LA NOVELA
Los años 40: “la novela existencial”
Los novelistas que se quedaron en el país tras la Guerra civil fueron privados tanto de la influencia de la novela social de la época anterior (Ramón J. Sender) como de los grandes novelistas europeos que no consiguen atravesar la censura: Proust, James Joyce o Kafka.
Se desarrolló una novela existencial cuyas características son: -Aparece un protagonista individual, frecuentemente desorientado o marginado. – La narración está en primera persona con predominio del monólogo interior. -El tratamiento del tiempo es lineal.
La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela inaugura la corriente literaria llamada “tremendismo” por destacarse en ella una visión degradante de la vida y del hombre con la intención de que actuara como revulsivo para los lectores. En ella un condenado a muerte narra con la mayor sencillez e inocencia sus crímenes. A través del relato podemos apreciar la vida violenta que ha sufrido desde niño y su miseria absoluta. Es una mezcla de piedad, humor y desesperación. (Anexo I)
Nada (1945) de Carmen Laforet narra, en un tono triste, la historia de Andrea, una muchacha que va a estudiar a Barcelona. En esta novela aparece por primera vez la abulia y la miseria moral y material de la posguerra.La sombra del ciprés es alargada (1947) de Miguel Delibes muestra cómo la frustración de los personajes queda compensada por una honda religiosidad.
Los años 50:” Novela de realismo social”
Jean Paul Sartre presentaba la concepción del arte como un compromiso del escritor con la sociedad en la que vive. Con esta idea coinciden un grupo de novelistas conocidos como Generación de los 50 o de medio siglo” constituido por: Ignacio Aldecoa, Fernández Santos, Sánchez Ferlosio, Juan Goytisolo, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, entre otros.
Los rasgos de sus novelas son:
-Les importa más llegar al mayor número de lectores que crear una obra muy bella pero minoritaria.
-El lenguaje será sencillo, directo e intentan acercar la lengua a la oralidad. Para ello emplean diálogos, con frases cortas, repeticiones, elipsis, interrogaciones y exclamaciones.
– En cuanto a la estructura de las novelas, el capítulo tradicional dejará paso a la “secuencia”, así se consigue dar entrada a un mayor número de situaciones y personajes.
– El narrador adopta varias formas: narrador omnisciente; narrador de perspectiva múltiple, en cada secuencia aparece un punto de vista diferente dando lugar a una “novela coral” (asistimos a la creación del personaje colectivo); ausencia de narrador, como en la novela behaviorista, en la que los personajes se expresan a través de diálogos, siendo muy escasa la presencia del narrador, por ejemplo, en El Jarama de Sánchez Ferlosio (anexo I).
-Los personajes son representativos de grupos sociales: novelas de la gran ciudad (La colmena), novelas de la vida en el campo (El camino), novelas de la burguesía (Entre visillos), novelas de la abulia (El Jarama).
– Reducción espacio-temporal: todo se concentra, por ejemplo, El Jarama dura unas 11 horas, La Colmena de Cela, dos días y medio.
Cabe destacar de esta etapa los siguientes novelistas:
Camilo José Cela (1916-2002)
escribió poesía, cuentos, libros de viajes (Viaje a la Alcarria), memorias, teatro y hasta un Diccionario Secreto donde aparecen las voces más escatológicas y sus tacos más descriptivos y una Enciclopedia del Erotismo. Su novela más importante y de las mejores escritas fue La Colmena. El tema central es la incertidumbre de los destinos humanos. (Anexo I)
La Colmena recoge dos días y medio en la vida de múltiples personajes en la ciudad de Madrid. Así aparecen los cafés, el mundo de la prostitución y el de los burdeles más refinados, la clase media con sus estrecheces, el proletariado con sus trapicheos para sobrevivir, el hambre y la generosidad en ocasiones. Se trata de un personaje colectivo que puede presentarse ante nuestros ojos gracias a la estructura en secuencias que permite al lector adentrarse en sus vidas como si observara simultáneamente las distintas celdillas de una colmena de abejas. La unidad de la obra la consigue gracias a las múltiples relaciones que tienen los personajes entre sí. Y como fiel reflejo de la vida.
Miguel Delibes (1920-2010)
es uno de los grandes novelistas españoles. Su obra refleja los distintos caminos: la novela existencial (La sombra del ciprés es alargada), el realismo social (El camino, Las ratas), la experimentación formal (Cinco horas con Mario), la novela histórica (El hereje) y una estrecha relación entre vida y literatura (Señora de rojo sobre fondo gris). Sus obras nos ofrecen mundos bien cohesionados donde los temas que prevalecen son el amor a la naturaleza, la defensa de los débiles e inocentes. Su lengua literaria busca la sencillez y claridad en un relato bien contado y con un vocabulario muy rico en el que encontramos palabras propias de los ámbitos rurales o ciudadanos.
Los santos inocentes (1982) narra en seis capítulos el dominio que una familia poderosa y rica ejerce sobre sus criados, a los que trata abusivamente. Frente a este trato a menudo inhumano y vejatorio aparece la solidaridad de los humildes para ayudarse mutuamente. La novedad de esta novela consiste en que cada uno de los seis capítulos están escritos como una sola oración gramatical, sin puntos y aparte.
La renovación formal en los 60 y 70
Las novelas sociales de los años cincuenta acabaron provocando el cansancio de los lectores. Los novelistas buscan nuevas formas para renovar la novela y se inspiran en los autores tanto europeos como norteamericanos. En este sentido hay que señalar la importancia de James Joyce, que escribió el Ulises (1922), la novela más influyente del s. XX. En ella se narran 24 horas en la vida de Leopoldo Bloom,
un judío trasunto irónico de Ulises por las calles de Dublín. Asimismo, la Generación Perdida la forman novelistas como J. Dos Passos con Manhattan Transfer y Wiliam Faulkner con El sonido y la furia, una historia contada desde varios puntos de vista y sin seguir un orden cronológico.
Aunque se continúan varias notas de las novelas anteriores, como la estructuración en secuencias y la desaparición del narrador, ahora aparecen nuevas señas: el narrador omnisciente puede presentar un punto de vista único (Cinco horas con Mario) o múltiple; se generaliza el uso del monólogo interior, que consiste en dejar que surja la voz del personaje en la narración libremente, tal y como se producen los pensamientos en la mente. El tiempo pasa de ser lineal al desorden cronológico.
Este es un rasgo muy importante, a veces viene motivado por el intento de repetir los caprichosos mecanismos de la memoria. Los saltos temporales pueden ser hacia adelante o hacia atrás (analepsis o flash-back). El protagonista de la novela suele estar en conflicto con su entorno y consigo mismo y deseoso de encontrar su identidad. Los narradores experimentan con todos los recursos a su alcance: suprimen los signos de puntuación, etc.
LA POESÍA
Los intelectuales republicanos organizan la Alianza de Intelectuales Antifascistas (A.I.A.), que dispone de un órgano de prensa “El mono azul” en el que colaboran Alberti y su esposa, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Miguel Hernández, entre otros.
Miguel Hernández nació en Orihuela (Alicante) y a los 14 años tuvo que dejar la escuela para ponerse a trabajar, sin embargo
nunca dejó de formarse gracias a la lectura y a las tertulias literarias. En los años treinta se desplaza a Madrid y se hace amigo de Pablo Neruda y de los jóvenes de la Generación del 27. Entonces edita un libro: El rayo que no cesa en el que aparecen sonetos del amor como una experiencia real, carnal y erótica. Cuando estalla la Guerra civil se alista en los frentes republicanos y organiza actividades culturales y recita versos. Así nace Viento del pueblo en 1937, utiliza un lenguaje muy sencillo, prácticamente coloquial ya definitivamente alejado del lenguaje vanguardista de la Generación del 27. Cuando acaba la contienda lo detienen y lo condenan a muerte (mostrar documentos). En la cárcel escribirá Cancionero y romancero de ausencias, poemas llenos de soledad, desánimo y amor por la esposa y el hijo ausentes. En este libro se expresan los sentimientos cada vez más hondos y depurados acercándose a la lírica popular, como en las Nanas de la cebolla (anexo I).
- Poesía de los 40: “poesía arraigada y desarraigada”
El triunfo del ejército franquista el 1 de abril de 1939 no solo significó la derrota de la República y sus ideales: los escritores más brillantes o han muerto o están en la cárcel o se han exiliado. Dámaso Alonso ha clasificado a los poetas que quedan en España en dos grupos: poetas arraigados y poetas desarraigados. Los del primer grupo muestran la vida con sentido y un lenguaje clásico y esteticista, escriben en revistas como “Escorial” o “Garcilaso” y toman a este poeta como modelo ético, pues se consideran como él soldados y poetas. El ejemplo más claro es Luis Rosales con su obra La casa encendida, escrito en versículos, donde recuerda el paraíso perdido de la infancia. Abundan los vocablos cotidianos, las repeticiones y paralelismos para mostrar la experiencia dolorosa del paso del tiempo, pero también la afirmación de la armonía y la esperanza.
Para los poetas desarraigados el mundo es un lugar inhóspito, y la poesía el único medio para enfrentarse con él. 1944 es una fecha clave para la nueva poesía porque en este año Vicente Aleixandre publica Sombra en el paraíso y Dámaso Alonso, Hijos de la ira. En estos dos libros se recogen aspectos de la corriente existencialista europea “Dios ha muerto” afirmaba Nietzsche. Los poetas españoles utilizan esta corriente como vehículo para expresar una doble angustia personal y social.
Poesía social de los años 50
De la poesía existencial a la social no había más que un paso, y muchos poetas lo dieron. Los temas que aparecen en sus poemas son: la injusticia social, la falta de libertad y el desarraigo. El lenguaje es sencillo y coloquial, buscan el prosaísmo porque sienten los adornos estéticos como fuera de lugar, además quieren llegar a todo tipo de lectores, se sienten “obreros” del verso, trabajadores de la palabra; el verso preferido es el versículo.
Cabe destacar a los siguientes poetas:
Blas de Otero, que en su libro ANCIA demuestra que la poesía existencial y social podrían aparecer unidas, se ve en el libro la evolución del poeta, poco a poco va saliendo de sus problemas para acercarse a los que afectan a todos los hombres.
Gabriel Celaya, en su libro Cantos íberos aparece como una forma útil para cambiar el mundo. Según él la finalidad social del arte justifica el uso de un lenguaje coloquial, así pues su poesía tiene una intención didáctica.
José Hierro crea unos versos muy hermosos y trabajados en sus aspectos estilísticos y rítmicos. Desde sus inicios poéticos en 1947 con Tierra sin nosotros se plantea la poesía como testimonio del tiempo vivido. La suya no es una poesía social ni existencial, es una poesía testimonial que expresa en lenguaje sencillo experiencias complejas (anexo I).
Los poetas sociales no conseguían lo que andaban buscando: que la poesía llegara a un gran número de lectores. Sin embargo este objetivo lo consiguió la música de los cantautores españoles de los años 60 y 70.
La poesía de los 60: poesía del conocimiento
Durante los años cincuenta un grupo de jóvenes poetas –niños durante la Guerra Civil- comienza una nueva andadura que, aunque arranca de la poesía social, poco a poco va distanciándose de ella, son: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, José Valente, Carlos Barral, Caballero Bonald y Francisco Brines, entre otros. Les llama también “Generación de medio siglo”. Aunque no formen un grupo, sí que tienen unos rasgos comunes, a saber:
-Estos poetas ya no creen en la eficacia del poema para cambiar el mundo, así que vuelve la mirada a su mundo interior. La poesía es un modo de conocerse mejor a sí mismos.
-En la temática percibimos el cambio desde los temas colectivos de la poesía social a los temas personales y particulares: la infancia con la Guerra Civil, el amor, la amistad, la vida cotidiana…
-En cuanto al lenguaje, en casi todos ellos es sencillo, aparentemente corriente, pero cuidando siempre los valores estéticos del verso. A menudo utilizan la parodia, la ironía y el juego de palabras que crean complicidades con el lector, al que sorprenden dando un giro inesperado a frases muy conocidas como se puede comprobar en Glosas a Heráclito de Ángel González (anexo I). El lector es coautor del poema, se concibe el poema como un acto creativo que culmina en la interpretación del lector.
La poesía de los 70: “los Novísimos”
En la década de los 70 Jose Mª Castellet publicó una antología de poetas jóvenes: Las Nueve Novísimos, en ella aparecieron los nombres de Pere Gimferrer, José Mº Álvarez, Vázquez Montalbán, Ana Mª Moix, A. Martínez Sarrión, Féliz de Azúa, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero y Leopoldo Mª Panero. Las notas más destacadas son:
-Algunos han viajado al extranjero y conocen tanto la poesía más actual inglesa o alemana como la poesía clásica, así que en sus versos hay frecuentes referencias culturales y citas, a veces en otras lenguas, incrustadas a modo de “collage”. Es lo que llamaremos culturalismo. La cultura es uno de sus temas preferidos, pero no solo la académica, entran también la cultura popular, el cine, los tebeos, el jazz y los medios de comunicación.
-Más que los contenidos les importa el lenguaje y la experimentación formal
Esto les lleva a experimentar con las posibilidades expresivas del idioma. Recuperan ciertos recursos del surrealismo e incorporan otros nuevos como la supresión de los signos de puntuación, refranes, anuncios publicitarios… Es lo que hace A. Martínez Sarrión en el poema El cine de los sábados (anexo I).
Miguel Mihura es autor de una obra capital de nuestro teatro y de clamoroso éxito: Tres sombreros de copa, escrita en 1932 pero estrenada en 1952. La historia de un joven, Dionisio, que pasa la noche anterior a su boda en una pensión provinciana y se enamora de una muchachita, Paula, bailarina de variedades. elabora unos diálogos llenos de humor