2. LA NOVELA A PRINCIPIOS DE SIGLO. Miguel DE Unamuno Y PÍO BAROJA
En España, el Siglo XX queda dividido en dos partes desiguales por la Guerra Civil (1936-1939). Para los miembros de la primera generación del siglo (el “grupo del 98”), el género narrativo se convierte en instrumento idóneo para llevar a cabo la regeneración del país que figuraba entre sus principales objetivos. Por otra parte, en la novela europea se está produciendo una reacción antirrealista
: decadencia de las “historias”, de los diálogos, de las concepciones decimonónicas de la novela.
El antirrealismo se manifiesta de diferentes maneras en las obras de los autores españoles (del 98 y, sobre todo, de la Generación de 1914 o Novecentismo
): ruptura de la temporalidad convencional (Azorín)
; inserción de bloques extranarrativos, ensayísticos y metaliterarios (Unamuno)
; renacer de la metáfora (Benjamín Jarnés)
; narración articulada en breves episodios o estampas (Gabriel Miró)
; preocupación por los estados íntimos de conciencia (Ramón Pérez de Ayala)
; predominio de lo lírico sobre lo épico, del fragmento sobre la concatenación histórica (excepto, hasta cierto punto, Pío Baroja)
.
Valle
Inclán presenta dos vertientes de la reacción antirrealista: la integración en la prosa de valores imaginativos y expresivos propios de la poesía, y la estilización grotesca de los “esperpentos”. En suma, la realidad ya no determina la estructura de la novela.
Miguel de Unamuno (1864-1936). Escritor de fuerte personalidad, polémica y contradictoria; filósofo de pensamiento no sistemático, sino vitalista (en la línea de Kierkegaard)
. Sus obras son la expresión de la lucha entre su ansia de eternidad, que puede dar un sentido a la vida, y la razón, que se lo niega. Aunque el medio natural de expresión de estas preocupaciones es el ensayo, Unamuno las trasladó también a la novela y a sus tentativas dramáticas. En este sentido, los sucesos que narra son reflejo de sus inquietudes religiosas o existenciales. Al primer grupo pertenece San Manuel Bueno, mártir, novela breve cuyo protagonista es un cura de aldea que ha perdido la fe, pero que actúa como si la tuviera para evitar a sus feligreses la angustia de vivir sin esperanza. Y al segundo, Niebla, en la que Augusto Pérez, ente de ficción, se enfrenta con el propio autor, Unamuno, que había previsto su muerte.
En cuanto a la estructura, las novelas de Unamuno se construyen en torno al protagonista, que representa la idea que el autor quiere someter a debate a lo largo del relato, como la envidia (Abel Sánchez), el sentimiento de la maternidad (La tía Tula) o los inconvenientes de una educación exclusivamente racionalista (Amor y pedagogía). Así pues, se presta mayor atención a los diálogos que a la ambientación y al marco temporal, presentados siempre de forma esquemática, cuando no simbólica. Lo importante es el conflicto íntimo, la interioridad de los personajes.
Se reducen al mínimo las descripciones, centrándose la acción en debates o monólogos de gran densidad conceptual, expresados con un lenguaje seco, directo y preciso en el que a menudo se recupera el sentido primitivo de las palabras, o se revitalizan palabras “terruñeras” casi olvidadas. Exige la participación del lector con prólogos, postprólogos, epílogos en los que se proponen interpretaciones contradictorias de las obras o se polemiza sobre diferentes aspectos de ellas, con lo que se hace evidente su gusto por la paradoja y la contradicción como camino para buscar la verdad. Consciente de la novedad que supónía esta forma de novelar, y de acuerdo con su carácter polemista y provocador, Unamuno inventó para sus relatos el nombre de “nivolas”; (con ese subtítulo aparecíó ya Niebla).
Pío Baroja (1872-1956). Baroja es un pesimista irascible que muestra continuamente su desconfianza ante el hombre y su futuro (lo que le relaciona con el pesimismo vital de Schopenhauer)
Y ante la acción política, que en un principio le llevó a simpatizar con ideas anarquistas, pero que con los años se convirtió en un escepticismo absoluto, bastante conservador en el fondo. Y es un individualista extremo (relacionado con Nietzsche y su afirmación de la voluntad individual). Para Baroja el arte es inferior a la vida, así que la novela debe basarse en una observación de esta y contarla de una manera breve, directa y sencilla, con la intención de entretener. La forma de sus narraciones es más “tradicional”; se le ha calificado de narrador “decimonónico”.
Carácterísticas de su narrativa.
-Predominio de un personaje (activo y dominador o pasivo y sin voluntad) a través del que nos introducimos en los distintos ambientes. Este personaje, con frecuencia al margen de la sociedad o enfrentado a ella, suele ser una representación del autor, aunque su espíritu aventurero contraste con el sedentarismo del auténtico Baroja.
-Descripciones impresionistas a base de pequeñas pinceladas o de unos pocos detalles físicos y psicológicos para describir a los personajes. Y diálogos abundantes.
-Fuerte presencia del autor en comentarios que expresan sus personales ideas filosóficas, literarias o políticas.
-Búsqueda de la amenidad y con ella de un estilo natural y espontáneo, sin plan previo, lo que le da cierto descuido expresivo, exagerado por sus críticos. Su sencillez sintáctica, frases cortas y párrafos breves, le emparenta con Azorín y el antirretoricismo del 98.
Su obra novelística es muy extensa. Los títulos principales pertenecen a su primera época (antes de la primera Guerra Mundial) y el propio autor los agrupó en trilogías: Camino de perfección (La vida fantástica), La busca (La lucha por la vida), El árbol de la ciencia (La raza), Zalacaín el aventurero (Tierra vasca), Las inquietudes de Shanti Andía (El mar).
Una segunda época va desde 1914 hasta el comienzo de la Guerra Civil española. De esta época son las Memorias de un hombre de acción, veintidós novelas sobre el fondo de las guerras carlistas y la historia española en el Siglo XIX, basadas en la vida de un antepasado suyo, el conspirador y aventurero Eugenio de Aviraneta.
La tercera etapa, desde el fin de la Guerra Civil hasta su muerte, es ya de menor importancia literaria. A ella pertenecen, sin embargo, sus interesantes memorias personales con el título de Desde la última vuelta del camino.