. (ver poema 4) Aspectos estilísticos. Miguel Hernández es un poeta autodidacta, y por lo tanto influido por la tradición que leyó. Esta tradición es tanto la poesía popular de transmisión básicamente oral como los clásicos del siglo de oro. En su primera etapa se siente influido por el costumbrismo regionalista. Sin embargo, cuando emulando el modernismo utiliza el habla popular dialectal no lo hace superficialmente o con finalidad cómica, sino que añade sentimentalismo y complicidad con el protagonista. De nuevo el Miguel Hernández que es el pueblo (ver poema 4). Vemos influencias de Fray Luis de León en el elogio de la «vida retirada», de Quevedo («¡Cuánto penar para morirse uno!»), de Garcilaso, Góngora el propio Quevedo en el uso del soneto, y sobre todo en la primera época del Góngora de las Soledades y de la Fábula de Polifemo y Galatea. Los escarceos de Miguel Hernández con las vanguardias fueron escasos. Perito en lunas fue la contribución de Hernández a la poesía pura. Lo paradójico es que algo tan formal como el gongorismo se reutilice para sustentar la base de una original fórmula de poesía pura. Hernández no se limita a la imitación de la sintaxis obsoleta y metáforas racionalistas gongorinas (ver poema 3. cargado de hipérbatones típicos gongorinos o «Ser onda, oficio es, niña, de tu pelo»), sino que suma nuevas imágenes de inusual lazo racional, con un deseo de extrañeza compartido con el surrealismo («Guiando un tribunal de tiburones / como con dos guadañas eclipsadas / con dos cejas tiznadas y cortadas / de tiznar y cortar corazones …»). Entre 1935 y 1936 el impulso surrealista de trascender el orden lógico para lograr mayores valores emotivos pudo representar un gran atractivo para Hernández. Sin embargo, a partir de 1936, con la necesidad de dirigirse al pueblo llano español decide abandonar definitivamente el lenguaje surrealista y adoptar la estrofa más tradicional posible: el romance. Como conclusión podemos afirmar que Hernández conocía tanto la tradición popular de transmisión oral (parafrasea varias cancioncillas populares) como la tradición de San Juan de la Cruz, Santa Teresa y los clásicos del siglo de oro, y a todos ellos parafrasea y copia metáforas y recursos adaptándolos a sus propios poemas. También adoptó recursos de las vanguardias, especialmente del surrealismo cuando ello convino a su propia creación poética. Figuras más importantes. La luna. En una primera fase la luna es precisamente eso, el satélite de la tierra que el autor ve por las noches desde el campo. Posteriormente comienza a formar parte de metáforas inocentes, siempre asociada a objetos redondos como los ojos («luna lluviosa» es el llanto). Ya en Perito en lunas, la luna se erige en centro del universo hernandiano. La luna le sirve para representar cualquier objeto redondo o de cuernos (luna menguante o creciente). Así presenta una naturaleza llena de lunas que nos recuerda al cubismo de la pintura. Esta obra se complica además con las metáforas y los hipérbatones procedentes de Góngora. La luna es la responsable del ciclo de la vida (nueva, creciente, llena, menguante) y también se asocia a los cambios de las estaciones. Así pues, la luna se asocia a la exaltación de la vida en contínuo rodar. La luna-noche-muerte se opone al soldía-vida y forman parte del mismo ciclo («Besarse, mujer, / al sol, es besarnos / en toda la vida. / … / Besarse a la luna, / mujer, es besarnos / en toda la muerte …»). Como metáfora del pecho femenino Página 5 de 11representa la fecundidad y la capacidad de dar vida. El rayo. En la segunda etapa, la luna cede paso a otra imagen menos redonda y su poesía hacen acto de presencia los objetos punzantes, símbolo de lo pena amorosa que pasa a vivir Hernández. Su poesía se llena de cuchillos, navajas y sobre todo, el rayo. Símbolo del comienzo de su andadura inconformista. En un contexto amoroso el rayo es símbolo del dolor por un amor no correspondido, y sobre todo de un deseo carnal no satisfecho. Después el rayo pasa a ser un objeto con un tremendo poder destructor, positivo al principio (como energía que será utilizada con un buen fin) y negativo más adelante (generador de dolor propio). Por lo tanto el rayo será positivo o negativo según contra quien se dirija su poder. (Ver poemas 5 y 9) El toro Es otro de los símbolos recurrentes en Miguel Hernández y representa la virilidad y la masculinidad de los instintos naturales («Bajo su frente trágica y tremenda / un toro solo en la ribera llora / olvidando que es toro y masculino»). En la poesía de combate se opone al buey, que como toro castrado está despojado de toda virilidad y fuerza de rebeldía en la poesía de combate. El toro de lidia, en la plaza es símbolo del destino fatal que va abocado al dolor y a la muerte («Como el toro te sigo y te persigo, / y dejas mi deseo en una espada, / como el toro burlado, como el toro.»). (Ver poema 9) La tierra Es el símbolo de la naturaleza. En general la tierra se concibe como madre: no sólo da la vida sino que te acoge tras la muerte. Es la cuna, la sepultura y el lugar de trabajo. Es uno de los símbolos más recurrentes de Miguel Hernández, hasta el punto que se le ha denominado «el poeta de la tierra» (ver poemas 4, 5, 7, 8 y 9) El viento La poesía de combate tiene al viento como uno de los símbolos más recurrentes. En esta época es símbolo del compromiso social con los más desahuciados y de la libertad. Sin embargo es un símbolo cuyo significado evoluciona conforme evoluciona el autor: al principio es simplemente un fenómeno atmosférico; en el segundo período ya es portador de la imagen de la mujer deseada («Los olores persigo de tu viento…»); en la poesía de combate es la fuerza del pueblo (ver poema 9); y en la poesía carcelaria el símbolo se convierte en negativo y ya es un huracán que amenaza a los enamorados. («¿Qué quiere en viento de encono / que baja por el barranco / y violenta las ventanas / mientras te visto de abrazos?»). Luz y sombra Al principio la luz es sólo un fenómeno atmosférico (ver poema 3). Más tarde, en la poesía carcelaria la luz es la esperanza que acaba triunfando sobre el mal representado por la sombra, el amor triunfando sobre el odio (ver poemas 10 y 11).

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