Cuando un hablante no nativo se encuentra en contacto con su segunda lengua y se ve en la necesidad de usarla frente a interlocutores nativos, pueden surgir problemas y malentendidos en la comunicación. Este tema es abordado a fondo por Appel y Muysken (2002), quienes identifican como causa principal de estos problemas la limitada competencia formal del hablante no nativo en la segunda lengua. Este hablante podría no poseer, de manera adecuada, las habilidades gramaticales, fonéticas o léxicas necesarias para expresarse claramente al dirigirse a un hablante nativo, lo que inevitablemente generará dificultades comunicativas. En estos casos, la actitud del hablante nativo suele ser condescendiente, ajustando su lenguaje. Como indica Kramsch (2003), el hablante nativo intentará hablar más lento, utilizar frases cortas y claras, y mejorar la pronunciación, entre otras estrategias, para facilitar el entendimiento.
Es importante señalar que, aunque el hablante no nativo posea las competencias lingüísticas necesarias para expresarse en otro idioma, podría carecer de las habilidades para distinguir y emplear adecuadamente los diferentes registros y variedades estilísticas de la segunda lengua. Según Appel y Muysken (2002), diversos estudios sociolingüísticos demuestran que los hablantes nativos adaptan sus formas estilísticas o registros según la situación de habla. Un ejemplo es la interacción en una entrevista de trabajo, donde ambos participantes emplean formas estilísticas formales, ya que la situación lo requiere.
En el caso de los hablantes no nativos, la falta de conocimiento o dominio de las variantes estilísticas del segundo idioma a menudo resulta en el uso de un único registro o estilo. Esto puede llevar, por ejemplo, al uso de un estilo informal cuando se requiere una forma de habla más formal. En estas situaciones, Mc Entee de Madero (1998) indica que el hablante nativo podría percibir una falta de respeto o una invasión de la intimidad. Por otro lado, el hablante no nativo puede sentirse molesto y frustrado por la falta de estas habilidades y el posible rechazo de su interlocutor. Un ejemplo concreto, según Appel y Muysken (2002), es el uso de «tú» o «usted» en español. Para un hablante de inglés, la elección del pronombre adecuado es difícil, ya que en su lengua materna no existen distinciones de este tipo, solo se usa «you«. Por lo tanto, el hablante no nativo debe aprender a reconocer los factores sociales, como las diferencias de edad y las relaciones de poder, que influyen en la elección del pronombre correcto para evitar errores.
Algo similar ocurre con la comunicación de determinados temas o vocablos entre lenguas. Existen ideas, temas o palabras que pueden ser de gran significado en una cultura y su idioma, pero desconocidas o inexistentes en otros. Un idioma, por ejemplo, puede tener distintas palabras para un objeto o situación específica, debido a su importancia cultural. Sin embargo, en otros idiomas, el mismo objeto podría tener una sola palabra. Kramsch (2003) señala que este es uno de los mayores problemas para los hablantes no nativos, ya que muchos vocablos de su lengua podrían no ser traducibles a la segunda lengua porque no existe una palabra exacta. Lo mismo sucede con las ideas; si un hablante no nativo intenta explicar ideas o temas desconocidos para un hablante nativo, este último podría no comprenderlo fácilmente, ya que no lo concibe como algo familiar o conocido en su cultura. Los modismos o jergas también son causa de problemas, por lo que el hablante no nativo debe aprender estas expresiones comunes para comprender mejor los mensajes e integrarse en su nuevo contexto idiomático.
Finalmente, existen factores relacionados con las diferentes reglas de interacción que utilizan ambos interlocutores en la comunicación intercultural. Preston & Young (2003) indican que estas reglas no se refieren a las reglas lingüísticas formales (gramaticales, semánticas, fonológicas), sino a reglas de comportamiento y secuencias de enunciados apropiadas para cada situación, como la duración de los turnos verbales y la frecuencia de interrupciones. También influyen aspectos paralingüísticos como el tono y la entonación. El hablante no nativo debe saber adecuar la tonalidad y los enunciados adecuados al realizar una petición, ya que esto influirá en la recepción del mensaje y su aceptabilidad.
Ante todos estos factores lingüísticos y extralingüísticos, los hablantes no nativos se ven en la necesidad de recurrir a diversas estrategias adaptativas de comunicación para lograr el diálogo y el entendimiento con su interlocutor nativo. Appel y Muysken (2002) abordan este punto desde una perspectiva sociolingüística, destacando la significativa influencia de los factores externos en la comunicación entre hablantes nativos y no nativos.
En primer lugar, es importante recordar que el lenguaje interior de cada persona está constituido por elementos lingüísticos de su propio idioma. Por ello, resulta difícil dominar completamente un segundo idioma. Alarcón (2003) sugiere que una de las estrategias es dejar de emplear la lengua materna desde la memoria y obligarse a PENSAR en el segundo idioma. Este paso es extremadamente difícil, pero muy beneficioso, ya que permite adquirir mayor fluidez en la comunicación.
El manejo perfecto de otro idioma es difícil de conseguir, especialmente si no se adquirió en los primeros años. Por lo tanto, al no lograr una completa adquisición y comprensión total del idioma (sin considerar las variaciones lingüísticas que ocurren dentro de la misma lengua en distintos países), el hablante no nativo se ve obligado a buscar más estrategias o técnicas para alcanzar un mayor grado de comunicación. Appel y Muysken (2002) señalan las siguientes prácticas:
- Traducir todo lo que se oye o se piensa decir, desde su propia lengua a la lengua que se está utilizando.
- Hacer el esfuerzo de situarse en el terreno idiomático de su interlocutor y valerse de sus recursos, aunque perciba que son limitados. En tal caso, se verá obligado a ajustar los límites de la conversación a sus propios medios, renunciando a comunicar ideas o pensamientos para los cuales no tiene una adecuada expresión lingüística.
- En paralelo a la comunicación en su segunda lengua, el hablante se vale de otros recursos comunicativos como gestos y mímicas, llevando al interlocutor a predecir lo que se intenta expresar a través de preguntas y respuestas, que permiten entender lo que se deseaba comunicar.
Estas estrategias pueden ser efectivas, aunque existe el riesgo de que el interlocutor nativo se canse o se fastidie, ya que la conversación puede ser lenta y dificultosa. Sin embargo, lo principal es tener claro que lo más importante, y lo que facilita la comunicación entre hablantes nativos y no nativos, es el acuerdo de cooperación y aceptación mutua. Sin esto, será aún más difícil lograr el éxito comunicacional y una visión más integradora de las diferentes culturas que forman parte de las sociedades humanas.