La enseñanza está en manos de ignorantes que ni siquiera lo reconocen así. La ciencia en España no existe y la escasa que existe debe emigrar fuera del país. Para buscar filosofía ,ciencia…hay que salir a Europa. Mientras, en España se siguen formando malos profesionales (eplos. De ello son la universidad, o la situación en el Hospital de San Juan de Dios).
La vida y el conocimiento:
La vida es una constante lucha y el hombre organiza las ideas de justicia, felicidad, bondad en función de lo que le es útil (por eso mata al gato de la prostituta).
Pero dentro del relativismo, Hurtado no soporta que no se respete la igualdad de todos los seres humanos (Villasús, las mujeres…).
Respecto al conocimiento, éste nos salva de la superstición, del error,…pero Baroja sabe también que la ciencia acaba con el Romanticismo del misterio. La verdad científica que nunca es segura no garantiza la felicidad. A Hurtado le lleva a unas responsabilidades que el ignorante no siente (frente a los hijos, por eplo.).
Hurtado busca certezas, pero se angustia cada vez más en su propio caos.
Iturrioz le plantea no quedarse sólo con la filosofía de Schopenhauer y Nietzsche, sino complementarla con la de Hobbes…Le invita a aceptar la vida como es, sin estar constantemente luchando contra ella.
La mujer:
Es un elemento importante en la obra. Andrés admira a su hermana Margarita y a Lulú, así como a su patrona en Alcolea del Campo, resaltando las virtudes que él ve en cada una de ellas.
Andrés no acepta el sometimiento de la mujer al varón y acusa de esta situación a la iglesia y su idea de la honra.
Lulú hace de la franqueza y la claridad toda una moral, que rechaza la hipocresía. Su encanto no está en su físico sino en cualidades como el orden, el buen humor y la decisión. Hurtado ve en ellas cualidades morales y desde la intimidad amistosa va surgiendo el amor (Lulú le hace compañía, con ella habla de todo, ella le riñe…). Lulú desea ser madre y ,aunque Andrés no lo vea claro, cede a sus deseos, pero a partir de aquí comienza la infelicidad: la muerte de Lulú y el niño. Aquí pierde Andrés definitivamente la batalla de encontrar sentido a su vida. Por ello, sólo queda la alternativa del suicidio.
La España de finales del S.XIX
El Árbol de la Ciencia de Pío Baroja es una de las obras que refleja mejor el panorama español de finales del XIX. .
Baroja se sirve del drama individual de Andrés Hurtado para reflejar el drama nacional de la España de aquellos tiempos. Se trata de un retrato crudo y ácido del país, antes y después de la pérdida de Cuba. La prensa desinforma, la política es cínica y la sociedad está histérica. Estamos, pues, ante una España en plena crisis de identidad, que se queda sin su Imperio y su tradicional actitud de superioridad. La España de 1898 dejó, en aquel momento, de sacar provecho de su Imperio colonial. Esta desastrosa pérdida marca a Baroja y a toda la sociedad española, de forma negativa. Es el típico y profundo pesimismo que caracteriza a la Generación del 98.
Por otro lado, el autor nos describe la política de la época, en la que los partidos son como tribus o clanes. El escritor se refiere a éstos como animales. Así, nos habla de los Ratones y los Mochuelos. Ello nos da a entender la animalidad de las relaciones humanas. El recurso de la animalización sirve, pues, para reflejar la pésima concepción que tiene Baroja del hombre y de todo, en general.
La filosofía, basada en el pesimismo existencial, es otro tema imprescindible para entender la novela. Andrés devora los libros de filosofía.
Sobretodo es fiel seguidor de la ideología de Kant y Schopenhauer. Según este último, el género humano es un juego de la naturaleza, la cual utiliza al hombre para reproducirse y lo engaña con falsas ilusiones placenteras, que pronto acaban.
En cuanto al estilo, según Pío Baroja, la novela es como un cajón de sastre, en el que cabe todo. Según algunos críticos, Baroja tiene un estilo un tanto descuidado. Pero lo cierto es que su prosa es clara y sencilla.
Además, el autor se caracteriza por su total sinceridad. Es de esas personas que no quiere engañar ni engañarse. Se trata, sin duda, de un carácter noble. El mismo autor decía que lo importante al escribir es la naturalidad.
Pero el escritor es, ante todo, realista. Se basa en la observación de la realidad. Eso sí, bajo la mirada subjetiva de su propio “yo”. Utiliza, así, una prosa natural y antirretórica, ideal éste último de todos los escritores pertenecientes a la Generación del 98. En El Árbol de la Ciencia las frases cortas son numerosas y con mucha fuerza expresiva, además. Señalaremos las descripciones líricas a través de las cuales, el narrador remata extensos pasajes y en las que logra plasmar el ambiente y la sensación de lo narrado.
Con respecto a los personajes, los protagonistas de Baroja son, generalmente, seres vulnerables, marginados y/o divorciados de la sociedad. Las obras de este autor están, normalmente, repletas de personajes secundarios, que van y vienen a su antojo. Aunque éstos aportan, claro está, la sensación de variedad, algo muy típico en la vida diaria.
El título, El Árbol de la Ciencia, es una clave de la obra. Se trata de una genial metáfora del panorama español de 1898. Al tomar el fruto prohibido del árbol de la ciencia, Adán y Eva fueron expulsados del Edén. Sucede lo mismo con la España del 98. Así, con la pérdida de las últimas colonias americanas: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, España, al igual que Adán y Eva, pierde también su paraíso.