La Narrativa Española en las Primeras Décadas del Siglo XX: Contexto
El periodo literario español que abarca desde los últimos años del siglo XIX hasta la Guerra Civil es uno de los más fértiles de nuestra literatura. En todos los géneros se logra un nivel alto, especialmente en el género narrativo, donde se alcanza su esplendor con la Generación del 98. A finales del siglo XIX, se pretende dejar atrás los esquemas realistas y naturalistas, pero no se sabe qué derroteros se han de seguir. Los escritores de la Generación o Grupo del 98 y los de la Generación del 14 ensayarán nuevos caminos para la novela. Los novelistas de la época viven circunstancias históricas, sociales y artísticas de grandes cambios. Históricamente, el acontecimiento más destacado es la pérdida de las últimas colonias del Imperio Español (Cuba y Filipinas, en 1898). La guerra arrastra al país a una crisis económica que afecta especialmente a las clases menos pudientes, entre las que comienzan a desarrollarse el sindicalismo y los movimientos obreros como medio de protesta. Las secuelas de la I Guerra Mundial, en la que España fue neutral, solo hacen empeorar la situación de las clases bajas. Todas estas circunstancias desembocan en la crisis de 1917. En el plano cultural, destaca la creciente pérdida, entre pensadores e intelectuales, de la confianza en los principios positivistas. El optimismo inspirado por el avance científico se quiebra. Son aceptadas las ideas de Nietzsche y Schopenhauer. Nos encontramos ante un sentimiento de desencanto, pesimismo y angustia vital que proporcionan a la literatura un denso tinte de desesperación. En estos años de crisis, el arte pasa a ser una alternativa a la vida, resulta ser la única actividad que llena el vacío de una existencia sin sentido y sin esperanza.
La Estética Realista y Naturalista a Principios del Siglo XX
El siglo XX se inicia con la recta final de la estética realista y naturalista, que había dominado las últimas décadas del siglo anterior. La estética realista con tintes naturalistas penetra en el siglo XX con los siguientes autores:
- Blasco Ibáñez (1867-1928): se considera el escritor más cercano a la estética naturalista. Nos deja una gran viveza colorista en sus descripciones y destaca por la excelente manera de presentar los ambientes rurales de sus tierras valencianas. Esto lo vemos en sus mejores novelas: La barraca (1894), Entre naranjos (1894) y Cañas y barro (1902).
- Gigés Aparicio, entre otros, destaca en lo que se conoce como “novela de corte regeneracionista”. Sobresale su obra El vicario, que guarda relación con San Manuel Bueno, mártir de Miguel de Unamuno.
- Alejandro Sawa: escritor que murió ciego y olvidado por todos, símbolo de la vida bohemia; se inscribe también dentro de la estética naturalista, pero su calidad literaria es muy discutible. Tiene importancia porque inspiró a Valle-Inclán para la creación de Max Estrella en Luces de bohemia.
Generación del 98
La denominación de Generación del 98 para referirse al grupo formado por Azorín, Baroja, Maeztu y Unamuno (a los que se les une Valle-Inclán y Antonio Machado en algunos momentos de su obra), se debe a la propuesta del mismo Azorín en unos artículos de 1913. Los autores noventayochistas constituyen un grupo homogéneo, sobre todo en su juventud, pero no hay que olvidar la evolución particular y diferente de cada uno de ellos. Por esto, muchos críticos prefieren hablar de Grupo del 98. Pasado el radicalismo juvenil, se configura lo que tradicionalmente se ha considerado “mentalidad del 98”, que corresponde a la madurez de los autores.
Temática
La Preocupación por España
La preocupación por la realidad española no es exclusiva del Grupo del 98, sino que se encuentra en la conciencia crítica de autores anteriores como Quevedo, los ilustrados (Cadalso, Jovellanos) y Larra. En la segunda mitad del siglo XIX, surge un liberalismo reformista, promovido por la pequeña y mediana burguesía intelectual, que critica el sistema y propone reformas desde arriba. También emergen corrientes marxistas, socialistas y anarquistas que analizan la realidad española desde la lucha de clases. Los escritores del 98, como Unamuno, Azorín, Maeztu y Baroja, inicialmente simpatizan con los partidos izquierdistas y buscan un cambio radical en España. Sin embargo, con el tiempo, su postura se modera, adoptando ideas cercanas al regeneracionismo y reflexionando sobre la esencia de lo español. Unamuno propone tres ideas principales:
- Europeizar España: superar el aislamiento y el complejo de inferioridad frente a Europa.
- La intrahistoria de España: investigar la historia cotidiana de las personas comunes para entender la verdadera esencia del país.
- La conexión entre paisaje y alma castellana: Castilla simboliza el espíritu español, y su paisaje refleja tanto las grandezas como las miserias de España.
Por estas razones, los autores del 98 dedicaron muchas obras a describir los paisajes, las gentes, los modos de vida y la historia de España.
Temática Existencial y Religiosa
La transición del siglo XIX al XX registra cambios importantes en el pensamiento y la filosofía. Durante el siglo XIX, se afianza el Positivismo, que destaca el triunfo de la razón y la ciencia, considerando que solo la ciencia puede guiar al hombre en el progreso de la sociedad. En contraste, la filosofía de finales de siglo se orienta a recuperar los valores espirituales. La crisis general de la época provoca en la sociedad y en los pensadores un sentimiento de desorientación, malestar y confusión, lo que lleva a que resurjan con fuerza interrogantes sobre el sentido de la vida, el hombre, Dios y la muerte. El autor que más desarrolla este tema es Unamuno.
Estilo
Los noventayochistas contribuyeron a la renovación literaria de principios del siglo XX. Al igual que los modernistas, rechazaron la retórica y el prosaísmo de la generación anterior, adoptando una postura antirretórica y un cuidado del estilo. Aunque su estilo es individualizado, defienden la idea de que el fondo debe ir primero y de él «brotará la forma». Tienen en común la intención de ampliar el léxico, especialmente con palabras tradicionales. Además, destaca el subjetivismo, que da lugar al lirismo y revela el sentir personal de los autores. En cuanto a la narrativa, se configura el ensayo moderno, flexible para recoger pensamientos, reflexiones culturales, visiones líricas y la intimidad. En la novela, se rompe con la narrativa realista, destacando dos rasgos: la irrupción del subjetivismo, donde la realidad queda teñida por la sensibilidad personal, y una clara preocupación artística, con la renovación del estilo y las estructuras narrativas.
Autores
José Martínez Ruiz “Azorín” (1873-1967) fue una figura clave del Grupo del 98, conocido por su estilo introspectivo y melancólico. Su obra refleja una obsesión con el tiempo y la fugacidad de la vida, destacando la tristeza y la nostalgia por lo que ya ha pasado. Influido por la filosofía de Schopenhauer y Kierkegaard, Azorín exploró los dilemas existenciales en sus escritos, centrándose en la lucha por captar lo eterno en lo efímero. Como narrador, introdujo una innovación en el género, difuminando las fronteras entre la novela y el ensayo. Sus obras, como La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Las confesiones de un pequeño filósofo (1904), a menudo tienen un tono autobiográfico. Su estilo se caracteriza por una técnica miniaturista, en la que se detiene en los detalles más pequeños para transmitir una sensación de lo grande. Además, cultivó un rico vocabulario, destacándose en la búsqueda de palabras olvidadas, una característica propia de los noventayochistas.
Pío Baroja (1872-1956) fue otro autor esencial de la generación, conocido por su carácter solitario y pesimista. A diferencia de otros autores del 98, Baroja adoptó una visión profundamente escéptica y desilusionada del mundo. Su obra está marcada por su escepticismo religioso y su percepción de la vida como absurda. Es uno de los más destacados exponentes del pesimismo existencial, y sus personajes suelen ser inconformistas o, por el contrario, abúlicos, reflejando la falta de fe en la sociedad y el ser humano. Baroja escribió prolíficamente, con novelas como La busca (1906), Mala hierba (1904) y El árbol de la ciencia (1911), en las que aborda la lucha por la vida, la supervivencia y el anhelo de un propósito en un mundo caótico. Su estilo se caracteriza por su prosa rápida, nerviosa y directa, con una marcada preferencia por la brevedad y la concisión. La descripción rápida y precisa de la realidad, a través de pinceladas de detalles significativos, y la maestría en el uso de los diálogos, hacen que su estilo sea único y muy distintivo dentro del movimiento.
Ramiro de Maeztu (1875-1936) fue más conocido por su influencia en el periodismo y su labor como ensayista que por su producción narrativa. Maeztu se dedicó principalmente al periodismo y participó activamente en debates ideológicos de la época. Su cercanía con Azorín y Baroja lo convirtió en un miembro importante del Grupo del 98. Aunque no destacó por su obra narrativa, su aportación ideológica fue clave para el desarrollo del pensamiento de la generación, especialmente en su reflexión sobre la identidad española y la modernización del país.
Miguel de Unamuno (1864-1936) es uno de los pensadores y escritores más influyentes de la literatura española. Su vida estuvo marcada por una constante lucha intelectual, tanto consigo mismo como con los demás. Unamuno es conocido por su inquietud existencial y sus reflexiones sobre la vida, la muerte, Dios y el sentido de la existencia. A lo largo de su carrera, experimentó diversas crisis ideológicas, pasando del positivismo al socialismo y, finalmente, volviendo su atención a los dilemas espirituales y existenciales, influenciado por el filósofo Kierkegaard. En obras como Del sentimiento trágico de la vida (1912) y La agonía del cristianismo (1924), Unamuno explora las tres posibles respuestas humanas ante la muerte: la resignación esperanzada, la desesperanza total y la duda existencial. Es precisamente esta duda lo que él define como el «sentimiento trágico de la vida», una lucha constante por encontrar un propósito sin tener certezas absolutas. Unamuno también fue innovador en la novela, destacando en obras como Niebla (1914), donde la narrativa se mezcla con la reflexión filosófica. En Niebla, un personaje se enfrenta con su propio creador, lo que introduce una ruptura de la realidad literaria tradicional. El estilo de Unamuno se caracteriza por su intensidad emotiva, su densidad de ideas y el uso de paradojas y antítesis, además de un lenguaje sencillo pero cargado de significado.
Ramón María de Valle-Inclán (1866-1936), aunque conocido principalmente por su teatro, también hizo importantes aportaciones a la novela. Su obra novelística se inicia con el Modernismo, pero rápidamente evoluciona hacia la creación de una técnica única: el esperpento. Esta técnica se caracteriza por una visión deformada y grotesca de la realidad, reflejando la crítica a la sociedad y a la vida en general, de manera similar a las preocupaciones del Grupo del 98. En novelas como Tirano Banderas, Valle-Inclán adapta las críticas sociales y políticas del 98 a su propio estilo personal, que se aleja de los postulados más tradicionales del movimiento. Finalmente, a partir de 1910, surge una nueva corriente, la Generación del 14, que también convive con las vanguardias de principios del siglo XX. Autores como Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala y Wenceslao Fernández Flores, aunque más jóvenes y alejados de las preocupaciones del 98, contribuyeron a la renovación de la novela española, enfocándose en el realismo y las nuevas formas narrativas, y reflejando las tensiones sociales y políticas de su tiempo.
En cuanto a la literatura extremeña, cabe señalar que los deseos de renovación llegan a Extremadura con retraso, debido a la ausencia de espacios culturales, aunque en 1899 se funda la Revista de Extremadura. En estos años existía en Extremadura un dominio casi exclusivo del Regionalismo. Los autores de esta línea muestran, en verso y prosa, una idealización del mundo rural amenazado por el desarrollo social. Estos escritores tienen como maestro y guía a José María Gabriel y Galán. El rasgo más característico de su obra es el elogio del mundo rural, típico de cierta literatura realista del siglo XIX, y el uso del habla extremeña (con rasgos del norte de Cáceres). A pesar de caracterizarse por su conservadurismo en temas y estilo, esta literatura fue muy bien acogida y ha influido hasta la actualidad. Su máximo representante en verso es Luis Chamizo, con El miajón de los castúos (1921) (obra que supuestamente recrea el habla extremeña o castúo). El autor más cercano a los presupuestos ideológicos fue Felipe Trigo.
La Poesía Española en el Primer Tercio del Siglo XX
A finales del siglo XIX, Europa vivió una revolución tecnológica y económica, pero también sufrió desequilibrios sociales y económicos que llevaron a una crisis. En España, los jóvenes escritores de principios de siglo se rebelaron contra la literatura anterior, formando el movimiento Modernista, que se desarrolla entre el Realismo y la Generación del 14. Este movimiento, influenciado por el Romanticismo, Bécquer y el Simbolismo francés, destaca por su actitud rebelde frente a los valores burgueses. El Modernismo surgió en Hispanoamérica en 1880 como una afirmación de las raíces americanas y llegó a España gracias a Rubén Darío, quien lo definió como “la expresión de la libertad”. Los autores modernistas cultivaron la lírica y la prosa poética, experimentando con nuevas formas y temáticas. Algunas de sus características son la melancolía y la tristeza románticas, el escapismo hacia el exotismo y el pasado, el cosmopolitismo, la idealización del amor y la presencia de temas americanos y hispánicos. En cuanto a la forma, los modernistas experimentaron con la métrica, utilizando versos y estrofas diversas como los alejandrinos, dodecasílabos y versos libres. Además, su estilo es selecto y rebuscado, con un lenguaje sensorial, plástico y lleno de símbolos y recursos expresivos como la aliteración y la sinestesia. Aunque el Modernismo en España se centró más en la temática intimista que en la ornamentación formal, la influencia de Rubén Darío fue decisiva para su éxito, mientras que autores como Salvador Rueda, Manuel Machado y Eduardo Marquina destacaron en la poesía y el teatro. El precursor del Modernismo en Hispanoamérica fue José Martí, y Rubén Darío fue el renovador de la lírica española a finales del siglo XIX.
Rubén Darío
El nicaragüense Rubén Darío nació en 1867. Fue periodista y diplomático, lo que le permitió viajar por diversos países americanos y europeos y entrar en contacto con las nuevas corrientes literarias, sobre todo las francesas. Se dedicó a la poesía desde muy joven y en 1888 publicó su primer libro, Azul, que obtuvo un gran éxito y que marcó el comienzo de la nueva escuela poética. Su producción literaria abarca tanto la prosa como la poesía. Aunque ésta última es la más importante, escribió en prosa artículos periodísticos y excelentes cuentos. Tres son los libros fundamentales de su producción poética: Azul, Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza. En Azul ya apuntan los elementos propios del Modernismo: cromatismo, musicalidad, exotismo, misterio, métrica especial… Prosas profanas supone la consagración de su estética, sus versos reflejan un mundo preciosista y elegante. La presencia del cisne, símbolo de la poesía, así como del erotismo, se convierten en una característica de la poesía del autor. En el plano formal, en este libro destacan el protagonismo de lo musical y la experimentación con la métrica y el ritmo. Se habla del comienzo de una segunda etapa, coincidiendo con su viaje a España, etapa en la que se inscribe Cantos de vida y esperanza, a la vez su obra más reconocida y valorada y testimonio del desengaño final, tanto vital como poético. El pesimismo sustituye al entusiasmo anterior y esta angustia lo acerca a lo religioso. De esta obra destaca el poema “Lo fatal”. Entre los jóvenes poetas que integraban el núcleo modernista madrileño estaban los hermanos Machado o Juan Ramón Jiménez.
Antonio Machado
Antonio Machado (Sevilla, 1875 – Colliure, 1939) fue un poeta profundo, sensible y reflexivo. Su obra refleja la evolución de la lírica desde el Modernismo hasta la búsqueda de nuevas formas poéticas, y se puede dividir en tres etapas. Nació en Sevilla, pero se trasladó a Madrid, donde estudió y publicó sus primeros escritos en prosa en 1893 y sus primeros poemas en 1901. Viajó a París, donde conoció a Rubén Darío, y en Madrid entabló amistades con figuras como Unamuno, Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez. Fue catedrático de Francés y se casó con Leonor Izquierdo, quien murió en 1912. Durante los años veinte y treinta escribió teatro junto a su hermano Manuel y, tras el estallido de la Guerra Civil, se exilió a Francia, donde falleció en 1939.
Su primera etapa (1903) comienza con Soledades, Galerías y otros poemas, donde predominan la melancolía y la reflexión sobre el paso del tiempo, la soledad y la muerte. Utiliza símbolos como la tarde, el agua, los sueños y el camino para expresar sus sentimientos. En su segunda etapa (1912), con Campos de Castilla, introduce el paisaje castellano y las meditaciones sobre la realidad española. La obra refleja la crítica social, política y religiosa, además de una reflexión sobre la decadencia de España. Incluye el “Cancionero amoroso” dedicado a su esposa Leonor, con poemas que expresan su amor y el dolor por su muerte. En su tercera etapa, el estilo de Machado se hace más sobrio. En 1924 publica Nuevas canciones, que contiene una variedad de temas, pero destaca Proverbios y cantares, que presenta composiciones de tipo sentencia o canción popular sobre temas como el tiempo y la vida como camino.
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez (1881-1958), poeta español y ganador del Premio Nobel de Literatura, fue una figura clave en la transición de la poesía española desde el Modernismo hacia nuevas formas. Estudió en la Universidad de Sevilla, pero se dedicó a la literatura influenciado por Rubén Darío y los simbolistas franceses. A lo largo de su vida, sufrió crisis depresivas y vivió en Francia, Madrid y, más tarde, se exilió a Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico, donde recibió el Nobel en 1956. Jiménez fue un puente entre el Modernismo, la Generación del 98 y la del 27. Vivió inmerso en su mundo de creación poética, rechazando la vida pública. Su obra, cada vez más hermética y elitista, refleja una poesía que busca la belleza, el conocimiento y la eternidad, donde la fugacidad de las cosas y la conexión con la naturaleza y Dios son temas recurrentes. Su poesía pasa por varias etapas:
Época sensitiva (hasta 1915): Comienza con poemas influenciados por el posromanticismo y el Modernismo, reflejando melancolía y temas existenciales.
Época intelectual (1916-1936): Durante este periodo, especialmente con Diario de un poeta recién casado, su estilo se depura, con el uso de verso libre y la exploración profunda de la realidad. La poesía se vuelve más conceptual y menos ornamentada.
Época “suficiente” o “verdadera” (1936-1958): En el exilio, sigue desarrollando su poesía metafísica, buscando una conexión con lo eterno y lo divino. Libros como En el otro costado y Dios deseado y deseante muestran su continua búsqueda de la belleza absoluta y la posesión del conocimiento divino.
En su época suficiente (desde 1936 hasta su muerte), su poesía se centra en la búsqueda de la eternidad, reflejada en obras escritas durante su exilio, como En el otro costado (1936-1942) y Dios deseado y deseante (1948-1949).