Surrealismo
- La obra de arte debe ser el lugar donde aflore todo aquello que, reprimido por las normas morales o sociales, se encuentra oculto en el interior de las conciencias. La función del arte, pues, debe consistir en explorar el subconsciente, liberando al individuo, como propugnaba Sigmund Freud, de esos impulsos reprimidos, y logrando un conocimiento que sobrepase la realidad visible.
- Como método para acceder al subconsciente, proponen la escritura automática, que consiste en escribir al «dictado del pensamiento con ausencia de todo control ejercido por la razón y al margen de toda preocupación estética y moral». La escritura automática da como resultado un lenguaje ilógico para la razón, pero cargado de sugerencias y evocaciones.
- Se recurre a la imagen visionaria o metáfora surrealista, no basada en la lógica o la semejanza real, sino en la asociación libre, ilógica e inesperada de ideas y palabras, como «el encuentro de un paraguas y una máquina de escribir encima de una mesa de quirófano».
- Temas frecuentes del surrealismo son el mundo de los sueños (en los que a menudo aflora, según Freud, el subconsciente), la atracción por lo inquietante y misterioso, la fascinación ante objetos extraños y seres enigmáticos, la magia, el fetichismo y el humor negro.
- Se asocia al movimiento surrealista con un proceso de “rehumanización”.
Creacionismo
Fue iniciado en París por el poeta chileno Vicente Huidobro, quien lo dio a conocer en España en 1918. El creacionismo no se propone reflejar ni imitar la realidad, sino crear realidades nuevas e independientes: «Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol» (Huidobro); «Crear lo que nunca veremos» (Gerardo Diego).
El poema, por lo tanto, debe crear algo propio y autónomo que se explique y se comprenda por sí mismo, no por su relación o parecido con el mundo exterior. De esta manera, el poeta creacionista debe crear nuevas imágenes y relaciones entre las palabras; y las imágenes no se basarán en la comparación entre dos realidades, sino en la relación arbitraria que el poeta «crea» entre ellas. Del creacionismo, que influyó en poetas como Juan Larrea y Gerardo Diego, ha perdurado sobre todo el afán de renovación léxica y de creación de imágenes y metáforas.
Ultraísmo
El primer manifiesto ultraísta, que recoge abundantes elementos futuristas, cubistas y creacionistas, se publicó en 1919. En el propio nombre del movimiento (ultra) se sugiere su pretensión de ir más allá de la estética dominante. Del futurismo toma los temas y motivos de la vida moderna (las máquinas, los grandes inventos, los deportes, etc.); del creacionismo, la búsqueda de imágenes y metáforas nuevas; del cubismo, el interés por la disposición tipográfica y visual del poema. Otras propuestas del ultraísmo son la supresión de la anécdota y el sentimentalismo en la poesía (en coincidencia con la «deshumanización del arte» propugnada por Ortega y Gasset) y la tendencia al juego y a la evasión. Aunque de muy corta duración, el ultraísmo ejerció considerable influencia en los poetas de la Generación del 27 y en los hispanoamericanos César Vallejo y Jorge Luis Borges.
Ramón Gómez de la Serna (1888-1963)
Los vanguardismos llegaron enseguida a España, a través, sobre todo, de publicaciones como Revista de Occidente, fundada por Ortega y Gasset.
Pero el máximo impulsor de las vanguardias en España fue Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), periodista y escritor, figura clave de la Vanguardia, que nació en Madrid, hijo de un ilustre jurista, y murió en Buenos Aires.
Su obra se caracteriza por su arrolladora personalidad, hasta tal punto que creó un estilo conocido como el ramonismo, sinónimo de independencia, esteticismo y provocación. Siempre se manifestó como un iconoclasta con respecto a las artes y tendencias culturales al uso, y se mostró como un “vanguardista de las vanguardias”, como un nihilista que, ante la sociedad caótica y carente de valores que le tocó vivir, respondió con una extravagancia casi esperpéntica. Fue un autor prolífico que escribió más de cien libros de todos los géneros como la novela, el ensayo, el cuento, el teatro o el artículo periodístico y de la greguería, que él mismo definió como “metáfora más humor”. Autor inclasificable, escribió siempre con ingenio y brillantez, con la seguridad de que cualquier texto, por breve e insignificante que parezca, puede ser una genial obra literaria.
La Greguería
La greguería, un género breve, próximo al epigrama, afirma una tendencia propia de la literatura y el arte contemporáneos: la ruptura con la solemnidad y el gusto por la parodia de las convenciones. Greguería (del griego = lenguaje ininteligible, incomprensible) significa agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a veces humorística, de algún aspecto de la realidad. Gómez de la Serna define a la greguería como «humorismo + metáfora: el atrevimiento a definir lo que no puede definirse, es un telegrama poético». Por su brevedad, se relaciona también con el haiku japonés (composición poética que destaca por su concisión y su poder evocativo: consta de tres versos no rimados, de cinco, siete y cinco sílabas).