Pedro Salinas
Considerado, al igual que su amigo Guillén, “poeta profesor”, su vida entera la dedicó a la docencia universitaria. Había estudiado Filosofía y Letras en la Universidad Central, para pasar, como lector, a la Sorbona (1914-1917). En 1918 gana una cátedra de literatura en la Universidad de Sevilla, donde tendrá como alumno a Cernuda. En 1926 pasa a Madrid, donde realiza una intensa actividad como crítico literario, a la vez que se integra en el Centro de Estudios históricos de Menéndez Pidal.
En 1932 conoce, en la UIMP de Santander (fue uno de sus impulsores) a Katherine R. Whitmore, joven estudiante norteamericana con quien mantiene un larguísimo romance. Enterada la mujer de Salinas (sí, estaba casado: Margarita, se llamaba), se intenta suicidar, lo que lleva a Katherine a cortar la relación. Con motivo de la Guerra Civil, Salinas se exilia a Estados Unidos, tratando de reanudar las relaciones con ella… Kate se casa con un colega, pero pronto enviuda… En fin, solo os interesa saber que mantuvieron una intensísima correspondencia que, en parte, se ha publicado.
Más allá de la peripecia sentimental, en Estados Unidos enseña en varias universidades. Muere en Boston, en 1951, pero es enterrado en Puerto Rico.
Paralelamente a esta trayectoria sentimental y académica se desarrolla otra, la poética, que tradicionalmente hemos dividido en tres etapas:
a.Inicial (hasta 1932). Algunos la llaman “pura”, dada la influencia que en esta época ejerce sobre el poeta la figura de Juan Ramón. Se muestra por estos años Salinas especialmente receptivo ante la renovación vanguardista, como muestran Seguro azar y Fábula y signo, los dos títulos más emblemáticos (y vanguardistas) de esta etapa.
b.De plenitud (hasta 1939). La voz a ti debida se ha considerado uno de los mejores poemarios amorosos del XX. Destacan, igualmente, Razón de amor y Largo lamento.
El Salinas de esta etapa combina un perfecto dominio del metro clásico (herencia de Garcilaso y Bécquer) con el uso de técnicas e imágenes netamente vanguardistas. Fijaos en el siguiente poema), compuesto en parte mediante la aplicación de la escritura automática.Formalmente es verso libre, pero la combinación de heptasílabos dota al poema de una musicalidad fluctuante: tiene un puntito, si bien lo miráis, juanramoniano.
c.El exilio (hasta su muerte). Suele decirse que las obras de esta época aparecen transidas por un profundo sentimiento de de angustia: hay de todo. Podéis buscar por ahí el poema Cero, que no es de Dani Martín, y suele tomarse como pieza representativa del Salinas en el exilio.
Salinas pasa por ser, dentro del 27, el poeta del amor. Su estilo es pulcro, cuidado, elegante, y plagado siempre de reminiscencias cultas que se camuflan bajo una aparente sencillez (me viene a la cabeza que algo similar sucede con San Juan de la Cruz). Junto al amor se erige, como otra fuerza esencial, la inteligencia.
Jorge Guillén
Amigo entrañable de Salinas, con quien comparte formación y a quien dedica su obra, perteneció al Centro de Estudios Históricos, que dirigía Menéndez Pidal. Completó su formación en Alemania y en la Sorbona, donde sucedió como lector a Salinas. También le sustituiría, entre 1931 y 1936, en su cátedra de literatura en la Universidad de Sevilla. Con motivo de la guerra se exilia, ejerciendo como profesor en diversas universidades americanas (enseñó en Harvard) hasta su jubilación. Muere en Málaga.
Su obra es quizás, dentro del 27, la que más se aproxima al ideal de poesía pura, a imagen de su admirado Paul Valéry (a quien tradujo). Vienen distinguiéndose en su producción tres ciclos:
a.Cántico. El libro se subtitulaba “Fe de vida”, y su tema central es la afirmación continua del hecho de existir y el goce de vivir (L. Rodríguez, Manual de historia de la literatura española, pág. 364). Sus metáforas, en consecuencia, remiten principalmente a la imagen de la luz.
b.Clamor.Incorpora, y cito textualmente vuestro libro (pág. 175) su rechazo al dolor y la injusticia.
c.Homenaje.
Los tres poemarios serían reunidos, ya en 1968, en Aire nuestro. En 1982 publica, por último, Final.
El estilo de Guillén se aleja conscientemente del sentimentalismo, hasta el punto de haber sido considerado como extremadamente frío (don Dámaso vio en él al mejor representante del “frío polar” que llegó a reinar en la poesía española), pero siempre refinado.
Gerardo Diego
Con él seré más breve. Su formación es, al igual que la de Salinas y Guillén, académica: damos por hecho, pues, un perfecto conocimiento de los clásicos. Es, además, uno de los primeros en fundir la herencia clásica con las tendencias de vanguardia: no en vano, fue lector constante de Larrea y de Huidobro, y se mostró, sobre todo en sus primeros tiempos (la época en que escribe Manual de espumas, bastante próximo al creacionismo. Otra obra de carácter vanguardista es Imagen. Y, por no quedarnos con solo dos títulos, apuntad Versos humanos y Alondra de verdad. Ah, no olvidéis, porque es fundamental, la Antología de 1932.La disposición tipográfica del texto no es arbitraria: indica, al igual que la omisión de signos de puntuación, que nos encontramos ante una pieza de vanguardia.
Vicente Aleixandre
Su perfil es bastante diferente al de los poetas que hemos visto hasta ahora. Ejerció también la docencia, pero como profesor de Derecho Mercantil. Premio Nobel de Literatura en 1977, “por su gran obra creadora, enraizada en la tradición de la lírica española y en las modernas corrientes iluminadoras de la condición del hombre en el cosmos”, sus contemporáneos (y las primeras promociones poéticas de posguerra) lo tuvieron por maestro.
Sus primeros modelos fueron Rubén, Juan Ramón, Machado y Bécquer, pero leyó también a los románticos alemanes, sobre todo a Hölderlin y a Novalis. Fuentes tan diversas tenían que desembocar,necesariamente,en un estilo original y personalísimo, a menudo oscuro.A todo esto hay que añadir que es, de entre los poetas del 27, el más influenciado por el surrealismo.Formalmente, cultiva el verso libre. Su lenguaje es, como digo, oscuro, y lo pueblan metáforas inéditas, a menudo visionarias (cito vuestro libro, pág. 176), en las que resulta palmario el influjo surrealista. Sus títulos más importantes son Ámbito, Espadas como labios, La destrucción o el amor y Sombra del paraíso.
En cuanto a los temas, van desde la rebeldía social al amor, pasando por una visión doliente y angustiada del hombre. No en vano, se escribe desde la propia vida, como confiesa el propio autor: