Compromiso Social y Político en la Poesía de Miguel Hernández: Evolución y Obras

El Compromiso Social y Político en la Poesía de Miguel Hernández

En El rayo que no cesa aparecen por primera vez los signos de la poesía proletaria que Miguel Hernández desarrollará en las siguientes obras. El estallido de la guerra y su participación en ella dan lugar a una poesía pesimista, íntima, de preocupaciones personales que se refleja en Viento del pueblo, El hombre acecha, Cancionero y romancero de ausencias. En la evolución de la poesía de Miguel Hernández se ha producido una ruptura. La nueva voz del poeta va contraponiendo en las tres obras citadas de este período los poemas popularistas con la expresión cultista y con los poemas amorosos. En el primero de ellos hay pasión desbordada, esperanza y optimismo por el rumbo que pueden tomar los acontecimientos. “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”.

Viento del pueblo: Poesía de Combate y Esperanza

Hay en este libro cantos épicos, arengas, poesía de combate. Destacan poemas de limpia preocupación social, como Aceituneros, El sudor, Las manos y, sobre todo, El niño yuntero. Son preciosas y graves síntesis del dolor compartido y de denuncia contra la injusticia capitalista, en defensa de las clases explotadas. Olvidando resonancias clásicas, se adentra por el hombre con una poesía directa, terriblemente mediatizada por la realidad que vive el poeta y su pueblo. En especial, las Odas son inquisiciones o alientos de tipo social. Los cantos épicos vienen encabezados por el poema “Vientos del pueblo me llevan / vientos del pueblo me arrastran… ”, el cual, tras una declaración empecinada de la libertad, termina con el presentimiento de la muerte.

La realidad española cobra sones fragorosos en la conciencia del poeta: “España ya no es España, que es una inmensa fosa, / que es un gran cementerio rojo y bombardeado”. Y el poeta se ve sitiado por esa realidad, se ve obligado a estar a un lado de los combatientes, a combatir; luchará en el bando republicano y cantará a los héroes de esa facción en tonos políticos que no alcanzan la altura del gran poema de amor La canción del esposo soldado. En él, el poeta escribe a su mujer con un acento amoroso que pronto será sentido desde la trinchera donde se halla: las dos realidades, la lejana de su mujer, y la próxima de su fusil se acercan y se mezclan. El poeta confiesa que “es preciso matar para seguir viviendo”; pero la lucha es algo accidental porque un día “dejaré a tu puerta mi vida de soldado, / sin colmillos ni garras” y ambos se unirán en el amor.

Los poemas imprecatorios están plagados de dicterios, gritos, palabras maldicientes o malsonantes, expresadas con labios coléricos; pese a la fuerza expresiva de esta serie, no alcanzan la dignidad tierna y profundamente humana de los anteriores: la actitud demagógica exigida por el poema político hace perder su lirismo al vate. Poemas de circunstancias, carecen de sentido fuera de su contexto político o han perdido en gran parte el vigor que les venía dado por la realidad, más inmediata de un pueblo en lucha. Hay que ver en este libro un arrebatado amor a la tierra y al pueblo que se propone defender cantando.

La Poesía como Herramienta de Transformación Social

Durante la guerra, el poeta somete su fuerza creadora a los fines más inmediatos. Por su noble sinceridad, por su vehemencia cordial y porque se sentía hombre del pueblo, adquirió unos convencimientos: cree que la poesía es esencia misma del pueblo y tiene su raíz en la tierra y que el poeta es intérprete de sentimientos colectivos y su misión es conducir sus ojos y sus sentimientos hacia esas cumbres hermosas que son las realidades poéticas, reflejo de las realidades vivas, y que el destino de la poesía es, por tanto, el pueblo mismo. Estos convencimientos implican una estética y una moral. M. Hernández levantará poema a poema, con su pluma y con su sangre como dos fusiles fieles, el edificio más hermoso y sincero de la poesía de la contienda civil. Todos los periódicos y revistas de los frentes van a publicar sus poemas. Dice M. Hernández: “había escrito versos y dramas de exaltación del trabajo y de condenación del burgués, pero el empujón definitivo que me arrastró a esgrimir mi poesía en forma de arma me lo dieron aquel iluminado 18 de julio”. El poeta intuyó la gran tragedia y se mostró dispuesto a defender su pueblo.

El hombre acecha: El Desencanto de la Guerra

El hombre acecha sigue esta línea, pero con un doloroso acento por la tragedia de la guerra. Desde el título mismo, se nos propone una tesitura dolorida, un desencanto amargo por comportamientos crueles e injustos. La propia elocución, que en un verso se completa “el hombre acecha al hombre”, viene a ser una nueva versión del “homo homini lupus”, la sentencia de Plauto que hizo suya Thomas Hobbes. La guerra había acumulado experiencias demasiado feroces y el hambre, las cárceles, las mutilaciones y la destrucción ensombrecieron su poesía. “No me dejéis ser fiera”, clama. Y también “ayudadme a ser hombre”. Pero un mundo de compulsiones, de delaciones y de violencias azuza de continuo el instinto feroz, y el poeta que quiere cantar la ternura junto al amor a al hijo, siente que las armas animalizan al hombre. La simbología es clara: fiera-maleza-garra, correspondiéndose con hombre agresivo-odio-armamento. El desaliento se halla, sin embargo, superado por el impulso de solidaridad y, en último término, por su fe en el hombre que no desaparece nunca del todo. Destaca el poema Llamo a los poetas, que exalta la solidaridad entre poeta y pueblo, revelando si no una poética, sí una actitud ante la poesía, que debe substanciarse en el vida.

El Lenguaje Directo y la Preocupación Estética

En ambos libros, el lenguaje es más claro, más directo. La preocupación estética es menor: así se lo exigía la intención que lo animaba.

Cancionero y romancero de ausencias: La Prisión y las Secuelas de la Guerra

Por último, en el Cancionero y romancero de ausencias aparece el tema de la situación de prisionero y las consecuencias de la guerra. Precursor de la poesía social, el poeta se hace solidario con los demás hombres. Aparece en él un nuevo concepto de la función de la poesía en el mundo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *