Paco el del Molino
Paco es el héroe y la víctima; la narración de su vida y muerte ocupa el mayor espació en el texto. De alguna manera representa idealizadamente al pueblo español que será el gran perdedor de la Guerra Civil: respetuoso con las tradiciones, sincero, valiente, con fuerte sentido de lo justo y lo injusto. En Paco se resume la dignidad popular que no se somete al poder arbitrario (duque), ni a la hipocresía (caciques), ni a la componenda (Mosén Millán). Posee una psicología primaria: tres o cuatro ideas fundamentales son las que le mueven a actuar sin mayores problemas de conciencia. Casi nunca duda de lo que está haciendo: con igual seguridad y aplomo defiende de niño su ocultación del revólver, como de joven su derecho a rondar a la novia, como de adulto a utilizar las tierras del duque para el bien del pueblo. Tiene una clara conciencia de cuál es su lugar en el mundo: él quiere ser labrador como su padre. Y lo será y, al ocupar su lugar en el Ayuntamiento, actuará en consecuencia. En resumen, Paco es un hombre joven, fuerte y sano, que pretende acabar con una situación que atenta contra la dignidad del ser humano.
Mosén Millán
La suya es una personalidad mucho más compleja que la de Paco.Desde la primera hasta la última página del libro lo vemos vacilante e indeciso, con una evidente conciencia de culpabilidad. Ya en las primeras páginas, con la mención reiterada del verbo “esperar” y por la insistencia en su postura de abatimiento (“sentado en un sillón con la cabeza inclinada” / “con la cabeza apoyada”), el narrador nos sugiere que es un hombre pasivo, con poca iniciativa y sin valor. Pero frente a la quietud exterior, sus pensamientos son vivos e inquietos, y la angustia que le producen sus recuerdos se aprecia en la insistencia con que pregunta al monaguillo. “¿Han venido los parientes?” / “¿Hay gente en la iglesia?” Es un hombre angustiado por la mala conciencia.
Los tres caciques:
Don Valeriano, administrador del duque y propietario él mismo, es la cabeza visible de la reacción. Aparece descrito como individuo con pretensiones de distinción. Nombrado alcalde por los fascistas, dirige la represión. Sus palabras al llegar a la sacristía (“Mosén Millán, el último domingo dijo usted en el púlpito que había que olvidar. Olvidar no es fácil, pero aquí estoy el primero”), son de una hipocresía condescendiente, como si el ofendido fuera él. Sender tiene con este personaje un nuevo descuido: tras el asesinato del zapatero, las mujeres del carasol “se ponían a insultar con voz recelosa a las mujeres de los ricos, especialmente a la Valeriana y a la Gumersinda”, mientras que en la entrevista con Paco nos lo describe “mirando al techo y jugando con el guardapelo de la difunta”.
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Don Gumersindo, de quien sólo conocemos las botas y la costumbre de hablar de su propia bondad (como el fariseo de la parábola), es simple comparsa y eco del anterior.-
Don Cástulo Pérez, “carácter fuerte”, ni amigo ni enemigo, va a lo suyo y procura estar a bien con el poder (se aproxima a Paco cuando éste es líder del pueblo). Los otros no se fían de él en el momento de la conspiración. Su modo de colaborar se limita a prestar su coche (entonces un bien escaso), ya sea para conducir a los novios a la estación, ya para “dar el paseo” durante los fusilamientos. No siente piedad por nadie, pero tampoco denuncia, lo cual hace que Mosén Millán se sienta indigno ante él.
El zapatero
Es amigo de Paco y perpetuo descontento. En su composición se aprecian elementos folclóricos: hablador y gracioso, sólo se mete con la Jerónima de forma inocente. Intuye la tragedia, pero su aparente neutralidad no le servirá para librarse de la violencia de los “pijaitos”.La Jerónima
Bruja y ensalmadora, vieja y con la “pata reumática”, representa el mundo de la superstición, de las creencias ancestrales que tanto el cura como el médico pretenden combatir, cada uno a su modo y por sus propias razones. Su dominio es el carasol, donde ejerce su autoridad. Guarda cierta semejanza con personajes femeninos que aparecen en otras obras. La pintoresca relación de la Jerónima y el zapatero es cómica y patética: cómica, la sarta de insultos que le propina el zapatero durante la boda; patética al final, cuando lo Jerónima, tras el asesinato del zapatero, se siente culpable, no del hecho, sino de haberse burlado de la paliza que le habían dado y que era el anuncio de su destino fatal.El nivel del habla que encontramos en la obra es el coloquial y ocasionalmente vulgar en los diálogos;
en la narración predomina el nivel coloquial y ocasionalmente culto. Las carácterísticas estilísticas del libro son:
Formas del discurso literario.
Descripción
. Se encuentran muy pocas, en realidad sólo dos: la de la sacristía y la de la cueva. Ambas son claramente funcionales y necesarias para el relato. Son escuetas y precisas. En el resto de los casos apenas una frase aclaradora y un par de adjetivos bastan para describir el carasol, el lavadero y algunos personajes.
Narración
.Presenta distintas modulaciones de tono según el plano en que nos sitúe. En el primero, el de la sacristía, el tono es tenso, con interrupciones pero continuo, subrayando el dramatismo de la espera. El segundo plano, la vida de Paco a través de los recuerdos de Mosén Millán, ofrece una modulación tonal en gradación: desde el lirismo en los momentos de la infancia, pasando por el dramatismo del enfrentamiento con don Valeriano, hasta alcanzar el culmen trágico en la escena de la muerte de Paco.
Diálogo
. Sigue siempre la técnica tradicional usando un verbo de lengua para introducir cada intervención. No escasean los diálogos pero pocas veces los hechos se cuentan con diálogos extensos. En las escenas de la sacristía, el cura apenas pregunta al monaguillo y escucha sin responder a los ricos del pueblo. En las escenas de la vida de Paco, se usa para acercar al lector a los hechos y para dar una mayor impresión de Realismo. Las escenas dialogadas más extensas son la de Paco y Mosén Millán a la salida de la cueva, la de Paco y don Valeriano en casa de éste y la de Paco y Mosén Millán poco antes del fusilamiento.
Figuras literarias.
la novela no luce casi figuras literarias:
A lo sumo algunas comparaciones (“Se inclinaban como bestias cansinas” y algunas metáforas muy sencillas (“Las hojas estaban muy secas y parecían de metal” .
Carácterísticas léxicas.
En la novela encontramos gran variedad de usos léxicos:
Vulgarismos y coloquialismos:
Zagal, galopín, badulaque, emplumadora, partera, monicaco, culo de hanega, patas puercas, dijendas, latinajos, dicharachos, concencia, cambalaches, maula, bandeo, pol’monte, pa´heredarla, etc.
Frases hechas y lexicalizadas en los diálogos:
“salvo mejor parecer”, “con los respetos debidos”, “que Dios me castigue si miento”, etc.
Frases hechas y lexicalizadas en la narración:
“colarse de rondón”, “llamar a capítulo”, “ser cabal”, “saber de buena tinta”, “echar a roncas”, “irse con la música a otra parte”, “trigo limpio”, etc.
Refranes
: “El mundo es redondo y rueda”, “dime de lo que presumes y te diré lo que te falta”, “al hijo de tu vecino límpiale las narices y mételo en tu casa”, “soltera, soltera, pero con la llave en la gatera”, etc.
Léxico culto
. Frente a la avalancha de palabras y expresiones coloquiales y populares, apenas encontramos vocablos especialmente cultos: especular, “ex profeso”, falible, malquistar, subterfugio, vejatorio, etc.
Carácterísticas morfosintácticas.
Los críticos han mencionado muchas veces el uso heterodoxo que Sender hace de la morfosintaxis, llegando a caer con frecuencia en el solecismo gramatical (recordemos que su costumbre de no corregir lo escrito conlleva este tipo de descuidos). Algunas peculiaridades:
Alteraciones en el orden de palabras, con tendencia a colocar el verbo al final de la oración. Se ha dicho que está propiciado por la influencia del inglés: “Iba Paco a menudo” / “Nadie más que el padre de Paco sabía dónde su hijo estaba”.
Uso excesivo de pronombres redundantes: “Las imágenes las tapaban” / “Paco le llevó a Mosén Millán un cabritillo”.
Construcciones de gerundio poco apropiadas en español (influencia del inglés): “No se atrevían a hacer nada contra él esperando echarle mano al hijo.”
Ausencia o defectuosa colocación de comas: “Al lado una gran bandeja con dos o tres monedas” / “Al dirigirse al cura antes de decir lo que se propónía hacía un preámbulo.”