El Renacimiento (Siglo XVI)
El Renacimiento abarca la literatura producida a lo largo del siglo XVI, teniendo en cuenta el carácter ambiguo del siglo XV, en el que se van fraguando los procesos que suponen el cambio de estilo y de mentalidad. Se caracteriza por la adopción de la filosofía humanista, que sitúa al ser humano como centro de reflexión. Hay una marcada atención a la Antigüedad grecolatina, sus valores, y se dignifica el conocimiento y las letras de una forma renovada, prestando especial atención a la naturaleza. No podemos olvidar que esta época de luz y de bullicio se sustenta en parte en el proyecto imperial de las potencias europeas, entre las que destacan los reinos de Castilla y Aragón, debido a la política unitaria que los Reyes Católicos llevan a cabo.
Poesía Renacentista
La poesía fue el género por excelencia del Renacimiento español. El ser humano es el centro del discurso. La expresión emocional y el canto a la naturaleza implican un verdadero renacer de este género, especialmente de la mano de un autor clave: Garcilaso de la Vega. Junto con su amigo Juan Boscán, introducen el soneto, una forma de origen italiano que adaptaron a la lengua española y que desde entonces se ha convertido en una de las formas de más prestigio en la literatura.
El cultivo del soneto a partir de 1526 se combina con un trabajo en el verso más tradicional de la lírica castellana, el octosílabo. Se introduce la expresión de los sentimientos personales, la escritura no sujeta a grandes temas o encargos, y la reflexión personal sobre la vida, la muerte o el amor.
Otros autores destacados y corrientes incluyen:
- Fray Luis de León
- San Juan de la Cruz (Poesía mística)
- Santa Teresa de Jesús (Poesía mística)
- La poesía mística, que a menudo utiliza un lenguaje de símil erótico-amoroso para expresar la unión con Dios.
Prosa Renacentista
Aunque sigue escribiéndose prosa didáctica y moralizante, el giro humanista del siglo XVI pondrá en primer plano otro tipo de textos que podemos caracterizar como novelas o relatos. La influencia de Italia es notable, con su tradición cuentística placentera y sin finalidad necesariamente pedagógica, impulsada por la traducción del Decamerón de Boccaccio.
Siguen produciéndose textos de caballerías, pero la obra más destacada es La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, que inaugura la novela picaresca. Presenta a un pícaro que sobrevive con ingenio y pocos escrúpulos. Aunque existen muchas hipótesis, no conocemos con certeza el nombre de su autor. Otro tipo relevante es la novela pastoril, con tramas de corte romántico en un entorno idealizado.
Teatro Renacentista
Durante el periodo renacentista, hay una vuelta a los géneros clásicos en consonancia con el espíritu de recuperación de la Antigüedad grecolatina que se aprecia en la cultura europea. Sigue existiendo el teatro religioso, pero aumenta la importancia del teatro profano, que anticipa los géneros breves y populares cultivados en el siglo XVII (como los entreactos de comedias y tragedias). Autores importantes de esta transición son Lope de Rueda, Gil Vicente y el propio Cervantes.
Miguel de Cervantes
Miguel de Cervantes vivió el cambio de siglo (XVI-XVII), y su obra cumbre, El Quijote, lo sitúa en una posición excepcional. Esto nos recuerda la imposibilidad de establecer categorías literarias tajantes: no es puramente renacentista ni barroco. Él simboliza la transición, tomando lo mejor del siglo en el que nace (XVI) a la vez que anticipa las notas pesimistas y decadentes que irá tomando la literatura y la sociedad española posterior. Sus Novelas ejemplares son una colección de relatos que adopta el término italiano ‘novella’ (relato corto).
El Barroco (Siglo XVII)
El Barroco se manifestó tanto en las artes escultóricas, pictóricas y arquitectónicas como en lo literario. Italia sigue siendo relevante, pero a nivel literario, España alcanza un gran esplendor en este periodo, conocido como el Siglo de Oro. Mientras que el siglo anterior se puede considerar de éxito imperial y esplendor, para el siglo XVII la situación cambia: a nivel político e imperial comienza una fase de decadencia que contrasta con la alta calidad y el esplendor que vive la literatura. Es también el siglo de la Contrarreforma, lo que afecta especialmente a España.
La Ilustración y el Neoclasicismo (Siglo XVIII)
Poesía dieciochesca
La poesía de este siglo a menudo se considera menos brillante que la del Siglo de Oro. Existe una línea de continuidad con el barroco, pero a partir del reinado de Carlos III, la mirada se vuelve al clasicismo francés e italiano. Hay un regreso a las normas, a la mesura y a la belleza derivada del orden. A esta época pertenece la Poética de Luzán, que influyó también en el teatro. Tras lo que se considera el exceso del siglo XVII, se vuelve la vista al siglo XVI, buscando el orden y la armonía como conceptos estéticos. Destaca en todo caso la obra de Juan Meléndez Valdés, cuya poesía de corte anacreóntico es lo más relevante del periodo.
Teatro Neoclásico
El teatro estuvo sometido a un cierto control político. Al ser el espectáculo cultural de masas de la sociedad española, las autoridades lo vieron como un camino para educar al pueblo, presentándole la virtud ética, la moral y los principios del»hombre de bie». En la primera mitad del siglo XVIII, sigue representándose, aunque en decadencia, un teatro heredero del barroco.
Sin embargo, la escritura de los autores neoclásicos, que vuelven a las normas (como la unidad de tiempo, acción y lugar), abandonan los grandes escenarios barrocos y las licencias que Lope de Vega introdujo brillantemente (y que después se desvirtuaron en el exceso), poco a poco va dando con una fórmula dramática ajustada a la nueva sensibilidad social. Esta nueva fórmula conecta especialmente con los gustos de la nueva clase media, la burguesía, que va ganando poder económico y político. Surge así la comedia burguesa, que refleja emociones más realistas y conflictos cotidianos. El máximo exponente es Leandro Fernández de Moratín con obras como El sí de las niñas.
Prosa de la Ilustración
La prosa es el género literario por excelencia de la Ilustración española. Los escritores se preocupan por la realidad material del país y conciben la palabra como una forma de mejorar esas condiciones, educar y cambiar las estructuras mentales de la población. Benito Jerónimo Feijoo concibió así su Teatro crítico universal y sus Cartas eruditas y curiosas, donde habla de adelantos científicos y reflexiona sobre el mundo natural y el ser humano con una óptica moderna.
En este siglo comienza la llamada profesionalización del escritor: los autores pasan de depender de la nobleza (del mecenas) a buscar fuentes de ingresos en la propia literatura, especialmente en el recién estrenado periodismo. Muchos ocupan cargos públicos, en un movimiento que se extenderá y consolidará a lo largo del siglo XIX. Esto genera nuevas complejidades: poner la pluma al servicio de una causa o vincularla a las instancias políticas puede generar conflictos de censura, autocensura y limitación en la expresión, en tanto que genera deudas y fronteras que la palabra no debe cruzar.