El teatro en verso del siglo de oro espanol

7. El teatro anterior a 1939. Tendencias, autores y obras principales


El teatro del primer tercio del siglo se reparte en dos frentes: teatro que triunfa y teatro innovador.El teatro que triunfa está englobado dentro del teatro comercial y en él destacan tres tendencias: la comedia burguesa; el teatro modernista en verso o poético; y el teatro cómico. La comedia burguesa, costumbrista o benaventina se dirige a la burguesía, siendo una nueva forma de teatro realista, en el que se realiza una crónica dramática de pequeños vicios y virtudes, y en la que aparece una crítica superficial. El principal representante de la comedia burguesa fue Jacinto Benavente, cuyas obras se mantienen en la línea de la llamada “comedia de salón”, a excepción de su obra maestra: “Los intereses creados”, que encierra una descarada visión de los ideales burgueses. Este autor también intentó el drama rural, con “Señora ama” y “La Malquerida”, pero no acertó a encontrar un lenguaje rural y, a la vez, poético. Respecto al teatro modernista, diremos que este se caracterizó por: el antirrealismo; el cultivo del teatro en verso; el hecho de que fue resultado de la salvación y el rescate de mitos nacionales; el cultivo del teatro histórico; la presencia de ideología tradicionalista; y el hecho de que la acción se sitúa en tiempos remotos y en lugares lejanos y exóticos. Entre los autores dramáticos más destacados sobresalen: Marquina con “Las hijas del Cid”; los hermanos Machado con “La Lola se va a los puertos”; y Pemán con “El divino impaciente”. Por otro lado, con respecto al teatro cómico, diremos que su finalidad básica era el entretenimiento del público. En él, sobresalen dos géneros (la comedia costumbrista y el sainete) y los temas y ambientes que aparecen son castizos. Dentro de este teatro destacó el género llamado astracán, creado por Muñoz Seca y consistente en una comedia de acción disparatada. Los autores y obras más destacados fueron: los hermanos Álvarez Quintero (que llevan a escena una Andalucía tópica, con obras como “Las de Caín”); Carlos Arniches (que destacó por los sainetes de ambiente madrileño, como “El santo de la Isidra”, y por la tragedia grotesca, como “La señorita de Trevélez”); Pedro Muñoz Seca (que creó el astracán, género cómico de acción disparatada, destacando “La venganza de Don Mendo”); Enrique Jardiel Poncela (autor de “Amor se escribe sin hache”); y Alejandro Casona (autor de “La sirena varada”).Respecto al teatro innovador anterior a 1939, destacan obras de autores pertenecientes a tres corrientes: la generación del 98, el Novecentismo y la generación del 27. Las obras teatrales de la generación del 98 quisieron influir en la sociedad para intentar cambiarla, pero fracasaron (excepto Valle-Inclán) por hacer un teatro excesivamente filosófico. Los autores principales son: Unamuno, “Azorín” y Valle-Inclán. Unamuno plasmó en su teatro los conflictos humanos que le obsesionaban. El suyo es un retrato de ideas, con escasa acción dramática y un denso diálogo, destacando de él “Fedra” y “El otro”. “Azorín”, por su parte, hizo tardíamente un teatro alejado del realismo y basado en la palabra y en la desnudez escenográfica. Destacan temas como la felicidad, el tiempo y la muerte, y tienen una gran importancia los diálogos en sus obras, entre las que destacan “Angelita” y “Lo invisible”. Finalmente, de Valle-Inclán diremos que en su obra se diferencian varias etapas: teatro poético (destaca “El marqués de Bradomín”); teatro de ambiente rural y mítico (destaca “Divinas palabras”); farsas (sobresale “Tablado de marionetas para educación de príncipes”); esperpentos (el esperpento es la deformación grotesca de personajes, situaciones y ambientes, de modo que se destruya la realidad, transformando su imagen aparente). A través de este género, el autor critica incisivamente a la sociedad, destacando “Luces de bohemia” y “Martes de carnaval”. Por otro lado, en el Novecentismo, el teatro no tuvo gran importancia, ya que las obras que se realizaron eran vanguardistas, es decir, estaban hechas más para la lectura que para la representación. Como autores más representativos tenemos a Grau (con “El señor de Pigmalión”) y a Gómez de la Serna (con “La utopía” y “El laberinto”). Finalmente, respecto al teatro del 27, diremos que evolucionó desde un mayor vanguardismo a un acercamiento al público, convirtiéndose en el teatro del pueblo. Los autores más destacados son: Alberti (con “El hombre deshabitado” y “El adefesio”) y Lorca. La creación dramática de este último comenzó en su juventud, con influencias modernistas (destacan “El maleficio de la mariposa”, “Mariana Pineda” y “La zapatera prodigiosa”) y con obras de más carácter surrealista (como “Así que pasen cinco años” y “El público”). Las tres obras más destacadas del teatro lorquiano son: “Bodas de sangre” (alegoría de la fuerza de la pasión dominada por el destino), “Yerma” (tragedia de una mujer estéril cuya única ilusión en la vida es ser madre) y “La casa de Bernarda Alba” (presenta el choque entre el autoritarismo de Bernarda y el deseo de libertad de sus cinco hijas). Mantuvo la línea estilística y temática de su poesía, destacando estas características: temas como el amor, la libertad y la muerte; lenguaje lleno de metáforas e imágenes simbólicas; deseo de que el espectador se implique en su teatro; y presencia personajes femeninos como los más destacados en sus obras.

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