Generación del 27(s.XX)
En el año 1927 se celebró en el Ateneo de Sevilla una reuníón para conmemorar el tricentenario de la muerte de
Luis de Góngora. A esta reuníón asistíó un grupo de literatos que admiraba la artificiosidad del lenguaje poético
gongorino. Es entonces cuando surgíó la Generación del 27, cuyos miembros contaron con una gran formación
intelectual y colaboraron en revistas literarias como la Revista de Occidente. Estos autores asimilaron y adaptaron
las tendencias estéticas vanguardistas, sin soslayar las raíces más tradicionales de la poesía española. Aunaron
muchos de los influjos de las corrientes literarias del momento, como el Surrealismo. Mostraron cierta propensión
hacia el hermetismo, esto es, no buscaron la popularidad entre las masas populares, dado el modo cabalístico e
intelectual de abordar los temas tradicionales. Estos autores, partiendo del rechazo hacia el Romanticismo y el
Realismo, propugnaron la autosuficiencia del arte. Se cultivó esencialmente la poesía (con formas métricas como la
décima, el romance, el soneto, el verso libre, etc.), al ser el género que menos necesita sustentarse en el consenso
social, en un afán por deshumanizar el arte, como postuló Ortega y Gasset. Unos de los autores más conspicuos de este
grupo poético fueron:
Jorge Guillén, estimado como el poeta prototípico de una «poesía pura» e intelectual, en la que condensa sus
sentimientos a partir de su experiencia. Es autor de Clamor (integrado por Maremágnum, … Que van a dar en la
mar y A la altura de las cicunstancias ), de Cántico, poemario lleno de vitalismo, y de Homenaje.
Rafael Alberti escribíó obras como Marinero en tierra, obra con versos gráciles y luminosos; Cal y canto, de corte
gongorino y estrofas clásicas plagadas de imágenes; Sobre los ángeles, obra arquetípica del Surrealismo en España;
El poeta en la calle, con versos comprometidos que buscan la poesía combativa; y Roma, peligro para caminantes.
Federico García Lorca:
cultivó el género lírico, donde aunó tradición y vanguardia. Destacan obras como Libro de
poemas, obra de influencia modernista; Canciones, con poemas en los que aparece ya un marcado sentido trágico,
patente en la brillantez de las metáforas lorquianas; Poema del cante jondo, muestrario del llanto de la tierra
andaluza; Romancero gitano, que recrea el mundo de los gitanos, aunados a elementos cultos; Poeta en Nueva
York, donde se censura el agobio de la ciudad, «mundo geométrico» que conforma una civilización materialista y
deshumanizada. Son igualmente destacables Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías , elegía por la muerte
de un torero amigo suyo; Diván del Tamarit, obra inspirada en la lírica arábigo-andaluza; Sonetos del amor oscuro.
Miguel Hernández:
considerado un poeta tardío de este grupo poético, escribíó obras como El rayo que no cesa,
con profusión de imágenes; Viento del pueblo, obra comprometida socialmente; Cancionero y romancero de
ausencias, etc.
El Siglo XIX finaliza en España con el Desastre de 1898, en el que España perdíó sus últimas colonias (Cuba y
Filipinas). Este hecho hizo que los intelectuales tomaran conciencia de la crisis que atravesaba el país. España
entró en el Siglo XX, pues, como una nacíón en decadencia. A pesar del indudable avance de la industria,
España quedó atrasada con respecto al resto de países europeos, originándose un período de conflictos entre
obreros y patronos. La disconformidad con la literatura del último tercio del Siglo XIX se traducirá en una
profunda renovación literaria, que afectó a la forma y al contenido y trató de superar el prosaísmo poético, el
retoricismo y las tendencias literarias de finales del Siglo XIX. Todo ello dio lugar al Modernismo y a la
Generación del 98
Modernismo
El Modernismo se caracterizó por el anhelo de perfección formal, los temas exóticos, legendarios y míticos, el
erotismo sensual y los valores sensoriales. Incorpora influencias del Parnasianismo y del Simbolismo francés,
desarrollándose en especial el género poético. Se originó en Hispanoamérica, con autores como José Martí,
Manuel Gutiérrez Nájera y el nicaragüense Rubén Darío, quien inició su senda modernista con Azul, a la
que siguieron otras como Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. Además de Salvador Rueda,
Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina, otros escritores modernistas eminentes fueron:
Manuel Machado es autor de Alma, Caprichos y Cante hondo. Sus textos, profundamente sugerentes,
presentan un tono alegre y delicado. Es un autor de inspiración modernista y andaluza.
Juan Ramón Jiménez escribíó Arias tristes, Jardines lejanos, Platero y yo, Eternidades, Diario de un poeta
recién casado, Dios deseado y deseante, y Animal de fondo, de mayor misticismo. Este autor influirá
decisivamente en los poetas de la Generación del 27.
Generación del 98
El conocido como Desastre del 98 dio nombre a este grupo. Los autores de la Generación del 98 estuvieron
caracterizados por la preocupación por el porvenir de España, así como por la inquietud ante el destino del
hombre y la actitud regeneracionista. Buscan la auténtica raíz de lo español, y prefieren la sencillez expresiva,
el lenguaje directo y sin alambicamientos. Sus autores más conspicuos fueron:
Antonio Machado plasma en sus obras sus sentimientos y recuerdos, acudiendo a temas como el tiempo, el
hombre, la muerte, etc., en obras como Soledades, Galerías y otros poemas ; en Campos de Castilla hace una
reflexión crítica sobre España; y Nuevas canciones evoca el paisaje andaluz y las tierras castellanas, de forma
filosófica.
Miguel de Unamuno cultivó el verso (El Cristo de Velázquez) y el teatro (El hermano de Juan), destacando
ante todo por la novela, con Amor y pedagogía y San Manuel Bueno, mártir, donde proyecta sus inquietudes,
dotando a sus obras de una profunda carga filosófica y buscando la renovación de las técnicas narrativas en lo
que denominó «nivola» (con Niebla, su obra más conspicua), y por el ensayo (Vida de Don Quijote y Sancho).
José Martínez Ruiz «Azorín» se caracterizó por un lenguaje preciso y sencillo. Es autor de La voluntad y
Antonio Azorín, ambas de carácter autobiográfico, frecuentes digresiones y descripción detallista; y de Doña
Inés, novela enmarcada en la época ROMántica.
Pío Baroja ordenó buena parte de su producción literaria en trilogías, en las que ofrece una visión de la
sociedad de finales del XIX y principios del XX (en La lucha por la vida, con La busca, Mala hierba y Aurora roja).
Son destacables también El árbol de la ciencia, Zalacaín el Aventurero y Las inquietudes de Shanti Andía.
Ramón María del Valle-Inclán, cuya forma de expresión, cada vez más crítica y original, desembocará en el
esperpento. En él busca una «superación del dolor y de la risa» por medio de la deformación de situaciones,
alternando lo trágico y lo paródico, y mediante personajes grotescos, como en Luces de bohemia. Cultivó el
teatro (Comedias bárbaras, Divinas palabras) y la novela (Sonata de primavera, Sonata de estío, Sonata de
otoño y Sonata de invierno, la trilogía de La guerra carlista y Tirano Banderas).
El Siglo XVIII se abre en España con la dinastía de los Borbones, al morir sin descendencia Carlos II el
Hechizado. Los monarcas sucesivos impulsarán reformas que pretenden lograr la modernización y el cambio
de la sociedad española. Los reformadores o «ilustrados» trataron de corregir comportamientos sociales y
tradiciones, así como cambiar la mentalidad colectiva del país; para ello se pondrá un gran optimismo en la
educación de la población (hasta entonces en manos de los jesuitas) para alejarla del analfabetismo. Se
cuestionarán los dogmas asentados y se producirá la búsqueda de la verdad científica, surgiendo el
Racionalismo. Así, la literatura seguirá el principio de docere delectare (o ENSEÑAR DELEITANDO), útil y didáctico.
Aunque se cultivó la poesía, con autores como Félix María Samaniego y Tomás de Iriarte, los géneros más
destacados fueron el teatro y el ensayo.
El teatro neoclásico
El teatro trata temas propios de la situación de la época y conserva el carácter moral y didáctico que
propugnan los ilustrados. Su mayor representante es Leandro Fernández de Moratín, que escribe tanto en
verso (El viejo y la niña y La mojigata) como en prosa (El sí de las niñas, La comedia nueva o El café y El
barón). Sus obras se atienen a las reglas del buen gusto, como la de las tres unidades (lugar, tiempo y acción);
tienen un fondo filosófico y didáctico, dado que el teatro es considerado como la escuela de buenas
costumbres; y trata temas como la igualdad de edad entre cónyuges y la libertad de las jóvenes para elegir
marido. Estos tópicos aparecen en El sí de las niñas, donde la protagonista sufre la elección de su marido por
su madre, sin respetar los sentimientos de la joven, que quedan ocultos debido a la educación que reciben las
jóvenes de la época.
Sobresalen de esta época los sainetes, piezas dramáticas breves de carácter cómico y normalmente de
carácter popular. Cultivó este género, entre otros, Ramón de la Cruz, con obras como Manolo, Las castañeras
picadas y La pradera de san Isidoro.
Pensamiento y ensayo
Los autores más cimeros son:
1. José Cadalso:
escribe Noches lúgubres, formado por monólogos y diálogos desarrollados durante tres
noches en un ambiente sepulcral. Predominan los motivos prerrománticos y las meditaciones
pesimistas sobre el hombre y la vida. Sin embargo, su obra más conspicua es Cartas marruecas, donde
se expone la situación crítica del país y se proponen medidas para salir de ella. El pensamiento del
autor sobre los males que han ocasionado la decadencia de la nacíón, así como los motivos para salir
de ella, quedan reflejados en la correspondencia que mantienen los tres personajes entre sí: los
marroquíes Gazel y Ben-Beley y el español Nuño.
2. Benito Jerónimo Feijoo:
es autor de Teatro crítico universal y de Cartas eruditas y curiosas. Aborda
temas relacionados con la crítica a la filosofía escolástica, la necesidad del estudio de las ciencias de la
naturaleza y la importancia de la experimentación. De ideario ilustrado y racionalista, Feijoo pretende
poner de manifiesto los diversos males y trabas que afectan al país.
3. Gaspar Melchor de Jovellanos:
fue un hombre de voluntad reformista e ilustrada que participó de
forma muy activa de la política del país. Sus obras se centran en los problemas de España, y en ellas
reflexiona sobre la situación, analiza los problemas, apuesta resueltamente por la reforma y la
modernidad y propone soluciones factibles. Destacan la Memoria sobre la eduación pública o Informe
sobre el expediente de la Ley Agraria.
Novela desde 1975
La muerte de Franco en 1975 marcó el fin de la censura y el inicio de la llamada transición democrática (1975-
1982). A lo largo de este período crecen las exigencias de la demanda en cantidad, calidad, variedad y
entretenimiento. Dada la diversidad de géneros, no puede establecerse una pauta preponderante en el género
narrativo, aunque puede apreciarse un cierto abandono de la experimentación, la complejidad y el
hermetismo; una simplificación de la estructura y la técnica de la narrativa; y una menor implicación social de
los escritores, quienes pretenden «narrar» historias y, en definitiva, captar la atención del público. Las
corrientes literarias más conspicuas son las que siguen:
I. Novela histórica
Este género se vio revitalizado tras la restauración democrática, enriquecíéndose con una
temática más diversa. Los más cimeros autores de esta corriente son:
Jesús Fernández Santos, con Extramuros o El griego, sobre el célebre pintor cretense apodado El Greco.
José María Merino, quien escribíó una trilogía de novelas históricas destinadas a un público juvenil, formada
por El oro de los sueños, La tierra del tiempo perdido y Las lágrimas del sol.
Posteriormente, se consagraron otros autores como Juan Eslava Galán, con En busca del unicornio; Terenci
Moix;
Arturo Pérez-Reverté, con La tabla de Flandes; así como Antonio Gala, Francisco Umbral, Fernando
Savater, artífice de la novela epistolar El jardín de las dudas;
Miguel Delibes, con El hereje; Gonzalo
Torrente Ballester, con Crónica del rey pasmado;
Eduardo Mendoza, autor de La verdad sobre el caso
Savolta.
II. Novela negra, de intriga o policíaca
En este género se combina una historia interesante con rasgos de
denuncia social, entremezclados, en ocasiones, con un momento histórico determinado. Es relevante Manuel
Vázquez Montalbán, con la serie de novelas sobre su atípico detective Pepe Carvalho, en la que denuncia la
situación política y cultural de la sociedad española de la última mitad del Siglo XX, como en Asesinato en el
comité central. Son reséñables, asimismo, Eduardo Mendoza, con El misterio de la cripta embrujada, y
Lorenzo Silva, artífice de La niebla y la doncella. Es también cimero Muñoz Molina, con El invierno en Lisboa.
III. Novela neorrealista
Tras el evidente agotamiento de la experimentación, se recupera la importancia por
el argumento y la intriga. Se tiende entonces al intimismo y al existencialismo; se emplearán técnicas como el
monólogo interior; y surgirá la elección entre narración lineal o desorden cronológico. Destaca Eduardo
Mendoza, con La verdad sobre el caso Savolta, descrita desde tres puntos de vista diferentes; Luis Mateo
Díez con La fuente de la edad; y José Ángel Mañas, con Historias del Kronen; entre otros.
IV. Novela intimista
La novela intimista se centra en el análisis psicológico de los personajes. Son cimeros
Almudena Grandes, con Malena es nombre de Tango;
Luis Landero, autor de Juegos de la edad tardía; Julio
Llamazares, artífice de La lluvia amarilla;
Juan José Millás, con El desorden de tu nombre; y Javier Marías,
con Corazón tan blanco.
V. Metanovela o «novela del novelar»
En este género se plantea y analiza el problema de la creación
literaria. Se transforma así en una obra de coherencia interna alejada de la realidad y sólo con sentido en sí
misma. Su máximo exponente es Gonzalo Torrente Ballester, artífice de Fragmentos del Apocalipsis.
También destaca Álvaro Pombo con El hijo adoptivo.
VI. Novela de crítica política
Este género refleja la desilusión política y económica de los años ochenta y
noventa. Son excelsos Juan José Armas Marcelo, con Los dioses de sí mismos, y Juan Madrid, artífice de
Días contados.
VII. Novela culturalista
El culturalismo elige como motivo central la reflexión sobre el proceso creativo,
recreando motivos literarios, mitológicos o legendarios. Destacan Antonio Colinas, con Larga carta a
Francesca;
Jesús Ferrero, autor de gustos exóticos, con Opium;
Javier Marías, con Travésía del horizonte, etc.
VIII. Novela experimental
El experimentalismo se ha prolongado en la narrativa de autores más veteranos,
como Miguel Espinosa, artífice de La fea burguésía, o Juan Benet, con Saúl ante Samuel.
Paralelamente, siguen publicando autores ya consagrados como Cela, con Mazurca para dos muertos, y
Delibes, autor de Los santos inocentes y La guerra de nuestros antepasados. Asimismo, destacan autores
inclasificables como José Luis Sampedro, con Octubre, Octubre;
José María Guelbenzu, autor de El río de la
luna;
Fernando Díaz Plaza, con El desfile de la victoria;
Juan José Millás, con El jardín vacío; Carlos Ruiz
Zafón, con El juego del ángel; entre otros muchos autores.
Novela desde 1939 hasta 1975
En los años posteriores a la Guerra Civil (1936-1939), la literatura se desarrolló bajo la dictadura de Francisco
Franco, marcada por el establecimiento de una fuerte censura, una política represiva y una economía
perjudicada por el aislamiento internacional. Entre 1939 y 1975, se dieron las siguientes corrientes:
I. Década de los 40
En esta década, aparece una novela tradicional cercana a las pautas narrativas del Realismo, buscando reflejar
la dramática realidad social de aquellos años. Esta corriente principia con la publicación de La familia de
Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela. Los narradores más eminentes del momento fueron los siguientes:
Camilo José Cela:
artífice de obras como La familia de Pascual Duarte, que ha sido calificada de
«tremendista»; La Colmena, obra de protagonista colectivo con la que el autor abre la novela social;
englobadas en la novela experimental, destacan Mrs. Caldwell habla con su hijo, que bucea en la locura de una
mujer que dirige cartas a su hijo muerto; San Camilo 1936,Madera de boj, etc. También escribíó narraciones
cortas, como Esas nubes que pasan. Son reséñables sus cuadernos de viajes, como Viaje a la Alcarria.
Miguel Delibes es un autor comprometido con la dignidad del ser humano y con la naturaleza. De entre su
producción destacan La sombra del ciprés es alargada, novela de tono existencialista; El camino; Diario de un
cazador; Las ratas; Cinco horas con Mario, consistente en un largo monólogo de una viuda, Carmen Sotillo, que
vela sola el cadáver de su marido; El príncipe destronado, El hereje, y Los santos inocentes.
Gonzalo Torrente Ballester, artífice de obras como Javier Mariño, El Golpe de Estado de Guadalupe Limón,
Off-side, Don Juan, La saga/fuga de J.B., etc., además de novelas como Crónica del rey pasmado.
Además de éstos, destacan otros autores como Rosa Chacel, con Memorias de Leticia Valle; Ramón J.
Sender, con Réquiem por un campesino;
Max Aub, destacado por el ciclo histórico-novelesco sobre la Guerra
Civil, como El laberinto mágico;
Francisco Ayala, autor de El jardín de las decilias y El fondo del vaso, etc.
II. Década de los 50
En esta década, los autores no buscan crear una literatura de evasión, sino que estiman que la novela debe
tener una función social: surge así el Realismo social, caracterizado por la existencia de un protagonista
colectivo; disminución de la presencia del autor, limitándose a narrar los hechos, con intención testimonial;
especial atención al testimonio y a la denuncia social, en detrimento de las preocupaciones estéticas, etc.
Los autores más conspicuos fueron, entre otros, Ana María Matute, autora cuyas obras rebosan fuerza
dramática, con novelas como Fiesta al Noroeste, Primera memoria, etc;
Rafael Sánchez Ferlosio,
sobresaliente por su obra El Jarama, donde el autor se limita a observar y reproducir únicamente lo observado;
Jesús Fernández Santos, con Los bravos
III. Década de los 60
En esta década es evidente el agotamiento del Realismo social, que da lugar a la búsqueda de nuevas técnicas,
como el monólogo interior (libre fluir de los pensamientos de los personajes), el perspectivismo
(planteamiento de diferentes versiones de un mismo hecho), el contrapunto (concurrencia de historias
simultáneas), las digresiones del autor, que le permiten expresar su pensamiento, etc.
Entre los autores que participaron de esas técnicas destacan:
Juan Goytisolo, con Makbara; Luis Martín
Santos, artífice de Tiempo de silencio, muestrario de nuevas técnicas y recursos narrativos;
Juan Benet, autor
experimental de obras de difícil lectura, como Volverás a Regíón;
Francisco Umbral, autor de lenguaje
moldeado, como en Memorias de un niño de derechas, etc.
Poesía desde el 39
En los años posteriores a la Guerra Civil (1936-1939), numerosos poetas, preocupados por la situación de la
sociedad, escribieron poemas de denuncia que testimoniaban su desasosiego. La primera y segunda mitades
del Siglo XX se dividen en cuatro décadas:
I. Década de los 40
En años de dura represión política se desarrollaron cinco tendencias principales:
A) Poesía arraigada:
formada por un grupo de poetas más interesados en la perfección formal y estética que
en retratar la realidad social del momento. Esta corriente estuvo integrada por Luis Rosales;
Leopoldo
Panero;
Dionisio Riudrejo y Luis Felipe Vivanco.
b) Poesía desarraigada, realista o tremendista:
los poetas «desarraigados» se levantaron contra el
clasicismo de los «arraigados». Son reséñables Dámaso Alonso, con Hijos de la ira, Victoriano Crémer, con
su Poesía total, Carlos Bousoño, y Alberti, con Sombra del paraíso, etc, todos ellos de corte existencialista.
D) Postismo:
movimiento de vanguardia que reivindica la creatividad y la imaginación en detrimento de la
razón. Destacan Carlos Edmundo de Ory y Eduardo Chicharro.
e) Grupo Cántico:
se inclínó por una poesía culturalista y barroca, enlazando con la poesía del 27. Destacan
Pablo García Baena y Ricardo Molina.
e) Otras tendencias:
inclasificables son José Hierro, León Felipe (Llamadme publicano) y Juan Gil-Albert.
II. Década de los 50.
Marcada por el fin del aislamiento con respecto a Europa, en ella se desarrolló la poesía
social, que contempla la injusta realidad en que vive el ser humano. Destacan Gabriel Celaya (Cantos íberos
y Tranquilamente hablando). Además, sobresale Blas de Otero, artífice de obras como Ángel fieramente
humano, Redoble de conciencia, Pido la voz y la palabra, y José Hierro, con Cuaderno de Nueva York, etc.
III. Década de los 60
Caracterizada por un cierto desarrollo económico, surgieron corrientes como la
Generación de los 50, basada en la poesía de la experimentación y caracterizada por la posición crítica ante la
sociedad; y por la concepción de la poesía no sólo como medio de comunicación, sino como forma de
exploración de la realidad. Destacaron autores como:
Ángel González, artífice de Áspero mundo, y Sin esperanza, con convencimiento, donde, junto a una poesía
de denuncia, desarrolla otra ligada a su «yo».
Jaime Gil de Biedma ofrece una visión crítica, escéptica y desencantada de la realidad, que recorre obras
como Compañeros de viaje y Las personas del verbo.
Francisco Brines escribíó Aún no y El otoño de las rosas, en las que el inevitable fluir del tiempo forma parte
de las preocupaciones poéticas del autor.
Antonio Gamoneda, artífice de obras como Libro del frío y Arden las pérdidas, con versos muy personales.
Claudio Rodríguez, quien ahonda en el amor y en la búsqueda de la verdad, en obras como Casi una leyenda.
En esta década se desarrollaron la Escuela de Madrid
IV. Desde los 1970 hasta nuestros días
Tras el establecimiento de un Estado social y democrático en
España, se produjo un fuerte desarrollo de la poesía, apareciendo las siguientes corrientes:
a) Los «Novísimos», caracterizados por la ruptura con la poesía anterior (poemas en prosa y utilización de
técnicas como el collage), etc. Entre estos culturalistas destacan Pere Gimferrer, con obras como La muerte
en Beverly Hills o Arde el mar;
Guillermo Carnero, artífice de Dibujo de la muerte o El sueño de Escipión, etc.
Se agruparon también dentro de esta corriente Leopoldo María Panero y Manuel Vázquez Moltalbán.
b) Neosurrealismo, que estuvo protagonizado por Blanca Andreu, quien empleaba elementos irracionales
del lenguaje y escribíó De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall.
c) Neopurismo, desarrollado por autores como Álvaro Valverde e Ildefondo Rodríguez.
e) Poesía trascendente, continuada por escritores como Julio Llamazares o Vicente Valero.
f) Poesía clasicista, protagonizada por Antonio Carvajal y Fernando Villena.
En esta década se desarrolló la poesía femenina, con destacadas escritoras tales como Ernestina de
Champourcín, Gloria Fuertes, Carmen Conde (Mujer sin Edén), Clara Janés (Eros), Concha Zardoya (Elegías), etc
IV. Desde los 1970 hasta nuestros días
Tras el establecimiento de un Estado social y democrático en
España, se produjo un fuerte desarrollo de la poesía, apareciendo las siguientes corrientes:
a) Los «Novísimos», caracterizados por la ruptura con la poesía anterior (poemas en prosa y utilización de
técnicas como el collage), etc. Entre estos culturalistas destacan Pere Gimferrer, con obras como La muerte
en Beverly Hills o Arde el mar;
Guillermo Carnero, artífice de Dibujo de la muerte o El sueño de Escipión, etc.
Se agruparon también dentro de esta corriente Leopoldo María Panero y Manuel Vázquez Moltalbán.
b) Neosurrealismo, que estuvo protagonizado por Blanca Andreu, quien empleaba elementos irracionales
del lenguaje y escribíó De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall.
c) Neopurismo, desarrollado por autores como Álvaro Valverde e Ildefondo Rodríguez.
e) Poesía trascendente, continuada por escritores como Julio Llamazares o Vicente Valero.
f) Poesía clasicista, protagonizada por Antonio Carvajal y Fernando Villena.
En esta década se desarrolló la poesía femenina, con destacadas escritoras tales como Ernestina de
Champourcín, Gloria Fuertes, Carmen Conde (Mujer sin Edén), Clara Janés (Eros), Concha Zardoya (Elegías), etc
El Siglo XIX principia en España con la invasión francesa (1808) y la Guerra de la Independencia, a las que
seguirá el absolutismo de Fernando VII a su vuelta como rey. Debido al absolutismo monárquico, muchos
escritores se verán abocados al exilio. En esta época surge una nueva sociedad de clases en la que se aboga
por las libertades individuales, y en la que la incipiente burguésía irá adquiriendo mayor importancia. A su
regreso, los escritores exiliados traerán a España las novedosas corrientes estéticas, que, procedentes de
Europa, propugnan la creatividad artística y confieren prioridad a los sentimientos. Los representantes de
estas corrientes expresarán la angustia por la disconformidad con la sociedad, y el deseo de evadirse de su
tiempo; de esta forma surgíó el Romanticismo.
Poesía ROMántica
En la poesía surgen dos géneros: la poesía lírica, en la que abundan los sentimientos del autor (subjetivismo) y
aparece el tema amoroso, tratado en una naturaleza acorde con los sentimientos que expresa el autor (con
insignes autores como Espronceda, Bécquer y Rosalía de Castro)
; y la poesía narrativa, que trata hechos
esencialmente históricos o legendarios, con poetas como Espronceda, el Duque de Rivas y José Zorrilla.
Teatro ROMántico
En el teatro ROMántico se mezcla lo cómico y lo trágico y se muestra predilección por el drama históricolegendario.
Se reflejan diversas preocupaciones sociales, en ambientes sepulcrales y con personajes con un
destino trágico y aciago. Los dramaturgos más reséñables son el Duque de Rivas (Don Álvaro o la fuerza del
sino), José Zorrilla, Martínez de la Rosa (con La conjuración de Venecia), Juan Eugenio de Hartzenbusch
(con Los amantes de Teruel) y Antonio García Gutiérrez (El trovador ).
Prosa ROMántica
En prosa se cultivarán la literatura costumbrista, con autores como Ramón de Mesonero Romanos (Escenas
matritenses) y Serafín Estébanez Calderón (Escenas andaluzas); la novela histórica, siendo destacables
Mariano José de Larra (con El doncel de don Enrique el Doliente), Espronceda (con Sancho Saldaña o el
castellano de Cuéllar) y Patricio de la Escosura (con Ni rey ni roque); y los artículos políticos, sociales,
literarios y de costumbres, destacando Larra con El castellano viejo.
Algunos de los autores más conspicuos del Romanticismo literario son:
José de Espronceda:
es autor de una novela histórica, de una pieza dramática y de un poema épico, pero en
su obra destacan las poesías breves (Canción del pirata, El reo de muerte y El mendigo), en las que protesta
contra los convencionalismos de una sociedad conformista mediantes personajes marginales, prototipos de la
libertad; y los poemas mayores, con El estudiante de Salamanca.
El Duque de Rivas:
cultivó tanto la poesía (El moro expósito y Romances históricos) como el teatro, con Don
Álvaro o la fuerza del sino, en el que aparecen los rasgos ROMánticos arquetípicos.
José Zorrilla:
destacó en la poesía histórica, con sus Leyendas, y en el género dramático, con obras como El
zapatero y el rey, Traidor, inconfeso y mártir y con Don Juan Tenorio, su obra más conspicua.
Mariano José de Larra:
cultivó, en especial, los textos periodísticos. En los artículos de costumbres, Larra
critica la poca diligencia de los funcionarios públicos (Vuelva usted mañana) y el matrimonio inadecuado a
edad temprana (Casarse pronto y mal). En los artículos políticos expresa su desengaño respecto a la situación
política de España (Nadie pasa sin hablar al portero). Cultiva también la crítica literaria.
Gustavo Adolfo Bécquer:
en su obra poética tratará temas como la inspiración, el genio lírico, la poesía, el
fracaso amoroso, el sentimiento de soledad en un tiempo sin amor, etc., destacando sus Rimas ; y de su obra
en prosa son notorias sus Leyendas, mostrando la predilección ROMántica por lo legendario, lo pasado
(especialmente referido a la Edad Media).
Rosalía de Castro:
aunque es autora de la novela de Las hijas del mar, destacan sus Cantares gallegos (con
canciones populares de su tierra), Follas novas (donde denuncia el maltrato que sufren los hombres y mujeres
de su tierra), y En las orillas del Sar, obra llena de amargura.
Teatro antes del 36
A lo largo de la primera mitad del Siglo XX, el teatro español se estructuró en dos frentes:
Treatro que triunfa: engloba la «alta comedia», o la comedia burguesa o de salón, el teatro neorromántico
(histórico), y un teatro cómico tradicional, populachero y costumbrista.
Teatro innovador: marcado por las experiencias teatrales de los hombres del 98, abarca el teatro de Valle-Inclán y
Ramón Gómez de la Serna, así como los impulsos renovadores de las Vanguardias y el grupo del 27.
I. Comedia burguesa
La comedia burguesa se caracteriza por recrear ambientes de la burguésía y de la aristocracia, con personajes refinados,
cultos e irónicos que dialogan con elocuencia. El autor más significativo es Jacinto Benavente.
Éste, tras la publicación
de El nido ajeno, sucumbíó a las exigencias de la burguésía, atemperando el tono de sus siguientes obras, como Los
intereses creados. Continuador del teatro de Benavente será José Echegaray.
II. Teatro en verso o neorromántico
El Neorromanticismo, dotado de elementos modernistas y postrománticos, se asociaba ideológicamente a un
tradicionalismo anticuado que extaltaba las ideas y valores nobiliarios. Los autores más conspicuos son:
Eduardo Marquina cosechó grandes éxitos con obras como Las hijas del Cid o En Flandes se ha puesto el sol.
Francisco Villaespesa ensalzó hitos históricos españoles en obras como Doña María de Padilla y La leona de Castilla.
III. Teatro cómico
En este teatro surgirán dos géneros exitosos: la comedia costumbrista y el sainete. Los autores más insignes fueron
1
Serafín y Joaquín Quintero,quienes llevaron a escena una Andalucía tópica, jovial y graciosa que parece no tener más
preocupaciones que las sentimentales. Entre sus obras, destacan El patio y Las de Caín.
2
Carlos Arniches presenta
personajes castizos en un Madrid donde el garbo y la bondad hacen llevadera la miseria. Destacan, entre sus sainetes, El
santo de la Isidra y, en sus «tragedias grotescas», La señorita de Trevélez.
3
Pedro Muñoz Seca, que, creador del género
del «astracán», compuso obras descabelladas. Destaca su obra La venganza de don Mendo, escrita en verso.
IV. Teatro innovador: teatro del 98
Los miembros de la Generación del 98 pretendieron una renovación de la escena española. A excepción de Baroja, todos
ellos cultivaron el género dramático. Los autores más ilustres fueron:
Miguel de Unamuno, quien empleó el teatro como medio para expresar los conflictos humanos para él más
preocupantes, sin concesiones a las exigencias del público. De su producción dramática destacan Fedra y El otro.
José Martínez Ruiz, «Azorín»:
se acercó tradíamente al teatro, logrando un reconocimiento escaso. Destaca por
Angelina y Lo invisible, siendo esta última una trilogía sobre el sentimiento de angustia ante la muerte.
Jacinto Grau, destacable por su farsa El señor de Pigmalión.
Ramón Gómez de la Serna, autor de obras alejadas del gusto del público de la época, dentro del ideal de «arte
arbitrario», como se muestra en Los medios seres.
Ramón María del Valle-Inclán, cuya forma de expresión, cada vez más crítica y original, desembocó en el
«esperpento», en el que buscaba la superación del dolor y de la risa mediante el planteamiento de situaciones carentes
de lógica. Ejemplo de ello es Luces de Bohemia. Entre sus comedias destacan Comedias Bárbaras y Divinas Palabras.
V. Teatro innovador: teatro del 27
El teatro del 27 se caracteriza por una depuración del teatro poético, la incorporación de fórmulas de vanguardia y el
propósito de acercar el teatro al pueblo. Son cimeros los siguientes autores:
Pedro Salinas, con obras como Judith y el tirano y El dictador, escritas en el exilio.
Rafael Alberti estrenó El hombre deshabitado, de carácter surrealista, Fermín Galán y Noche de guerra en el museo del
Prado, estrenada tras es fin de de Guerra Civil.
Miguel Hernández, dramaturgo creador de Quién te ha visto y quién te ve (con ecos de Calderón), Sombra de lo que
eras, El labrador de más aire o Teatro de guerra, que encerraba una propaganda en plena guerra.
Alejandro Casona, quien escribíó tras la guerra La sirena varada, y compuso en el exilio La dama del alba.
Federico García Lorca, autor destacado cuya obra dramática trata temas como la frustración personal y vital, el amor
imposible y condenado a la soledad, el dolor, la muerte, el deseo insatisfecho, la maternidad frustrada, etc. Entre sus
obras, son reséñables La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre, Yerma, Mariana Pineda, y Así que pasen cinco años
Teatro del 39
En los años posteriores a la Guerra Civil (1936-1939), la literatura se desarrolló bajo la dictadura de Francisco
Franco, marcada por el establecimiento de una fuerte censura, una política represiva y una economía
perjudicada por el aislamiento internacional. La muerte de Franco en 1975 marcó el fin de la censura y el inicio
de la llamada transición democrática. Entre 1939 y finales del Siglo XX se dieron las siguientes corrientes:
I. Teatro burgués y de evasión
Tras la Guerra Civil, predomina un teatro dirigido a un público que entiende
la escena como evasión, dentro de la concepción dramática de la burguésía. Los temas abordados no son
políticamente comprometidos, debido al establecimiento de una fuerte censura: la infidelidad en el
matrimonio, la rebeldía de los hijos, etc. Los autores más cimeros son:
Joaquín Calvo Sotelo
Su extensa obra va desde la comedia y el humor hasta la pieza histórica, el drama de
tesis con fondo moral y el teatro con pretensiones ideológicas. Es autor de Criminal de guerra y La muralla.
Jaime Salom
Es artífice de La casa de las chivas y Las señoritas de Aviñón.
Enrique Jardiel Poncela
Es un dramaturgo que muestra su concepción del mundo a través de un humor
inteligente e irónico. Escribíó Cuatro corazones con freno y marcha atrás y Eloísa está debajo de un almendro.
Miguel Mihura
Su obra muestra una preocupación existencial y una intención crítica. Su humor no busca
sólo entretener, sino también hacer reflexionar. Escribíó Tres sombreros de copa y Maribel y la extraña familia.
II. Teatro en el exilio
Al finalizar la Guerra Civil, se exiliaron autores dramáticos como Max Aub, Jacinto Grau
y Rafael Alberti. El más destacado de todos los autores en el exilio fue Alejandro Casona.
Sus mejores obras
están escritas con un lenguaje cuidado; se alejan de la denuncia social; y acercan al espectador a un universo
dramático cargado de poesía. Sus obras más insignes son La sirena varada, La dama del alba y Prohibido
suicidarse en primavera.
III. Teatro comprometido
En los años 50 y 60, la llamada «generación realista» implantó un teatro crítico,
que busca un compromiso ético-social con el individuo y con su realidad. Es el teatro del «Realismo social». Los
más conspicuos autores de esta corriente son:
Antonio Buero Vallejo
Es el dramaturgo español más importante de la segunda mitad del Siglo XX. Su teatro,
de gran aceptación entre el público, puede dividirse en obras de crítica y denuncia, con Historia de una
escalera o El tragaluz; obras de corte simbólico, como La fundación; y obras de fondo histórico, con Las
meninas y El sueño de la razón.
Otros autores destacados fueron Alfonso Sastre, artífice de Escuadra hacia la muerte y La taberna fantástica;
y Laura Olmo, autora de La camisa, obra dotada de Realismo, verdad y denuncia social, entre otros.
IV. Teatro experimental
A mediados de los años 60, aparecen autores que intentan superar el Realismo
social mediante un teatro que en ocasiones busca fórmulas más vanguardistas y experimentales. Los autores
más destacados fueron, entre otros, Antonio Gala, con Los verdes campos del Edén;
Fernando Arrabal, uno
de los creadores del teatro «pánico», con Cementerio de automóviles;
Francisco Nieva, con Malditas sean
Coronada y sus hijas;
Luis Riaza, autor de El palacio de los monos;
Jerónimo López Mozo, con Guernica; y
José Sanchis Sinisterra, artífice de ¡Ay, Carmela!.
V. Teatro independiente
A mediados de los 60, surgen como alternativa al teatro comercial diversos grupos
del llamado «teatro independiente» (Tábano, Els Joglars, etc.). Estos grupos buscan nuevas técnicas y nuevas
fórmulas y conciben el teatro como espectáculo, donde el texto adquiere menos relevancia.
VI. Teatro a partir de 1975
Se constata en esta época una crisis del teatro, al entrar éste en competencia
con otras formas de entretenimiento (cine, televisión, etc). En esta situación general de declive, destacan
autores como Fermín Cabal, con Esta noche, gran velada;
José Luis Alonso de Santos, con Bajarse al moro;
Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el verano, etc.