2.1. La lírica del Siglo XX hasta 1939
Inicios de siglo. El Modernismo
A finales del Siglo XIX, los gustos estéticos se ven modificados debido a un cambio de mentalidad artística, que recupera principios del Romanticismo como la originalidad o la libertad creadora.
La situación de crisis en la cultura occidental a finales del Siglo XIX, agravada
en el caso español por el desastre del 98, provocó un cambio en el rumbo artístico.
El movimiento literario correspondiente a este período es conocido como
Modernismo
El Modernismo se inspira en dos movimientos del Siglo XIX: el Parnasianismo
(tendencia formalista, partidaria del arte por el arte) y el Simbolismo (intimista, pretende encontrar la realidad que se esconde tras las apariencias a través de un nuevo lenguaje sugerente basado en símbolos).
Los temas básicos del Modernismo son la soledad, el escapismo (en el tiempo
–Edad Media– o en el espacio –mundo oriental–), el cosmopolitismo, el amor y el erotismo. Formalmente, la nueva estética se caracteriza por el afán de innovación (muy notable en el terreno de la métrica), la originalidad, y la búsqueda de la perfección formal.
Rubén Darío y Manuel Machado son los principales representantes del Modernismo de corte parnasiano. El poeta nicaragüense evoluciona desde una estética parnasiana en Azul o Prosas profanas hacia temas más graves y trascendentes en Cantos de vida y esperanza.
Antonio Machado será el principal poeta del Modernismo simbolista. Su primera obra, Soledades, galerías y otros poemas reflexiona acerca del paso del tiempo y la muerte, dos temas constantes en el poeta sevillano. En su segunda obra, Campos de Castilla, junto a los anteriores, aparece el tema de España además de una serie de poemas dedicados a su mujer, Leonor, antes y después de su temprana muerte.
Juan Ramón Jiménez se inicia en la estética modernista (Arias tristes, Sonetos espirituales), para ir fraguando a lo largo de su vida un estilo esencial y propio. El poeta moguereño entiende la escritura como una búsqueda constante de la belleza y de la perfección, de ahí que rescriba permanentemente su obra. Por otra parte, concibe la poesía como una forma de conocimiento, esto es, como un medio para analizar y entender la realidad. El deseo de eternidad es otro de sus temas constantes.
Diario de un poeta recién casado o Dios deseado y deseante son algunas de sus obras fundamentales.
La narrativa del grupo del 98
Estamos ante una época dominada por una sensación de crisis y decadencia cultural. Se produce un rechazo del Realismo y del Racionalismo positivista. En la novela se introducen modificaciones con respecto a la narrativa anterior, la realista: articulación de la trama en torno a un único personaje, la acción se centra alrededor de la mentalidad del protagonista en lugar de alrededor de sucesos externos.
Unamuno
Trata temas como la tradición, la intrahistoria y el concepto de España, la conciencia trágica de la existencia y la sed de eternidad. Estos temas se plasman en sus «nivolas», caracterizadas por la desnudez narrativa, la audacia formal, una máxima presencia del diálogo y ausencia de hilo argumental previo. Entre sus obras sobresalen Amor y pedagogía, Niebla, La tía Tula, San Manuel Bueno, mártir, y el ensayo titulado Cómo se hace una novela.
Valle-Inclán
El esperpento, subgénero dramático basado en la burla aparente, la crítica profunda y la animalización de los caracteres se lleva también a la narrativa. La trayectoria novelística de Valle comienza por una etapa de Modernismo inicial (Sonatas); continúa con una fase intermedia (ciclo de la Guerra Carlista: Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de antaño); y, por último, hallamos la etapa del esperpento con el ciclo de novelas tituladas genéricamente «El
ruedo ibérico»: Tirano Banderas, La corte de los milagros, Baza de espadas.
Pío Baroja
Su narrativa es una mezcla de pesimismo y vitalismo; posee también ciertos tonos moralistas, radicales e individualistas. Sus obras nos presentan el proceso de aprendizaje de la vida de sus protagonistas a través de la experiencia y el diálogo. Baroja concibe la novela como «un saco donde cabe todo»; su aspiración es «escribir con sencillez». Su extensa producción novelística puede dividirse en las trilogías «La lucha por la vida» (La busca, Mala hierba, Aurora roja), «Tierra vasca» (Zalacaín el aventurero, La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz) y «La raza» (La dama errante, La ciudad de la niebla, El árbol de la ciencia).
José Martínez Ruiz, «Azorín»
Posee un estilo narrativo impresionista, con fuertes dosis de lirismo; una sintaxis nominal, una preferencia por la frase corta, el tiempo verbal suele ser el presente; las novelas presentan una estructura fragmentada con predominio de los descriptivo, con tramas argumentales mínimas; se aprecia asimismo un uso abundante del diálogo y una mínima acumulación de detalles. Obras: La voluntad, Las confesiones de un pequeño filósofo, Doña Inés.