La novela tras la Guerra Civil
Tras la Guerra Civil, los escritores que permanecieron en España se agrupan en dos corrientes literarias: la novela idealista y el realismo existencial. Dentro de la primera encontramos otras dos corrientes:
- Por un lado, la política, formada por novelas que ensalzan los valores del franquismo.
- Por otro lado, la corriente de evasión, que agrupa novelas que evitan las alusiones a la guerra.
La novela existencial refleja la miseria moral y material de personajes desarraigados y desilusionados, sin valores a los que aferrarse. Algunas obras importantes son La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, y La sombra del ciprés es alargada, de Miguel Delibes. Destacan autores como Gonzalo Torrente Ballester, quien con su primera obra tuvo problemas con la censura. Carmen Laforet, junto con Ana María Matute, son dos de las autoras más relevantes de la literatura castellana de la época. Carmen Laforet, en 1944, gana el premio Nadal con su primera novela. En los libros de Ana María Matute, la niñez y la adolescencia, condicionadas por situaciones complejas como la guerra, aparecen en sus relatos.
Narrativa en el exilio
Mientras tanto, fuera de España, la narrativa de exilio sigue derroteros diferentes. Los más relevantes son: Francisco Ayala, Max Aub, Rosa Chacel… Todos ellos habían iniciado su trayectoria literaria antes de la guerra y, tras exiliarse para evitar la represión, la continuaron.
- Max Aub: escribió novela social en la serie El laberinto mágico, formado por seis libros.
- Rosa Chacel: es una de las mujeres más emblemáticas de la Generación del 27. Sus libros más representativos son: Teresa, Memorias de Leticia Valle o Barrio de Maravillas.
La década de los 50
La narrativa de los cincuenta se caracteriza por el contenido social y el enfoque realista. En las novelas aparecen personajes de clases trabajadoras que sufren injusticia y explotación. El tema habitual es la situación de España. Las novelas más representativas son Los bravos, de Jesús Fernández Santos; El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio; Central eléctrica, de Jesús López Pacheco. El nobel Camilo José Cela inicia su trayectoria con la publicación de La familia de Pascual Duarte.
La década de los 60
Supuso una nueva actitud creadora, influida por el boom hispanoamericano y por escritores como Kafka, Proust, Joyce o Faulkner, que influyen tanto en la temática como en las técnicas. Los temas tratados suelen ser el tiempo y la identidad, que reconstruyen la memoria del narrador a través de momentos como la infancia, la adolescencia y la guerra.
La poesía tras la Guerra Civil
La Guerra Civil comenzó en junio de 1936. El golpe de Estado comandado por el general Franco fue respaldado por el ejército, las élites económicas y la Iglesia católica. El fracaso del alzamiento dio paso a una guerra larga que causó muchas víctimas.
La Generación del 36
Llamada Generación escindida, agrupa a los autores que reflejan en sus obras las consecuencias de la Guerra Civil. La lírica se convierte en una forma de testimonio, de constatación de la ruptura que la guerra provoca en el país y sus consecuencias en la producción literaria. Un elemento clave es Miguel Hernández. En su poesía destaca su inagotable imaginación metafórica y un estilo enérgico y apasionado. En su primera etapa, las formas poéticas integran muy bien la tradición clásica con los movimientos vanguardistas. De su segunda etapa destaca Nanas de la cebolla. Hernández muere en 1942. Los poetas de su generación ya se dividen entre:
- La poesía arraigada: trata temas como el amor, la fe católica, el paisaje o la patria. El estilo es sobrio y con formas métricas clásicas. El grupo reivindica a Garcilaso de la Vega como modelo de clasicismo.
- La poesía desarraigada: son los autores que permanecieron en España, pero en desacuerdo con el régimen. Los temas principales de sus obras son el sinsentido de la existencia, el paso del tiempo y la muerte.
La poesía en el exilio
Continúa en el exilio la producción de los intelectuales que durante la Guerra Civil y la dictadura tuvieron que exiliarse. En los primeros años, los poetas exiliados escribieron sobre la derrota en la guerra, la nostalgia a la patria, el anhelo del regreso y duras críticas al régimen franquista.
Poesía social
En los años 50 se impone la poesía social, que se caracteriza por el realismo testimonial y se desarrolla desde 1950 hasta los años setenta. Para sus autores, la poesía debe llegar al pueblo porque es una herramienta de transformación social. Debe mostrar su compromiso y dar voz a los silenciados.
Los 60: la poesía del conocimiento
Se abre paso a una generación que abandona el tono épico de la poesía social con la publicación de dos antologías. Sus integrantes tienen en común que pasaron su infancia durante la guerra, sus familias eran de origen burgués y tenían formación universitaria. Escribieron al margen de estos círculos Antonio Gamoneda o José Hierro.
El teatro tras la Guerra Civil
La creación teatral se vio afectada por el exilio de los autores más innovadores y por la censura, a lo que se le añade la penuria económica que obliga a las compañías a asegurar sus ingresos con obras de evasión y entretenimiento, y a concentrar las representaciones en las grandes ciudades, en los teatros nacionales. Las características siguen las líneas de la alta comedia decimonónica de Jacinto Benavente, pensada para el entretenimiento de la burguesía urbana. Se trata de un teatro de entretenimiento que ensalza los valores del régimen. Los temas que se tratan son escasos y agrupan las obras en dos tendencias:
- Obras de asunto real: Una muchachita de Valladolid.
- Obras de tono poético: Eloísa está debajo de un almendro.
En esta época destaca Enrique Jardiel Poncela, que introduce algunas innovaciones en el teatro de humor. Miguel Mihura denuncia la falsedad y las convenciones sociales. Su humor crítico evoluciona hacia una comicidad más fácil con diálogos ingeniosos. La comedia burguesa está representada por Édgar Neville, que ofrece una visión amable y superficial de la burguesía. Las tramas giran en torno al amor, los celos y la infidelidad tratados con humor e ironía.
A finales de los cuarenta, algunos dramaturgos trataron de estrenar obras con un contenido más hondo, pero tuvieron que representarlas en círculos universitarios o con compañías de aficionados. No obstante, el estreno de la obra de Antonio Buero Vallejo, Historia de una escalera, inauguró la corriente de teatro existencial y abrió una nueva etapa en el sombrío panorama de posguerra. En su obra dramática se distinguen tres etapas:
- Etapa contemporánea: Historia de una escalera.
- Etapa histórica: en la que se recurre al pasado histórico para reflexionar sobre problemas existenciales y sociales: Las meninas.
- Etapa final: incluye dramas que tratan asuntos como la tortura o la degradación humana y la responsabilidad colectiva: La doble historia del doctor Valmy.
Otro de los grandes renovadores de la escena es Alfonso Sastre, quien creó dos compañías teatrales y es uno de los teóricos de referencia para comprender la evolución del teatro español en la segunda mitad del siglo XX. Algunas de sus obras son Escuadra hacia la muerte, El cubo de la basura y La taberna fantástica.
Desde finales de los 70, la censura comenzó a relajarse y la libertad creadora dio lugar a obras innovadoras en temas, enfoques y técnicas escenográficas, con autores como Fernando Arrabal. A finales de los 70 y comienzos de los 80, las compañías de teatro independientes son el elemento más relevante de la escena española. Se convirtieron en motores de la innovación escénica y el apoyo económico del Estado. Esta revitalización del teatro trajo consigo la recuperación de obras censuradas, clásicas y contemporáneas. En el teatro más actual cabe destacar asimismo la tendencia al tratamiento realista de problemas íntimos, a menudo abordados con dinamismo, mediante el humor y la ironía.