5 Pío Baroja
El gran novelista Pío Baroja (1872-1956) cultivó también el ensayo, pero es, sobre todo, en sus novelas donde vierte sus ideas estéticas y políticas, sus reflexiones y su particular visión sobre la situación española. Por ejemplo, en El árbol de la ciencia y César o nada ofrece una visión desoladora de la vida nacional, por lo que defiende la europeización de España, pero sin renunciar a sus señas de identidad.
Entre sus ensayos y memorias destacan El tablado de Arlequín (1904), Nuevo tablado de Arlequín (1917) y Juventud, egolatría (1917), en los que expone su punto de vista político y social. Se autodefine como liberal radical, individualista y anarquista; rechaza cualquier dogma político y se manifiesta escéptico con el sistema democrático, pues considera que la razón no está en la mayoría, sino en los más inteligentes. En Las horas solitarias. Notas de un aprendiz de psicólogo (1918) habla de su estética: rechaza la retórica vacía y defiende la espontaneidad y la libertad creadora frente a las ataduras de los preceptos.
El Ensayo del Novecentismo
Vinculados a la Institución Libre de Enseñanza y herederos del regeneracionismo y del 98, los novecentistas comparten una sólida formación universitaria y el espíritu científico, la fe en el porvenir de España, la vocación europeísta, y el talante liberal y elitista.
1 José Ortega y Gasset
El gran ensayista José Ortega y Gasset (1883-1955) ejerció una enorme influencia sobre los escritores jóvenes y los pensadores posteriores. En el campo de la filosofía (Meditaciones del Quijote, 1914, y El tema de nuestro tiempo, 1923), formula la doctrina raciovitalista y la razón vital, síntesis de la razón pura y la pura vitalidad: la razón es una función de la vida y la vida no tiene sentido sin la razón.
Sus ideas estéticas figuran en La deshumanización del arte (1925), donde sostiene que el arte debe estar desconectado del mundo exterior y buscar el puro goce estético, ajeno a lo afectivo, lo sentimental y lo humano, y en Ideas sobre la novela (1925), donde opina que la nueva novela ha de ser un género intelectual y deshumanizado, que dé más importancia a la forma o al estilo que a la acción y los personajes, y persiga, como fin último, el puro goce estético.
En España invertebrada (1921) y La rebelión de las masas (1930) afronta temas sociológicos, analizando las causas de las tensiones sociales que vive España con el auge del movimiento obrero y los nacionalismos. La crisis de España y Europa se debe a la «indocilidad de las masas», que se niegan a acatar las directrices de las «minorías egregias», los únicos grupos capaces de regir el destino de los pueblos.
Por último, en El espectador, serie de textos breves escritos entre 1916 y 1934, trata asuntos diversos (literarios, sociales, políticos…), y en Estudios sobre el amor (1940) equipara el sentimiento amoroso con un estado de encantamiento comparable al éxtasis místico.
2 Eugeni d’Ors
Eugeni d’Ors (1882-1954), filósofo de la cultura, apuesta por un nuevo talante vital en la sociedad española a través de la educación estética. De espíritu clasicista, concilia la tradición y la renovación, el casticismo y la europeidad en Las ideas y las formas (1928) y Teoría de los estilos (1941). Como crítico de arte escribe Tres horas en el Museo del Prado. Itinerario estético (1922).
Y como filósofo, en La filosofía del hombre que trabaja y juega (1914), distingue tres niveles en el hombre: el inferior, subconsciente; el superior, estado angélico; y el intermedio, la conciencia. El destino del ser humano proviene del diálogo de la conciencia con los otros dos estratos de su ser.
3 Salvador de Madariaga y Manuel Azaña
Salvador de Madariaga (1886-1978) escribe ensayos sobre la caracterología europea (Ingleses, franceses, españoles. Ensayo de psicología colectiva comparada, 1929; Bosquejo de Europa, 1951), sobre historia de España (España. Ensayo de historia contemporánea, 1931), sobre crítica literaria (Ensayos anglo-españoles, 1922, y Guía del lector del Quijote, 1926) y tres biografías reivindicadoras de la colonización española en América (Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón, 1940; Hernán Cortés, 1941; y Bolívar, 1951).
Manuel Azaña (1880-1940) representa al intelectual progresista, comprometido con la realidad: fue ministro, presidente del Gobierno y jefe del Estado durante la República. Ejerce la crítica literaria y escribe la novela El jardín de los frailes (1927) y los ensayos políticos Estudios de política francesa: política militar (1918), El Idearium de Ganivet (1921) y La velada en Benicarló (1937).
4 Gregorio Marañón, Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz
Gregorio Marañón (1887-1960), eminente médico y humanista, cultiva la biografía de personajes históricos (Tiberio, Enrique IV de Castilla o El conde-duque de Olivares) y mitos literarios (Don Juan) apoyándose en sus conocimientos de biología y endocrinología.
Por último, conviene citar a Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), premio Nobel de Medicina y autor del ensayo El mundo visto a los ochenta años (1934); a Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), por sus ensayos sobre la España medieval, sobre lengua (Manual de gramática histórica española, Orígenes del español), literatura (sobre la lírica, la épica y el romancero) o historia (La España del Cid); y, en fin, a Juan Zaragüeta (1883-1974), Manuel García Morente (1886-1942), Fernando Vela (1888-1966), Ramón de Basterra (1888-1928), Joaquín Xirau (1895-1946), Blas Infante (1885-1936), José Bergamín (1895-1983) y Ernesto Giménez Caballero (1899-1988).
De Américo Castro (1885-1972) y Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984) recordamos su polémica sobre los orígenes y esencia de la nación española, en La realidad histórica de España (1954) y España, un enigma histórico (1956), respectivamente.