Renovadores de la Novela Moderna: Joyce, Woolf, Proust y Mann

Los Grandes Renovadores de la Novela Moderna

Frente a la oposición radical al Realismo de la vanguardia, en la literatura anglosajona la transición hacia una novela moderna recoge dos elementos:

  1. La incorporación de los hallazgos presentes en algunos precursores.
  2. La asimilación de postulados vanguardistas.

En tanto que la revolución poética era firmada por E. Pound o T.S. Eliot, la nueva narrativa lleva los nombres de Joyce, Virginia Woolf o D.H. Lawrence. La crítica anglosajona declara una nueva era para el arte literario y comienza a hablar de «literatura modernista» (que no hay que confundir con el modernismo hispánico). En realidad, la novela modernista inglesa englobaría a los ingleses y a los norteamericanos de la Generación Perdida.

Virginia Woolf y el Círculo de Bloomsbury

Virginia Woolf fue el centro de un grupo de intelectuales progresistas y escépticos, el Círculo de Bloomsbury, que perseguía el placer estético y el conocimiento a través de la creación. El novelista y crítico E.M. Forster (autor de Una habitación con vistas) también formó parte de este círculo.

En la novela de Virginia Woolf se percibe una intensidad lírica aprehendida mediante la dispersión de elementos evocadores (paisajes, objetos, recuerdos, intervenciones de los personajes). Lo que queda no es la trama, sino el «halo luminoso». Todas las experiencias sensoriales se acumulan y determinan una percepción diferente, muy cercana a lo lírico. En sus mejores obras aparecen el monólogo interior y las corrientes de conciencia, así como la mixtura del pasado, presente y futuro.

La actividad narrativa en inglés fue intensa en aquellos años.

Otros autores destacados de la época incluyen:

  • D.H. Lawrence (El amante de Lady Chatterley)
  • George Orwell (1984, Rebelión en la granja)
  • J.R.R. Tolkien (El señor de los anillos)
  • C.S. Lewis (Las Crónicas de Narnia)

Marcel Proust y la Novela Psicológica

La novela psicológica ya había sido apuntada por los grandes maestros del siglo XIX: Stendhal, Zola y, sobre todo, Dostoievski habían trazado un camino de ineludible tránsito para los narradores de las primeras décadas del siglo XX, y solo los vanguardistas osaban apartarse, desafiantes, hacia sendas inexploradas. La irrupción de un novelista adinerado y un tanto enfermizo como Proust no fue, en principio, tomada muy en serio.

Marcel Proust estaba llamado a consagrar su vida a la redacción de una de las grandes obras de todos los tiempos: En busca del tiempo perdido. Su proyecto novelístico constaba de más de tres mil páginas. La trama gira en torno a un narrador que en el primer volumen ya plantea la alternativa de dos senderos, el de Germantes (la aristocracia) y el de Méséglise (la pasión amorosa). Fue asistido en su formación por un artista y por un músico, y el narrador se va desarrollando en un enorme monólogo interior en primera persona. Esta técnica le permite aportar multitud de elementos autobiográficos.

No es una novela centrada en la trama o en los personajes. La obra recrea un universo completo. Los mecanismos que utiliza para ello convierten su lectura en una tarea indudablemente ardua.

Las acciones se van presentando como los distintos elementos de una sinfonía para conformar una realidad literaria única. Tal vez sea el concepto de «evocación» el que mejor defina la obra.

Thomas Mann y la Reflexión en la Narración

Es evidente que Mann es uno de los grandes innovadores de la novela, si bien su propuesta no se centra en la experimentación lingüística como la de Joyce o Proust, sino en la incorporación de la reflexión a la narración. Thomas Mann, en efecto, rechaza un arte deshumanizado donde la expresión justifique la falta de compromiso con la realidad, incluida la realidad propia que soporta lo soñado y lo anhelado.

Así, desde su primera novela existe un análisis preciso del hombre (burgués) de su tiempo, en tensión con la sociedad y consigo mismo. Esa tensión llega también a Muerte en Venecia o Doctor Faustus, y descubrimos que se repite la reflexión por el papel del artista y la indagación en su compleja psicología, el eterno debate entre arte y vida. Parece que Mann busca un lugar para el artista burgués en esta nueva sociedad y seguramente lo encuentra cuando, tras haber conseguido el Nobel, condena públicamente el nazismo y comienza el exilio por diferentes países de Europa y América.

Entre sus grandes obras, La montaña mágica es la más destacable, tanto por la densidad de sus indagaciones filosóficas (tiempo, muerte, dolor, pasión, etc.) como por la pulcritud de su lenguaje. En ella se incorporan elementos simbólicos, adopta un punto de vista distante dejando la carga de la acción al diálogo y permitiendo frecuentes dardos irónicos del narrador. Puede considerarse una novela total: filosófica, psicológica, del tiempo…

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