La Poesía Modernista y sus Características
La poesía modernista, género que mejor se adecúa al talante modernista, de carácter renovador, se inspira en dos fuentes fundamentales: la modificación de características de la poesía romántica y la adaptación de las novedades de la poesía francesa, Parnasianismo y Simbolismo. Como consecuencia, el poeta se presenta como un ser perteneciente a la aristocracia del espíritu y adopta un estilo de vida bohemio. Debido a la concepción de la vida por parte del poeta, se prolongan en el Modernismo algunos temas del Romanticismo, como la línea escapista a lugares exóticos y exquisitos y épocas pasadas, y una línea íntima que les permite traducir el malestar del poeta con lo que le rodea.
Se desarrolla un estilo con el fin de conseguir la ansiada belleza mediante la musicalidad de los versos, una métrica innovadora con versos de arte mayor, irregulares y estrofas nuevas, un léxico muy rico para crear sonoridad y abundantes figuras retóricas como las aliteraciones y las sinestesias. Rubén Darío, con Prosas profanas, se convierte en el modelo de los poetas de esta época; también destaca Azul. Antonio Machado seguiría la estela de Darío en su primer libro, Soledades, o Juan Ramón Jiménez con Arias tristes. Las Sonatas de Valle-Inclán son cuatro y se caracterizan por una prosa modernista tendente al esteticismo y a la sensualidad, cuyos temas principales son el amor y la muerte.
La Novela en la Generación del 98
Los escritores de esta generación ven en la novela el cauce adecuado para sus propósitos. Se centraron en el tema de España, que abordan desde perspectivas muy diferentes: el paisaje de Castilla, la intrahistoria (vida de una persona anónima), el retorno a la literatura medieval y el tema existencial, que abarca la preocupación por los temas relacionados con el sentido de la vida. Debido a estos temas, el estilo narrativo que se desarrolló se caracterizó por la sencillez y la claridad, la presencia de un estilo personal por parte de cada autor, el alejamiento del realismo, el empeño de expresar las emociones por parte del autor, la visión de la realidad por parte del autor, la omnipresencia del autor mediante el narrador, un estilo sobrio, un léxico valorativo y la preferencia de relatos cortos.
Autores destacados:
- Miguel de Unamuno: Niebla, en la que refleja mejor las características temáticas y formales de sus «nivolas», como él las llamaba, y San Manuel Bueno, mártir, en la que trata el recurrente tema de la fe.
- Azorín: La voluntad, que viene a decirnos que España comenzaría a recuperarse con un ejercicio de voluntad colectivo.
- Pío Baroja: critica la sociedad a la que achaca una conducta hipócrita, injusta y aburguesada desde un pesimismo y escepticismo. Destacan El árbol de la ciencia y Zalacaín el aventurero.
- Valle-Inclán: El ruedo ibérico, trilogía de tema histórico.
El Novecentismo y la Influencia de Ortega y Gasset
El Novecentismo engloba a todos aquellos autores posteriores a la Generación del 98, los cuales tenían las mismas preocupaciones que sus predecesores, pero con un tono más intelectual y menos subjetivo. El principal género que se cultivó fue el ensayo. Se va a manifestar el liderazgo de Ortega y Gasset con su libro La deshumanización del arte, en el que propone un alejamiento de los temas humanos, un estilo artificioso con una propuesta elitista para minorías.
En cuanto al género novelístico:
- Gabriel Miró: El obispo leproso intenta despertar un mundo lleno de percepciones sensoriales, utilizando la acción solo para dar entrada al elemento descriptivo y a un estilo elaborado y lírico.
- Ramón Pérez de Ayala: con un estilo de gran elegancia, escribe una serie de novelas en las que aprovecha para añadir continuas digresiones sobre temas variados. Destaca su obra Trotteras y danzaderas.
- Ramón Gómez de la Serna: El torero Caracho y otras obras nos presentan un mundo irracional lleno de incoherencias con un estilo imaginativo y humorístico.
Es de consideración especial la influencia actual y posterior del modelo poético de Juan Ramón Jiménez, abriendo camino con su poesía pura en la que se aleja de los ropajes modernistas para buscar un tipo de poesía sencilla con la que nombrar la esencia de las cosas. Sobresale alguna obra como Diario de un poeta recién casado.
Las Vanguardias Literarias o «Ismos»
Las principales Vanguardias, también llamados “Ismos”, fueron: el Cubismo, el Expresionismo, el Surrealismo, el Futurismo y el Dadaísmo. Ramón Gómez de la Serna se encargará de difundir estas corrientes renovadoras, sobre todo a través de sus Greguerías (pequeñas composiciones poéticas a las que definió como «metáfora más humor») y a través de revistas y tertulias literarias.
- Creacionismo: corriente literaria que pretende dotar de importancia al poema en sí, eliminando cualquier atisbo de sentido o significado del mismo. Dentro de esta corriente, destaca el escritor chileno Vicente Huidobro. Como bien diría el escritor chileno, “cada autor es un pequeño dios”. Esta frase resume la filosofía de esta corriente, que afirma que la poesía debe seguir una corriente natural y no imitar otras realidades.
- Ultraísmo: no se ajusta a un tema ni a un mensaje determinado. Emplea constantemente la metáfora, aunque con un sentido irracional. Los poemas se escriben creando estructuras caligrámicas al estilo cubista, de tal manera que se componen mediante verso libre. Estos poemas, además, incluyen temas que reflejan el mundo moderno, comprendiendo temas sobre deportes, maquinaria y cine.
La Generación del 27: Tradición y Renovación
En el ámbito de la poesía, la Generación del 27 no rompió con el pasado, sino que realizó una integración entre elementos de la poesía moderna y contemporánea, siguiendo la poesía pura de Juan Ramón Jiménez o la de la experimentación con Gómez de la Serna, usando el verso libre en muchas de sus composiciones y escribiendo poesía intelectual como Pedro Salinas, gran poeta del amor (La voz a ti debida), Jorge Guillén, quien más se acerca a la poesía pura (Cántico, clamor y homenaje) y Vicente Aleixandre, con gran influencia surrealista (Espadas como labios). A la par, continuaron con la poesía tradicional, dada su admiración a los clásicos españoles como Garcilaso, Jorge Manrique, San Juan de la Cruz y el anteriormente mencionado Luis de Góngora. En especial, Federico García Lorca, quien ambienta sus obras en Andalucía con personajes siempre en conflicto (Romancero Gitano), y Rafael Alberti, de corte neopopular (Marinero en tierra), entusiastas de la lírica popular y de cancionero. Bécquer y Rubén Darío influyeron también en Luis Cernuda, de gran influencia romántica (Donde habite el olvido). También emplearon formas métricas clásicas como sonetos, romances, décimas, etc., y el empleo de poesía popular que marcó las obras de Federico García Lorca, Rafael Alberti y Gerardo Diego (Versos humanos). Salinas, apasionante poeta amoroso, Guillén, que se acerca a la poesía pura, y Aleixandre, que tiende al surrealismo, desarrollarán una poesía de corte más culto. La alianza de estas dos vertientes –tradicional y renovadora– logra en la generación un admirable equilibrio que los definirá.
Etapas de la Poesía del 27
- Poesía pura: tenía el objetivo de desencadenar emociones intelectuales como artefacto de precisión, rechazando temas humanos, siguiendo el magisterio de Juan Ramón y Góngora. El resultado será una forma cuidada y con el amor y la muerte como temas.
- Surrealismo y rehumanización: tenía el objetivo de criticar el mundo exterior, interesándose de nuevo por los conflictos humanos. Esta etapa estará caracterizada por la influencia del surrealismo.
- Guerra Civil y exilio: periodo de gran afectación a la Generación, donde Lorca o Miguel Hernández (El rayo que no cesa) morirán y el resto se exiliará, manteniéndose solo en España Gerardo Diego, Dámaso Alonso (El viento y el verso) y Vicente Aleixandre, quienes tendrán un papel decisivo en la posterior poesía de posguerra. Esta poesía se diversificará según los autores y sus circunstancias.
El Teatro a Principios del Siglo XX
1. El teatro a principios del siglo XX: destacamos la comedia benaventina. Tras el fracaso de El nido ajeno, en la que hace una crítica a las costumbres de la época, Jacinto Benavente opta por hacer obras en las cuales plantea problemas poco conflictivos, adaptándose a los gustos del público. Su obra incluye comedias burguesas y dramas rurales. Sus obras principales son La malquerida y Los intereses creados.
2. Paralelamente, nos encontramos con la comedia costumbrista, marcada por los sainetes, composiciones de tema humorístico y popular. Encontramos a Carlos Arniches con El Santo de la Isidra, en la que podremos encontrar los personajes más castizos del Madrid de la época, y los hermanos Quintero con Malvaloca, que describe los tópicos de Andalucía. El mismo Arniches va a crear la tragedia grotesca, que describe con cierto aire crítico la sociedad en la que se nos presentan personajes caricaturescos y trágicos a la vez. Destaca La señorita de Trévelez. Igualmente, Muñoz Seca impulsa la astracanada, mezcla de género chico y vodevil. Su obra más conocida es La venganza de don Mendo.
3. También el teatro poético, escrito en verso e influido por el Modernismo y con las mismas características ornamentales y de cierto conservadurismo temático, donde destacaron los hermanos Machado, con La Lola se va a los puertos, o Eduardo Marquina con En Flandes se ha puesto el sol.
La Generación del 98 y la Renovación Teatral
4. La Generación del 98 llevó a cabo una serie de intentos renovadores, como por ejemplo Unamuno con Fedra, Azorín con Lo invisible y, sobre todo, Jacinto Grau con El señor de Pigmalión.
Pero será Valle-Inclán quien destaque en este periodo. Se dice de él que supo ver más allá de su tiempo debido a la originalidad de sus obras, a sus temas y estética diferentes, a sus planteamientos radicales, y a la riqueza y expresividad de su lenguaje. Al inicio de su obra teatral, Valle-Inclán entra dentro de la corriente modernista decadente. A su vez, Valle inicia el ciclo místico con las Comedias Bárbaras. En estas obras aparecen personajes gobernados por instintos tremendamente fuertes, en un clima de supersticiones donde los episodios truculentos, cambios de escenario y de personajes se suceden sin parar. Este ciclo culmina con la obra Divinas palabras, donde Valle trata los temas de la avaricia y la lujuria. Simultáneamente, Valle escribe las farsas, donde utiliza lo grotesco y la caricatura para ridiculizar a los personajes. Alrededor de 1920, Valle desarrolla el esperpento, un género propio basado en la deformación de personajes y valores, con el que denuncia diversos aspectos de la sociedad. Los personajes de este género son grotescos, semejantes a marionetas. Usa frecuentemente los contrastes (lo cómico contrapuesto a lo trágico) y una gran riqueza del lenguaje, que se aprecia en los distintos registros. Las obras esperpénticas son la trilogía Martes de Carnaval y Luces de Bohemia, considerada su obra maestra. Está caracterizada por el gran número de personajes, por sus escenas grotescas y por la crítica que se realiza a la España del momento.
5. En cuanto al teatro de la Generación del 27, se produce un acercamiento del teatro al pueblo y se crearon compañías teatrales como “La Barraca”, que pretendieron dar una educación teatral al público.
Los autores más importantes son Alejandro Casona, con su obra La dama del Alba, donde se mezcla realidad y fantasía, y Max Aub, que tiene una valiosa producción teatral, como San Juan.
La Novela en la Posguerra: Existencialismo y Realismo Social
Novela Existencialista de los Años Cuarenta
Durante los años cuarenta, España se caracteriza por la represión política, el aislamiento internacional y la precariedad económica. Se publican novelas triunfalistas (relatan el conflicto desde la perspectiva de los vencedores) y novelas de evasión (asuntos sentimentales), aunque en esta época destacan las novelas de corte existencialista en las que se describe una realidad crítica y dolorida de España. Dos novelas clave son: La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, iniciando el tremendismo (se destacan los aspectos más crudos de la realidad), y Nada, novela más existencialista escrita por Carmen Laforet.
Novela Social de los Años Cincuenta
A principios de los años cincuenta, surge en España la Generación del medio siglo, cuyos miembros pretenden denunciar la situación social con el objetivo de que la gente tome conciencia de las injusticias y desigualdades, y que contribuya a su erradicación. Son años en los que se inicia en España una apertura exterior y un mayor desarrollo económico. Esta novela social opta por el objetivismo, mediante el uso de un narrador oculto, un diálogo que refleja el habla coloquial, un protagonista colectivo (normalmente un grupo social) y un espacio y tiempo que se encuentran concentrados en la novela. La obra característica de esta época es La Colmena, de Camilo José Cela. En ella introduce innovaciones como la ausencia de un final preciso y la técnica caleidoscópica, en la que la novela se encuentra dividida en secuencias o fragmentos autónomos. También podemos destacar obras como Los santos inocentes o El camino, de Miguel Delibes, quien retrata como nadie el mundo rural con su característico estilo sobrio y sencillo, y El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, en la que se introduce una técnica radiofónica, que consiste en reproducir conversaciones como si se hubiesen instalado una serie de cámaras en la novela. Sobresalen otros autores como Juan Goytisolo, con Juegos de manos, o Ignacio Aldecoa, con El fulgor y la sangre; Carmen Laforet, con Entre visillos; Ana María Matute, con Los hijos de Abel, etc. Todos ellos reflejan diferentes aspectos de la sociedad de su tiempo.
La Novela de los Años Sesenta y Setenta: Innovación y Transición
En los años sesenta, la sociedad española experimenta una importante transformación debido a la industrialización, al turismo y a la suavización de la censura, lo cual provocará una apertura a la influencia exterior, surgiendo así la novela estructural, cuyo objetivo es el de indagar en la personalidad del individuo a través de su conciencia y su contexto social. La novela también se moderniza y deja entrar las grandes aportaciones de novelistas extranjeros, que se caracterizan principalmente por la innovación narrativa por medio del uso del narrador cambiante, la secuencia cronológica, el juego con la división del relato, la menor importancia del contenido, los personajes conflictivos y la inserción de collages.
La obra más característica de estos años fue Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos, con un contenido social, pero, a su vez, con carácter innovador mediante la revisión intelectual de la realidad y la renovación de las técnicas narrativas. Otros autores significativos continuadores de esta línea renovadora son, primeramente, Camilo José Cela, con su obra San Camilo; Miguel Delibes, con obras como Cinco horas con Mario, que destaca por la técnica del monólogo; seguido de Gonzalo Torrente Ballester, con Los gozos y las sombras; Carmen Martín Gaite, con Retahílas; a su vez, Juan Goytisolo, con la publicación de Señas de identidad; al igual que Juan Benet, con su obra Volverás a Región; y, finalmente, Juan Marsé, con Últimas tardes con Teresa.
El Teatro Durante la Dictadura y la Transición
El Teatro en los Años 40
El teatro de este periodo representa una realidad falsificada; formalmente es anticuado. En la creación dramática encontramos dos líneas:
- El drama burgués: es una continuación de la comedia benaventina. Joaquín Calvo Sotelo y Benavente son sus representantes. Son obras de correcta construcción y elegantes diálogos.
- El teatro de humor: Jardiel Poncela, con Eloísa está debajo de un almendro y Maribel y la extraña familia, trata de romper las formas tradicionales del humor. Sin embargo, sus obras chocaron con una crítica y un público cerrados. Miguel Mihura, con Tres sombreros de copa, se caracteriza por la utilización de un humor absurdo.
El Teatro Realista de Protesta y Denuncia
La década de los 50 comienza con tres importantes obras: Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo; Escuadra hacia la muerte, de Alfonso Sastre; o La camisa, de Lauro Olmo. Lo que nos quiere transmitir este tipo de teatro es un existencialismo que más tarde deriva en la preocupación social. Sus temas tratan de los problemas de obreros y gente humilde, mostrándonos así las desigualdades sociales. Muchas obras no llegaron al escenario, esto se llama teatro soterrado. Destaca el realismo: la escena imita espacios cotidianos con rasgos costumbristas.
Buero Vallejo: sus obras están marcadas por temas humanos, ya sean de carácter existencial o real.
- Su género preferido es la tragedia. Con ella pretende la catarsis del espectador: para conmoverle y animarle a luchar hacia su destino.
- El diálogo: el lenguaje se caracteriza por su densidad, hondura y precisión.
- El espacio donde se realiza la obra está descrito con minuciosidad, porque los objetos, su disposición y el ambiente adquieren una significación concreta.
- Entre sus obras destaca El concierto de San Ovidio.
El Teatro desde los Años 60 hasta la Actualidad
En la época de los 60 surge un movimiento de renovación caracterizado por un acercamiento a las corrientes renovadoras, como el teatro épico de Bertolt Brecht. Tras el final de la dictadura, el teatro experimentó una crisis, pero los apoyos institucionales han garantizado la supervivencia del teatro.
Nuevas Formas de Expresión Dramática
Surgen los grupos de teatro independiente, cuya actividad se desarrolla al margen de los circuitos culturales establecidos. Los grupos más destacados fueron: Els Joglars, Los Goliardos y el Teatro Experimental Independiente.
Características generales:
- Todo el grupo aporta ideas, empleo de improvisación.
- Expresión corporal, danza, música, etc.
- Enfoques críticos no solo dedicados a lo político y social.
- Traslado del escenario al patio de butacas y buscando la participación del espectador.
En este periodo podemos hablar de un teatro soterrado porque no siempre se podía representar:
- Francisco Nieva, con La carroza de plomo candente, caracterizado por el empleo del simbolismo, los elementos oníricos, etc.
- Fernando Arrabal, con El cementerio de automóviles. Teatro pánico, provocador y rebelde, recoge elementos del vanguardismo y del teatro absurdo.
Teatro desde 1975
Formado por autores consagrados. En esta época se podría hacer un teatro en libertad, pero el público no asimila los cambios, abandona los teatros y rechaza los montajes vanguardistas que se hacen de Lorca, Valle y Alberti.
Autores destacados:
- Antonio Gala, con Anillos para una dama. Sus protagonistas son mujeres y tratan de temas como el amor, la soledad, etc.
- José Luis Alonso de Santos, con La estanquera de Vallecas y Bajarse al moro, donde se aprecian aspectos de la sociedad actual.
- Fernando Fernán Gómez, con Las bicicletas son para el verano, también muy realista.
- José Luis Sanchis Sinisterra, con ¡Ay, Carmela!, en la que se reflexiona sobre aspectos del propio teatro.
La Poesía Española desde la Posguerra hasta la Actualidad
Década de los Cuarenta
Se caracteriza principalmente por una negativa situación, tanto a nivel nacional, con una dura posguerra, como internacional, con la Segunda Guerra Mundial. En esta década se produce un aislamiento internacional y una división nacional que se traduce a su vez en una división de la cultura en dos: una poesía arraigada, de aquellos poetas afines al franquismo que evitan en sus poemas cualquier crítica o visión negativa, en la que destacan Leopoldo Panero y Luis Rosales; y una poesía desarraigada, de aquellos que marcharon al exilio y claramente influida por el existencialismo filosófico, abogando por una poesía más directa, menos retórica y más comprometida con el ser humano. Destacamos así a autores como Miguel Hernández, con obras como El rayo que no cesa, Viento del pueblo (de estilo popular) y su libro póstumo Cancionero y romancero de ausencias (sobre la cárcel y la angustia por el destino de su familia). Otros autores de gran importancia, los cuales sobresalen por su ruptura temática y formal y una gran presencia del existencialismo, son Vicente Aleixandre, con Sombra del paraíso, en la que el autor manifiesta su dolor ante el alejamiento del humano de la naturaleza, y Dámaso Alonso, con Hijos de la ira, donde el autor vuelca todo el dolor de aquella época.
Década de los Cincuenta
Durante los años cincuenta se inició una cierta apertura al exterior y un desarrollo económico que mejoró las condiciones de vida, que se vio reflejado en el auge de la poesía social, la cual pretende mostrar la verdadera realidad del ser humano y del país, denunciando las injusticias y usándola como un instrumento para transformar el mundo. Se pasa así del «yo» al «nosotros». Como tema principal destaca la preocupación por España y el recuerdo y la superación de la Guerra Civil, dirigiéndose así a la “inmensa mayoría” con un lenguaje directo y coloquial. Destacamos a poetas como Blas de Otero, con Pido la paz y la palabra; José Hierro, que escribe Cuanto sé de mí; y Gabriel Celaya, con su obra Cantos iberos.
Década de los 60
La más dura etapa de la posguerra consiguió trazar profundas amistades entre los considerados “los niños de la guerra”, destacando entre ellos a Claudio Rodríguez, con Salmos al viento; Ángel González, con Palabra sobre palabra; Jaime Gil de Biedma, con Compañeros de viaje. Los poetas sociales fueron una gran influencia para los libros de estos autores, y se comenzó a ver a Machado como un modelo político y estético. Durante estos años, la poesía pretendió mostrar a la sociedad un punto de vista más personal para dar a conocer la realidad de la sociedad. Los temas se inclinaron hacia la experiencia personal y los aspectos cotidianos del día a día, al mismo tiempo que desaparece la exaltación del lenguaje, intentando sumir a los lectores en una versión de la poesía más íntima y acogedora. Vuelve a haber, sin embargo, una preocupación artística del lenguaje poético.
Democracia (1970-2000)
Por último, la década de los 70 en España se vive desde la perspectiva del agotamiento de la dictadura y la preparación de la transición (1975), por lo que hace que sea de gran influencia la literatura extranjera, al producirse un mayor aperturismo político y social.
En el ámbito literario, destaca la generación de los Novísimos, que supone un gran cambio con respecto a la poesía anterior, cuyos poetas, que se conciben a sí mismos como aristócratas e intelectuales, cuyas manifestaciones principales se transmiten por medio de la poesía, entendida como una exhibición cultural y recogida en antologías, influidas temáticamente por los medios de comunicación y la poesía extranjera, así como por los experimentos vanguardistas (escritura automática, collage) y por el Modernismo, en el que sobresale el ritmo del lenguaje y el léxico culto. Sobresaldrían poetas como Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero, Ana María Moix y José María Álvarez. Se produce una gran diversificación de tendencias y corrientes: culturista, con Antonio Colinas; clasicista, destacando a Antonio Carvajal; experimental, con Fernando Millán; metapoética, con Guillermo Carnero; intimista, con Álvaro Salvador; épica, con Julio Llamazares, etc.
La Narrativa desde 1975 hasta la Actualidad
La muerte de Franco en 1975, desde el punto de vista político, es trascendental, ya que supone el fin de la dictadura, el inicio de la transición, el restablecimiento de las relaciones con nuestros vecinos de Europa y, en definitiva, la normalidad democrática. Sin embargo, desde el punto de vista de la narrativa, es más cuestionable que suponga un verdadero punto de inflexión. Desde luego, se escribe con más libertad, sin censura ni autocensura, pero las expectativas de una explosión de talento oculto tras la opresión franquista quedan frustradas. Un fenómeno importante son los innumerables premios literarios, que contribuyen a animar el panorama creativo. Si se quieren buscar algunos rasgos comunes a la rica y heterogénea variedad de las novelas de esta época, hay que mencionar, en primer lugar, un progresivo abandono del furor experimental de los 70 y una recuperación de la narratividad, del gusto por los argumentos nítidos, los personajes coherentes, la anécdota, la obra bien construida. También se revaloriza la novela de género, con auténtico auge de la novela negra y la histórica. En todo caso, se mezclan con libertad todos los subgéneros: novela rosa, ciencia ficción, humor, etc., sin perder de vista muchos de los hallazgos de la novela experimental anterior, con abundante uso de la introspección y el flujo de conciencia. La Guerra Civil, la posguerra o el mundo rural siguen siendo temas frecuentados, pero la vida moderna, la ciudad o incluso la tecnología, la música rock o las drogas se incorporan con naturalidad a los argumentos. Todavía en este periodo, la figura de los grandes novelistas surgidos en los años 40 sigue siendo hegemónica. Camilo José Cela escribe obras importantes como Mazurca para dos muertos. Gonzalo Torrente Ballester, autor prolífico y de éxito, con títulos como Filomeno, a mi pesar. Por su lado, los autores de la generación del medio siglo, neorrealistas o realistas sociales, que en los setenta siguieron la senda de la experimentación, siguen publicando con regularidad y, en algunos casos, novelas de altísima calidad. Así, por ejemplo, Jesús Fernández Santos (Extramuros), Juan Goytisolo (Paisaje después de la batalla) o Juan Marsé (El embrujo de Shanghái). También los autores de la denominada generación del 68, que nacieron literariamente en pleno auge experimental, van a decantarse por una narrativa más tradicional sin abandonar la autoexigencia, con novelas de mucha calidad. Es el caso de Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del Sur). Pero se puede hablar de un grupo nutrido de autores que empiezan a publicar sus primeros libros importantes tras la muerte del dictador y que están ahora en plena madurez literaria.
Por importancia y por ser, según la crítica, responsable en cierta medida de esa vuelta a la narratividad, hay que citar en primer lugar a Eduardo Mendoza. En 1975 publica La verdad sobre el caso Savolta, una novela histórica y a la vez policíaca que aprovecha técnicas experimentales y las pone al servicio de la intriga y la acción. Gran respeto por parte de la crítica ha adquirido Javier Marías, con obras como Mañana en la batalla piensa en mí, de prosa densa y parsimonia narrativa. También asiduo de la introspección y del monólogo interior, aunque con más tendencia a la intriga policíaca, es Antonio Muñoz Molina, autor de títulos como El invierno en Lisboa. Otro autor de prestigio por la originalidad de su mirada es Juan José Millás, con obras como La soledad era esto. Y son muchos los autores importantes que podemos apenas mencionar, como Julio Llamazares, Rosa Regàs, Luis Landero o Almudena Grandes, etc. Para terminar, hay que hacer alusión a una generación de autores más jóvenes, sobre cuya valía la crítica está muy lejos de ser unánime y a los que el tiempo permitirá juzgar con más perspectiva. Cultivan, en general, una prosa ágil con mucho diálogo y un lenguaje desenfadado que pretende retratar a una generación para la que el rock, las drogas o el sexo están en el centro de sus preocupaciones. Hablamos de autores como José Ángel Mañas (Historias del Kronen) o Lucía Etxebarría (Beatriz y los cuerpos celestes).