La Narrativa Hispanoamericana en la Primera Mitad del Siglo XX
Hasta finales del siglo XIX, la literatura hispanoamericana sigue los pasos de la española. A finales del siglo XIX, sin embargo, los poetas hispanoamericanos inician el Modernismo, que será exportado a España por Rubén Darío.
A comienzos del siglo XX, la narrativa tiene rasgos modernistas que irá abandonando hasta el punto de rechazar el cosmopolitismo e iniciar la búsqueda de lo peculiar americano y la sencillez estilística.
El género que mejor se adaptaba a la prosa modernista era el cuento. La salida del Modernismo preferirá la novela, en la que se distinguen tres corrientes:
- La novela de la tierra, que muestra la lucha propiamente americana entre Civilización y Barbarie.
- La novela social, centrada en conflictos como la revolución mexicana.
- La novela indigenista, que trata el tema del indio.
La Narrativa Hispanoamericana en la Segunda Mitad del Siglo XX
A partir de los años cuarenta, la narrativa hispanoamericana se renueva y enriquece al asimilar los procedimientos técnicos de los grandes novelistas europeos y norteamericanos, así como las audacias estéticas propias de las Vanguardias y, en particular, del Surrealismo.
En las décadas de 1940 y 1950, cabe destacar algunos caracteres comunes como son:
- Denuncia crítica que aporta un contenido político a las obras.
- El realismo se funde con elementos fantásticos: es el llamado realismo mágico o lo real maravilloso, que mezcla realidad y fantasía tratando los hechos maravillosos como si fueran reales.
- Surgen preocupaciones existencialistas en un marco tanto rural como urbano.
- Mayor preocupación formal e innovación de las técnicas narrativas.
- Inclusión de elementos irracionales.
Narrativa Metafísica
En la narrativa metafísica destacan:
- Jorge Luis Borges (1899-1986), argentino, que renueva el tratamiento del cuento en lengua española en libros como Historia Universal de la Infamia (1935), Ficciones (1944), El Aleph (1949), donde indaga en abstracciones como el eterno retorno, el tiempo, la eternidad, etc.
- José Lezama Lima (1912-1976), cubano, poeta y autor de la novela Paradiso (1966), que retrata el contexto urbano de los criollos burgueses de La Habana.
Narrativa Existencial
En la narrativa existencial predomina la soledad, la incomunicación, la muerte, el conflicto. Destacan:
- Juan Carlos Onetti (1909-1999), uruguayo, presenta un mundo lleno de obsesiones y personajes atormentados. Destacan El astillero (1961) y Juntacadáveres (1964).
- Ernesto Sábato (1911-2011), argentino. En El túnel (1948), se ve al amor como locura y persecución de lo inalcanzable; en Sobre héroes y tumbas (1962), la búsqueda del absoluto a partir de una catástrofe apocalíptica donde la vida humana es una pesadilla.
Realismo Mágico
En el realismo mágico podemos citar a:
- Miguel Ángel Asturias (1899-1974), guatemalteco y Premio Nobel en 1967. Su obra maestra es El señor Presidente (1946), una novela de dictador y una denuncia política esperpéntica de la arbitraria utilización del poder.
- Julio Cortázar (1914-1984), argentino, autor de una extensa obra en la que destacan todos sus cuentos y algunas novelas, como Historias de cronopios y de famas (1962) y Rayuela (1963). En esta novela existen capítulos intercambiables y varios niveles de lectura, y un texto lleno de audacias experimentales que expresa el desasosiego frente a la existencia.
Innovaciones Técnicas
Las innovaciones técnicas más relevantes son:
- La ruptura de la estructura tradicional de la novela: de la linealidad temporal (con anticipaciones, retrospecciones, digresiones, intercalaciones).
- La introducción de un tiempo subjetivo e impreciso (sueños, memoria).
- Combinación de diferentes voces narrativas y de perspectivas.
El lenguaje se cuida especialmente y se experimenta con él con el uso de neologismos, coloquialismos o indigenismos.
El Boom Hispanoamericano desde 1960
Entre 1960 y 1980 florece espectacularmente la literatura hispanoamericana, con características como:
- Prosigue el realismo mágico con la integración definitiva de lo fantástico y lo real.
- Se intensifica la renovación técnica y experimentación formal.
- Se observa un mayor interés por el medio urbano.
Destacan autores como:
- Gabriel García Márquez (1927-2014), colombiano, premio Nobel en 1982. En Cien años de soledad (1967), el realismo mágico llega a su madurez total al contar la historia de una familia a través de siete generaciones, los Buendía, en un lugar mítico, Macondo, construyendo una alegoría o metáfora de la historia de Hispanoamérica. Otras novelas son El coronel no tiene quien le escriba (1958), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), etc.
- Mario Vargas Llosa (1936), peruano y Nobel en 2010, escribe novelas muy innovadoras como La ciudad y los perros (1962), narración de denuncia antimilitarista, y también novelas de corte tradicional como Conversaciones en la Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981), La fiesta del chivo (1999), esta última dentro de la tradición de la novela de dictador.
La Narrativa del Siglo XX hasta 1939 en España
La Generación del 98
La Generación del 98 (influida por el Desastre y el auge del irracionalismo europeo) revitaliza la novela. Cuatro obras de 1902 (Amor y pedagogía de Unamuno, Camino de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín y Sonata de otoño de Valle-Inclán) coinciden en el rechazo al realismo decimonónico y en la angustia vital propia de toda época de crisis. Se impone la preocupación existencial, social, filosófica; la preocupación por la situación del país más que la mera preocupación formal. Los noventayochistas huyen del costumbrismo y la retórica antigua, por eso tienen un estilo sobrio, sencillo y natural. Además de la angustia vital, hay otros temas recurrentes: el de la preocupación por España y el de la historia, en la cual buscan las raíces del «alma española» que encuentran, sobre todo, en Castilla (símbolo de la patria); en sus paisajes y gentes. Los libros de viajes se cultivarán mucho y criticarán aspectos negativos de los pueblos con intención reformista (las precarias condiciones del campesinado, el caciquismo, el abandono, la pobreza, la superstición y superficialidad, la abulia, la ignorancia…). Azorín publica, por ejemplo, La ruta de don Quijote, Castilla y El paisaje de España visto por los españoles en 1905, 1912 y 1917 respectivamente. Son comunes el uso de palabras tradicionales, la técnica impresionista y los diálogos densos que hacen pensar, pero cada autor tiene su individualidad: cuidan la expresión para conseguir belleza (Valle-Inclán), minuciosidad (Azorín), reflexión (Unamuno) o rapidez (Baroja).
- Valle-Inclán evoluciona desde el modernismo de sus Sonatas (1902-1905) -llenas de melancolía y evasión espacio-temporal características- hasta el expresionismo degradante de sus esperpentos (1920-1932) en los que deforma grotescamente la realidad con personajes fantoches, para retratar una sociedad sin las virtudes de la nobleza, valor, justicia, generosidad, solidaridad, etc. En su obra Tirano Banderas critica a un dictador americano y en la trilogía El ruedo ibérico satiriza la corte de Isabel II: los personajes, incluida la Reina, acaban convertidos en muñecos de guiñol. Entre medias, publica su trilogía La guerra carlista atraído por el heroísmo romántico de los carlistas: inserta historia y tono legendario, mitigando así el modernismo radical de las Sonatas.
- Azorín, en La voluntad, en boca de Yuste, defiende la nueva novela: «no debe haber comparaciones en las descripciones, rigidez o simetría, sino fragmentos, sensaciones separadas -como en la vida- y diálogos naturales y verosímiles». Sus novelas tienen mucho de ensayo y en algunas, de autobiografía. Es el que más atención presta al paisaje (Castilla, Los pueblos), a los clásicos como Cervantes y a la reinvención de personajes conocidos (Don Juan, Doña Inés), en que aparece un don Juan viejo y arrepentido y una doña Inés, adulta, enamorada de alguien mucho menor. Sus temas preferidos son la angustia por el paso del tiempo, el hastío, la angustia vital…
- Unamuno dará a sus novelas un nombre nuevo, nivola; son textos en los que cabe todo. Así, en Amor y Pedagogía introduce al final un tratado de cocotología (papiroflexia) como burla grotesca. Es el autor más intelectual. Busca la esencia española en el paisaje y la historia anónima de sus gentes (la intrahistoria). La angustia vital y los conflictos religiosos provienen de su imposibilidad de encontrar sentido a su existencia y a la de Dios (solo demostrable por la fe y no la razón). Él quiere creer, pero no puede, al igual que le ocurre al protagonista de su obra San Manuel Bueno, mártir (1933), cura que, aun sin tener fe, sigue ejerciendo como tal para que sus feligreses crean y vivan felices.
- Baroja suele agrupar sus novelas en trilogías (La lucha por la vida, La raza, La tierra vasca, Las ciudades…) y otras veces en muchos volúmenes, como los de Memorias de un hombre de acción, historia novelada del siglo XIX a través de la vida de Eugenio de Aviraneta. Baroja piensa que la novela es «un saco donde cabe todo» (lo filosófico, psicológico, la aventura, lo épico, etc.). Sus personajes de obras como La busca o El árbol de la ciencia parece que buscaran una felicidad que no encuentran, bien por su apatía o por las circunstancias. Azorín le llama «pesimista irreductible».
La Generación del 14 o Novecentismo
La Generación del 14 o Novecentismo (1906-1926) integra a intelectuales que están entre el noventayochismo y las vanguardias. Son más vitales que los del 98, más europeístas y liberales (como buenos herederos de la Institución Libre de Enseñanza, cuyo fundador es llamado por Ayala «San Francisco Giner de los Ríos»). Aparte de sus ensayos y cuentos, también destacan en dos tendencias narrativas: la lírica y la intelectual.
Novela Lírica
En la novela lírica resalta Gabriel Miró quien, como dice Dámaso Alonso, es «el gran poeta en prosa». La melancolía y lo sensorial recuerdan la prosa modernista, pero su búsqueda de perfección formal es novecentista. Destaca por la sensibilidad y sensorialidad hacia la luz, color, aromas, sonidos, olores…; por la musicalidad y el lirismo, hasta el punto de hacer de la acción algo secundario. Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926) son las obras más interesantes.
Novela Intelectual
En la novela intelectual destaca Ramón Pérez de Ayala, que escribe novelas generacionales como A.M.D.G. (siglas del lema jesuítico Ad Maiorem Dei Gloriam), muy crítica con su colegio de jesuitas, y también novelas «poemáticas» -un poema inicial pone en antecedentes al lector- sobre la vida española, a través de la técnica del contraste entre vida/muerte; alegría/dolor, etc. Así, en La caída de los Limones dos hermanas de una familia rica piden clemencia sin éxito para su hermano -que será ejecutado por un crimen- y su dolor contrasta con la celebración por el nacimiento de un nieto de la pensionera, y en Prometeo se recuerda el encuentro homérico entre Ulises y Nausícaa para después presentar a un Ulises actual enamorado de una Nausícaa, también actualizada. La etapa de madurez (de fines de los años 20) es la de las novelas de temas universales o intelectuales: Belarmino y Apolonio trata el problema de la incomunicación de los seres humanos (dos zapateros) aun estando próximos; Luna de miel, luna de hiel, el del amor y la educación sexual de los adolescentes y Tigre Juan y El curandero de su honra, el del honor del hombre vinculado a la fidelidad o no de la mujer. Hay perspectivismo intelectual incluso en la forma (en Tigre Juan… el relato se bifurca en dos columnas independientes en la misma página cuando los protagonistas se separan) o en los personajes (Belarmino y Apolonio; Tigre Juan y el donjuanesco amigo Vespasiano Cebón… suelen ser complementarios, como reflejo de lo imperfecto o incompleto del mundo).
Novela Humorística
También hay novela humorística como la de Wenceslao Fernández Flórez en Las siete columnas, ficción sobre qué pasaría si desaparecieran los siete pecados capitales y Ramón Gómez de la Serna, cuya novela El torero Caracho (1927) distorsiona la visión de la fiesta de los toros. La novela corta, que había resucitado en revistas como El Cuento Semanal (1907-1912), muere con los novecentistas. Felipe Trigo y Eduardo Zamacois tuvieron éxito con novelas vitalistas, con erotismo, sin pretensiones literarias y continuistas con el realismo.
Conclusión
En conclusión, la novela del siglo XX hasta 1939 se opone a la copia de la realidad y al barroquismo del realismo decimonónico: los noventayochistas se duelen de España, pretenden mejorarla y usan un estilo más natural y selectivo; los modernistas cuidan más las cuestiones formales; los novecentistas son europeístas, más racionalistas y objetivos ante España y anuncian las vanguardias con su preocupación por el lenguaje e intelectualismo elitista; por último, algunos novelistas sociales de preguerra aúnan compromiso y forma.
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