Sadismo y sensibilidad:
- Una de las novelas de mayor éxito editorial del siglo XIX (hasta 25 ediciones ha recontado G. DUFOUR, 1987). Todas las ediciones fueron anónimas. Menéndez y Pelayo (1880‐82) la calificó como «cosa muy miserable» por ser «un tejido de calumnias y proposiciones ofensivas en sumo grado al Santo Oficio». Los censores españoles la consideraron «blasfemia heretical» con «proposiciones impías, mal sonantes, escandalosas y aun paganas», «sedicioso e injurioso al Tribunal de la Fe, y sus Ministros», «Injurioso a los Reyes llamándolos tiranos», «enemigo declarado de nuestra Religión». Gracias a su prohibición in totum fue una novela muy leída.
- El anonimato fue desvelado por Menéndez Pelayo (1880‐82), quien atribuye la autoría a Luis Gutiérrez, ex‐fraile trinitario huido a Francia. Gutiérrez, ex Francia, redactor de la Gaceta de Bayona, que murió ajusticiado en 1809 por orden de la Junta Central. Gérard DUFOUR, «Andanzas y muerte de Luis Gutiérrez, autor de la novela Cornelia Bororquia», Caligrama. Revista Insular de Filología, vol. 2, tomo 2 (1987), 83‐96, ha ampliado la información acerca de Luis Gutiérrez. Se hizo fraile trinitario en Valladolid y llegó a ordenarse de presbítero. Como se avenía mal con la vida conventual, solicitó y obtuvo de Pío VI una bula de secularización que el obispo de Pamplona se negó a aceptar. En 1799 ó 1800 huyó a Francia: bien para librarse de la persecución inquisitorial, bien para librarse de la vida conventual, o harto de los sarcasmos de sus compañeros. En Bayona, colgó los hábitos, rompió la vinculación con la Iglesia, y se hizo profesor de castellano. A finales de 1800, un sargento de artillería se presentó ante el cónsul de España en Bayona, Juan Cataneo y de la Cruz, para proponerle la venta de una copia de un librito sumamente subversivo y anticlerical titulado Cartas amistosas y políticas al rey de España, que el cónsul atribuyó a Luis Gutiérrez, amigo del militar francés. Con vistas a la publicación de estas Cartas (y quizá de Cornelia) inició la relación con el librero Gosse y participó en la creación del Correo de Bayona (más conocido como Gaceta de Bayona). Según declaró ante los jueces españoles en 1809, Luis Gutiérrez siguió de redactor de este periódico en el periodo 1802‐ 1807, fecha en que se trasladó a París.
En 1808 seguramente entró al servicio de las autoridades francesas, elaborando la versión castellana de la Constitución de Bayona cuando se reunieron los diputados convocados por Napoleón (él dejó constancia de que había escrito una Historia de lo acaecido en Bayona en 1808, pero antes de morir pidió que se destruyera el manuscrito). Pese a la derrota de Bailén (19‐7‐1808) siguió al servicio de los franceses en calidad de intérprete de la Plana Mayor.
En septiembre de 1808 lo hallamos en Londres, donde se hace pasar por el Barón de Agra.
En 1809 fue hecho prisionero en Lisboa con cartas falsificadas y comprometedoras; trasladado a Sevilla por orden de la Junta Central fue ajusticiado (en el “garrote”) como espía «afrancesado» y agente del enemigo. Quizá «como agente del gobierno francés» procuró llevar adelante la revolución en América.
Él se consideró un ilustrado víctima del fanatismo decimonónico (el paralelismo con el personaje de su novela es sorprendente).
- Las posibles lecturas hicieron crecer el éxito editorial. Al lector ilustrado le atraía la denuncia del fanatismo y las ideas de tolerancia. Al “afrancesado” y al liberal, la denuncia de la Inquisición y las ideas abolicionistas. Al lector romántico, la narración del amor desdichado en un marco histórico (y gótico). Y además, lo que daba fuerza a estos tres enfoques era el carácter de obra «verídica», como se afirma en su Advertencia (a partir de la 2ª ed.). Aunque es indudable una obra de ficción, el autor estaba al cabo de la calle de lo usos y costumbres del Santo Oficio. En Inglaterra apareció como Historia verdadera de la Judit española (Cornelia Bororquia), 1819. Judit es la heroína nacional de Israel (Antiguo Testamento), que salvó la ciudad de Betulia del asedio de Holofernes: marcha hacia el campamento asirio, atrae la atención de Holofernes, quien la invita a un banquete en su tienda; durante el banquete, Holofernes se embriaga y se queda dormido; Judit empuña una espada, lo decapita, envuelve la cabeza cortada en una alforja y regresa junto a su pueblo. Éxito editorial durante el Trienio Liberal: Barcelona, 1820; Gerona, 1820; Gerona, 1820; Valencia, 1821; Madrid, 1822. Blanco White compuso Vargas. A tale of Spain (1822), con los personajes de Cornelia, rindiendo homenaje a un modelo de literatura anticlerical. El libro fue víctima del absolutismo fernandino, pero tuvo éxito tras la muerte de Fernando VII (10 ed. en España y Francia de 1835 a 1881). También se conoce una obrita en octavas de título La víctima de la Inquisición o sea historia de la desgraciada Cornelia Bororquia (Barcelona, 2002).
- Luis Gutiérrez alega precedentes europeos: Clarisa de Richardson y La Nouvelle Héloïse de Rousseau.
- Cornelia Bororquia toma el nombre de una tal Bohorquia citada por Holbach en la obra De la cruauté religeuse, Londres, 1768. Refiere (sin pruebas documentales) la historia de una mujer embarazada de 6 meses detenida por el Santo Oficio porque su hermana había declarado en el tormento haberla inducido a compartir sus opiniones heterodoxas. Bohorquia habría dado a luz un niño en las cárceles secretas de la Inquisición, y después del tormento riguroso murió. Luis Gutiérrez conservó en su memoria el nombre de la víctima de la Inquisición citada por Holbach.
- Según Dufour, Cornelia Bororquia argumenta a favor de la religiosidad y la moral natural, una religiosidad ilustrada, deísta: Las ideas religiosas de Casinio nos recuerdan la Profession de foi du vicaire savoyard de Rousseau. Sin embargo, cabe notar que la religión del vicario saboyano es la natural, inspirada por la propia naturaleza. La de Casinio, en cambio, consiste en un auténtico cristianismo, fundado en la aplicación de las máximas evangélicas. La carta XXVIII (de Vargas a Meneses, Caserío de la Nublada, 17 de mayo) refiere lo sucedido a este anciano disfrazado de pastor: hace 14 años tuvo que abandonar su cargo de cura párroco en Sevilla por aconsejar que una mujer no delatase que su marido leía libros prohibidos. En sintonía con el pensamiento filosófico del XVIII, Cornelia es un alegato a favor de la tolerancia religiosa (Voltaire). En la carta XII hay largos párrafos textualmente traducidos del Tratado sobre la tolerancia (1763, capítulos 7 y 8) de Voltaire. Vargas está en la Quinta del Conde y ha tenido una discusión con un «padre reverendo fanático, si los hay, que a todos nos tiene estomagados»; entonces Vargas parafrasea fragmentos de Voltaire (1763, p. 45) <-> Cornelia, 120‐124.
Se evoca a Holanda como tierra de asilo en homenaje a Locke, ya que éste se refugió en los Países Bajos de 1683 a 1689 (abunda en el mismo sentido la referencia al «reciente ejemplo del más implacable de los tiranos, de aquel monstruoso Rey, azote de nuestra segunda patria la Holanda»). Bartolomé Vargas ha leído libros ingleses y ha sido curado por un cirujano inglés. Locke era el autor de la famosa Epístola de tolerancia (Guda, 1689). Según R. RODRIGO
El orden de las cartas es significativo para explicar el pensamiento religioso del autor.
La carta 27 (de Meneses a Vargas, Sevilla, 16 de mayo, cuando ya ha salido de las cárceles de la Inquisición) representa la versión dura: condena no sólo la Inquisición sino todas las religiones y sus sacerdotes (en sintonía con el ateísmo desarrollado por Holbach en De la cruauté religeuse). Denuncia los abusos eclesiásticos cometidos en nombre de la fe.
La carta 28 (de Vargas a Meneses, Caserío de Nublada, 17 de mayo) amortigua la violencia del ataque anterior. Vargas defiende los valores evangélicos de un cristianismo primitivo frente a los abusos de la Iglesia romana (versión española de la Profession de foi du vicaire savoyard).
LUIS GUTIÉRREZ no se contenta con denunciar la conducta del arzobispo de Sevilla y del Inquisidor General, sino que muestra por dentro su inhumanidad, presentando su correspondencia:
XXI. Carta del Arzobispo al Inquisidor General solicitando el calabozo para el dador, que es su portero mayor, y que ha establecido correspondencia con un criado del Gobernador de Valencia (Sevilla, 12 de mayo).
XXII. Respuesta del Inquisidor General al Arzobispo para indicar que el portero ya está encerrado al lado de Meneses, y que se han puesto 88 espías para prender a Vargas; la «empedernida» sigue melancólica (Sevilla, 12 de mayo).
XXV. Carta del Arzobispo al Inquisidor General solicitando que no se aplique todavía la tortura del potro a la «empedernida» (Sevilla, 14 de mayo).
La carta XIV, de Cipriano Vargas a su hermano Bartolomé (Santibáñez, 12 de abril), completa el retrato moral del inquisidor Vargas. Se siente obligado a delatar a su hermano; trata a Cornelia de incrédula, criminal y perversa; culpa a su hermano de saber inglés y de haberse identificado con los herejes; desde que ha regresado de Inglaterra, Bartolomé ya no frecuenta los ejercicios de piedad, sino que está embebido con los libros ingleses, en donde se habla del Papa, de los cardenales y del Santo Oficio; a Cipriano no le importan las artes, manufacturas, comercio, legislación, ciencias y artes, porque eso importa poco para la vida eterna. Es decir, Cipriano Vargas expone todo un credo anti‐ilustrado.
7. Cornelia Bororquia quizá sea un juego de insinuaciones (Dufour, 1985). La acción se sitúa (pese a cierta confusión) en la época contemporánea a la publicación del libro, y abarca 16 semanas de duración, desde el 20 de febrero al 9 de junio. Transcurre en Valencia y Sevilla (cárcel, ciudad, Caserío de la Nublada, a 10 leguas, 40‐50 km.).
La técnica epistolar permite expresar las voces del corazón y va descubriendo progresivamente el desarrollo de la ficción.
El procedimiento permite explorar una gran variedad de voces, con distintos registros lingüísticos y distintas sensibilidades.
Resumen
En la ficción narrativa, Cornelia es la hija del gobernador de Valencia que sufrió la cárcel en Sevilla y fue ajusticiada por el Santo Oficio (hasta el propio representante del rey podía topar con la Inquisición). El arzobispo de Sevilla se enamora de la hija de su mejor amigo (habían estudiado juntos) y la manda entonces trasladar a Sevilla y encerrar en las cárceles de la Inquisición para «conseguir» su amor. Comienzan entonces los esfuerzos de Meneses, Vargas y el Gobernador de Valencia por liberar a Cornelia. Una mañana los excesos del arzobispo encontraron la respuesta violenta de Cornelia, que clavó un cuchillo al prelado.
Información Progresiva de las Cartas
En principio, el Gobernador de Valencia cree que el raptor ha sido «Un malvado joven, hijo de una familia ilustre de este pueblo, llamado don Bartolomé Vargas, a quien yo he recibido en mi casa con particular distinción» (81). El Gobernador le pide a su amigo Meneses que busque al raptor en Sevilla, donde «según todas las apariencias debe hallarse» (82). Vargas está gestionando negocios en la ciudad de Sevilla (86) y lleva cartas de recomendación para el Conde (96). La carta IV, de Cornelia a su padre (prisión del Santo Oficio de Sevilla, 9 de marzo), ofrece el retrato del Arzobispo como un ser monstruoso, libertino, hipócrita, sádico.
Gracias a la intervención de la criada Lucía tiene verosimilitud el procedimiento epistolar (ella cuida la prisión del Santo Oficio y es la encargada de «pasar» los documentos y el retrato de Vargas). El primer encuentro de Meneses y Vargas se salda con la espada, pero un cirujano inglés logra salvarlo. Posteriormente el espíritu humanitario, la amistad, las lágrimas y las reflexiones filosóficas presiden la relación. Bartolomé Vargas implora el socorro de su hermano Cipriano, Inquisidor, que se halla en ese momento en una quinta cerca de Sevilla. Meneses reflexiona como un filósofo ilustrado, representante del progreso. Le dice al Gobernador: «Nuestra vida es una enlazada cadena de regocijos y dolores. Es menester saber sufrir y ser superior a todas las desgracias que nos pueden sobrevenir en la vida. Éste es el único fruto que un caballero ilustrado debe sacar de sus estudios y de su educación» (108). Vargas sale a una quinta del Conde y espera encontrar una dama distinguida que piensa implorar la libertad de Cornelia ante el Arzobispo. Las promesas quedan en nada: «no ha tenido a bien despegar sus labios al Arzobispo» (118). No obstante, Vargas discute con un reverendo fanático defensor del Tribunal Inquisitorial, que amenaza con delatar al Conde. Allí han hablado el Conde y Vargas sobre un plan para libertar a Cornelia. Vargas se siente comprometido (hasta 88 espías han puesto en la ciudad) y piensa exiliarse en Holanda, donde tiene parientes (127). Más adelante se refiere a «aquel monstruoso Rey, azote de nuestra segunda patria la Holanda» (135) Cipriano Vargas amenaza con delatar a su hermano. Dice: «Acuérdate de la profecía de nuestro buen tío el canónigo, a tu salida para Inglaterra, Tú te perderás allá sin remedio, te dijo, en medio de aquellos herejes» (130) […] «Desde el punto que llegaste de Inglaterra, conocí que te habías maleado mucho en la fe, tus palabras y discursos respiraban un aire de herejía e incredulidad» (132). Bartolomé responde que «antes consentiré en ser homicida de mí mismo, que de entregarme a vuestras negras y asquerosas manos» (137) Un comisario del Santo Oficio, a instancias de Cipriano Vargas, arresta a Meneses (y también pregunta el paradero de Bartolomé Vargas, quien, aunque está decidido a marcharse a Holanda, ha retardado el viaje para socorrer a Cornelia).
Muerte del Gobernador de Valencia
Vargas le comunica a Cornelia –por medio de Lucía– que van a liberarla: «Tomaremos con anticipación todas las medidas necesarias para alejar las sospechas, y cuando veamos una ocasión favorable, entraré yo mismo una noche en la prisión, te quitaré los grillos, te daré libertad y nos embarcaremos al instante para Holanda» (148). La carta XXVI (de Lucía a Vargas, Sevilla, 14 de mayo) constata que todos los planes se han venido abajo. Narra la entrada, a las 11 horas, del Arzobispo al calabozo de Cornelia, con ansia de ablandarle el corazón o violarla. Cornelia lo embiste con el cuchillo del pan. Los presos se alborotan y amotinan. Acude el Inquisidor de semana, el prelado declara la verdad del hecho y muere solicitando el perdón que Cornelia le concede. En la carta XXVII Meneses comunica a su amigo Vargas que ha logrado huir de la prisión. Piensa partir para Holanda (vía Marsella) y le aconseja que siga su ejemplo. Vargas responde (carta XXVIII) desde el Caserío de la Nublada, donde ha conocido a un viejo venerable: «después de media hora de conversación, me dijo que su nombre era conocido en Sevilla, en cuya ciudad había ejercido largo tiempo el ministerio de cura párroco, y que por un asunto de Inquisición se había visto obligado a retirarse en estos campos do vivía disfrazado bajo el nombre de Casinio» (169). Este cura es modelo de cristianismo primitivo. La justicia inquisitorial somete a Cornelia a un duro interrogatorio guiado por el Inquisidor (Carta XXXII, de Cornelia Bororquia a Vargas, Santo Oficio de Sevilla, 4 de junio). En la carta siguiente XXXIII (de Meneses al Conde, Sevilla, 6 de junio) se relata la ceremonia de quema en la hoguera. Meneses lanza un durísimo alegato contra la religión.