El cuento se titula «Una rosa para Emily» y pertenece al volumen «Estos Trece» que la Editorial Cape and Smith publicara el 21 de setiembre de 1931. Es el segundo de los seis relatos que ocupan la segunda sección del libro, estructurado en cinco capítulos.
El relato comienza con el anuncio de la muerte de Emily Grierson, evento que no se presenta corno una secuencia cerrada, sino que se abre a un desarrollo más amplio por la presencia de la subordinante encabezadora «cuando» antepuesta a la oración principal «toda nuestra ciudad fue al entierro», lo que adjudica a la gran la repercusión de un acontecimiento en la ciudad de Jefferson.
Por la forma de ser nombrada, la difunta se introduce como un personaje respetable, perfectamente conocido por todos, un «monumento caído» que provoca, al mismo tiempo, veneración y curiosidad, esta última alimentada por el hecho de que su casa había permanecido cerrada durante los últimos diez años de la vida de Emily, excepto para ese «viejo criado -mezcla de jardinero y cocinero”. EI suspenso impone una estrategia narrativa que se desplegará en sucesivos saltos en el tiempo para reconstruir los hechos más relevantes de la vida de esa mujer que mientras vivíó fue para la capital del condado de Yoknapatawpha «una tradición, un deber y una preocupación»,
EI segmento siguiente se centra en la descripción de la casa de Ernily «Grande, de madera escuadrada que en un tiempo habrá sido blanca…” Por su aproximación con la proclama de la muerte de su dueña, por el hecho de haber permanecido cerrada durante diez años, por su estilo arcaico, por haber perdurado, resistente de épocas pasadas «irguiendo su obstinada y coqueta decadencia sobre los carros de algodón y los surtidores de gasolina», descripción que sugiere un mausoleo, lugar que recuerda el pasado, en medio dc la ciudad que crece, cambia y se moderniza.
Así queda planteado el conflicto’ entre la mansión y su misteriosa habitante y la ciudad y sus pobladores que la sienten como «una ofensa más para los ojos» y, al mismo tiempo, como un objeto de reverencia. Emily ha ido a reunirse con los representantes de aquellos «augustos nombres» en la avenida del cementerio donde se alinean las tumbas de los soldados «de la Uníón de Confederados, muertos en la batalla de Jefferson», dato histórico que hunde sus raíces en la tragedia sufrida por el Sur en la Guerra de
Secesión, origen de su decadencia.
«En vida, Miss Emily había sido una especie de carga hereditaria», narrador comenzará a desenrollar el tiempo mediante sucesivos saltos temporales. El primero de estos retrocesos nos lleva a 1894, año en el cual el coronel Sartoris (se nombra a un personaje ya conocido por el lector de Faulkner), la había eximido de impuestos pero para que el privilegio no resultara una ofensa para Emily, el coronel Sartoris había inventado una historia que solo su mentalidad podía haber concebido y solo una mujer como Emily podía haber creído.
La preposteración siguiente nos trae a un tiempo más cercano «cuando la nueva generación…» Luego se dice «fue a verla una diputación, llamó a la puerta que ningún visitante había franqueado desde que ella dejara de dar lecciones de pintura sobre porcelana ocho o diez años antes», de la visita, claro. En el relato del episodio de los impuestos existe confrontación o lucha entre Emily y la nueva generación de ideas más progresistas mientras el tiempo fluye linealmente, con detallismo minucioso por parte del narrador: «el primero de año», «llegó Febrero y no hubo respuesta», «una semana más tarde» y luego culmina con descripción del oscuro salón donde se respiraba olor a polvo y a desuso, en medio de pesados sillones tapizados en cuero, todo envuelto en polvo, como si el tiempo se hubiera estacionado en el interior de la casa. Un indicio que expone el misterio que involucra a la protagonista es ese retrato al lápiz de su padre que domina la sala «sobre un caballete de oro patinado delante de la chimenea”.
Luego Emily aparece por primera vez, es imposible ignorar toda la carga connotativa que le otorga el narrador, lejos de ser la gran dama fina y elegante que imaginábamos, la grafopeya que nos brinda el narrador es de una señora obesa, baja, recuerda un cadáver hinchado por una prolongada sumersión en agua estancada, su faz tiene la misma palidez de los muertos, sus ojos parecen dos botones de materia inerte que pasean sin detenerse, de una a otra cara de los visitantes.
Ella repite varias veces la frase «vean al coronel Sartoris. Yo no tengo que pagar impuestos en Jefferson». Dejando en evidencia que para ella el tiempo no pasa, es como que si no existiera, el reloj pasa a ser un simple adorno que se detuvo el dia que su padre murió ya que fue la primera vez que su malestar aparecíó, al negarse a aceptar el principio de la realidad. El primer capítulo termina con la voz de Emily en un tono altanero, soberbio, mandándole al criado «negro» Tobías: «acompaña a los señores».
El segundo episodio fue para Jefferson, como una derrota más, infligida por Emily: «De esa manera los vencíó” demostrando que ella era un conflicto para la ciudad, luego el narrador retrocede treinta años para tratar «el asunto del olor».
El «asunto del olor» fue a dos años de la muerte de su padre y poco tiempo después de que su novio “el que creíamos que se casaría con ella” la «abandonara», ambas pérdidas. El padre, muerto; el novio, no sabemos.
El hecho de que el criado negro sea el encargado de mantener la casa, le sirve al autor para atribuir el tema del olor por un descuido del hombre: «Como si un hombre pudiera mantener una cocina en condiciones –decían las señoras de modo que no se sorprendieron cuando el olor aparecíó”.
Los vecinos llevaban quejas al alcalde, el juez Stevens, el cual se niega a hablar con ella. Nuevamente se reúne el Consejo Municipal donde lo único que consiguen es que cuatro hombres, en la noche, cubran con cal en polvo el sótano y demás dependencias de la casa.
«Después de una o dos semanas el olor desaprecio», sin relación alguna con la cal aparentemente. Es extraño que el narrador no califique el olor, no sabemos de que tipo de olor se trata, simplemente podemos deducirlo por las ganas que la gente tiene de deshacerse de este. Entonces la gente comienza a tenerle lastima a ella y a recordar a una tía abuela de Emily, Lady Wyatt, que paso sus últimos días de vida «completamente loca».
Al comenzar el tercer capitulo –eje del cuento-, el relato parece seguir una línea temporal uniforme, sin saltos en el tiempo. Se habla de la reacción de Emily ante la muerte de su padre: «estuvo enferma durante mucho tiempo». Cuando por primera vez en el relato aparece en las calles de Jefferson, tiene el pelo cortado y un aspecto más juvenil, semejante a «esos Ángeles de los vitrales de iglesia». A pesar del cambio físico, se mantuvo inmutable, como si nada hubiera cambiado.
Más tarde llega a la ciudad el futuro «novio» de Miss Emily: Homer Barrón, un hombre grande, moreno, listo, con una voz fuerte y los ojos más claros que la cara «; que claramente contrasta con el carácter callado, silencioso, triste de Emily. Pero lo que provoca el problema y las críticas de «las señoras» hacia ellos, es que una Grierson pueda «pensar seriamente en un hombre del norte» que es un simple jornalero.
Los más viejos no le perdonan a Emily el que haya olvidado su linaje y los deberes que el código de honor impone a los representantes de la más antigua tradición del sur. Se piensa en pedir ayuda a los parientes de Alabama, con quienes Emily se había peleado por la herencia de la tía loca. Nuevamente Emily es el centro de atención de la ciudad.
Con la compra del veneno para matar ratas, el narrador aparentemente quiere mostrar y reafirmar, el carácter testarudo de Emily. Este episodio, el del veneno, no está suelo en el tiempo, sino que es ubicado «mas de un año después que empezaron a decir «Pobre Emily»» y, probablemente para confundirnos, «mientras sus dos primas estaban de visita en su casa».
Emily finalmente obliga al droguero a que le de una caja de arsénico, veneno que parece demasiado exagerado si su objetivo fuera –como pensó ingenuamente el droguero- matar ratas.
Todo se mantiene igual, se va fortaleciendo la idea de que este noviazgo terminara en un casamiento, con la compra de un juego de tocador para hombre con la inscripción «H.B.» y la de un ajuar masculino completo, incluido el camisón nupcial por parte de Emily. La gente de Jefferson celebraron alegres porque las derrotadas ahora eran las Grierson de Alabama. El pueblo se sentía aliado con Emily para engañarlas. La discordia familiar retrasa y desvía la atención de los jeffersonianos y de los lectores, del nudo del relato. Clarísimo ejemplo de la técnica de ocultar que emplea perfectamente Faulkner en este relato. Podemos notar que ese episodio domestico la única función que cumple es de llenar el espacio narrativo que separa los núcleos del relato.
Una vez finalizadas las obras en Jefferson, Homer se va de aquí y apenas siete días mas tarde parten las primas. Todo induce a creer que los novios esperaban esto de unirse. Y axial es, apenas tres días mas tarde «Homer Barrón estaba de vuelta en la ciudad». El único testigo fue un vecino que vio al negro haciéndolo entrar por la puerta de la cocina cubierto por las sombras y a escondidas en el atardecer. Luego de esto, no se lo volvíó a ver más. A partir de la notación indicial, el ritmo del relato se enlentece, preparando el horrendo descubrimiento final. El recurso dilatorio tiene la función de proteger el efecto tan cuidadosamente preparado. Del resto del capitulo IV, es importante destacar la descripción que el narrador hace del pelo de Miss Emily, que formara parte de uno de los elementos mas escalofriantes del desenlace del relato.
«Querida, inevitable, impenetrable, tranquila y perversa» va pasando Miss Emily de generación en generación, acumulando adjetivos que demuestran el sentir de los jeffersonianos hacia ella recogidas por el narrador plural. Este capitulo finaliza con la descripción del cuarto de abajo, donde finalmente Emily murió, con su «cabeza griså ¹ la falta de sol».
El capitulo V –capitulo final- es el de la sombría revelación, el que saca al descubierto de forma mas clara la técnica de ocultar de Faulkner. Este capitulo también es el que nos da la clave del cuento que se identifica en el desenlace y cuyas pruebas visibles son el asesinato de Homer Barrón –la compra del veneno- y la conservación del cadáver –el asqueroso olor nauseabundo que molesto al pueblo durante varias semanas.
Crimen que delata la conducta necrofilia de Emily y que se descubre cuarenta años más tarde. ¿No es acaso, el último y ahora definitivo triunfo de Emily? Pero el descubrimiento muestra caras que el narrador había ocultado, quizás como consecuencia del pudor y desorientación que provoca narrar hechos de esta naturaleza. Para una persona triste y deprimente como Emily, amor y posesión van completamente unidos y no hay una forma más segura de posesión que la muerte, la única capaz de suspender el tiempo. La muerte era el único desenlace posible para los tristes y melancólicos amores de Emily porque solo ella le brindaba una forma definitiva de posesión.
Hay un libro en el cual los autores de este realizan una lectura del cuento que ofrece distintos puntos de vista respecto a la hecha por nosotros, pero que importa recordar. Los autores sostienen que «Una rosa para Emily» constituye un ejemplo de lo que denominan «torvo humor de tipo surrealista» consiste en violar temas que han sido objeto de respeto. En este caso, los objetos violados son el amor ROMántico, la noche nupcial, y la condición de la mujer sureña. Un asesinato y la imagen de una mujer que pasa su noche de bodas en los brazos de su amante envenenado y muerto y que duerme durante cuarenta años son los instrumentos de los que hace uso el autor para practicar esta violación. «El cabello gris de Emily que queda sobre la almohada y que un vecino descubre trémulo y horrorizado, es el correlato objetivo que precipita al ambivalente estado emocional con el lector reacciona ante la situación: nos sentimos, al mismo tiempo, atraídos y repelidos».
A pesar de eso, seguimos pensando que el relato tiene un alcance mucho mas profundo. Emily es un símbolo no solo de la mujer sureña, sino también del Sur y de su culto rabioso por un pasado definitivamente muerto y, por tanto, irrecuperable. Como Emily, toda cultura que se detiene y se cierra al devenir está condenada a la locura, a la soledad y a la muerte.