Análisis de la obra de Miguel Hernández
Simbolismo en la poesía de Miguel Hernández
La poesía de Miguel Hernández es rica en imágenes y símbolos desde sus primeros poemas. El poeta convierte en materia poética elementos de su entorno natural más cercano. En Perito en Lunas, el simbolismo se acentúa, marcando el inicio de su etapa más hermética, con arriesgadas metáforas y aires vanguardistas. Los símbolos provienen del paisaje de Orihuela: palmera, camino, veleta, noria, mar, río y toro. Estos poemas exploran el deseo erótico insatisfecho.
En El rayo que no cesa, el tema principal es el amor en tres facetas: ansia, realización y dolor. El amor es dolor, simbolizado en el rayo, una herida de cuchillo. La sangre simboliza el deseo sexual, y el limón, los pechos femeninos. También encontramos la insatisfacción y el deseo frustrado. El poeta es toro, muerte y dolor. La carta simboliza el intercambio con la amada, retomado en obras posteriores. La amada se identifica con imágenes naturales antitéticas. El rayo que no cesa rompe con la idea del cancionero petrarquista dedicado a una sola amada.
Con Viento del pueblo, Hernández llega a una poesía de urgencia y guerra. El viento simboliza la voz del pueblo, manso como un buey, pero que se rebela como un león. Tras su matrimonio con Josefina, el tema del deseo de la amada se transforma en maternidad, representada por la imagen del vientre.
En El hombre acecha, los símbolos se relacionan con la animalización regresiva del hombre debido a la guerra y el odio. La sangre del rayo cambia semánticamente a dolor. El tren, imagen de muerte, se enlaza con la sangre. El toro ahora simboliza la patria.
Finalmente, Cancionero y romancero de ausencias muestra una depuración hacia la sencillez, buscando lo esencial. Hay poemas dedicados a la muerte de su primer hijo y a la esperanza con el nacimiento del segundo, a quien dedica las Nanas de la cebolla. En la posguerra, el hijo simboliza la pervivencia y la esperanza. El presentimiento de la muerte se convierte en certeza, representado por la imagen manriqueña del mar. Así se apaga quien sufrió tres heridas: la de la vida, la del amor y la de la muerte.
Compromiso social y político de Miguel Hernández
El compromiso político de Miguel Hernández con los desfavorecidos marcó su vida y obra. Reflejó el mundo agrario en sus libros, pero en Madrid absorbió nuevas ideas y cambió su visión del mundo, pasando del catolicismo al comunismo. Perteneció al Partido Comunista Español (PCE). Su poesía evolucionó desde la influencia del 27 hasta la poesía como propaganda durante la guerra.
En 1931 viajó a Madrid y en 1934 publicó Quién te ha visto y quién te ve y Sombra de lo que eras, un auto sacramental del que luego se retractó. En 1935, en su segundo viaje a Madrid, conoció a Alberti y Neruda, dando un giro a su obra con elementos surrealistas. La poesía y el teatro se convirtieron en armas ideológicas. Surgen poemas revolucionarios.
Hernández defendió a los indefensos, como los niños de la guerra (Niño yuntero), y difundió la cultura. Denunció las condiciones de mujeres y campesinos, mostrando la antítesis entre manos trabajadoras y ociosas (obreros y capitalistas). Su sátira utiliza la ironía, la hipérbole y la burla.
Símbolos comunistas como la hoz, el martillo y el color rojo aparecen en su poesía. Canción del esposo soldado es un gesto comunista. Viento del pueblo (1937) muestra su cambio ideológico y compromiso social, comenzando con la Elegía a García Lorca. Aparecen símbolos de valentía y libertad (leones, toros). El pueblo es una entidad heroica y grandiosa, y el poeta se convierte en «ruiseñor de desdichas».
En El hombre acecha, el optimismo decae y la derrota inunda sus pensamientos. En su último libro, Cancionero y romancero de ausencias, se aleja de este compromiso.