Miguel de Unamuno: Acuñó el término «nivolas». Estas se caracterizan por la desnudez narrativa, la audacia formal y una mayor presencia del diálogo. Trata temas como la intrahistoria, la conciencia trágica de la existencia y el conflicto entre fe y razón, entre otros. Entre sus obras sobresalen *Niebla* y *San Manuel Bueno, mártir*. En cuanto a su teatro, se caracteriza por la desnudez de escenario y de retórica ornamental, y utiliza el drama como instrumento para plasmar los problemas que le obsesionaban, como se ve en *Fedra*.
Valle-Inclán: Dos estilos definen la obra de Valle: modernismo y esperpento. Su trayectoria se inicia con una etapa modernista (*Sonatas*) y, tras una etapa intermedia, hallamos las obras marcadas por el esperpento, subgénero dramático basado en la burla, la crítica profunda y la animalización de personajes. Destacan *Tirano Banderas* y *La corte de los milagros*. Valle-Inclán, uno de los autores fundamentales de la escena de la época, escribe un teatro con clara vocación de ruptura e innovación: desde los dramas decadentistas (*El Marqués de Bradomín*) hasta el denominado esperpento, con obras como *Luces de Bohemia*, *Divinas palabras* y la trilogía *Martes de carnaval* (*Los cuernos de don Friolera*, *Las galas del difunto* y *La hija del capitán*). Con *Luces de Bohemia* se inicia la estética del esperpento (explicado por el autor en esta misma obra, quien declara que “el sentido trágico de la vida solo puede darse con una estética deformada”). Sus rasgos esenciales son: la deformación sistemática descubriendo lo que hay de negativo en la condición humana; personajes extraordinarios; presentaciones caricaturescas mediante la animalización; la humanización y la cosificación de lo humano, entre otros rasgos.
José Martínez Ruiz, «Azorín»: Posee un estilo narrativo impresionista, con gran abundancia de descripciones, tono lírico, lento y minucioso; la trama argumental es mínima. Ejemplo de sus novelas son *La voluntad* y *Antonio Azorín*. En cuanto a su teatro, destaca su obra simbólica *Angelita*.
Pío Baroja: Sus novelas se caracterizan por una mezcla de pesimismo y vitalismo. En ellas se observa el proceso de aprendizaje de la vida de sus protagonistas a través de la experiencia y el diálogo. Su extensa producción novelística puede dividirse en trilogías: *La lucha por la vida*, *Tierra vasca* (en la que se incluye *Zalacaín el aventurero*) o *La raza* (donde sobresale *El árbol de la ciencia*).
Novelistas Posteriores
Carmen de Burgos: Destaca más como periodista que como novelista. Su pensamiento va dirigido hacia una postura regeneracionista, como se aprecia en *La misión social de la mujer* y *Puñal de claveles*.
Concha Espina: Comienza su andadura en el periodismo también y en la narrativa más tarde. Su novela está impregnada de lirismo y rigor estético, como se ve en *Altar mayor*.
Gabriel Miró: En sus novelas se observa la prioridad de la forma sobre el contenido. Destacan sus obras *El obispo leproso* y *Nuestro Padre San Daniel*.
Ramón Pérez de Ayala: Se caracteriza por su intelectualismo, el tono reflexivo, la ironía y, en cuanto a la técnica, el perspectivismo (contraste de varios puntos de vista). Sobresalen obras como *Trotteras y danzaderas*, *A.M.D.G.* y *Belarmino y Apolonio*.
Teatro Posterior a la Generación del 98
Jacinto Benavente: Su teatro, apreciado por su habilidad técnica, introduce una cierta crítica sobre aspectos negativos de su sociedad. Sus obras más conocidas son *Los intereses creados* y *La malquerida*.
Junto a Jacinto Benavente destaca Enrique Jardiel Poncela y su comedia burguesa poética, como *Cuatro corazones con freno y marcha atrás*.
Jardiel Poncela y Miguel Mihura fueron renovadores del teatro humorístico.
Alejandro Casona combina el humor y el lirismo en sus obras, aunque ya en el exilio escribe su obra más importante, *La dama del alba*, en la que la dama representa la muerte que llega a una aldea.
Max Aub fue pionero en la frustrada revolución escénica, con comedias que tratan la incapacidad del hombre para comprenderse, entender la realidad y comunicarse.
Grupo teatral “La Barraca”, con Federico García Lorca como máximo representante. En su obra destaca su evolución desde el modernismo (*El maleficio de la mariposa*) y el teatro de títeres (*Los títeres de cachiporra*), pasando por el vanguardismo (*El público* o *Así que pasen cinco años*), hasta llegar a sus tragedias de plenitud (*Bodas de sangre*, *Yerma* y *La casa de Bernarda Alba*).
Antonio Buero Vallejo, con *Historia de una escalera*, y Alfonso Sastre, con *La mordaza*.
Dramaturgos como Francisco Nieva, en *Aquelarre* y *Negra noche de Nosferatu*, y Fernando Arrabal, con su obra *El cementerio de coches*.
Hacia la comedia realista, destacan José Luis Alonso de Santos, con *Bajarse al moro*; la obra del actor Fernando Fernán Gómez *Las bicicletas son para el verano*; José Sanchís Sinisterra, con *¡Ay, Carmela!*, o Fernando Arrabal, con *Pic-Nic*.
En democracia, destacan dramaturgos como Carmen Resino (Premio Lope de Vega) o Francisco J. Becerra (Paco Bezerra).