Tradición y Vanguardia en la Poesía de Miguel Hernández
La poesía de Miguel Hernández es absolutamente personal. Se caracteriza por una serie de influencias en las que se mezclan la tradición poética castellana con la vanguardia poética de los años en que vivió.
Toda la obra de la Generación del 27 se caracteriza por esta peculiaridad. Las lecturas vanguardistas que realizaban se mezclaban con el estudio de los grandes clásicos. Les interesaba Góngora porque lo consideraban cercano a la búsqueda poética que en ese momento era la vanguardia.
Al homenajear a Góngora, unen tradición y vanguardia, pues en la radical transformación literaria de la realidad que el poeta barroco realiza en Las Soledades o en la Fábula de Polifemo y Galatea, los poetas del 27 encuentran una semejanza con la transformación de su poesía pura.
Al margen de su obra de adolescencia (influida por el modernismo tardío de Gabriel y Galán y por el romanticismo de Bécquer), cuando realiza en 1931 su primer viaje a Madrid, ya como poeta que busca reconocimiento y amistades literarias, encuentra ese ambiente vanguardista en el que Luis de Góngora es una referencia de lo más moderno. No es de extrañar que su primer libro, Perito en Lunas, consista también en un ejercicio de estilo gongorino.
La influencia más evidente es la de Góngora, pero es una influencia pasada por esa modernidad de la poesía pura. El libro está compuesto por 42 octavas reales, como el Polifemo de Góngora. Pablo Neruda estaba en España y su magisterio, así como la influencia surrealista, quiere acabar con la poesía pura. Según Neruda, lo humano, lo político, lo universal debe entrar en el poema, que debe ensuciarse. El poeta surrealista español Vicente Aleixandre también forma parte de esta tendencia.
En El rayo que no cesa podemos observar claramente esa dualidad. La tradición se encuentra en los maestros del soneto amoroso (Lope, Quevedo y Garcilaso), mientras que la vanguardia empieza a aparecer en un sentido nerudiano especialmente en la Elegía a Ramón Sijé, escrita en verso libre.
Con Viento del pueblo, movido por la urgencia de la guerra y por la necesidad de una poesía más directa que pudiera mover a los soldados y animarlos, esta evolución hacia lo impuro se confirma de forma radical. En esta obra se aprecia la influencia de Neruda y Vicente Aleixandre. No obstante, en la métrica se combina la tradición castellana (romances, cuartetas octosílabas, décimas) con la renacentista y barroca (sonetos, endecasílabos, alejandrinos, heptasílabos).
Llegamos al libro en que es más difícil hablar de influencias: Cancionero de ausencias. Lo que domina en el libro es el poema corto de verso breve y emoción contenida y reflexiva. Ese tono lo acerca a poetas como Antonio Machado o Gustavo Adolfo Bécquer. En definitiva, se puede afirmar que con este último libro Miguel Hernández supera totalmente la dualidad entre vanguardia y tradición a través de un estilo absolutamente personal basado en la sencillez absoluta.
Imágenes y Símbolos en la Poesía de Miguel Hernández
Las imágenes que un poeta selecciona para la creación de su obra son el elemento poético fundamental. Esos símbolos son precisamente los que resumen de una forma concentrada y no discursiva la visión del mundo del poeta. Por un lado está su evolución técnica, desde la metáfora a la imagen surrealista y por otro lado la relación entre determinados símbolos y los temas esenciales de su poesía.
En Perito en lunas, mientras Góngora sublima e hiperboliza todo lo que toca convirtiéndolo en oro, plata, rubíes y demás material imaginativo renacentista, el poeta pastor busca sus motivos en el mundo real de la vida campestre.
En El rayo que no cesa, Miguel Hernández busca en la metáfora la encarnación de los sentimientos, emociones y luchas de su drama interno, que comienza a encarnarse en imágenes desgarradoras y casi brutales. El símbolo por excelencia de este libro es el toro. También nos deja otros símbolos recurrentes que expresan la dualidad contradictoria y trágica del amor como son el cuchillo, el rayo, la estalactita. El desgarrón interno del amor, que es el tema central de este libro, se encarna en estos símbolos de lo afilado e hiriente en toda su rica complejidad: es caricia y es herida.
En Viento del pueblo se produce un cambio importante en el tratamiento de la imagen poética en Miguel Hernández. La influencia directa de Pablo Neruda y de Vicente Aleixandre descubre al poeta la fuerza de la imagen surrealista. Esta imagen se caracteriza por no estar ligada a una realidad referencial concreta como ocurre en la metáfora. No es necesario establecer una relación de semejanza entre un término real A y un término B, sino que con la imagen surrealista entra en juego la emoción como elemento generador de semejanzas. Las imágenes que forman el verdadero núcleo significativo de este poemario son aquellas de la naturaleza unida al hombre en la unidad de la tierra: el sudor, las manos, la sangre, etc.
En El hombre acecha, Miguel Hernández sigue cultivando la imagen surrealista. La derrota ya está cerca y las imágenes que predominan en este libro se cargan de esa negatividad de una guerra que está siendo muy larga, con muchos muertos, y cuyo desenlace parece adverso.
Con Cancionero y romancero de ausencias alcanza la imagen poética hernandiana su cima. La palabra directa, corpórea, despojada de todo elemento ornamental es lo que presta a la metáfora. Uno de los temas centrales del libro es la ausencia. Esta es la ausencia del hijo muerto, que se plasma en las imágenes de la casa vacía, del hoyo, de la tierra que acoge el cadáver del niño. Junto a esas imágenes de ausencia, la sombra y la oscuridad aportan un contenido de tristeza y muerte.