El amor y la muerte: Dualidad en El amor en los tiempos del cólera
No hace falta insistir en el contenido argumental de la novela para llegar a la conclusión de que ésta llega a ser todo un tratado sobre el paso del tiempo y sobre el amor, presentado éste con todas las variantes posibles. El amor en los tiempos del cólera es una novela de amor en el sentido más estricto. No es que el amor forme parte de la obra, lo cual es habitual en muchas narraciones, sino que es el tema central, alrededor del cual gira todo, y esto sólo es habitual en la literatura folletinesca o en la llamada novela rosa, subgéneros, ambos, de escaso o nulo valor literario. El verdadero motor de la historia amorosa es Fermina Daza, ya que es el objeto del amor de los otros dos personajes principales: Florentino Ariza y Juvenal Urbino, a quienes el narrador compara con dos animales de yunta uncidos al mismo yugo.
Tipos de amor en El amor en los tiempos del cólera
En El amor en los tiempos del cólera podemos encontrar varios tipos de amor:
- El amor-pasión: Es un amor idealizado. Su precedente literario más remoto está en el amor cortés medieval, y es llevado a su máxima expresión en el Romanticismo. Es un amor incompatible con el matrimonio y se caracteriza por la pasión, la locura de amor, el servicio y la ausencia o no correspondencia de la persona amada. Está, asimismo, marcado por la fatalidad. En esta novela está representado por el joven Florentino Ariza, que vemos caracterizado como un loco de amor. Su discurso amoroso, el que manifiesta en sus cartas a Fermina Daza, está tomado de la literatura, sobre todo de los folletines de amor y de los poetas amorosos de la Biblioteca Popular, que Florentino lee y relee hasta aprenderlos de memoria. Su primera carta tarda un año en ser respondida, y esa espera, que interpreta como una falta de correspondencia, lo enferma con síntomas que se confunden con los del cólera. Por su parte, las cartas de Fermina Daza no son realmente amorosas, sino simples comentarios en los que describe aspectos de su vida cotidiana. Cuando Fermina, tras el viaje al que la obliga su padre, corta la relación, Florentino Ariza continúa escribiendo cartas de amor para otros en las que mantiene su idealización.
- El amor-tedio: es el matrimonial, el que en la novela se da entre Fermina Daza y el doctor Juvenal Urbino, y que el narrador llama amor domesticado. En él no hay pasión ni tensión amorosa, como en el anterior. Se caracteriza por el tedio, la frustración o la incomprensión (sobre todo para Fermina). Produce encuentros y desencuentros constantes, que suelen estar provocados por la pasividad del doctor, que pone pegas al estado de la ropa, a la comida, a la manera de llevar la casa de Fermina. No es una relación que tenga su origen en el enamoramiento: según Juvenal Urbino, ya habría tiempo “para inventar un buen amor”. Fermina, por su parte, decide casarse por miedo a dejar pasar la ocasión y a quedarse soltera. Al final del matrimonio, sin embargo, no pueden vivir uno sin el otro, aunque “no podían decir si esa servidumbre recíproca se fundaba en el amor o en la comodidad”. Son conscientes de que “nada hay más difícil que el amor” y de que el objeto del matrimonio no es la felicidad, sino la “paz matrimonial”.
- El amor-amistad: es el que se da entre Fermina Daza y Florentino Ariza ya ancianos, ella viuda y él solterón. Es un amor que tiene que luchar contra la sociedad que prohíbe el amor a los ancianos, aunque también se produce como manera de combatir la soledad y como desahogo existencial ante la proximidad de la muerte. En este caso, Florentino también lleva a cabo la conquista mediante cartas, en las que ya no reproduce los tópicos de la literatura amorosa, sino que son reflexiones sobre la vejez y el paso del tiempo que ayudan a Fermina a sobrellevar la muerte del esposo. El amor se culmina durante un viaje en barco por el río (símbolo universal del paso de la vida y el constante cambio), que se convierte en un viaje continuo, sin retorno.
- Otro tipo de amor presente en la novela es el donjuanesco, que lleva a cabo Florentino Ariza con sus numerosas amantes. Sus relaciones no siempre son simples relaciones sexuales, y sirven para mostrar el amor de Florentino como un sentimiento complejo, en el sentido de que, aunque ama a muchas de sus amantes, nunca siente que deja de serle fiel a Fermina.
La muerte: El reverso del amor
La muerte también está presente en la novela en relación con el amor. Desde el mismo inicio de la obra, la muerte se convierte en un personaje más de la misma, hasta el punto de que se presenta como el reverso de la moneda del amor, puesto que cuando éste va a triunfar, antes se produce algún deceso. La muerte tiene en la obra distintas manifestaciones, entre otras destacamos: el suicidio, el sentimiento amoroso, la muerte ridícula y absurda, muerte colectiva,…
La narración se abre con el suicidio de Jeremiah de Saint-Amour, que no se quita la vida por amor (es un suicidio programado muchos años antes; planta cara al paso del tiempo y decide no sucumbir a los efectos de la vejez), aunque su amada sí le ayuda a suicidarse por esa razón. También, en las últimas páginas del libro, conocemos otro suicidio, éste sí por amor: el de América Vicuña, la última amante de Florentino Ariza. Su muerte es necesaria para que la moneda caiga del otro lado, para que Florentino pueda rozar la felicidad.
Por otro lado, la muerte está presente, respondiendo a los tópicos de la literatura amorosa, en el sentimiento amoroso del joven Florentino Ariza, que se siente morir de amor por Fermina Daza. Además, de manera simbólica, el cólera, sinónimo de muerte, se asocia con el amor, puesto que sus síntomas se confunden cuando Florentino Ariza padece el mal de amor por Fermina Daza. Y esto ocurre en el primer enamoramiento juvenil, pero también en la antesala del último amor de vejez.
Además, entre el primer amor y el último, Florentino espera más de cincuenta años una nueva ocasión para conseguir su propósito. Y todo depende de que la muerte le resulte favorable: necesita que su adversario, el doctor Juvenal Urbino muera. Como la espera se prolonga tantos años, Florentino llega a temer que sean Fermina o él mismo quienes mueran antes.
La muerte no tiene sentido del ridículo. A pesar de todos los paliativos con los que Juvenal Urbino pretende burlar a la vejez, su vida termina de una manera ridícula, al caer de un árbol intentando atrapar a un loro. Su muerte es un peaje para que Florentino pudiera aspirar de nuevo a la felicidad.
Tratándose ya de muertes de índole colectiva, destacan los cadáveres provocados por las sucesivas oleadas del cólera sufridas en la ciudad y el país, en una muestra más del atraso del mismo y de sus intentos de modernización. No hay que olvidar tampoco a las víctimas de las eternas guerras civiles, cuyos cadáveres a veces se solapan y hasta se confunden con las víctimas de la enfermedad.
Eros y Tánatos: El triunfo del amor
García Márquez une, durante toda la novela, a Eros y Tánatos, amor y muerte como dos de los motores de la existencia humana, uno porque supone la legítima aspiración a la felicidad, y la otra por su carácter inevitable, y porque carecer del primero a veces puede suponer padecer la segunda en vida. Por último, el amor triunfa al final de la obra a pesar de las guerras civiles, del cólera, de la enfermedad, de la vejez. La bandera amarilla izada en el asta del vapor permite a Florentino y Fermina usar la epidemia como excusa para seguir amándose de manera indefinida, aun con la certeza de una muerte más próxima que alejada. El río se convierte así en un símbolo de amor sin final, eterno.