Compromiso Político y Social en la Obra de Miguel Hernández
Primera Etapa: Éxtasis Religioso y Crítica Social (1933-1934)
En la primera etapa de su obra, Miguel Hernández muestra un fuerte compromiso político y social, inicialmente teñido de un éxtasis de expresión religiosa. Consideraba que «el trabajo es la escala para ver a Dios». Su primera obra teatral, el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y Sombra de lo que eras (1933-1934), refleja esta perspectiva. En ella, condena los actos revolucionarios de los campesinos y critica con acritud las posiciones políticas de anarquistas, comunistas y sindicatos obreros.
La situación social y política de la época era similar a la de finales del siglo XIX: una oligarquía territorial que impedía la reforma agraria, una clase militar autoritaria y una Guardia Civil represora. Los cambios que intentaron implementar los gobiernos de la Segunda República Española, desde 1931, provocaron la Guerra Civil.
Mientras que los poetas del grupo del 27 recogían el romancero y la poesía popular tradicional, rara vez abordaban los problemas del pueblo desvalido. Rafael Alberti y Federico García Lorca son, quizás, los únicos que crearon una «poesía del pueblo para el pueblo». Azorín, por su parte, consideraba que los intelectuales estaban «derrotados por no saber resolver los problemas sociales y políticos», ya que «se olvidan de España viva y se enfundan en España soñada y recreada». Antonio Machado sí se preocupó del hombre de España, del campesino de las tierras, pero no aportó soluciones.
Miguel Hernández, en cambio, sí ofrece propuestas en sus escritos: propugna una reforma agrícola que mejore el reparto de tierras y promueva un cultivo racional. Dedicó sus esfuerzos a defender la tierra, dignificar al hombre del campo y concienciarlo de sus derechos y de las posibilidades de conseguirlos.
Segunda Etapa: Compromiso con el Pueblo Trabajador (1935 en adelante)
La nueva vida de Miguel en Madrid, los avatares de la política y las nuevas amistades lo llevaron a abandonar el lastre ideológico oriolano. Se decantó por el lado del desvalido obrero, identificándose con una nueva clase social: el pueblo trabajador. A partir de la segunda mitad de 1935, inicia una «poesía impura», manchada por su ímpetu social y su afinidad con la inmensa compañía, la libertad y la defensa de los valores humanos más comprometidos popularmente.
Comienza por liberarse a sí mismo: escribe poemas de euforia al negar su pasado reaccionario e iniciar un camino de resistencia. Se libera de cargas y prejuicios religiosos antes de la Guerra Civil. En sus obras, retrata la atmósfera minera y rural, y defiende el tiranicidio, en contra de la idea de su amigo Ramón Sijé, para quien «aceptar al tirano es el sacrificio político del cristiano». En El labrador de más aire (1936), el protagonista insta a los campesinos a esgrimir los símbolos comunistas y a protestar contra el cacique despiadado y abusador.
Tercera Etapa: Poesía de Guerra y Compromiso Republicano
Se decanta por el bando republicano en contra del rebelde. Cultiva una poesía de propaganda y aliento en las trincheras como única arma. Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha muestran una faceta optimista, alimentada por la esperanza de la victoria. Su poesía profética exalta la virtud del amor a la patria e invoca valores de virilidad como fuente de libertad y heroísmo. El referente poético es el «nosotros», abandonando el «yo» enajenado. Se pasa de la naturaleza externa y religiosa al mensaje rebelde contra una sociedad inicua y revolucionario contra una sociedad represora. El estilo es claro y directo, para ser entendido por el humilde.
Durante la guerra, surge una vertiente del tema de España: la incitación a la lucha por lealtad a ideales de solidaridad y compromiso social. Aparece un marcado tono épico dirigido a un protagonista colectivo, pero sin omitir lo lírico, ya que Miguel siempre canta desde dentro. El tono épico y social de esta etapa se resuelve en lo lírico al abandonar el fragor de la batalla, como se aprecia en las cartas a su amada. Sigue luchando con su poesía contra la opresión y las cárceles.
Cuarta Etapa: Derrota y Esperanza (1938 en adelante)
Tras la derrota republicana, escribe el desalentador grito de El hombre acecha (1938), que refleja una visión pesimista sin necesidad de tomar partido. El verso es amplio y doloroso. Cierra el libro con una petición de esperanza, Canción última, en verso de arte menor. La consecuencia de la derrota se plasma en el plano íntimo y en la ruptura de la vida cotidiana. Sin embargo, se aferra a la vida y a la esperanza por amor, logrando una victoria épica de lo lírico.
Toda su obra contiene un poso social que brota de la fidelidad del poeta a sus orígenes humildes. Se preocupó por la explotación del asalariado, la pobreza y el hambre. Su obra es una síntesis de dolor compartido y una denuncia contra la injusticia capitalista en defensa de las clases explotadas. Tras su estancia en la URSS, escribe poemas que ensalzan la política soviética del régimen comunista y alaban a los amigos republicanos por su resistencia a favor de los ideales democráticos de una España progresista. Son poemas políticos.
Dos prosas captan su pensamiento: «Al hijo del rico se le daba a escoger títulos y carreras; al hijo del pobre se le ha obligado a ser el mulo de carga de todos los oficios…» y «A los niños de hoy se les abren todos los horizontes que a los de ayer nos vedaron por pobres».