El Barroco en España: Un Panorama Literario
El Barroco es el periodo que sigue al Renacimiento y que se desarrolla en España durante el siglo XVII.
Poesía Barroca
Destacan Góngora, Quevedo y Lope de Vega, quienes cultivan, en gran medida, los mismos temas y en idénticos moldes métricos que los escritores renacentistas. Lo que les diferencia es la actitud que adoptan al tratarlos y el lenguaje poético empleado.
Luis de Góngora (1561-1627)
La poesía popular la forman composiciones en versos de arte menor. Sobresalen las letrillas: «Ándeme yo caliente». Dentro de su poesía culta destacan los sonetos y dos grandes poemas: Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y Soledades (1613). Los sonetos se caracterizan por su perfección formal y unos contenidos bastante variados, desde lo amoroso hasta lo moral, desde lo burlesco hasta lo ascético. Obra: «La dulce boca que a gustar convida», entre otros.
El Polifemo es un poema en octavas reales que recrea el asunto mitológico del amor del cíclope Polifemo hacia la ninfa Galatea: el joven Acis, de quien está enamorada Galatea, es sepultado bajo un peñasco lanzado por el cíclope, celoso de él; la hermosa ninfa, entonces, invoca a los dioses y estos convierten a su amado en riachuelo. La belleza de la composición es inigualable, así como su elaboración estilística y construcción sintáctica.
Las Soledades, culminación del estilo culterano, es una obra inacabada. De las cuatro partes solo escribió dos, en las que nos narra la llegada de un náufrago a tierra y su encuentro con unos cabreros, unos serranos y unos pescadores, a quienes relata sus amores y los desdenes de su amada.
Quevedo (1580-1645)
Temas: Poesía moral y metafísica, poesía amorosa, poesía satírica y burlesca (es la más conocida y popular; destacan las letrillas) y poesía política.
Lope de Vega (1562-1635)
Su obra poética es tremendamente variada y expresa su innegable individualidad en colecciones como Soliloquios, Rimas sacras y Triunfos divinos, de contenido religioso, y Rimas humanas, donde domina el tema amoroso.
La Poesía Petrarquista
La poesía se mostró fiel a la herencia poética del petrarquismo italianizante, convertido por el peso de la tradición en un código asentado sistemáticamente sobre cuatro motivos fundamentales: el amor, el tópico del carpe diem, la naturaleza y la mitología.
a) El Amor
La poesía amorosa se inspira en los presupuestos del petrarquismo, cuyos principios conceptuales reiteradamente reproduce. La divinización de la dama impulsa al poeta a adoptar una actitud de humilde sumisión y a proclamar sus perfecciones físicas y espirituales. Ante sus súplicas, aquella responde con indiferencia. Los poetas del siglo XVII recrean toda esa tradición literaria de forma muy personal: Góngora la aprovecha para exhibir sus excesos formalistas o, desde una actitud desengañada, para prevenirnos contra los efectos perniciosos del amor; Lope de Vega acomoda sus experiencias personales a los lugares comunes del petrarquismo; Quevedo asocia la pasión amorosa a la conciencia de la propia caducidad personal y a la vez la eleva a la condición de sentimiento eterno que perdura más allá de la muerte.
b) El Carpe Diem
«Disfruta el momento». Con él, el poeta recomienda a una joven que goce de la juventud, pues el tiempo corre veloz y la vejez llega pronto.
Aparte de las notables divergencias de estilo, en lo que difieren el Renacimiento y el Barroco es en la actitud del artista al recrear el tópico. El renacentista asume, no sin cierta melancolía, que la belleza juvenil es un bien efímero: por eso, desde un sentido pagano de la existencia, invita al goce moderado del amor. El espíritu desengañado del Barroco, en cambio, pone el énfasis, con angustia y dramatismo, en los estragos que el poder destructor del tiempo ocasiona en la juventud.
Temas y Tendencias Poéticas
El Barroco no supone una ruptura con la estética precedente. Pervive la poesía petrarquista y religiosa y, como válvula de escape al creciente desencanto, cobra especial relevancia la poesía satírico-burlesca.
Poesía Religiosa
Dos circunstancias explican el cultivo de la poesía religiosa en la literatura del siglo XVII: por un lado, el denso clima de rigidez moral propiciado por el espíritu contrarreformista; y, por otro, el peso de la tradición inmediata (Fray Luis de León, San Juan de la Cruz). Pero ahora la religiosidad es más afectiva que intelectual, más propensa al espontáneo desahogo emocional que a las disquisiciones teológicas de la mística.
Poesía Satírica y Burlesca
El ejercicio de la burla es una de las formas con que el espíritu barroco muestra su desencanto ante la vida. Otra es la sátira. La sátira persigue la censura moral de comportamientos individuales o vicios arraigados en la sociedad; el objetivo de la burla es, en cambio, la burla misma, para lo cual los juegos de ingenio constituyen una práctica habitual.
Los temas prestigiados por el Renacimiento constituyen la poesía burlesca. Así, en el ámbito amoroso, la dama es sometida a un proceso de desidealización. Incluso los temas existenciales de la poesía metafísica (la vida, el tiempo, la muerte) reciben un tratamiento grotesco. Ni siquiera personajes históricos (el Cid) o literarios (Don Quijote), que habían sido objeto de veneración, escapan al humor corrosivo del escritor barroco.
Poesía Popular: El Romancero Nuevo
Los poetas barrocos mantienen vivo el interés por la lírica popular, hasta el punto de que las formas métricas más conocidas de esa vieja tradición (villancicos, seguidillas, glosas, romances) ocupan un lugar destacado dentro de su obra. En la revitalización del género suelen emplear dos procedimientos: unas veces componen villancicos o romances a partir de una cancioncilla tradicional que les sirve de estribillo; y otras, crean composiciones de sabor popular, imitando su estilo y esquema métrico.
Formas Métricas
La poesía sigue discurriendo por los cauces métricos prestigiados por el Renacimiento (soneto, tercetos encadenados, octava real, lira, estancia, silva), pero no olvida la tradición popular y revitaliza modalidades estróficas como la glosa, el villancico, la letrilla y el romance.
- La glosa es un poema de extensión variable. Consta de una redondilla (abba) seguida de tantas estrofas (generalmente décimas) como versos tiene la cancioncilla inicial (cuatro), los cuales se van repitiendo al final de cada estrofa.
- El villancico, escrito en octosílabos o hexasílabos, consta de estribillo (de dos a cuatro versos) y pie o mudanza (estrofa de seis o siete versos). El verso final del pie (vuelta) rima con el estribillo.
- La letrilla es una variante del villancico, del que se diferencia más por el contenido que por la forma métrica: suele tener un carácter satírico o burlesco.
- El romance, a diferencia del medieval, es totalmente regular: la rima siempre es asonante y los versos (octosílabos, sin excepción) se agrupan, de cuatro en cuatro, en estrofillas denominadas cuartetas de romance.
La Prosa Barroca
Desaparecieron las novelas de caballerías, las pastoriles y las moriscas. La novela picaresca, que se había iniciado con El Lazarillo, llegó a su máximo esplendor en el siglo XVII.
La Novela Picaresca
La delimitación y consagración de la novela picaresca se logra con el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, cuyas dos partes se publicaron en 1599 y 1604. El género continuó y afianzó la estructura novelesca de El Lazarillo. Mateo Alemán añadió otros caracteres que definieron este género:
- Intención moralizadora: discursos moralizantes que provocaron y generaron un proceso de ‘desnovelización’ que influyó en las novelas posteriores.
- La amargura y el sarcasmo provocados por el pesimismo y la visión desolada de la vida sustituyeron el humor de El Lazarillo.
- La actitud social crítica, que reflejaba una imagen más subjetiva y despiadada de la realidad.
- El realismo de El Lazarillo se transformó en estilización deformante en el Guzmán.
- La naturalidad lingüística dio paso a nuevas orientaciones retóricas barrocas.
En El Buscón, Quevedo brilló de modo particular en dos sentidos:
- De una parte, rompió con el modelo de novela picaresca al presentar unos personajes tan caricaturescos, y al evitar las intenciones moralizantes.
- De otra, acumuló en el texto toda la riqueza de recursos retóricos barrocos: las hipérboles, los juegos de palabras, las antítesis y contraste, las agudezas verbales…
En esta obra, la ficción autobiográfica del protagonista, Pablos, selecciona episodios de su vida de forma cronológica y retrospectiva, secuenciada en tres libros desde su nacimiento hasta su huida a las Indias.
Tendencias Estilísticas
El estilo más característico de la época es el conceptismo. Esta tendencia, de gran tradición en la literatura española (baste recordar la lírica cortesana del XV) tiende, como su propio nombre indica, a una complicación conceptual que condensa el pensamiento con gran sutileza e ingenio; para ello se recurre a los más variados juegos de palabras (dilogía, paronomasia, oxímoron, paradoja), distorsiones gramaticales e imágenes atrevidas. El autor más representativo del conceptismo es Quevedo.
Cuando el conceptismo se orienta hacia un recargamiento ornamental y sensorial recibe el nombre de culteranismo o gongorismo (por ser Luis de Góngora el artífice y máximo exponente de esta variedad conceptista). En las creaciones culteranas abunda el léxico colorista y suntuario, se apuran al máximo las posibilidades expresivas del verso, se incorporan numerosos cultismos (léxicos y sintácticos), la sintaxis se complica con la acumulación de oraciones subordinadas e hipérbatos, las obras se ennoblecen con frecuentes alusiones mitológicas y se rinde culto a la belleza con imágenes poéticas de gran vigor y plasticidad.
c) La Naturaleza
Para el espíritu escéptico y pesimista del Barroco, la naturaleza ya no representa el arquetipo de belleza absoluta y será el genio creador del artista el que deba superar, a través del artificio, las deficiencias del entorno. Esa nueva concepción explica que el escritor barroco se sienta atraído por el jardín, espacio natural despojado de su originaria espontaneidad y artificialmente embellecido por el hombre.
Al mismo tiempo, como sucedía en el Renacimiento, la naturaleza alcanza también una dimensión ética, al ofrecerle al hombre un modelo de conducta: a ella vuelven sus ojos los escritores en busca de sosiego espiritual y de un ideal de vida alejado de las intrigas cortesanas. Esa actitud se concreta en el tópico del menosprecio de corte y alabanza de aldea, versión renovada del beatus ille horaciano.
d) La Mitología
La mitología sigue ejerciendo una poderosa atracción sobre los poetas, incrementada ahora por el hecho de que se concibe la obra literaria como un laborioso y complejo proceso de creación cuyo producto final solo puede ser degustado por una minoría exquisitamente culta (función estética). De ese modo, los escritores aderezan sus composiciones con abundantes motivos mitológicos.