La Divina Comedia de Dante Alighieri: Un Viaje por el Infierno
Canto V: El Círculo de los Lujuriosos
En el Canto V del Infierno, Dante organiza a los pecadores en nueve círculos. Este canto se centra en los lujuriosos y presenta una de las descripciones más detalladas del Infierno. Dante se encuentra con un remolino de almas arrastradas por el viento, un castigo que refleja su vida en pecado, donde se dejaron llevar por el deseo en lugar de la razón. Este es el primer ejemplo de contrapaso.
Dante compara el castigo de Paolo y Francesca con el vuelo de las aves, primero con las grullas y luego con dos palomas, resaltando un matiz positivo, como «dos tortolitos». Al observar el remolino, Dante deduce que son los lujuriosos, pero le pregunta a Virgilio quiénes son. Entre ellos se encuentran personajes históricos y legendarios como Tristán, Paris y varias reinas. Luego, Dante se fija en dos almas en particular: Paolo y Francesca. Los invoca y Francesca le cuenta su historia.
Canto X: El Círculo de los Herejes
En el Canto X, Dante se encuentra con algunas corrientes formadas por amigos suyos que son agnósticos, es decir, ateos. Estos pecadores no creen en la existencia del alma ni en la vida después de la muerte, y solo valoran el día a día. El contrapaso en este caso es particularmente impactante: un paisaje de ataúdes (inspirado en una obra de Sandro Botticelli). Los pecadores están eternamente encerrados en un ataúd.
Además, hay una variante más sofisticada: como no creen en la vida eterna, están condenados a ver el futuro, pero no el presente. Un ejemplo es Guido Cavalcanti, quien no sabe si su hijo está vivo o muerto en ese momento. Otro personaje mencionado es el cardenal Octaviano.
Este canto es estructuralmente el más trabajado. Dante interactúa con los pecadores que le interesan, quienes lo identifican por diferentes razones. Por ejemplo, Cavalcante dei Cavalcanti y Farinata. Dante tiene un enfrentamiento verbal con Farinata, pero Cavalcante dei Cavalcanti interviene para detener la discusión. Farinata continúa la discusión, considerando que no está en el Infierno y trata a Dante con cierta altivez, ya que era un gran enemigo de su familia.
Farinata degli Uberti
Farinata fue uno de los principales líderes de un partido político. Murió antes de que Dante naciera, pero era muy conocido por ser el vencedor de la batalla de Montaperti, una de las principales derrotas de los gibelinos. Dante lo retrata como una persona altiva y arrogante. En el verso 52 aparece Cavalcante dei Cavalcanti.
Cavalcante dei Cavalcanti
Cavalcante es el padre de Guido Cavalcanti, a quien Dante llama «il mio primo amicco» (mi primer amigo). Ambos tenían fama de herejes. Cavalcante le pregunta a Dante por qué su hijo no está con él. En el verso 63, Dante le dice que Guido no lo acompaña porque despreció a Beatriz (convertida en el ideal de vida de Dante) y porque Virgilio lo guía hacia ella. Otros sugieren que se refiere a la religión, de la cual Guido tampoco era partidario. En el verso 66, Cavalcante pregunta: «¿Por qué hablas en pasado? ¿Es que ya no vive?». Dante se desconcierta y tarda en responder, por lo que el personaje regresa a la tumba.
Después de la batalla de Montaperti, fue Farinata quien dijo que no quería destruir Florencia, lo que le da a Dante una visión positiva de este personaje. Para tranquilizar a Cavalcante, Dante le pide a Farinata que le diga que su hijo aún vive. Dante ya sabe que Guido murió en agosto de 1300, pero como debe hablar en presente y la acción ocurre en abril, Guido aún estaba vivo en ese momento.
El Cancionero de Francesco Petrarca: Un Legado Poético
Poema 61: La Bendición del Amor
Este poema es la culminación de la galantería y el amor cortés hacia su amada. Petrarca bendice el momento del enamoramiento, el lugar, todos los poemas que ha escrito y su pensamiento, que pertenece únicamente a Laura. Es una entrega absoluta a una mujer. Presenta una nueva sintaxis, ya que los sonetos antiguos se dividían en dos bloques (8 y 6 versos), mientras que aquí se distinguen claramente dos cuartetos y dos tercetos. De este modo, Petrarca establece las bases del soneto moderno.
Poema 70: La Conciencia del Poeta
Este poema es interesante porque muestra a Petrarca consciente de su papel en la historia de la poesía. Admite que es la culminación de una tradición. El poema consta de cinco estrofas, cada una terminada con un verso que funciona como cita. El último verso de la primera estrofa pertenece al inventor de la sextina. El de la segunda es de Cavalcanti, representante del dolce stil novo. El de la tercera es de Dante. El de la cuarta es de Cino da Pistoia, otro stilnovista. El último es del propio Petrarca. Así, no solo incluye la tradición de poetas anteriores, sino que se incluye a sí mismo como punto culminante.
Poema 126: El Locus Amoenus
Esta es la recreación más famosa del tópico del locus amoenus después de Horacio. Para los poetas renacentistas, este poema de Petrarca se convirtió en el modelo de este tópico. Su métrica, estrofas de 13 versos, también se convirtió en un modelo a seguir.
Poema 134: El Soneto de los Opuestos
Este soneto se basa en la antítesis y las paradojas para definir el amor, una técnica utilizada desde la antigüedad, por ejemplo, por Catulo. Describe el estado del amor como una contradicción total.
Ciclo de Laura (Poemas 194-198)
Estos poemas giran en torno al nombre de Laura y su simbolismo. Es un ciclo discontinuo, con un salto extraño del poema 192 al 194, lo que sugiere que el autor quería introducir más poemas.
Parte II, «In Morte» (Poema 264 en adelante)
El poema 264 introduce la parte «In Morte» del Cancionero. Aunque Laura aún no había muerto, el tema principal no es ella, sino un tono de desengaño moral y meditación. Esta «canción del desengaño» fue escrita antes de la muerte de Laura, pero retocada 20 años después. A partir del poema 267, los poemas están dedicados a la muerte de Laura, hasta el penúltimo, que conforman 100 poemas. El último está dedicado a la Virgen.
Los primeros poemas «In Morte» se centran en la visión de la muerte de Laura, con temas metafísicos (brevedad del tiempo), filosóficos y morales. El poema 272 habla de la fugacidad de la vida en los cuartetos y lo aplica a su caso particular en los tercetos. En el 291 (CCXCI), Petrarca se compara con Titón, amante de la Aurora, quien puede reunirse con ella, mientras que él solo puede mirar al cielo para ver a Laura. En el 292 (CCXCII), los cuartetos describen a Laura y su transformación en polvo, utilizando tópicos clásicos. Los tercetos hablan de él mismo. En el 310 (CCCX), contrasta un mundo feliz con su tristeza, describiendo un locus amoenus en primavera con aves mitológicas (tórtola y ruiseñor) en los cuartetos, y un desierto en los tercetos.
Los Ensayos de Michel de Montaigne: Una Reflexión Personal
Prólogo «Al Lector»
Más que un prólogo, es un saludo al lector, una confesión personal en un tono de «tú a tú». Montaigne no busca el provecho del lector: «No me propongo ningún fin que no sea doméstico y privado». Es una justificación de la literatura de no ficción: «Ni el servicio a ti, ni mi gloria, no son capaces mis fuerzas de tales designios».
El límite es el respeto público. Montaigne aborda el concepto del «otro», que se hizo más presente en la cultura del siglo XVI con el descubrimiento de América. Utiliza la ironía: «Lector, yo mismo soy el tema de mi libro, lo cual no es razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo…». Sus opiniones no son dogmas literarios ni religiosos.
Capítulo X, Libro II: Los Libros
Montaigne parte de la distinción aristotélica entre historia (real) y poesía (ficción). Prefiere la historia y aclara que no es un libro de ciencias. Las citas que incorpora las hace de memoria, por lo que no son exactas, ya que para él la memoria era superior a la «nuestra».
Vemos una simultaneidad de la experiencia: «Este es mi límite: lo que yo sé, lo que yo soy, ahora». Se relaciona con el concepto de autoridad, pero solo cita cuando le sirve para incorporarlo a su discurso. Reconoce no ser maestro en el oficio: «Ensayo de mis facultades naturales y en absoluto de las adquiridas». No es un libro de ciencia porque se lo explica a sí mismo.
Se describe como «hombre de nula memoria», un tópico de modestia. Su prosa es muy medida. Su pretensión es llegar al punto que tienen sus conocimientos en ese momento: «Que no se fijen en la materia, sino en la forma que les doy». Busca un estilo propio. Incorpora citas de autoridad para expresar lo que él piensa y «no puede decir».
Valora las citas por su calidad, no por su cantidad. Reconoce su modestia y la importancia de la cultura clásica, pero actualizada por la vida. Utiliza la imagen del jardín/huerto y expresa su deseo de pasar el resto de su vida dulcemente. Ordena las ideas al azar: «Ordo fortuitos».
Prefiere a los clásicos (excepto a los griegos, que no entiende). Clasifica los libros en: simplemente amenos (como el Decamerón o Rabelais), novelas de caballerías (no le interesan) y Ovidio (no le gusta). Su criterio es la subjetividad. Respeta a Platón por su autoridad, pero le falta fuerza. Aprecia a Virgilio (especialmente las Geórgicas), Lucrecio, Catulo y Horacio. También menciona a Lucano y a Terencio.
Para el ensayo, prefiere a Plutarco (Moralia) y Séneca (Epístolas): «Busco libros que sirvan de la ciencia, no que la establezcan». Los historiadores son su debilidad, por ser amenos y fáciles.
En el capítulo 50 del libro I, «De Demócrito y Heráclito», vuelve a fijar su poética y habla de dos figuras de la antigüedad. Glosa el concepto de «juicio», el sentido de la opinión fundada.