El texto aborda el tema de la diferencia entre hombres y mujeres y la pervivencia del machismo en la sociedad.
La situación de desventaja de la mujer en la sociedad ha cambiado, pero no parece que se haya avanzado lo suficiente. Sigue habiendo explotación de mujeres. Los hombres han cambiado, pero sigue habiendo enfrentamiento entre los dos sexos y violencia machista. Además, parece que se crean nuevas rencillas que distancian de nuevo a ambos géneros. El texto comienza con una reflexión sobre el cambio de la relación entre hombres y mujeres. La autora señala que, aunque ha habido cambios, las mujeres siguen aguantando situaciones de explotación y discriminación. A continuación, Rosa Montero apunta que, aunque los hombres han cambiado y han contribuido a mejorar la situación femenina, sigue habiendo recelos entre ambos sexos. En los dos últimos párrafos la articulista se pregunta si no existe solución a este enfrentamiento mediante una sucesión de preguntas retóricas que apelan a la conciencia del lector. Por último, concluye citando el experimento de una primatóloga. Se comprobó que incluso los primates muestran preferencias a la hora de elegir sus juguetes dependiendo de su sexo.
Sin embargo, se observó que tanto los machos como las hembras elegían libros con ilustraciones para jugar. La autora hace un guiño y finaliza animándonos a regalar libros a nuestros hijos, ya que tal vez esa sea la clave para acabar con la tan arraigada guerra de sexos. La tesis de la autora se da de manera implícita: el conflicto entre hombres y mujeres y la superación del machismo no parecen tener una solución fácil. Además, en el último enunciado del texto se lee entre líneas el mensaje de que tal vez la cultura –los libros- puedan acabar con el sexismo. “Ellas y ellos” es un texto argumentativo. Concretamente, se trata de un artículo, un género periodístico de opinión en el que un periodista o escritor reflexiona sobre un tema normalmente polémico. La finalidad del texto es orientar nuestra opinión sobre el conflicto entre sexos y la pervivencia de actitudes sexistas en nuestra sociedad. La autora muestra dudas sobre cómo superar esta situación. La gran cantidad de preguntas retóricas que ya hemos señalado demuestran sus dudas al respecto, aunque al final del texto se propone de manera velada una vacuna contra este mal. Llama la atención el predominio de la función apelativa, cómo es lógico en un texto argumentativo. Las múltiples preguntas (“¿Qué nos está pasando?”, “¿No hay manera de llegar a entendernos?”) o la sugerencia final (“regálales libros”) son ejemplos de que se pretende influir directamente en el receptor. También podemos observar que se usa la función expresiva. Un ejemplo es la admiración que muestra la autora hacia las mujeres explotadas: “¡qué tenacidad y qué potencia tienen esas mujeres!” Además, se usa la función poética en algunos pasajes en los que la connotación predomina sobre la denotación: “Todas esas hembras acarreando pesos monumentales”. Este es un texto fuertemente marcado, redactado en un tono personal. Destaca en él el uso de diversas modalidades oracionales. Se suceden las oraciones enunciativas, las interrogativas, las exclamativas y las dubitativas. Incluso se cierra el artículo con una oración exhortativa. El léxico, como en la mayoría de los textos argumentativos, es valorativo. Los adjetivos y los sustantivos que elige la autora para tejer su argumentación están plenos de connotaciones. Así, para conmovernos y convencernos de la situación, cercana a la de las bestias, que sufren las mujeres africanas, las llama “hembras”, en lugar de mujeres y añade el adjetivo “monumentales”, que hace que los pesos que cargan nos sugieran un esfuerzo sobrehumano, un sufrimiento extremo. El uso del superlativo (“difícilísima relación”, “lo poquísimo que cambian”) también demuestran la subjetividad del texto. A estos recursos modalizadores habría que añadir el uso de recursos retóricas. Ya desde el principio del texto observamos el uso de la función poética, en la descripción de la cruda escena de las mujeres africanas. Se usa entonces un símil conmovedor: “como bestias de carga”. La mujer aparece aquí rebajada a la categoría de animal. En el tercer párrafo la autora magnifica la lucha entre hombres y mujeres mediante la hipérbole “mareas de cartas airadas”. Por último, la serie de interrogaciones retóricas que cierran este párrafo son un mecanismo retórico que pretende implicar al lector.
En efecto, aunque se observan cambios en la sociedad actual, la sombra del machismo parece planear todavía sobre nosotros. Y no sólo eso: como menciona Rosa Montero, cada vez son más frecuentes los militantes de un radicalismo que condena uno u otro sexo olvidando que, ante todo, hombres y mujeres somos personas, lo cual está por encima de cualquier cuestión de género. Y sobre todo, que la raza humana necesita de las unas y los otros. No sé si la propuesta de la autora es la verdadera clave para acabar con el problema, pero está claro que la cultura suele ser una vacuna para combatir las posturas radicales y el extremismo. Sin embargo, no siempre es así. En nombre de la cultura se han cometido atrocidades. Hombres y mujeres cultivados han caído en el abuso. Las páginas de la literatura universal y las de los manuales de historia –antigua y contemporánea- no están limpias de las manchas del machismo.
Por eso, quizás sea mejor pensar en el diálogo, en la crítica, en la educación. Yo cambiaría la propuesta de Rosa Montero. Yo no regalaría libros. Si alguna vez tiene hijos, invierta tiempo en educarlos (y asegúresé antes –por favor- de haberse sacudido de su conciencia el polvo milenario del sexismo que hemos heredado).
La situación de desventaja de la mujer en la sociedad ha cambiado, pero no parece que se haya avanzado lo suficiente. Sigue habiendo explotación de mujeres. Los hombres han cambiado, pero sigue habiendo enfrentamiento entre los dos sexos y violencia machista. Además, parece que se crean nuevas rencillas que distancian de nuevo a ambos géneros. El texto comienza con una reflexión sobre el cambio de la relación entre hombres y mujeres. La autora señala que, aunque ha habido cambios, las mujeres siguen aguantando situaciones de explotación y discriminación. A continuación, Rosa Montero apunta que, aunque los hombres han cambiado y han contribuido a mejorar la situación femenina, sigue habiendo recelos entre ambos sexos. En los dos últimos párrafos la articulista se pregunta si no existe solución a este enfrentamiento mediante una sucesión de preguntas retóricas que apelan a la conciencia del lector. Por último, concluye citando el experimento de una primatóloga. Se comprobó que incluso los primates muestran preferencias a la hora de elegir sus juguetes dependiendo de su sexo.
Sin embargo, se observó que tanto los machos como las hembras elegían libros con ilustraciones para jugar. La autora hace un guiño y finaliza animándonos a regalar libros a nuestros hijos, ya que tal vez esa sea la clave para acabar con la tan arraigada guerra de sexos. La tesis de la autora se da de manera implícita: el conflicto entre hombres y mujeres y la superación del machismo no parecen tener una solución fácil. Además, en el último enunciado del texto se lee entre líneas el mensaje de que tal vez la cultura –los libros- puedan acabar con el sexismo. “Ellas y ellos” es un texto argumentativo. Concretamente, se trata de un artículo, un género periodístico de opinión en el que un periodista o escritor reflexiona sobre un tema normalmente polémico. La finalidad del texto es orientar nuestra opinión sobre el conflicto entre sexos y la pervivencia de actitudes sexistas en nuestra sociedad. La autora muestra dudas sobre cómo superar esta situación. La gran cantidad de preguntas retóricas que ya hemos señalado demuestran sus dudas al respecto, aunque al final del texto se propone de manera velada una vacuna contra este mal. Llama la atención el predominio de la función apelativa, cómo es lógico en un texto argumentativo. Las múltiples preguntas (“¿Qué nos está pasando?”, “¿No hay manera de llegar a entendernos?”) o la sugerencia final (“regálales libros”) son ejemplos de que se pretende influir directamente en el receptor. También podemos observar que se usa la función expresiva. Un ejemplo es la admiración que muestra la autora hacia las mujeres explotadas: “¡qué tenacidad y qué potencia tienen esas mujeres!” Además, se usa la función poética en algunos pasajes en los que la connotación predomina sobre la denotación: “Todas esas hembras acarreando pesos monumentales”. Este es un texto fuertemente marcado, redactado en un tono personal. Destaca en él el uso de diversas modalidades oracionales. Se suceden las oraciones enunciativas, las interrogativas, las exclamativas y las dubitativas. Incluso se cierra el artículo con una oración exhortativa. El léxico, como en la mayoría de los textos argumentativos, es valorativo. Los adjetivos y los sustantivos que elige la autora para tejer su argumentación están plenos de connotaciones. Así, para conmovernos y convencernos de la situación, cercana a la de las bestias, que sufren las mujeres africanas, las llama “hembras”, en lugar de mujeres y añade el adjetivo “monumentales”, que hace que los pesos que cargan nos sugieran un esfuerzo sobrehumano, un sufrimiento extremo. El uso del superlativo (“difícilísima relación”, “lo poquísimo que cambian”) también demuestran la subjetividad del texto. A estos recursos modalizadores habría que añadir el uso de recursos retóricas. Ya desde el principio del texto observamos el uso de la función poética, en la descripción de la cruda escena de las mujeres africanas. Se usa entonces un símil conmovedor: “como bestias de carga”. La mujer aparece aquí rebajada a la categoría de animal. En el tercer párrafo la autora magnifica la lucha entre hombres y mujeres mediante la hipérbole “mareas de cartas airadas”. Por último, la serie de interrogaciones retóricas que cierran este párrafo son un mecanismo retórico que pretende implicar al lector.
En efecto, aunque se observan cambios en la sociedad actual, la sombra del machismo parece planear todavía sobre nosotros. Y no sólo eso: como menciona Rosa Montero, cada vez son más frecuentes los militantes de un radicalismo que condena uno u otro sexo olvidando que, ante todo, hombres y mujeres somos personas, lo cual está por encima de cualquier cuestión de género. Y sobre todo, que la raza humana necesita de las unas y los otros. No sé si la propuesta de la autora es la verdadera clave para acabar con el problema, pero está claro que la cultura suele ser una vacuna para combatir las posturas radicales y el extremismo. Sin embargo, no siempre es así. En nombre de la cultura se han cometido atrocidades. Hombres y mujeres cultivados han caído en el abuso. Las páginas de la literatura universal y las de los manuales de historia –antigua y contemporánea- no están limpias de las manchas del machismo.
Por eso, quizás sea mejor pensar en el diálogo, en la crítica, en la educación. Yo cambiaría la propuesta de Rosa Montero. Yo no regalaría libros. Si alguna vez tiene hijos, invierta tiempo en educarlos (y asegúresé antes –por favor- de haberse sacudido de su conciencia el polvo milenario del sexismo que hemos heredado).