La Poesía y la Vida de Miguel Hernández
La poesía de Miguel Hernández está íntimamente ligada a su vida, por lo que es fundamental conocer su biografía para comprender su producción literaria. Es importante destacar que el poeta percibía la vida como un proceso de autodestrucción. Los temas que abordó en su obra fueron la naturaleza, el amor, la vida, la muerte y el compromiso social y político. Entre ellos, la vida, el amor y la muerte se erigen como los ejes centrales de su poética.
La Naturaleza
Miguel Hernández mantuvo un fuerte vínculo con la naturaleza debido a su origen humilde y su contacto constante con ella durante su infancia. Más que un tema en sí mismo, la naturaleza aparece en sus poemas como un reflejo de los acontecimientos de su vida. El poeta tuvo diversas visiones sobre este tema. En una de ellas, la explicaba como obra de Dios. Otra visión la relacionaba con la invención del lenguaje y la retórica, rindiendo homenaje a Góngora. Hernández empleó el símbolo del «viento» en su etapa descriptiva como fenómeno atmosférico, en la religiosa como la voz de Dios y sus profetas, durante la guerra como voz del pueblo y persecución, y en la poesía amorosa como el amor. La «tierra» la utilizó como símbolo de reivindicación social.
El Amor
El amor es tratado desde diversos enfoques en la obra de Miguel Hernández:
- El despertar sexual: Sus poemas muestran el debate interior entre su religiosidad y la tentación del goce.
- El amor-lamento y el amor-ilusión: Recurrió al amor abstracto, idealizado como amor supremo, inspirándose en el amor cortés y los poemas bucólicos. Empleó la metáfora de la herida como símbolo de la existencia.
- El amor-dolor: Se produce la búsqueda del poeta a sí mismo y el reconocimiento de su dependencia de otra persona para mantener su identidad. Refleja el choque entre las ansias de amar y la moral provinciana, manifestando el rechazo al goce erótico. Utilizó el símbolo del toro en libertad para expresar fuerza y virilidad, y en la plaza para evidenciar la muerte y el dolor.
- El amor-alegría y amor-fraternidad: Tras su boda con Josefina, surge una nueva poesía en la que el vientre materno identifica a los hombres y a la naturaleza. El amor, como esencia de la vida y la muerte, vence al odio de la guerra.
- El amor-odio: Durante este período, Miguel Hernández elaboró poemas de afligido tono humano en los que el hombre se animaliza y se convierte en una amenaza, plasmando el terror de la guerra.
- El amor-esperanza: Con el estallido de la guerra civil, se inicia esta etapa en la que el poeta se vuelve hacia su mundo interior y minimiza la realidad para poder combatirla. Se basa en la ausencia de su mujer e hijos, expresando un gran amor íntimo a su esposa, dolor por la muerte de su primogénito y esperanza por el nacimiento de su segundo hijo.
La Muerte
La muerte es una constante tanto en la vida como en la poesía de Miguel Hernández. Durante su juventud, fallecen tres de sus hermanas; en su madurez, pierde a su primer hijo poco después de nacer, a varios amigos y, como telón de fondo, la muerte de su patria, que lo arrastra a la muerte en prisión. Aparece por primera vez en el contexto de la pérdida de su amigo Ramón Sijé, definiendo su muerte como un «hachazo invisible». También se presenta como preludio de la guerra civil española. Hernández siente la necesidad de ser la voz del pueblo, de infundir valentía. En este contexto, la muerte se minimiza hasta convertirse en una necesidad para alcanzar la España deseada. En «Viento del pueblo», la muerte alcanza su punto álgido, entregándose a la labor social y testimonial de la tragedia. La muerte de los soldados, de la libertad y de un país que se destruye. En «Cancionero y romancero de ausencias», el tema de la muerte se vuelve más cercano: el horizonte de los presos, la muerte acechando cada día, el dolor por la ausencia de la mujer, el hijo y la libertad. La soledad y la muerte lo abarcan todo.
La Vida
El tema de la vida queda limitado en su inicio por el amor y en su final por la muerte. Desde su primera obra, «El rayo que no cesa», se señala la delgada línea que separa ambos estados. Se percibe su sensibilización hacia la muerte de sus seres queridos. Al comienzo de la guerra, la vida adquiere un valor instrumental, un intercambio de vida por libertad. En «Viento del pueblo», encontramos términos alentadores como «héroe», «iluminar», «noble» o «generosas». El poeta no duda en impregnar de fuerza la vida, en creer en la razón y la victoria. En «Cancionero y romancero de ausencias», Hernández, vencido, experimenta el peso de la vida. Un hombre hecho para la libertad, reducido a la miseria de la cárcel. El poeta calma su desesperación con la convicción de prolongar su vida en el tiempo y el espacio, más allá de la muerte, a través de la vida de su descendiente.
Conclusión
La poesía de Miguel Hernández es una poesía profundamente personal que evoluciona en temática y estilo de acuerdo con los acontecimientos de su vida. Desde la naturaleza y el amor hasta la muerte y la guerra, su obra refleja la intensidad de sus experiencias y su compromiso con el ser humano y su entorno.
El Compromiso Social y Político en la Poesía de Miguel Hernández
Miguel Hernández fue un destacado poeta de principios del siglo XX, comprometido con sus orígenes, su tierra, sus ideas, el momento histórico que le tocó vivir y la causa que defendió. En este apartado, nos centraremos en su compromiso social y político.
Inicios del Compromiso (1934-1936)
En marzo de 1934, comienza una nueva etapa para Hernández, en la que se adentra en la intelectualidad de la capital y se «despega» del ámbito oriolano. Esto le provoca una crisis personal y poética de la que surge su voz definitiva. En 1936, publica «El rayo que no cesa», una obra crucial en su trayectoria. Empieza a conocer a grandes escritores como Neruda, Aleixandre o Alberti, y colabora en revistas como «Caballo verde para la poesía», decantándose por la poesía impura y dejando atrás la influencia clasicista. Se incorpora a las Misiones Pedagógicas.
La Guerra Civil y la Poesía como Arma (1936-1937)
Con el estallido de la Guerra Civil, Hernández da el paso al compromiso político, se une al Quinto Regimiento y trabaja como propagandista en diversos medios. En esta etapa, surge «Viento del pueblo», una obra comprometida, de guerra, de denuncia y de solidaridad con el pueblo oprimido. La poesía se convierte en un arma. Su voz se alza para proclamar el amor a la patria, educar en la lucha por la libertad y la justicia, e increpar a los opresores. El tono del libro es de exaltación heroica de los que luchan por sus libertades y, en ocasiones, de himno. Exalta a los jornaleros, los aceituneros, los campesinos, convirtiéndose en un «intérprete» de las desdichas del pueblo. Lleva su compromiso a las trincheras, como se observa en la estrofa final de la obra, y entiende la guerra como una defensa inevitable que pronto acabará. En los poemas de lamentación, mitifica a los sujetos líricos. El lamento también expresa la identificación con las víctimas de la explotación. Frente a la exaltación del heroísmo y la lamentación, el tono de imprecación denigra a los tiranos.
Desilusión y Pesimismo (1937-1939)
En 1937, se diluye el optimismo al ver la insensibilidad de Europa ante el drama español. Aunque nace su hijo, su voz se torna pesimista por el desaliento ante la realidad. Escribe «El hombre acecha» (1937-1938), donde se aprecia el pesimismo en el lenguaje y el tono. Su hijo muere, apagándose la exaltación de héroes y encendiéndose el lamento por las víctimas. A diferencia de «Viento del pueblo», en «El hombre acecha» encontramos metáforas feroces para el hombre en general. Otro gran tema es la España en guerra: «me duele España», «Llamo al toro de España», la tierra como madre. El poeta se siente abrazado a la patria-tierra-madre. A medida que avanza 1938, Hernández asiste al desmoronamiento del bando republicano y al horror de la guerra. Se hunde en el dolor por la muerte de su hijo. En 1939, nace su segundo hijo, una alegría aislada ante la tragedia.
Últimos Años y Madurez Poética (1939-1942)
Tras la derrota republicana, Hernández es encarcelado y liberado inexplicablemente, para ser detenido de nuevo y condenado a muerte. Finalmente, se le conmuta la pena por 30 años de prisión. En 1942, muere en la cárcel de Alicante por tuberculosis. En su última época, entrega a su esposa 79 poemas que conforman «Cancionero y romancero de ausencias». Estos poemas, iniciados tras la muerte de su primer hijo, forman un libro inconcluso que se nutrió con poemas desde la cárcel. Con este poemario, Hernández alcanza la madurez poética con una poesía desnuda, íntima y desgarrada, de tono trágico contenido. Aborda el amor, la vida y la muerte. Sus versos son los de un hombre herido que expresa su dolor por las ausencias: la muerte y la cárcel. La palabra «libertad» se une al amor. En sus últimos versos, nos deja un mensaje de pacifismo en «Tristes guerras»:
Tristes guerras si no es amor la empresa.
Tristes armas si no son las palabras.
Tristes hombres si no mueren de amores.
Tristes, tristes. Tristes, tristes. Tristes, tristes.