Triple sed: conocimiento, belleza y eternidad

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ( 1881-1958 ). Este “andaluz universal” nació en Moguer (Huelva). Estudió con los jesuitas en Puerto de Santa María. Su entrega a la poesía es temprana y total: renuncia a seguir estudios universitarios (había iniciado Derecho) y, en 1910, marcha a Madrid, adonde lo llaman Villaespesa y Rubén Darío para luchar “por el Modernismo”. La muerte de su padre produjo en él una intensa crisis y hubo de ser internado en un sanatorio mental en Francia (1901); convaleció en otro de Madrid, donde frecuentó luego la Institución Libre de Enseñanza.Su depresión no cesa, y en 1905 se traslada a Moguer. Allí permanece retirado durante seis años e inicia su libro famoso Platero y yo. A instancias de numerosos amigos, vuelve a Madrid en 1911, se hospeda en la Residencia de Estudiantes.

En 1916 se casa en Nueva York con Zenobia Camprubí ( traductora del poeta indio Rabindranaz Tagore ). Viven en Madrid hasta que, al comenzar la Guerra, abandonan España y residen en Puerto Rico, gracias a la generosa acogida de su Universidad, la de San Juan. En 1956 se le concede el Premio Nobel: la noticia coincide con la muerte de Zenobia. Deshecho, sólo le sobrevivirá dos años. Murió en Puerto Rico en 1958.

JRJ es el prototipo de poeta consagrado por entero a su obra. En soledad, con su aguda hiperestesia. Encasillado en su “torre de marfil”, vive entregado a su creación poética. Su poesía es para una “minoría siempre” debido a su dificultad y hermetismo. Su idea de la poesía está presidida por un deseo de belleza, de conocimiento y de eternidad.
Para él la poesía es, ante todo, belleza, expresión de un goce exaltado de lo bello, mezclado de melancolía y dolor. Pero la poesía también es, para él, un modo de conocimiento, de “inteligencia” agudísima de la esencia de las cosas. Y su poesía es, en fin, expresión de eternidad, concebida como posesión inacabable de la belleza y de la verdad. De ahí su preocupación angustiosa por la fugacidad de las cosas; de ahií también su especial idea de Dios, a quien identifica con la naturaleza o con la belleza absoluta o con la propia conciencia creadora.


Su obra poética, producto de su permanente búsqueda, resume los caminos recorridos por la poesía española desde el Modernismo a la poesía pura.

Según JRJ, su evolución poética hasta 1918, quedaría reflejada en este poema de Eternidades:

Según estos versos, su trayectoria poética habría pasado por las siguientes etapas: a) poesía sencilla, romántica, “inocente” en sus comienzos ( vv. 1-3 ); b) poesía “envuelta en los ropajes del Modernismo” ( vv. 4-9 ); c) poesía en depuración progresiva de elementos modernistas ( vv. 10-11 ); y d) poesía definitivamente depurada de las galas modernistas ( vv. 12-18 ).

            Mucho más tarde, en su poemario Animal de fondo, JRJ reducía su obra a tres fases:

Primera época o sensitiva: 1898‑1915.

Segunda época o intelectual: 1916‑1936.

Tercera época: 1937‑1958.

A esta última, según testimonio de Aurora de Albornoz, solía referirse como “suficiente” o “verdadera”.

  JRJ  comienza a escribir muy joven (17 años) en la línea del posromanticismo becqueriano. Su primer gran libro, Arias tristes (1903) refleja esa poesía “vestida de inocencia”, es decir, sencilla de formas y transparente de emoción. El acento becqueriano es evidente. Los sentimientos de soledad, melancolía, o los temas del paso del tiempo y de la muerte, son propios de este neorromanticismo que penetra en el espíritu modernista  o de un intimismo simbolista. La impronta del Simbolismo es en él, como en Machado, decisiva. Pero la versificación ( predominio de octosílabos o asonancias ), la tenue musicalidad y el lenguaje sobrio sitúan a esta poesía al margen del Modernismo más ornamental y sonoro.


Entre 1908 y 1915 compone JRJ   estos poemarios, entre otros, La soledad sonora y Sonetos espirituales, en los que adopta los “ropajes” del Modernismo. Sin embargo, y pese a lo que dice en el poema de 1918, su poesía no llegará a ser “tan fastuosa de tesoros” como la de Rubén Darío. Típicamente modernistas son la utilización del color, la adjetivación brillante, ciertas imágenes y el metro alejandrino. Con todo, el Modernismo de JRJ es de tipo intimista, orientado hacia la contemplación y la confesión sentimental.

            El libro Estío, 1915, supone el primer paso hacia una nueva sencillez ( “ mas se fue desnudando” ): vuelta al octosílabo, a la asonancia, al poema breve, supresión de lo ornamental.

            La ruptura definitiva con el Modernismo ocurre en 1916. En este año, durante su viaje a Nueva York, con motivo de su boda, JRJ escribe el Diario de un poeta recién casado (1917). El autor lo consideraría siempre su “mejor libro”, y la crítica lo ha calificado de libro clave de la lírica contemporánea. Su novedad es asombrosa: han desaparecido el léxico modernista, la adjetivación sensorial, los ritmos sonoros. Es, en efecto, una “poesía desnuda”, en la que se elimina lo anecdótico para dejar paso a la concentración temporal y emotiva. Por eso predominan los poemas breves pero densos, en versos escuetos y preferentemente libres, sin rima o con leves asonancias. Y hay también poemas en prosa que, por su andadura y por la heterogeneidad de sus materiales ( frases en inglés, anuncios, etc. ) suponen no menor novedad, e influirán en la poesía de vanguardia.

Siguen otros títulos:
Eternidades (1918), Belleza (1923) en los que continúa el proceso de interiorización en el que la palabra quiere ser un instrumento para penetrar en la realidad, en busca de una nueva “inteligencia”.

            Esta etapa intelectual se corona con el libro escrito entre 1923 y 1936 La estación total, en el que expresa su anhelo de abolir el tiempo y de llegar a una posesión “total” de la belleza, de la realidad y del propio ser.

Durante su exilio en América, JRJ prosigue su obra con dos grandes libros:
En el otro costado (1936-1942) y Dios deseado y deseante (1948-1949). En el primero figura el largo poema Espacio, cima de la creación juanrramoniana, una extensión difusa de recuerdos e introspecciones que salen a flote con la técnica de la asociación libre. En efecto, sin tema preciso, el poema ensarta vivencias y preocupaciones del poeta, con un ritmo fluyente. El conjunto es de una altísima belleza.

            Dios deseado y deseante es un poemario traspasado por un anhelo místico: la sed de eternidad le ha llevado al contacto o a la posesión de un dios que se identifica con la naturaleza, con la belleza o con la propia conciencia creadora. Al mundo creado por el poeta, viene a habitar un dios creado también por él.

            JRJ sirvió de faro para los poetas puros y para los componentes del grupo poético del 27: todos ellos, en su juventud al menos, recibieron su influencia.

Fue también estimado por los poetas “novísimos” cuando éstos orientan de nuevo la creación hacia la renovación del lenguaje poético.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *