2) El
“adulterio”, tema central en la novela decimonónica La mujer ocupaba un papel
secundario y pasivo en un mundo construido por hombres. Asumía un rol social
ornamental, a partir del cual se limitaba a conservar una moral estricta y
puritana, basada en lo que se llamaban las buenas costumbres. Sin embargo, la
literatura de entonces fija su atención en ella para crear una larga serie de
personajes que se han convertido a menudo en modelos clásicos. La novela del
siglo XIX nos muestra una mujer que intenta llevar las riendas de su vida.
La mujer dejará de ser la donna angelicatta llena de virtudes, para mostrar una mujer verdadera que se acerca al modelo social de la época y que surge como contrapartida del homme fatal de Byron y Chateaubriand. Ante el nuevo panorama científico, surgen personajes literarios del calibre de Emma Bovary o Anna Ozores, que, conjuntamente, beben en manifestaciones literarias anteriores que muestran a mujeres vitales, que se mueven por la pasión del sentimiento amoroso, dejando por fin de lado las cadenas sociales y, aunque no íntegramente, la ética religiosa. Observadas desde la perspectiva masculina, muchas mujeres protagonizan numerosas novelas en cuyo conflicto central había una conducta desordenada; esta conducta desembocaba en el fracaso amoroso, en el descrédito social o el suicidio, simplemente por la necesidad de realismo –pese a que muchos autores destacan su capacidad de decidir sobre su propia vida-. En la novela del siglo XIX se muestra el amor más humanamente sensible (amor hereos) que conducirá en ocasiones a la misma enfermedad. Esta vitalidad erótica frente al amor no es particular de la novela decimonónica europea, sino que esta la recoge de la tradición literaria anterior. Madame Bovary tuvo la virtud de ejercer una influencia decisiva en el tratamiento del tema: la mujer que surge de esta novela se refugia en un mundo de fantasía para apartarse de la opresora realidad, cultivando actividades ajenas a las habituales. La marca de familia de estas mujeres se justifica en la común experiencia de un medio hostil, que se identifica con lo provinciano, y ante el cual sienten una reacción de superioridad que las coloca en una absoluta soledad moral. Desembocan en una abulia que solo desaparece con la fatalidad del adulterio. Ortega y Gasset dice: “Madame Bovary es un Don Quijote con faldas y un mínimo de tragedia sobre el alma. Es la lectora de novelas románticas y representante de los ideales burgueses que se han cernido sobre Europa durante medio siglo”. Estamos, pues, ante una mujer que tiene mucho de literario. Asimismo, su vida cotidiana le resulta monótona y necesita vivir emociones fuertes, pasiones de otro mundo más elevado que encuentra en la literatura, donde la pasión, el amor romántico, el sueño y la imaginación se convierten en realidad. Porque esta es la clave: Emma vive una realidad influencia por sus muchas lecturas. Vive como las heroínas literarias lo hacían en las obras leídas.Galdós se ocupó mucho del comportamiento femenino en su obra, donde aparecen bastantes títulos protagonizados por mujeres, como es el caso de Tormento.
Amparo Sánchez Emperador, su protagonista, responde en principio al canon de conducta de la mujer del siglo XIX: obediente y sumisa, sin capacidad de decisión de puro débil, todos estos rasgos son acentuados por la desgracia de haber perdido a su padre, y con él, su mejor apoyo, según se deduce de las alusiones que en varios capítulos se van haciendo, a través del retrato que preside la sala.Amparo posee algunas de las características de Madame Bovary. En primer lugar Tormento actúa de forma un tanto censurable al mantener (en un pasado cercano, pero que, nosotros como lectores, desconocemos) relaciones sexuales con Pedro Polo, un cura fogoso e imaginativo que no encuentra un remedio a su efervescencia natural.Pero el hecho más importante en el comportamiento de Amparo es el de ocultar tan grave secreto a aquel que ha de ser su marido, hecho que provocará la manifestación de un reconcomio de arrepentimiento que la equipara a personajes bovarystas en el acto de confesión y contrición ante Dios. Por otro lado, Amparo no manifiesta una patología muy agravada, aunque sí hay un punto de la novela en que se iguala e intenta asemejarse a Emma: la sustancia folletinesca, es decir, todo lo que el personaje de Amparo adopta de los personajes de folletín. A partir del capítulo treinta y tres aparece la idea fulminante del suicidio, el momento en que se produce una especie de cambio en el comportamiento de Amparo. Después de que todo el secreto se haya descubierto, Amparo se dirigirá a casa de Agustín Caballero enfundada en un vestido negro similar al vestido de Emma Bovary, para suicidarse en su cama tras haber escrito una carta de arrepentimiento al que tenía que tomar por marido. Muerte, culpa y amor se funden en un coctel desmesurado .Refugio, la hermana menos de Amparo, es una mujer despierta, locuaz, supuestamente mejor preparada para la vida, como demuestra su rebeldía contra la humillante protección que les otorgan los Bringas.Galdós hace el retrato interior de las dos hermanas, pero también el exterior, mediante una antítesis y una metáfora de rango literario, con la que define dos cánones de belleza femenina. Amparo era de “hermosura grave, a la vez clásica y romántica, […] habría podido inspirar las odas más remontadas, idilios tiernísimos, dramas patéticos. En cambio, Refugio parece un agraciado tema de anacreónticas o de invenciones picarescas”. Mientras Amparo ocupa un lugar incierto en el mundo, Refugio decide desenvolverse por cualquier medio que le permita superar su pobreza honradamente, en una sociedad donde la mujer pobre tenía todas las puertas cerradas. Sobre esto, es muy significativo lo que le advierte a su hermana mayor dos capítulos después: “¿Qué muchacho decente se acerca a nosotras viéndonos pobres…? Y ya sabes, desde que la ven a una tronada y zona, ya no vienen a cosa buena…” Esta reflexión es toda una denuncia de Galdós, por boca de Refugio, de lo que era el destino de la mujer del siglo XIX, en un Estado que sufría un considerable atraso respecto al resto de Europa, tanto en ciencia, industria y tecnología, como en las costumbres sociales.El personaje más bováryco es Rosalía Pipaón, La de Bringas, personaje que da nombre al final de la trilogía. Esta mujer debe engañar a su marido para obtener aquello que más desea en la vida: el lujo aparente, la ostentación en el hogar y en el vestir. A primera vista parece que Rosalía es un tipo de mujer con capacidad de decisión, pero pronto queda claro que vive a merced de la opinión ajena. El mundo, según Rosalía, está regido por esquemas binarios, completamente maniqueístas: ricos y pobres, buenos y malos.No es casual la amistad que une a Rosalía y a Marcelina Polo. Ambas comparten la visión de la religión como una costumbre social, arraigada en la España de entonces desde la perspectiva más superficial: la del conocimiento exhaustivo de los rituales más pomposos de un dogma en el que no creen necesario profundizar. A partir de este ritual, las dos se ocuparán de velar por las vidas ajenas, sobre todo en lo relativo al contacto carnal. La consideración del sexo como el pecado más grave de la mujer hace lícitas otras faltas, como la avaricia, la murmuración, la envidia y la codicia.
La mujer dejará de ser la donna angelicatta llena de virtudes, para mostrar una mujer verdadera que se acerca al modelo social de la época y que surge como contrapartida del homme fatal de Byron y Chateaubriand. Ante el nuevo panorama científico, surgen personajes literarios del calibre de Emma Bovary o Anna Ozores, que, conjuntamente, beben en manifestaciones literarias anteriores que muestran a mujeres vitales, que se mueven por la pasión del sentimiento amoroso, dejando por fin de lado las cadenas sociales y, aunque no íntegramente, la ética religiosa. Observadas desde la perspectiva masculina, muchas mujeres protagonizan numerosas novelas en cuyo conflicto central había una conducta desordenada; esta conducta desembocaba en el fracaso amoroso, en el descrédito social o el suicidio, simplemente por la necesidad de realismo –pese a que muchos autores destacan su capacidad de decidir sobre su propia vida-. En la novela del siglo XIX se muestra el amor más humanamente sensible (amor hereos) que conducirá en ocasiones a la misma enfermedad. Esta vitalidad erótica frente al amor no es particular de la novela decimonónica europea, sino que esta la recoge de la tradición literaria anterior. Madame Bovary tuvo la virtud de ejercer una influencia decisiva en el tratamiento del tema: la mujer que surge de esta novela se refugia en un mundo de fantasía para apartarse de la opresora realidad, cultivando actividades ajenas a las habituales. La marca de familia de estas mujeres se justifica en la común experiencia de un medio hostil, que se identifica con lo provinciano, y ante el cual sienten una reacción de superioridad que las coloca en una absoluta soledad moral. Desembocan en una abulia que solo desaparece con la fatalidad del adulterio. Ortega y Gasset dice: “Madame Bovary es un Don Quijote con faldas y un mínimo de tragedia sobre el alma. Es la lectora de novelas románticas y representante de los ideales burgueses que se han cernido sobre Europa durante medio siglo”. Estamos, pues, ante una mujer que tiene mucho de literario. Asimismo, su vida cotidiana le resulta monótona y necesita vivir emociones fuertes, pasiones de otro mundo más elevado que encuentra en la literatura, donde la pasión, el amor romántico, el sueño y la imaginación se convierten en realidad. Porque esta es la clave: Emma vive una realidad influencia por sus muchas lecturas. Vive como las heroínas literarias lo hacían en las obras leídas.Galdós se ocupó mucho del comportamiento femenino en su obra, donde aparecen bastantes títulos protagonizados por mujeres, como es el caso de Tormento.
Amparo Sánchez Emperador, su protagonista, responde en principio al canon de conducta de la mujer del siglo XIX: obediente y sumisa, sin capacidad de decisión de puro débil, todos estos rasgos son acentuados por la desgracia de haber perdido a su padre, y con él, su mejor apoyo, según se deduce de las alusiones que en varios capítulos se van haciendo, a través del retrato que preside la sala.Amparo posee algunas de las características de Madame Bovary. En primer lugar Tormento actúa de forma un tanto censurable al mantener (en un pasado cercano, pero que, nosotros como lectores, desconocemos) relaciones sexuales con Pedro Polo, un cura fogoso e imaginativo que no encuentra un remedio a su efervescencia natural.Pero el hecho más importante en el comportamiento de Amparo es el de ocultar tan grave secreto a aquel que ha de ser su marido, hecho que provocará la manifestación de un reconcomio de arrepentimiento que la equipara a personajes bovarystas en el acto de confesión y contrición ante Dios. Por otro lado, Amparo no manifiesta una patología muy agravada, aunque sí hay un punto de la novela en que se iguala e intenta asemejarse a Emma: la sustancia folletinesca, es decir, todo lo que el personaje de Amparo adopta de los personajes de folletín. A partir del capítulo treinta y tres aparece la idea fulminante del suicidio, el momento en que se produce una especie de cambio en el comportamiento de Amparo. Después de que todo el secreto se haya descubierto, Amparo se dirigirá a casa de Agustín Caballero enfundada en un vestido negro similar al vestido de Emma Bovary, para suicidarse en su cama tras haber escrito una carta de arrepentimiento al que tenía que tomar por marido. Muerte, culpa y amor se funden en un coctel desmesurado .Refugio, la hermana menos de Amparo, es una mujer despierta, locuaz, supuestamente mejor preparada para la vida, como demuestra su rebeldía contra la humillante protección que les otorgan los Bringas.Galdós hace el retrato interior de las dos hermanas, pero también el exterior, mediante una antítesis y una metáfora de rango literario, con la que define dos cánones de belleza femenina. Amparo era de “hermosura grave, a la vez clásica y romántica, […] habría podido inspirar las odas más remontadas, idilios tiernísimos, dramas patéticos. En cambio, Refugio parece un agraciado tema de anacreónticas o de invenciones picarescas”. Mientras Amparo ocupa un lugar incierto en el mundo, Refugio decide desenvolverse por cualquier medio que le permita superar su pobreza honradamente, en una sociedad donde la mujer pobre tenía todas las puertas cerradas. Sobre esto, es muy significativo lo que le advierte a su hermana mayor dos capítulos después: “¿Qué muchacho decente se acerca a nosotras viéndonos pobres…? Y ya sabes, desde que la ven a una tronada y zona, ya no vienen a cosa buena…” Esta reflexión es toda una denuncia de Galdós, por boca de Refugio, de lo que era el destino de la mujer del siglo XIX, en un Estado que sufría un considerable atraso respecto al resto de Europa, tanto en ciencia, industria y tecnología, como en las costumbres sociales.El personaje más bováryco es Rosalía Pipaón, La de Bringas, personaje que da nombre al final de la trilogía. Esta mujer debe engañar a su marido para obtener aquello que más desea en la vida: el lujo aparente, la ostentación en el hogar y en el vestir. A primera vista parece que Rosalía es un tipo de mujer con capacidad de decisión, pero pronto queda claro que vive a merced de la opinión ajena. El mundo, según Rosalía, está regido por esquemas binarios, completamente maniqueístas: ricos y pobres, buenos y malos.No es casual la amistad que une a Rosalía y a Marcelina Polo. Ambas comparten la visión de la religión como una costumbre social, arraigada en la España de entonces desde la perspectiva más superficial: la del conocimiento exhaustivo de los rituales más pomposos de un dogma en el que no creen necesario profundizar. A partir de este ritual, las dos se ocuparán de velar por las vidas ajenas, sobre todo en lo relativo al contacto carnal. La consideración del sexo como el pecado más grave de la mujer hace lícitas otras faltas, como la avaricia, la murmuración, la envidia y la codicia.