La Celestina
La Celestina, atribuida a Fernando de Rojas, es una obra fundamental del siglo XV que refleja la transición entre la Edad Media y el Renacimiento. En esta época, comienza a perderse la anonimidad característica de los autores medievales, como demuestra el hecho de que Rojas se identifica en el acróstico del prólogo en la segunda edición de la obra. Este contexto histórico-literario permite que la obra acoja valores propios del humanismo, como el análisis de las pasiones humanas, el individualismo y el cuestionamiento de la moral tradicional. Esto se observa en el comportamiento de personajes como Calisto, quien, impulsado por un amor obsesivo, recurre a medios cuestionables para conquistar a Melibea, mostrando una actitud que contrasta con los ideales medievales de amor cortés.
Género y Subgénero de La Celestina
El género al que pertenece La Celestina ha generado debates entre los críticos debido a sus características híbridas. Por un lado, se puede considerar una novela dialogada, debido a la extensión de la obra y al desarrollo de los personajes a través de sus palabras. Por otro lado, se le clasifica como comedia humanística, pues aborda temas universales como el amor, la codicia, el vitalismo y el hedonismo. Un ejemplo de esto es el diálogo entre Celestina y Sempronio en el acto III, donde la alcahueta, con su habilidad retórica, manipula a los personajes a través de promesas de riqueza y placer, reflejando el materialismo y la ausencia de valores trascendentales, característicos del humanismo renacentista.
En cuanto al subgénero, se puede justificar como un texto dialogado, ya que toda la acción avanza mediante las conversaciones entre los personajes. Un ejemplo claro ocurre en el acto I, cuando Calisto declara su amor por Melibea con la famosa frase: “En este aciago día he encontrado la razón de mi vivir”. Este tipo de expresiones resalta la intensidad de las pasiones humanas, uno de los ejes centrales de la obra, y muestra cómo el diálogo construye el desarrollo dramático.
El Tema del Amor en La Celestina
Por último, el tema del amor es central en la obra y se trata desde un enfoque realista y desengañado. A diferencia de los ideales platónicos, el amor en La Celestina está marcado por la obsesión y el deseo carnal, como se observa en las palabras de Calisto cuando afirma: “Melibea es el cielo donde mi alma quiere reposar”. Este ejemplo refuerza la idea de un amor terrenal y egoísta que termina desencadenando la tragedia final.
En conclusión, La Celestina es una obra compleja que fusiona elementos narrativos y dramáticos, con temas universales y enfoques innovadores para su época, lo que la convierte en un texto esencial para comprender la transición hacia el Renacimiento. Los ejemplos extraídos del texto justifican su riqueza y su capacidad para superar las barreras de género y subgénero, consolidándose como una obra maestra de la literatura española.
Mio Cid
El Cantar de Mio Cid es una de las obras más importantes de la literatura española medieval y forma parte de la épica castellana. Este poema fue compuesto entre finales del siglo XII y principios del XIII, publicado por un autor anónimo. Como es característico de los cantares de gesta, fue difundido oralmente por los juglares, quienes transmitían las hazañas de héroes legendarios a través de recitados en verso. El fragmento refleja varios temas propios de la época.
Temas en el Cantar de Mio Cid
En primer lugar, destaca el destierro y la pérdida de honor. El Cid, víctima de la injusticia del rey, enfrenta el rechazo de la sociedad. Esta situación también resalta otros temas claves como la fe y la resignación cristiana, ya que el Cid, ante la adversidad, no recurre al rencor sino a la oración y la esperanza en el apoyo divino. Por último, se evidencia la construcción del héroe épico, un modelo de virtud y dignidad que no se deja vencer, incluso en las situaciones más difíciles.
Características Medievales en el Cantar de Mio Cid
El texto también muestra características propias de la época medieval como la narración de hechos históricos con un toque de idealización y realismo, un protagonista heroico y virtuoso, y el uso del verso como medio de expresión. En este caso, se observa cómo el Cid, a pesar de las circunstancias adversas, mantiene la nobleza y el honor, consolidando su imagen como héroe ejemplar.
Género y Subgénero del Cantar de Mio Cid
El género de este texto es épico, y el subgénero es cantar de gesta. Este tipo de composición es una narración en verso que exalta las hazañas heroicas de personajes históricos o legendarios. En el caso del Cantar de Mio Cid, la obra relata los logros y adversidades de Rodrigo Díaz de Vivar. Se observan características típicas de la época castellana. Una de ellas es el narrador en tercera persona, quien relata las acciones desde una perspectiva externa: “Él, Campeador, entonces se dirigió a su posada”. Además, el texto combina un lenguaje sencillo y directo con recursos propios de la oralidad, como las repeticiones y fórmulas que facilitan la memorización por parte de los juglares. También es evidente el realismo épico, ya que los acontecimientos se enmarcan en un contexto histórico concreto, como el destierro por orden del rey.
El Buscón
Este texto pertenece a Francisco de Quevedo, en concreto a «El Buscón». Quevedo nació en 1580 en Madrid y murió en 1645 en Villanueva de los Infantes. Estudió en la Universidad de Alcalá de Henares. El movimiento literario es el Barroco, se presentan los temas del desengaño y la crítica social del siglo XVII. Podemos apreciar que en este texto usa metáforas como «más largo que un camello», el uso de hipérboles como «más por manco que por educación», los lugares que menciona como «la plaza», los verbos en pretérito perfecto como «agarró, tenía, habían, cayó» por las guerras y problemas económicos de la sociedad que no podían pagar sus impuestos y las complicaciones de la vida.
Género y Subgénero de El Buscón
El género es la prosa y el subgénero es la novela picaresca, con sus características como el relato itinerante y la narración autobiográfica. Este texto es narrativo ya que hay personajes como «el caballero, la verdulera y los protagonistas», nos indican los lugares como «la plaza», nos describen ciertas cosas. Los verbos en pretérito perfecto como «agarró, llegó», y la narración en primera persona del singular, completan el cuadro de esta obra.