El poema objeto de comentario pertenece al libro de poemas Las islas en que vivo (1971) de Pedro
García Cabrera (Vallehermoso, La Gomera, 1905-Santa Cruz de Tenerife, 1981). Este libro se ubica en un momento de consolidación del tono social del poeta.
Es una de las figuras literarias de la España insular de mayor proyección: proyección en el tiempo, por la extraordinaria influencia que su palabra poética ejercerá en la obra lírica del siglo en el que vive; y proyección en el espacio, por su reconocimiento también en la España peninsular. Su vida y su obra giran en torno a dos constantes: su claro compromiso social y su especial atención hacia el paisaje isleño. Se pueden señalar dos grandes momentos líricos en su trayectoria artística. En la primera mitad del siglo encontramos en su producción reminiscencias del Modernismo, un acercamiento a los ismos (Surrealismo, sobre todo), ciertos ecos de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y, por último, un remedo significativo de la estética lorquiana y de Rafael Alberti. Superado el meridiano del siglo y hasta el final de sus composiciones, el poeta está fuertemente enraizado en lo íntimo y lo social. Es importante en su primera época la vinculación del poeta con revistas importantes (en las que aparecerán primeramente sus poemas) como Hespérides, Gaceta de Tenerife, Cartones, Gaceta de Arte.
García Cabrera (Vallehermoso, La Gomera, 1905-Santa Cruz de Tenerife, 1981). Este libro se ubica en un momento de consolidación del tono social del poeta.
Es una de las figuras literarias de la España insular de mayor proyección: proyección en el tiempo, por la extraordinaria influencia que su palabra poética ejercerá en la obra lírica del siglo en el que vive; y proyección en el espacio, por su reconocimiento también en la España peninsular. Su vida y su obra giran en torno a dos constantes: su claro compromiso social y su especial atención hacia el paisaje isleño. Se pueden señalar dos grandes momentos líricos en su trayectoria artística. En la primera mitad del siglo encontramos en su producción reminiscencias del Modernismo, un acercamiento a los ismos (Surrealismo, sobre todo), ciertos ecos de la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y, por último, un remedo significativo de la estética lorquiana y de Rafael Alberti. Superado el meridiano del siglo y hasta el final de sus composiciones, el poeta está fuertemente enraizado en lo íntimo y lo social. Es importante en su primera época la vinculación del poeta con revistas importantes (en las que aparecerán primeramente sus poemas) como Hespérides, Gaceta de Tenerife, Cartones, Gaceta de Arte.
Por lo que respecta a sus obras de primera época, podemos citar: Líquenes (1928), Transparencias fugadas (obra de 1935 en la que se recoge un modo muy personal de abordar el Surrealismo, el paisaje se convierte en este libro en motivo literario), La rodilla en el agua (lleno de abstracciones e imágenesoníricas), Dársena con despertadores (ocho poemas que constituyen un experimento lírico construido con dos largas listas de palabras autóctonas). El estallido de la guerra civil marca la vida de Pedro García Cabrera ya que sufre, aproximadamente durante unos diez años, toda una dramática peripecia personal: detención, reclusión en prisión, deportación a África, fuga, accidente, hospitalización y nueva detención en la Península, reclamación desde Tenerife, encarcelamiento y posterior concesión de libertad vigilada con el consecuente confinamiento en su hogar. Todas estas experiencias quedan reflejadas en obras como: Entre la guerra y tú (1936-1939), Romancero cautivo (1936-1949), La arena y la intimidad (1940), Hombros de ausencia (1942-1944), Viaje al interior de tu voz (1944-1946). La aproximación a la poesía social la encontramos en 1951 con la obra Día de alondras, integrada por 49 poemas o alondras que vagan por siete escenarios: jardín, bosque, orilla del mar, alcoba, campo, azotea y ciudad. Es evidente aquí el motivo poético de la libertad que ya no abandonará la obra del poeta. A esta etapa también corresponden las siguientes obras: La esperanza me mantiene (1959), Vuelta a la isla (1968), Entre cuatro paredes (1968), Hora punta del hombre (1969) y Las islas en que vivo (1971). En todas estas obras, junto al tema de la libertad, aparece el de la esperanza en un mundo mejor y, también, el paisaje y sus gentes. Dentro de los elementos del paisaje, será el mar el que adquiera mayor protagonismo ya que en él encontraremos la fuerza y el arrojo para salir adelante, para que la soledad no nos anule. Sus últimos poemarios recrudecen los temas de los libros anteriores y ponen el acento en la rebeldía. El poeta se vuelve cada vez más intolerante con las injusticias y las desigualdades sociales y hace de la denuncia su tono lírico dominante. Destacan al respecto las siguientes obras: Elegías muertas de hambre (1975), Ojos que no ven (1977) y Hacia la libertad (1978). Finalmente destacamos su antología A la mar fui por naranjas (1980). El tema que trata el poema es el deseo de libertad junto con la necesidad de la esperanza. Las circunstancias históricas en las que vivió Pedro García Cabrera: una España que entre 1939 y 1975 estuvo supeditada a un régimen de privación de libertad, el del general Franco y el hecho de experimentar en propia carne las consecuencias del mismo, llevan al poeta a reconocer, necesitar y anhelar la existencia de un espacio, de un entorno mejor, de un futuro más justo y solidario y no sólo para disfrutarlo él en su soledad. El deseo del poeta es justamente compartirlo con los demás (“a todos”… versos 5 y 16). En los versos centrales del poema (6-13) especifica esos otros grupos, esos sectores humanos desfavorecidos que igualmente luchan y van de la mano con el poeta.
¿Cómo debemos entender el concepto de “isla” en el texto? Sin duda, en su doble valor significativo: como espacio real donde viven los isleños (independientemente del nombre de la isla), pero también como el aislamiento o soledad del hombre moderno. Como el propio autor afirma en la introducción al libro: “Su título alude lo mismo a una topografía concreta que a una insularidad tanto exterior como mental. No son, pues, exclusivamente, estas, las islas donde vivo, sino aquellas en que toma cuerpo y se cumple mi vida.” La soledad del individuo puede compartirse a través de la solidaridad (“solo no estoy”, verso
6) con quienes han padecido la furia del odio y de la guerra (como el propio autor, quien estuvo preso durante casi una década por su compromiso político con la República, -estaba afiliado al PSOE y llegó a desempeñar cargo público para el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y el Cabildo de la misma isla-). Finalmente, aparece, al final del poema, la petición del autor a poder disfrutar de la libertad: el autor utiliza simbólicamente el término “mar”, con la bella metáfora “la alegría del mar”, y así poder dejar atrás “el silencio amordazado” o ausencia de libertad: En cuanto a la estructura del poema, este se caracteriza por su disposición circular. El poema empieza en los versos 1 y 2 con el anhelo de que “un día habrá una isla que no sea silencio amordazado” y termina con el mismo deseo en los versos 17 y 18. Este círculo perfecto y equilibrado se muestra de la siguiente manera: Anhelo y constatación de la existencia de esa isla (vv. 1 -2), deseo de yacer en ella con todos (vv. 3-5), ¿Quiénes conforman ese todos? (vv. 6-13), Reiteración de su deseo con todos (vv. 14-16 y comienzo del verso 17), anhelo y constatación de la existencia de esa isla (final v. 17 y v. 18).
6) con quienes han padecido la furia del odio y de la guerra (como el propio autor, quien estuvo preso durante casi una década por su compromiso político con la República, -estaba afiliado al PSOE y llegó a desempeñar cargo público para el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y el Cabildo de la misma isla-). Finalmente, aparece, al final del poema, la petición del autor a poder disfrutar de la libertad: el autor utiliza simbólicamente el término “mar”, con la bella metáfora “la alegría del mar”, y así poder dejar atrás “el silencio amordazado” o ausencia de libertad: En cuanto a la estructura del poema, este se caracteriza por su disposición circular. El poema empieza en los versos 1 y 2 con el anhelo de que “un día habrá una isla que no sea silencio amordazado” y termina con el mismo deseo en los versos 17 y 18. Este círculo perfecto y equilibrado se muestra de la siguiente manera: Anhelo y constatación de la existencia de esa isla (vv. 1 -2), deseo de yacer en ella con todos (vv. 3-5), ¿Quiénes conforman ese todos? (vv. 6-13), Reiteración de su deseo con todos (vv. 14-16 y comienzo del verso 17), anhelo y constatación de la existencia de esa isla (final v. 17 y v. 18).
Métricamente, la estrofa que elige el poeta es una silva en la que se combinan a voluntad versos heptasílabos con endecasílabos, combinación más adecuada para indicarnos su fe en la palabra como arma transformadora de la sociedad. Respecto a la rima, da relevancia a la asonancia i-a de los versos impares 1,5,9,13,17 y focaliza así la atención sobre el concepto isla. Recordemos que, en la preocupación constante por el paisaje, la isla ocupa siempre el epicentro de su mirada. Es importante destacar en este apartado la presencia de ciertos encabalgamientos; así observamos la presencia del encabalgamiento oracional del comienzo y el final del poema “isla/que no sea….” Que fluye suavemente hasta el final del verso encabalgado. Los otros ejemplos son igualmente encabalgamientos suaves, habiendo un total de nueve a lo largo de todo el poema, con los que el poeta hace hincapié en una serie de palabras esenciales para expresar con intensidad sus sentimientos y el sentido último del poema. Por ejemplo, el caso del apelativo “a todos /cuantos partan el pan en esa isla”, de carácter metonímico, refiriéndose el autor a los que viven y trabajan en esa isla.
El carácter literario del texto es notorio, ya que se trata de un poema altamente lírico pues el autor expresa sus ideas y sentimientos, sus anhelos más íntimos y personales de forma subjetiva. En este caso el sentimiento predominante es la búsqueda de la libertad en toda su extensión, para lo cual ha de contar con la solidaridad de todos los desamparados de la tierra. Debido a que el poeta desea provocar determinados efectos en el lector explota todas las posibilidades que la lengua le permite; de modo que la función predominante del lenguaje es la poética para lo cual Pedro García Cabrera emplea una rica serie de recursos estilísticos. Asimismo, hallamos la función expresiva, porque como ya apuntamos, asistimos a la expresión de sentimientos y de un determinado estado de ánimo por el anhelo de la búsqueda de la libertad.
Entre los recursos estilísticos más destacados podemos encontrar: el empleo recurrente del hipérbaton que pone de relieve ideas y conceptos claves. Lo observamos en los versos 6 y 7, “Solo no estoy. Están conmigo siempre…”, que destacan la imagen de la soledad y la presencia de los otros respectivamente; así como en el verso 16, que evoca la imagen de la esperanza (“la alegría del mar le pido a todos”). Otros recursos estilísticos como la elipsis del verso 3 (quiero “Que me entierren en ella”); y la antítesis del verso 15 (“del combate en que muero y en que vivo”) no hacen sino reiterar la contundente fuerza expresiva del poeta que busca ante todo hacer de la palabra el arma contundente de la libertad. Las personificaciones “mis palabras se liberen”, “la alegría del mar” confieren un poder expresivo a las palabras y al mar, que parece que cobran vida y se liberan. Frente al yo lírico del poeta, que se observa desde los primeros versos, encontramos igualmente la mención del nosotros y que actuará de refuerzo del yo lírico. Esa mención del nosotros, del que forma parte el propio poeta, estarán con él siempre. Lo encontramos en las metáforas y en las metonimias de los siguientes versos: en el verso 7, en el que tienen cabida los esperanzados (“horizontes y manos de esperanza”); en los versos 8 y 9, los que sufren (“aquellos que no cesan/de mirarse la cara en sus heridas”); en los versos 10 y 11, en los que hay una clara alusión a los fuertes de espíritu (“aquellos que no pierden/ el corazón y el rumbo en las tormentas”); y en los versos 12 y 13, que dan el protagonismo a aquellos miles de hombres que sufren persecución (“los que lloran de rabia/ y se tragan el tiempo en carne viva”). Es como si el poeta se propusiera reformular de nuevo las bienaventuranzas y exclamar bienaventurados los esperanzados, los martirizados por el sufrimiento, los fuertes de espíritu y los que sufren persecución porque ellos entrarán en el reino de los cielos, entiéndase aquí formarán parte de esa isla, un montículo aislado en medio de un mar que bate sus costas, rompiendo las mordazas y las cadenas de sus habitantes. En este caso la isla se convierte en el símbolo de la libertad para lo cual es consagrada, véase de nuevo las reminiscencias cristianas, cuando todos “partan su pan en esa isla”. Es decir, cuando todos participen de la libertad y actúen en consecuencia. Todos estos versos en los que recoge el poeta a los otros que, como él, han experimentado la falta de libertad forman estructuras paralelísticas. Debemos comentar otras metáforas, como “la alegría del mar”, donde aparece el mar como espacio de la alegría y símbolo de la libertad; “sus orillas” hace alusión a los que empiezan a romper sus ataduras y van acercándose a esa isla símbolo de libertad; “las tormentas”, o momentos de dolor y espanto; “carne viva”, metáfora de dolor inmenso; “su pan”, con esta expresión evoca la solidaridad y la generosidad del pueblo. Vemos, además,algún caso de hipérbole “se tragan el tiempo” Y, por supuesto, la paradoja “silencio amordazado”, con la que el poeta enfatiza la situación de dictadura, de falta de libertad de expresión. En el nivel léxico semántico existen términos relacionados con el campo semántico de las partes del cuerpo, tomadas como metonimias para hacer referencia a personas que se hallan en diferentes situaciones motivadas por la falta de libertad: “manos”, “cara”, “corazón”, “carnes”. Observamos, igualmente, un campo semántico relativo a las formas de expresión: “silencio”, “rumores”, “palabras” que comulgan con el propio tema del poema; ya que la falta de libertad supone silencio que va siendo desterrado, según los índices de permisividad, por el rumor para acabar finalmente vencido por la palabra, la máxima expresión de nuestra libertad. Debemos hablar del campo semántico relacionado con la libertad, tan ansiada por el poeta: libertad, orillas, horizontes, esperanza, mar. Y un campo semántico con sentido negativo o belicista y asociado semánticamente a la privación de la libertad: silencio amordazado, heridas, tormentas, rabia, tiempo, combate. Por lo que respecta al nivel morfosintáctico, se observan solo dos adjetivos: “amordazado” y “viva”, que califican respectivamente a silencio y a carne y que tienen aquí un valor especificativo, intensificando, en este caso, los sufrimientos derivados de vivir en un régimen de dictadura. Las formas verbales aparecen tanto en presente de indicativo actual, con el que se expresan acciones o procesos reales que están ocurriendo en el momento del discurso (“estoy”, “están”, “cesan”, “lloran, “muero”, “vivo” “tragan”), como en presente de subjuntivo, siendo precisamente en ese modo en el que se expresan las acciones que indican anhelos y deseos (“sea”, “entierren”, “dé”, “liberen” y “partan”). Todos ellos precedidos por el futuro “habrá” que le dará sentido, tanto a los hechos reales como a los posibles y probables expresados con el subjuntivo. Por lo que respecta a los sustantivos, la mayoría de ellos son concretos; éstos hacen que los sentimientos expresados por el poeta resulten más cercanos, perceptibles y palpables, sólo “la libertad” y “la alegría” presentan un carácter abstracto, por lo que resultan menos tangibles. Las oraciones que aparecen en su mayoría son compuestas subordinadas adjetivas (“aquellos que no cesan”), pero encontramos también oraciones simples (“La alegría del mar le pido a todos”, “Solo no estoy”). La modalidad oracional empleada es la enunciativa. Se trata, por tanto, de una sintaxis que el poeta precisa para describir a esa isla y a sus gentes. Por todo ello, estamos ante un claro ejemplo de poema social, un texto lírico que reivindica un valor importantísimo que debe marcar la vida en sociedad del individuo, la libertad; y que se relaciona, como ya se comentó, con la poesía social española y canaria de los años 50 y 60 del siglo pasado: Blas de Otero, Gabriel Celaya, Pedro Lezcano, Agustín Millares Sall y un largo etcétera.
[4. RELACIÓN ENTRE LAS IDEAS DEL AUTOR Y EL TEMA PROPUESTO] El tema propuesto para el comentario (¿Existe realmente plena libertad en la sociedad actual”) se relaciona con el pensamiento de Pedro García Cabrera, al ser el tema de la libertad el motivo recurrente de buena parte de su producción literaria, como ya se apuntó anteriormente. Sin duda, sus circunstancias vitales (prisión, condena, marginación… antes, durante y después de la guerra civil), marcaron la personalidad del autor gomero e influirán poderosamente en su obra literaria; la cual, desde sus inicios tenía presente, al menos simbólicamente dicho tema, a través del símbolo del mar en Líquenes (1928) o del viento en Transparencias fugadas (1934).
En el poema UN DÍA HABRÁ UNA ISLA, que estamos comentando, con fecha de creación de 1964, es lógico pensar que la situación de falta de libertad era más que patente en la sociedad canaria y española de la época. No solo la dictadura de Francisco Franco (1936/39-1975) sino también la
omnipresencia de la religión católica en prácticamente todas las esferas de la vida política y social del país hacían imposible el disfrute de unas mínimas libertades propias de una sociedad democrática. Este hecho se une, en el caso del poema de Pedro García Cabrera, a la dificultad inherente a todo ser humano de acceder a una plena libertad, tal y como nos recuerda el autor en la introducción a su libro Las islas en que vivo. [5. EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN DEL ALUMNO] ¿Somos realmente libres? El problema de la libertad es una difícil e interesante cuestión que nos lleva a pensar en una respuesta contundente. Desde mi punto de vista el hombre actual no es realmente libre. Sí que ha alcanzado mayores cotas de libertad respecto a periodos históricos precedentes: si no piénsese en la esclavitud del Imperio Romano, en el feudalismo durante el Medievo o en el colonialismo de la Europa mercantilista (siglos XVI-XIX). En las sociedades modernas y avanzadas de Occidente el sistema político democrático permite al individuo disfrutar de cierta libertad; pero, no nos engañemos, este individuo vive en sociedad, donde existe una serie de “estructuras” de diversa índole que frenan o ponen coto a su ansiada libertad: la familia, la escuela, la fábrica o la oficina, las administraciones públicas, la banca, para los creyentes la iglesia… Si el panorama no es muy halagüeño para Occidente, es evidente que en los países en desarrollo la situación es aún peor. La ausencia de las garantías democráticas se alía con la pobreza, llegando a provocar un verdadero polvorín social, del que no está exento el mundo desarrollado (como atestiguan los disturbios sociales que se manifiestan periódicamente en sus principales urbes: Los Ángeles, París, Londres…). Como señalábamos, la precaria situación de ausencia de libertad en los países pobres se ve agravada no sólo por las guerras o conflictos sociales, casi permanentes en dichos países, sino también por la especial virulencia con que les ha afectado la grave crisis económica mundial, especialmente en África y algunos países de Latinoamérica. A este respecto, el filósofo británico John Locke (1632-1704) nos recuerda en su Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) que “ningún gobierno permite la libertad absoluta” (IV, III, 18) entendida esta como la idea de que “cada uno haga lo que le plazca”. Es obvio que el sistema democrático (recuérdense las palabras de Winston Churchill sobre el mismo: “la democracia es el sistema político menos malo”) está sujeto a unos principios éticos fundamentales que todos debemos respetar. El poder disfrutar de nuestra libertad individual no debe estar reñido con el establecimiento de ciertas normas o leyes que permitan la convivencia democrática y sería altamente deseable (como postulaba sin cesar Bertrand Russell, 1872-1970) que se expandiera a todo el mundo a través de un gobierno internacional. Asimismo, son innumerables los ejemplos de escritores de reconocido prestigio que han destacado el tema de la libertad en su obra. Quizá sea el poeta francés Paul Éluard (1895-1952) el autor del más conocido texto sobre dicho tema, su Liberté es un famoso canto a la libertad cuyo origen hay que buscarlo en la situación de opresión total que vivió Europa durante la II Guerra Mundial, invadida por las huestes nazis, para muchos los verdaderos creadores del infierno sobre la faz de la tierra. [6. CONCLUSIÓN Y CIERRE TEXTUAL] Como conclusión, la libertad es una utopía para el ser humano de hoy, aunque con ciertos matices según las circunstancias concretas. Ya hemos aludido a la diferencia sustancial que supone vivir en Occidente, donde podemos disfrutar de ciertas cotas de libertad, frente a la precaria situación que viven los ciudadanos del mundo en desarrollo, donde la falta de libertad se une a todo tipo de conflictos sociales, raciales, religiosos, etc.
Es un lugar común afirmar que la libertad no se otorga, sino que debemos luchar por obtenerla, como hizo enconadamente en su día uno de los más universales poetas canarios del siglo XX, Pedro García Cabrera, quien sufrió en su propia carne las heridas, la prisión y la humillación por defender su libertad.