Hacia una poética de la comunicación literaria
El interés de la teoría literaria actual por la ficción nace fundamentalmente de un cambio de paradigma que sustituye una poética del mensaje-texto por una poética de la comunicación literaria. Lo esencialmente literario no sería tanto una estructura diferenciada como una comunicación socialmente diferenciada, una modalidad de producción y recepción comunicativa y en esa modalidad ocupa un lugar preeminente la ficción.
Como en cualquier escrito, la obra literaria supone una comunicación cuya estructura presenta el mismo esquema básico de todo uso de lenguaje: arranca de un hablante que comunica un contenido (el texto) a un destinatario. La diferencia específica de la comunicación literaria reside en el carácter imaginario de ese contenido, que lo aparta de las relaciones prácticas de la vida cotidiana. Del mismo modo que las demás obras de arte, la literatura en general, y la narrativa en particular, constituyen una esfera de realidad imitativa, es decir, un espacio donde se funciona dentro de la ficción.
Emisor, receptor y texto: la comunicación dentro y fuera de la obra
Por otro lado, abordar el estudio del texto literario como un hecho de comunicación es también enfrentarse a las relaciones que se establecen entre emisores, receptores y texto, una relación que está presente tanto dentro del texto como fuera de él. Así pues, el objeto de estudio de la obra literaria se ha desplazado, por una parte, hacia la búsqueda de los rasgos de enunciación dentro del texto, es decir, quién cuenta la historia, a quién se la cuenta y cómo se la cuenta. Y, por otro lado, interesan las relaciones que implican al emisor y a los receptores supratextuales (fuera del texto) y que están relacionados en la mayoría de los casos con la lectura ideológica de los textos, normalmente en un trasfondo ideológico.
La recursividad del lenguaje y los sujetos ficcionales
Apoyándose en la recursividad del lenguaje, es decir, en la capacidad de reproducir en el discurso el mismo proceso que lo genera y de cuestionar sobre sus formas y sus valores, el enunciado lingüístico que llamamos texto narrativo propone y resuelve en sus límites unas relaciones semióticas entre autor y lector mediante unos sujetos ficcionales textualizados: el narrador y el narratario. Así, la narrativa en general reproduce en su discurso un proceso comunicativo semejante al que se da entre autor y lector real. Toda novela presenta este efecto de recursividad, es decir, la novela, a diferencia del teatro o de la lírica, no representa, sino que hace que representa. La perspectiva pragmática es la que establece las relaciones del texto con su contexto, que, analizadas a través de los sujetos reales de los procesos comunicativos situadas en los sistemas culturales que las envuelve y en los que adquiere sentido en el momento de su creación o de su lectura.
El pacto ficcional: la suspensión voluntaria del descreimiento
El problema de la ficción en literatura es de naturaleza pragmática, y afecta al propio espacio enunciativo. Ello supone que el universo ficcional es creado en el propio acto comunicativo y viene dado por el conjunto de presupuestos o ideas previas compartidos por los interlocutores. Este acuerdo al que llegan emisor y receptor en la comunicación literaria precisa de una condición ineludible: el universo ficcional es creíble si es estéticamente convincente. A esta teoría se la denomina PACTO FICCIONAL y consiste en la voluntaria suspensión del descreimiento mediante el cual, en tanto receptores de una obra, suprimimos nuestras cautelas racionales. Mediante este pacto aceptamos la creación de un mundo que existe mientras dura el proceso de la comunicación literaria.
La narrativa y la creación de mundos imaginarios
En la novela, en la narrativa en general, este fenómeno se produce gracias a las posibilidades que el género presenta de reproducir en su interior el mismo proceso comunicativo que lo genera, es decir, fuera de ese universo creado se da un proceso de comunicación similar al que se reproduce dentro de este universo. Por otro lado, ese mundo ilusorio/ficcional adquiere una poderosa presencia en el espíritu humano y no es un entretenimiento intranscendente, banal, sino que es una experiencia sumamente valiosa. En el proceso de lectura, la narración desaloja nuestra percepción del mundo para sustituirla por otra de carácter imaginario que es vivida transitoriamente como verdadera, aunque tengamos conciencia de su carácter ficticio. A través de este fenómeno, el lector se apropia psíquicamente de un universo ficcional ideado por el autor para luego volver con esa experiencia adquirida en la lectura a su mundo real, que se enriquece y llena con otra clase de vida.
Consecuencias del pacto ficcional
De todo esto se deducen dos consecuencias:
- Que la ficción es una realidad esencial en la existencia humana que deja una profunda huella en nosotros porque, siendo la obra una estructura esquemática formada por estratos/niveles con lugares de indeterminación, ha de ser completada por el lector en sus diferentes lecturas. De este modo, se produce una interacción/encuentro entre texto y lector mediante el cual se activa la creación de imágenes mentales y construimos nuestro personal mundo imaginario.
- Ese pacto de lectura es a la vez un horizonte de mundos, de lo que se concluye que el juego ficcional no es solo un juego interpretativo, sino que, a través de la fusión de horizontes, contribuye la narrativa a ensanchar mi mundo. Entre el horizonte de la obra y el mío media una distancia que en el acto de lectura se acorta mediante la fusión de horizontes.