La literatura realista: características: La literatura realista se caracteriza por la exaltación sentimental y el despliegue imaginativo de la literatura romántica, a través de la observación y la representación fidedigna del entorno. Su objetivo es retratar con verosimilitud y con intención crítica la sociedad de su tiempo, con el deseo de transformarla y mejorarla a través de la literatura.
La novela realista: Interés por la realidad y lo cotidiano: Los novelistas sustituyeron los motivos históricos y exóticos del Romanticismo por ambientes y personajes actuales. Tratamiento de temas propios de su tiempo: Se abordaron los conflictos sociales y políticos coetáneos: las diferencias sociales entre clases, las condiciones de vida de la clase obrera, el caciquismo… Búsqueda de la objetividad y el verismo: La intención del autor realista era construir un mundo literario que fuera una fiel representación de la realidad. Presencia crítica del autor: El autor expresa sus opiniones a través del narrador. Empleo del narrador omnisciente: De este modo, se podían analizar los pensamientos y las emociones de los personajes. Estilo sobrio y sencillo: Se busca un lenguaje objetivo, preciso y claro. Cuidada recreación del habla de los personajes: El diálogo cobró una gran importancia, retratando de manera fidedigna el habla de los personajes de acuerdo a su clase social.
El Realismo en Europa: La novela realista en Francia: Se suele considerar que «Rojo y negro» (1830), de Stendhal (1783-1842), es la novela precursora del Realismo. Honoré de Balzac (1799-1850): compuso una serie de novelas agrupadas bajo el título de «La comedia humana», en las que retrató la sociedad francesa. Gustave Flaubert (1821-1880): es el autor de «Madame Bovary», novela en la que se narran las pasiones y las ensoñaciones románticas de Emma Bovary. Émile Zola (1840-1902): es el impulsor del Naturalismo. Sus novelas, como «La taberna» o «Naná», muestran la influencia de las ideas deterministas. La novela realista en Rusia: Fiodor M. Dostoievski (1821-1881): escribió obras como «Crimen y castigo» o «Los hermanos Karamázov», en las que analiza la psicología de personajes atormentados. León Tolstoi (1828-1910): abordó el tema del adulterio en «Ana Karenina» y compuso un ambicioso retrato de la Rusia del siglo XIX en «Guerra y paz».
El Prerrealismo: Comenzó en 1849 con la publicación de «La Gaviota», de Fernán Caballero. Presenta un tono costumbrista y un propósito moralizador. Los autores prerrealistas prefirieron el detalle colorista y pintoresco, así como la defensa de los valores tradicionales. Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891), autor de cuentos y novelas, desarrolló un asunto folclórico en su novela más célebre, «El sombrero de tres picos».
El Realismo: La etapa propiamente realista comienza en 1870 con la publicación de «La Fontana de Oro», de Benito Pérez Galdós, que presenta una actitud más objetiva, y los personajes son objeto de un retrato psicológico más minucioso. Juan Valera (1824-1905) publicó en 1874 su obra más importante, «Pepita Jiménez», una novela epistolar que relata el amor entre un seminarista, Luis de Vargas, y la prometida de su padre, Pepita Jiménez. José María de Pereda (1833-1906) compuso novelas ambientadas en su Cantabria natal, como «Sotileza» o «Peñas arriba», en las que elogia la vida rural y critica el progreso. El Naturalismo: se centra en los aspectos más sórdidos de la realidad. Los personajes son víctimas de su condición física, de la herencia genética y del medio en el que viven. Emilia Pardo Bazán (1851-1921) fue la más destacada defensora en España del Naturalismo. Entre sus novelas sobresalen «Los pazos de Ulloa». Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) es autor de obras como «La barraca» o «Cañas y barro», que se ambientan en tierras valencianas.
Benito Pérez Galdós: nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. A los diecinueve años se trasladó a Madrid, donde pasó la mayor parte de su vida. De ideas progresistas, intervino en política y llegó a ser diputado. Murió en Madrid en el año 1920.
Leopoldo Alas «Clarín»: Leopoldo Alas, que escribió con el seudónimo de «Clarín», nació en Zamora en 1852 y se trasladó a Oviedo con su familia en 1863. Estudió Derecho y ejerció como profesor en la Universidad de Oviedo desde 1883 hasta su muerte en 1901. También fue un reputado periodista y crítico literario. Regenta: elementos naturalistas, monólogo interior, estilo indirecto libre.
Las proposiciones subordinadas adjetivas: son las proposiciones que equivalen a un adjetivo. Las proposiciones subordinadas adjetivas van introducidas por un relativo y desempeñan la función de complemento del nombre. Los relativos desempeñan una función sintáctica en la proposición subordinada que introducen. Las proposiciones adjetivas explicativas designan una cualidad o circunstancia del sustantivo al que se refieren, sin limitar su extensión. Las proposiciones adjetivas especificativas limitan la extensión del sustantivo al seleccionarlo por la posesión de una cualidad. Hiperónimos: son términos que, por tener un significado de gran extensión, incluyen otros más concretos o específicos. La palabra «flor», por ejemplo, es un hiperónimo respecto a palabras como «clavel», «jazmín» o «margarita». Hipónimos: son palabras de significado restringido con las que se puede concretar la realidad a la que hacen referencia otras de significado más amplio. Las palabras «clavel», «jazmín», «margarita», «azucena»… son hipónimos de «flor».