en los primeros años de posguerra la temática Frecuente era la contienda, que aparece indisolublemente unida a un clima de Exaltación por parte de los vencedores, como en el caso de Rafael García Serrano Con La fiel infantería (que fue Censurada); o, en el bando de los vencidos, con, por ejemplo, la Retaguardia (Imágenes de vivos y muertos), de Concha Espina.
Con una postura menos comprometida, en La década de los 40, más evasiva y artística, es la que adoptan los escritores que se Adscriben al Realismo tradicional decimonónico con ribetes Costumbristas. Es el caso de Juan Antonio Zunzunegui, con El Chiplichandle o Chiripi, O Ignacio Agustí (creador de los Premios Nadal), con Mariona Rebull o Guerra Civil, Donde más que denunciar, describen la evolución de la sociedad.
Sin embargo, a lo largo de estos años 40, el Realismo tradicional se verá afectado por una visión existencialista producida Por un estado insatisfactorio del individuo en una sociedad en conflicto. Esta Tendencia vino a denominarse tremendismo, que era la forma hispánica de Reflejar los aspectos menos positivos de la naturaleza, incidiendo en lo más Bajo, desagradable y sórdido de la persona. Camilo José Cela inaugura esta Tendencia con La familia de Pascual Duarte, de tono y estilo picaresco. Le siguen Carmen Laforet con Nada, reflejando el desmoronamiento de Un sector de la pequeña burguésía barcelonesa en los primeros años de la Posguerra, o Miguel Delibes con La sombra Del ciprés es alargada.
En la década de los 50, conviven dos Generaciones: la generación del 36, con un afán de experimentación y una Concepción lúdica de la literatura, aunque sin dejar de lado los problemas del Hombre. Una preocupación que será notable y eje fundamental de la narrativa de La denominada generación del medio siglo. Muchos de estos se Convirtieron en testigos denunciadores del atraso material y de las injusticias Sociales de aquella época.
De la generación del 36, la mayor parte de Los autores ya publicaron en el periodo anterior: Miguel Delibes escribe El camino y Mi idolatrado hijo Sisí; Camilo José Cela abre un nuevo rumbo a la Novelística de posguerra por la senda del relato objetivo con La colmena, que se convertiría modelo Estructural de la novela neorrealista; o Luis Romero, con La noria, metáfora de la angustia del vivir cotidiano.
La novela se va convirtiendo en un espejo Deformante en los autores pertenecientes a la generación del medio siglo, en la Que el narrador se aleja de la historia contada para ofrecer la realidad. Para Ello, los novelistas adoptan dos puntos de vista, que conforman dos tendencias: La neorrealista u objetivista, en el que la narración se configura en Puro testimonio, sin implicar el punto de vista del autor, como ocurre con El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio; Gran sol, de Ignacio Aldecoa; Los bravos, de J. Fernández Santos o Entre visillos, de Carmen Martín Gaite.
Otros autores adoptan posturas más Comprometidas, de denuncia, a través, sobre todo, de personajes colectivos que Representan un grupo social, un oficio… Es el llamado Realismo social, Como ocurre con La mina, de A. López Salinas; la Central eléctrica, de J. López Pacheco o La zanja, de Alfonso Grosso, centradas en la situación social De las clases más humildes y explotadas de la sociedad. Sin dejar de nombrar Los grandes autores de esta tendencia social: Juan Marsé, con Últimas tardes Con Teresa o Juan Goytisolo, con Juegos de manos o La resaca.
De los años 60 a principios de los 70, la novela cobra un nuevo Rumbo influido por la transformación social y económica: disminuye la censura y Surge la sociedad de consumo. En el ámbito literario, en la novela aparece el Anecdotismo, los personajes complejos, imprevisibles, en un espacio hostil; Aparece el perspectivismo por medio del flash back o el simultaneísmo, o el Desarrollo del estilo indirecto libre y el monólogo interior. La exploración Del contexto social, la indagación en la conciencia personal y la Experimentación formal derivan en múltiples tendencias narrativas, que abarcan Desde la novela metafísica de Carlos Rojas (Adolfo Hitler está en mi casa); el Realismo mágico de Álvaro Cunqueiro (Crónicas de Sochantre) o Parábola de un náufrago, de Miguel Delibes; el Realismo irónico de Juan Goytisolo, en Reivindicación del conde don Julián; la novela de posguerra De Juan Benet, en Volverás a Regíón, o Señas de identidad, de Juan Goytisolo; O la novela histórica de Eduardo Mendoza, con La verdad sobre el caso Savolta.
Pero, sin duda, será Luis Martín Santos y Tiempo de silencio los que, sin Abandonar el compromiso social, renueven la narrativa a través de la parición Del tú narrativo, la innovación tipográfica, o la consolidación del monólogo Interior y el personaje colectivo.