La «Canción del jinete« pertenece a la obra «Canciones», de Federico García Lorca, publicada en 1927, un año antes que Romancero gitano. Este poema se integra, por tanto, en el primer ciclo de producción de producción del poeta, conocido como la etapa neopopulista. Esta primera fase de la vida creativa del autor se caracteriza por la asunción de la cultura popular andaluza, y la consecuente imitación de la métrica y el estilo del cancionero y romancero tradicional del sur de España, al margen del flamenco. El autor formaba parte de la llamada Generación del 27 (en honor a Góngora), caracterizada por aunar lo culto y lo popular, lo original y la tradición. Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros (Granada) en 1898, en el seno de una familia económicamente desahogada, y murió en la misma provincia en el año 1936, asesinado durante la Guerra Civil. Criado en la provincia de Granada, su gusto por el folklore andaluz y español, además de su afinidad por los clásicos hispánicos, se reflejó ampliamente en su obra. Destacó en muchas facetas artísticas (música, pintura, etc.); su paso por la Institución Libre de Enseñanza y la posterior formación de la Generación del 27 le ofrecieron la oportunidad de liderar junto a otros literatos el florecimiento cultural en la Península. En 1930 la visita a Nueva York (EE.UU) le produjo una profunda desilusión por la sociedad capitalista. Su condición de homosexual y su lazo con el pueblo propiciaron el sentimiento de marginación dominante en su obra. García Lorca vivió una época muy convulsa, tanto en el panorama nacional como en el internacional. Llegó al mundo con el desastre del 98, y fue contemporáneo de la I Guerra Mundial y la dictadura de Primo de Ribera. Con la Segunda República la Generación del 27 alcanzó su cénit, y Lorca evolucionó hacia una poesía más equilibrada entre tradición e innovación, trayectoria poética que se vio truncada por su cruel final en la Guerra Civil.
El tema principal de la canción es el llanto y el desconcierto por la muerte de un bandolero. Mediante imágenes en la naturaleza, Lorca nos transmite un ambiente trágico en el que se enmarca el desgraciado final del bandido. Es un entorno convulso, oscuro, lúgubre, frío…
Desde el punto de vista de la estructura externa, el cantar está compuesto por dos tipos de estrofas que se alternan formando cinco grupos , cada uno de los cuales consta de una estrofa de cada clase. En primer lugar, observamos cinco tercerillas (tres versos) de versos hexasílabos , las cuales disponen de una asonancia entre la e y la a en los versos impares (primero y tercero). En segundo lugar, encontramos dos pareados irregulares formados por un verso de seis sílabas y otro decasílabo. Al igual que en las tercerillas, la rima es asonante, produciéndose en una de las parejas de versos entre la e y la o, y en la otra entre la i y la o. Si ponemos atención descubriremos que ésta última finaliza en una exclamación, mientras que la mencionada primeramente es interrogativa. Los pareados se repiten a modo de estribillo de manera alternada (en tres ocasiones el de la rima asonante entre e y o, y en dos el de la rima entre i y o), dotando a la obra del ritmo propio de una canción. Cada una de las tercerillas se combina con uno de los dos estribillos, constituyendo cinco conjuntos integrados por cinco versos.
Según lo explicado, el esquema métrico sería el siguiente:
6a 6- 6a 6-b 10-B 6a 6- 6a 6c 10C 6a 6- 6a 6b 10B 6 a 6- 6a 6c 10C 6a 6- 6a 6b 10B
En lo concerniente a la estructura interna, existe una marcada correlación entre ésta y la estructura externa (la forma y el fondo forman un todo). De acuerdo con esto, podemos diferenciar dos partes en el significado de la canción, coincidentes con el análisis métrico. Para empezar, la sucesión alternativa en los estribillos entre la exclamación y la pregunta se traduce en la expresión de los sentimientos de dolor y desconcierto, respectivamente. Seguidamente, las tercerillas introducen múltiples imágenes hilvanadas, consecutivas, como si de una historia narrada se trataba. Este breve «relato» se podría separar al mismo tiempo en tres subdivisiones. La inicial, constituida por las dos tercerillas del comienzo, presenta el personaje, muerto, y la aflicción que lo rodea. La estrofa tercera y la cuarta transmiten una visión animada del paisaje nocturno (es la ambientación del drama), con numerosas imágenes melancólicas y sombrías. Por último, la tercerilla final escenifica la muerte del salteador, con el aliento que pone término a su vida.
En lo concerniente a los recursos estilísticos, éstos se adaptan, como es lógico, a la estructura del poema, delimitándolo y dotándolo de significado. La Canción del jinete comienza con la luna negra (v.1), preludio de lo que vendrá a transmitir el poema: muerte, melancolía, negro porvenir. Lorca concentra en esta frase el exordio de la negritud en que se encuadrará el cantar. La ausencia del astro lunar provoca que el paraje se suma en una oscuridad completa, que se asocia a la vez a la muerte (la luna y la oscuridad son símbolos lorquianos de muerte). A este breve sintagma se le complementa con el conjunto preposicional de los bandoleros (v.2), pues en Andalucía la luna nueva es la predilecta de los fuera de ley, ya que la lobreguez de esta fase lunar actúa a manera de capa y escudo que les protege y oculta de sus víctimas y sus perseguidores. Aquí se evidencia la preferencia de Lorca por el transgresor, el marginado. El tono fuliginoso también nos informa del futuro de los bandidos: un destino aciago e infausto. En el verso postrero de la primera tercerilla aparece más simbología característica de García Lorca. El metal, las espuelas, aluden a la muerte. Por otro lado, el mismo sonido de estos elementos al chocar con el animal ya anticipan una idea del perecimiento del jinete, puesto que las espuelas «cantan» solas y de forma continuada, como si dos piernas inertes las hicieran golpear contra el caballo de manera regular al balancearse sin vida.
En el primer estribillo observamos el diminutivo caballito, que aúna tristeza y ternura, similar al efecto que causa la visión de un niño desconsolado. La interrogación que le sigue transfiere un cierto patetismo: es una bestia desorientada, sin jinete ni guía, que no sabe dónde ir.
La siguiente tercerilla se inicia con el epíteto duras espuelas (v.6), muy armónico con el texto al expresar una idea de padecimiento, lo cual sirve para potenciar el concepto de aflicción por el fallecimiento del individuo. A esto le sucede el adjetivo inmóvil (v.7), un eufemismo que maquilla la rudeza de la muerte. Para finalizar la estrofa, la oración perdió las riendas (v.8) es una metáfora de la pérdida de control de su vida a la que se vio sometido el forajido al morir.
En la segunda clase de estribillo, sobreviene una transposición o desplazamiento calificativo en el complemento frío. La frialdad de la expiración del malhechor se traslada al caballo, el cual es, a su vez, otra efigie del término de la existencia. La exclamación se erige como manifiesto del dolor provocado. En el verso décimo, Lorca nos obsequia con una perífrasis metafórica sensorial (se capta a través de la vista y el olfato), la cual ayuda a describir la situación. El cuchillo (recordemos que metal es igual a muerte) produce una herida mortal sangrante, encarnada en la flor, que emana un perfume inconfundible a carne, a entrañas, a sangre.
Una vez empezada la tercera tercerilla reparamos en el verso anafórico En la luna negra (v.1-v.11-v.21), que se emplea como límite para la división del poema comentadas previamente. En primer lugar, las dos primeras tercerillas presentan el personaje. La segunda parte, que comprende las estrofas tercera y cuarta, detalla la escena paisajística. Por último, la última tercerilla escenifica el fenecimiento del ladrón. Los versos decimotercero y decimocuarto ofrecen una magnificación de lo que es el perecimiento del facineroso hombre. Luego son parte de una hipérbole: el lugar «sagrado» para los bandidos, Sierra Morena (su escondite, su «hogar») llora a uno de sus habitantes. Esta exageración es por tanto una distorsión de la realidad que refuerza el vínculo entre monte y bandolero.
La cuarta estrofa nos ofrece un fenómeno similar, pero enalteciendo de forma todavía más exacerbada la expiración del forajido: establece un lazo entre ésta y el firmamento, el universo(el caballo y el que lo monta se funden en la noche misma, mientras las estrellas representan las espuelas). Con esta magnificencia dramática se consolida una gradación entre el jinete y el medio, cada vez más desorbitada: jinete-caballo (fusión entre éstos elementos), jinete-monte (llanto de Sierra Morena), jinete-horizonte (visión cosmológica del semental y su amo).
La canción finaliza con una exaltación, un grito que muestra la advertencia de un ser humano de esta defunción, siendo el cuerno largo de la hoguera otra alegoría al perecimiento del transgresor de la ley. Este alarido deja el final abierto: ¿quién es esa segunda persona? ¿qué relación tiene con el difunto?, escenificando el sufrimiento del óbito del ladrón.
En conclusión, La canción del jinete es un paradigma de la etapa neopopulista de Federico García Lorca. Tanto el tema, el llanto por la muerte de un bandido, como la forma, de fácil comprensión y organización clara, son muy cercanos al ambiente popular, uno de los signos de identidad de la Generación del 27 y, muy especialmente, de Lorca. Sin embargo, bajo este manto de aparente sencillez hallamos numerosos símbolos y recursos muy propios del autor que denotan su genio literario.