Don Quijote: El Nacimiento del Individuo Moderno en la Obra de Cervantes

«A la mitad del camino de nuestra vida», Dante fue elegido para vivir la aventura de conocer el trasmundo donde, para el hombre medieval, residía la significación última y absoluta de todo lo que existe. Peor aún: no se atrevió a ser.

Aunque el protagonista de la Divina Comedia tiene importantes atisbos de individualidad, todo su ser se funda en su condición esencial de humano: «nuestra vida». Tanto que debe ser comunicada de manera que deje huella en el ánimo de los lectores. En cambio, Don Quijote no representa a nadie y a nadie le interesa su aventura. Al igual que el individuo moderno, Don Quijote no contaba más que consigo mismo para empezar. No era mucho en verdad. No era nada, porque él no era nadie antes de convertirse por propia voluntad en caballero andante. Casi ni siquiera un individuo. De tanto comer salpicón, se termina por formar parte de él. Las fieras del pecado medieval dejaron paso en la era moderna a las hiedras de la enajenación, tanto más insidiosas cuanto más inofensivas parecen. Supo ver que el precio de una individualidad plenamente configurada e independiente era un salto en el desamparo.

Para Don Quijote, en cambio, y en definitiva para el individuo moderno, ya no hay virgilios que todo lo expliquen, ni círculos (o terrazas o cielos) que recorrer en ordenada progresión hacia la luz deslumbradora del ser y la significación definitivos.

De Hidalgo a Caballero: La Búsqueda de la Identidad

Al igual que el hombre moderno, el hidalgo manchego debió optar entre ser una «lanza» más en el «astillero» de la sociedad estamental o ser sujeto, esto es, alguien que con la «lanza» de su voluntad va abriendo camino a su propia historia, en y por la cual podrá constituirse como individuo. Narra el surgimiento del hombre moderno, al que ya no le basta con pertenecer porque necesita ser, «ser-se» como diría Unamuno. Con la modernidad se inicia, precisamente, la reflexividad del ser: ser es hacerse, hacerse ser. De allí que la primera hazaña y tal vez la más grande de Don Quijote fue cuando decidió enfrentarse al hidalgo que lo poseía y no lo dejaba ser. Pero es que sólo así es posible pasar de ser mero atributo de otra cosa (la condición de hidalgo) a individuo con nombre propio. «Locura», pues, sin duda, pero «locura» fundante, a partir de la cual se puede ser.

Cervantes conocía muy bien esa «locura», la de renunciar al «salpicón las más noches».

A diferencia del hombre medieval, para el individuo moderno el futuro no es la eternidad, aunque pueda creer en ella, como Cervantes y Don Quijote lo hacían. El futuro es él mismo, lo que ansía llegar a ser. Pero, primero, hay que dejar de ser «los demás», «hidalgo de los de lanza en astillero».

Si algo distingue al individuo moderno del hombre premoderno es que tiene historia y sabe que sólo en la medida en que la tenga podrá ser él mismo. Es su historia.

Viejo Código, Nuevo Individuo: La Construcción del Ser

Pero para dejar de ser un tipo (el hidalgo) y transformarse en un individuo, no bastaba con su sola voluntad. El ser humano nunca parte de cero, aunque tantas veces haya proclamado haberlo hecho. Para ser, tiene que imaginarse. Justamente, cuando Don Quijote deje de «verse» (encantamiento de Dulcinea y Caballero de la Blanca Luna mediante) morirá. El alma no puede vivir a base de salpicón. Si el célebre «camino de nuestra vida» con que se abre la Divina Comedia alude a la condición del ser humano como peregrino, en perfecta consonancia con la cosmovisión medieval, el individuo moderno sólo podía emprender su marcha bajo el patronazgo metafórico del caballero andante. También universal: es, o al menos debería ser, el de todos los hombres. Los incidentes que en su recorrido ocurren no son aventuras, no están sujetos al azar de las circunstancias. Son tentaciones que amenazan el destino de quien se deje seducir por ellas, pero jamás ponen en entredicho la validez del camino y su trazado. Y no olvidemos que uno de los grandes descubrimientos de la Era Moderna fue el de que el único ámbito de realización posible para el individuo es este mundo. No existe, en consecuencia, un único camino, sino caminos, muchos caminos, tantos en el fondo como el individuo quiera explorar.

La Aventura Interior: La Transformación de Don Quijote

Don Quijote, primer héroe y antihéroe plenamente moderno, se transforma.

Los libros de caballerías le ofrecen a Don Quijote un código de conducta y un paradigma interpretativo del mundo a partir de los cuales definirse y afirmarse.

¿Puede extrañar acaso que las armas de Don Quijote estuvieran «tomadas de orín y llenas de moho»? Son la expresión simbólica de esa perspectiva premoderna, carente de sentido histórico, de la que el naciente individualismo moderno, lleno de incertidumbre acerca de lo que es y puede llegar a ser, no consigue prescindir todavía. Sólo que en Don Quijote prima el activismo barroco. De manera acorde con su mentalidad todavía estamental, Don Quijote confunde ser caballero con ser él mismo. De allí que cuando el caballero sea derrotado, Don Quijote no pueda sobrevivirlo.

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