Coplas a la muerte de su padre: Un análisis profundo
Las Coplas a la muerte de su padre constituyen una de las cumbres de la literatura universal. Su hondo lirismo, el sincero y emocionado homenaje que el poeta rinde a su padre, el análisis profundo del sentido de la vida y el misterio de la muerte confieren al poema una renovada y perenne actualidad.
Género literario
Las Coplas son una elegía. Se trata de un subgénero poético en el que el fallecimiento de un ser querido o personaje ilustre mueve al autor, conmocionado por el suceso, a realizar unas reflexiones generales sobre la muerte y la condición perecedera de la existencia humana.
Estructura
La obra se divide en tres partes:
- Primera parte (coplas I-XIV): Consiste en una exposición doctrinal, establece unas reflexiones generales, de carácter filosófico, sobre la fugacidad de la vida humana y la inconsistencia de los bienes de este mundo, sujetos a la acción destructora e implacable de la fortuna, el tiempo y la muerte.
- Segunda parte (coplas XV-XXIV): Como refuerzo a esa previa exposición doctrinal, se aduce el ejemplo de relevantes personalidades del pasado, víctimas todas ellas de esos tres agentes.
- Tercera parte (coplas XXV-XL): Contiene el elogio del difunto y su cita con la muerte.
Temas
El mundo como lugar de tránsito: El mundo es un lugar de tránsito, una morada provisional y ajena, un escenario improvisado en el que el hombre tiene la oportunidad, con sus buenas obras, de conseguir la salvación de su alma. Si su estancia en el mundo es transitoria, no debe aferrarse a él; y ese desapego ha de mostrarlo con la renuncia a los bienes terrenales, que son engañosos, fugaces e inestables. Se trata del tópico del menosprecio del mundo (De contemptu mundi), de gran raigambre en la tradición cristiana medieval. La fugacidad e inconsistencia de los bienes mundanos se debe a que sobre ellos actúan tres agentes ineluctables: la fortuna, el tiempo y la muerte.
La fortuna: La fortuna es un azar ciego que desencadena las tragedias humanas. Se la representa como una rueda presurosa e inestable que reparte caprichosamente la felicidad y la desgracia: se trata de una interpretación pagana, acorde con el resurgir de la Antigüedad Clásica.
El tiempo fugaz: El tiempo es fugaz, carece de consistencia. El presente es imposible retenerlo, se nos escapa y cuando queremos darnos cuenta, ya no existe; el futuro se convertirá en sucesivos presentes inaprensibles; por lo tanto, todo queda reducido a pasado, es decir, a un no ser, y el pasado es irreversible. Como el mundo se sustenta en el tiempo, y este es efímero (su esencia es la fugacidad, el dejar de ser), es inútil que el hombre deposite sus esperanzas en los frágiles cimientos de lo terrenal.
La muerte: En el tratamiento literario de la muerte, Jorge Manrique recoge toda una tradición que reiteradamente había venido destacando: su poder igualatorio, su sentido democrático, su aparición imprevisible, de forma solapada e inoportuna, su poder destructor, aniquilador de la vida, su carácter ineludible, su imagen macabra, que inspira angustia y terror, y, por último, su implacable crueldad.
El tópico del ubi sunt: Para ejemplificar los bienes mundanos, recurre a la convención retórica del ubi sunt (¿Dónde están?), consistente en preguntar por el paradero de poderosos personajes del pasado inmediato; pero la respuesta es el silencio. Ese silencio representa lo que queda de ellos, a lo que han sido reducidos por esos tres agentes incansables (fortuna, tiempo y muerte): a la nada.
El tema de la fama: El tema de la fama es de raigambre clásica. Conseguir que, tras la muerte física, el nombre de uno perdure en la memoria de los que le sobreviven es una forma de prolongar la vida, de retrasar la inexcusable cita con la muerte. El concepto manriqueño de la fama se inscribe dentro de un sentido cristiano. Para él, la fama es: consecuencia de una vida de honor, ejemplar y modélica, virtuosa y heroica; la única defensa que el hombre puede esgrimir ante los ataques de la fortuna, el tiempo y la muerte; un consuelo para los que aún quedan en este mundo; y el medio para alcanzar la salvación eterna, que es la meta de todo cristiano.
Métrica
La elegía consta de 40 coplas. Se trata de estrofas de doce versos (octosílabos y tetrasílabos) con rima consonante y agrupados en dos sextillas de pie quebrado, cuya estructura y disposición métrica es: 8a-8b-4c-8ª-8b-4c/8d-8e-4f-8d-8e-4f. Tiene un ritmo solemne y fúnebre, muy apropiado al contenido de la obra.
Estilo
En las Coplas, Jorge Manrique olvida el lenguaje artificioso y conceptista de su poesía amatoria, heredero del virtuosismo provenzal; prescinde del estilo de moda en la época; y recurre a uno que podríamos llamar preclásico, por su naturalidad, armonía y sobriedad expresivas: con un espíritu casi renacentista depura el idioma de cultismo, hipérbatos y adjetivos innecesarios.