Características del Drama Romántico y la Prosa Ensayística en la Literatura Española

Características del Drama Romántico: Ángel Saavedra (Duque de Rivas) y José Zorrilla

Con el triunfo del Romanticismo en los años 30 del siglo XIX, los dramas románticos conocen un éxito rapidísimo que seguirá produciéndose hasta más allá de mediados de siglo. El tema principal de los dramas románticos es el amor, un amor absoluto e ideal que está por encima de las convenciones sociales. La imposibilidad de alcanzar un amor puro y perfecto en un mundo hostil hace que los finales sean frecuentemente trágicos.

Los personajes no cambian y carecen de evolución psicológica. Estos héroes suelen tener un origen desconocido y misterioso, o bien ocultan su personalidad, y están poseídos por una pasión absoluta; su ánimo oscila desde la felicidad a la desesperación. Tienen dos grandes aspiraciones: el amor a la libertad y el amor a la mujer. Las heroínas, siempre bellas física y espiritualmente, representan el amor.

Formalmente, el drama romántico comparte muchos rasgos con el teatro barroco, aunque con distinta función. Así, mezclan la tragedia y la comedia, pero no para imitar la naturaleza como en el barroco, sino para realzar los contrastes entre los ideales y la realidad. No se respeta la regla de las tres unidades y se mezcla el verso y la prosa, aunque a la larga se impone el verso con polimetría, pero ya no existe una adecuación entre el contenido y el tipo de metros y estrofas (el decoro poético barroco).

Otros rasgos del drama romántico son:

  • El número de actos varía de tres a cinco. A veces se les ponía título.
  • La escenografía adquiere gran importancia y sirve para dar al teatro carácter de espectáculo; se suele poner en relación con el modo de ser de los protagonistas.
  • En el desarrollo del argumento es fundamental la intriga, con el fin de conmover o emocionar al público con los elementos melodramáticos que se incluyen.
  • No pretende educar ni aleccionar.
  • Se introducen pasajes líricos, sobre todo en las escenas amorosas, y no se respeta la regla clásica de no mezclar los géneros.
  • Se subraya el carácter inexorable del paso del tiempo, que se pone en relación con el destino fatal que siempre persigue al héroe romántico.
  • Se expresan los anhelos de una sociedad más justa: defensa de la libertad y del derecho a la rebelión frente a los tiranos y malos gobernantes, reivindicación de la felicidad íntima de los individuos frente a los códigos morales establecidos, preocupación por los problemas sociales contemporáneos…

El triunfo del drama romántico se produce en 1834, cuando se representan La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa y Macías de Larra. En 1835 se representa Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas, y El Trovador de García Gutiérrez es la obra más representada en 1836. La consagración del teatro romántico tiene lugar en 1837, año en el que se representan muchas obras, como Los amantes de Teruel de Hartzenbusch. En los años 40, el dramaturgo que domina la escena es Zorrilla.

Don Álvaro o la fuerza del sino de Ángel Saavedra, Duque de Rivas, es el mejor drama romántico español. Don Álvaro encarna al héroe romántico prototípico (ansias de un amor imposible en un mundo hostil) en quien se ceba el destino de modo tan cruel que toda una serie de sucesos trágicos lo persiguen hasta el final. El destino cumple un papel esencial desde el mismo comienzo de la acción: se superpone a la voluntad y a la acción de los personajes, quienes, arrastrados por él, verán frustrados todos sus anhelos.

José Zorrilla es el dramaturgo romántico de más éxito. Escribió una treintena de obras, casi todas en verso y de carácter histórico. Destaca por su habilidad en el planteamiento de los conflictos y en el mantenimiento del interés de las historias dramatizadas, pero los desenlaces son demasiado improvisados y sus dramas, superficiales. Estimaba poco su teatro, del que salva dos obras: El zapatero y el rey y Traidor, inconfeso y mártir. Su obra más destacada es Don Juan Tenorio: desarrolló el mito de don Juan, pero ahora se produce una transformación en el personaje del libertino, que finalmente es redimido de su vida escandalosa gracias al amor angelical de doña Inés (en El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, don Juan Tenorio moría condenado). Así, el dramaturgo da satisfacción a la moral tradicional. Esta es la visión del Romanticismo conservador del personaje mítico del burlador. Las escenas finales del Tenorio acumulan cantidad de elementos melodramáticos y efectistas para conmover y asombrar al espectador.

Características de la Prosa Ensayística: José Cadalso y Jovellanos

El género literario en prosa preferido por los escritores de la Ilustración fue el ensayo, disertación escrita de intención didáctica muy variable en temas y estilo. Con ellos se pretendía defender nuevas ideas y actitudes propias del Siglo de las Luces. Los más destacados fueron:

  • Fray Benito Jerónimo Feijoo: ilustrado y defensor de las nuevas ideas. Recogió sus reflexiones en Teatro crítico universal y Cartas eruditas, donde ataca las supersticiones y opiniones infundadas.
  • Ignacio Luzán, autor de la Poética, donde establece los preceptos a que deben ajustarse las obras ilustradas.
  • José Cadalso: como poeta, es autor de composiciones neoclásicas (odas pastorales…). Los modelos de este son los clásicos grecolatinos, poetas españoles del siglo XVI, y Quevedo y Góngora para sus poemas satíricos. Publicó estos poemas con el título de Ocios para mi juventud. La importancia de Cadalso como poeta radica en ser impulsor del gusto poético rococó y en la influencia que ejerció sobre Meléndez Valdés.

Es en la prosa ensayística donde más destacó, con obras como:

  • Los eruditos a la violeta (1772): sátira de la educación superficial y de los individuos que aparentan tener vastos conocimientos cuando en realidad son unos ignorantes. Cadalso satiriza aquí un mundo social caracterizado por la frivolidad.
  • Noches lúgubres (¿1772?): obra dialogada, dividida en tres partes, en las que el protagonista, enloquecido por la muerte de su amada, intenta desenterrar su cadáver para morir junto a él pegándole fuego a su casa. En los parlamentos del protagonista se incluyen extensas reflexiones de carácter filosófico que muestran su delicadeza y sensibilidad. Este tipo de obras, con abundancia de sepulcros, ambientación nocturna y tono melancólico, era común en la literatura europea. Las quejas lastimeras, el uso de una prosa poética que busca crear un clima emotivo y la sensibilidad subjetiva marcan el tránsito del sentimentalismo neoclásico al primer Romanticismo.
  • Cartas marruecas (1774): obra cumbre, sigue el modelo epistolar de la época a imitación de las Cartas persas de Montesquieu, en la que ofrece una visión crítica de la época y del país con los ojos de un extranjero, cuya condición foránea permite hacerlo de forma apasionada. La innovación consiste en que las cartas se entrecruzan entre dos marroquíes y un español, Nuño, lo que hace posible contrastar opiniones diversas sobre los asuntos que tratan. Esta obra contiene en su interior tres puntos de vista, tres narradores, tres personajes, tres historias personales y tres lectores.

La crítica se centra en tipos sociales y costumbres varias: la nobleza inútil y parasitaria, el excesivo número de religiosos, el menosprecio de la ciencia y el conocimiento, así como del comercio y la industria.

Para mejorar el país, se proponen reformas ilustradas: tolerancia, moderación, justo medio, formación de buenos ciudadanos… También se observa cierto sentimiento de fracaso y una actitud vital que nos ponen en contacto con un escritor desengañado. Conviven en Cadalso los ideales ilustrados con cierta añoranza de un pasado glorioso que no volverá. El ideal estilístico de la prosa de Cadalso es la sobriedad y contención. Pretende alejarse de la retórica barroca y afirmar la utilización de una lengua más llana y sencilla.

  • Gaspar Melchor de Jovellanos (1774-1811): personaje que mejor representa la Ilustración española. Desde joven realizó una intensa actividad intelectual y política. Godoy le nombró en 1797 ministro de Justicia, pero la oposición de los sectores tradicionalistas le hizo volver a su ciudad natal, Gijón, donde fue detenido. Quedó en libertad con la invasión napoleónica de 1808, pero no aceptó formar parte del gobierno de José I y prefirió formar parte de la Junta Central, gobierno provisional que dirigía la lucha contra los franceses.

La producción escrita de Jovellanos es muy amplia, aunque estrictamente literaria y escasa. Compuso algunos poemas y dos piezas teatrales (Pelayo, una tragedia, y El delincuente honrado, una comedia sentimental). Pero donde Jovellanos destaca es en sus textos en prosa, donde aborda los problemas más importantes del país y expone sus ideales de reforma para resolverlos. Entre estas obras didácticas destacan:

  • Memorias sobre espectáculos y diversiones públicas: manifiesta su idea de que los espectáculos estén incluidos en los planes ilustrados; critica los espectáculos sangrientos; defiende la libertad en bailes y fiestas populares y postula un tipo de teatro que siga las normas neoclásicas.
  • Informe sobre la Ley Agraria: analiza las causas del fracaso de la agricultura española y propone remedios para modernizarla.
  • Memoria sobre educación pública: obra representativa de su permanente preocupación pedagógica. Para Jovellanos, la educación es la base de la prosperidad de la nación, por lo que había que promover las ciencias útiles y acabar con la rutina escolástica. Insiste en impulsar los métodos experimentales y da mucha importancia a la realización de prácticas en algunas asignaturas. Defiende que la enseñanza sea impartida en castellano y no en latín, y considera necesario que los alumnos aprendan otras lenguas modernas. Añade propuestas complementarias, como que los alumnos realicen lecturas complementarias. Puede entenderse que Jovellanos es un pedagogo moderno.

El Teatro en el Siglo XVIII: Del Posbarroco a la Comedia Neoclásica

Durante el siglo XVIII perdura el teatro posbarroco. El estilo y los personajes son estereotipados, y se acentúa y exagera la aparatosidad escénica. Este tuvo que combatir con el barroco, preferido por el público. Se prohibió la representación de autos sacramentales y comedias de santos y magia. Aun así, los ayuntamientos se oponían porque el teatro barroco tenía el favor popular. Sin embargo, las obras ilustradas ocuparon las carteleras teatrales, aunque los géneros dramáticos aceptados fueron el sainete y la comedia sentimental.

El sainete era una pieza teatral breve de carácter cómico que se representaba en los entreactos de obras mayores, lo que hacía más difícil alcanzar el propósito didáctico de la obra principal. Destaca Ramón de la Cruz, que refleja en sus obras la vida popular madrileña y las costumbres de la clase media. La comedia sentimental es un género de origen francés, también llamada comedia lacrimosa. Incorpora un nuevo lenguaje y da protagonismo a personajes de baja clase social. Destaca El delincuente honrado de Jovellanos.

Los ilustrados pretendían crear una tragedia, pero no triunfaron porque no contaron con el favor del público, como Raquel de García de la Huerta. La comedia neoclásica no triunfó hasta tarde, por lo que se la llama comedia moratiniana. En la comedia neoclásica destacan Tomás de Iriarte y Leandro Fernández de Moratín.

Leandro Fernández de Moratín tuvo su mayor fortuna durante el ascenso político de Godoy. Se puso del lado de los nuevos gobernantes y fue nombrado bibliotecario, aunque estuvo a punto de ser fusilado por la derrota de los afrancesados. Además de dramaturgo, fue poeta y prosista. Compuso poemas satíricos, y sus composiciones se caracterizan por el gusto clásico, el equilibrio, la contención expresiva y el cuidado formal; emplea el endecasílabo blanco.

Destaca con El viejo y la niña, El barón, El sí de las niñas (crítica a los matrimonios concertados), La comedia nueva y La mojigata, que critica la hipocresía. Moratín apunta a problemas básicos de la España ilustrada: la cuestión de la reforma del teatro en La comedia nueva o la educación antiilustrada de los jóvenes en La mojigata. El didactismo es uno de sus rasgos fundamentales, además de la verosimilitud, el verso breve, la adecuación entre realidad y deseo, y el deseo de hacer verosímiles personajes y argumentos.

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