Ángela, obligada a casarse sin amor para cumplir los designios de una familia sin fortuna y una madre autoritaria, se ve abocada a la soledad, a una soledad que le provoca un estado de reflexión y tormento que le hace plantearse y sentir finalmente verdadero amor y una extraña pasión desenfrenada (reflejada en una de las cartas que escribe) por Bayardo San Román, el hombre que, siguiendo las directrices de una sociedad hipócrita y anquilosada, la había repudiado al conocer que no era virgen. Después de diecisiete años, ajado por el paso de los años, se presenta ante Ángela definitivamente portando una maleta llena de cartas sin abrir. El narrador en este fragmento alterna la primera y la tercera persona y se sirve del estilo directo para ahondar más en la mente de los personajes y poder ofrecernos una visión más completa de la realidad: “Se me revolvían las tripas de solo verla – me dijo -, pero no podía verla sin acordarme de él”. “A veces no se me ocurría qué decir – me dijo muerta de risa -, pero me bastaba con saber que él las estaba recibiendo”. Por lo que respecta a los personajes, aunque estemos ante una novela que, a pesar de su brevedad, sobresale por su elevado número de ellos, en el fragmento que nos ocupa solo aparece una mención lejana casual a las amigas de Ángela Vicario, la propia Ángela, su madre y Bayardo San Román. Podemos comentar algo en torno a ellos. Ángela Vicario, joven tímida con los hombres. Acepta la boda con Bayardo San Román por imposición familiar. Parece actuar de una manera un tanto deshonesta con respecto a su relación con Santiago Nasar, que morirá en la obra aun siendo inocente. Ángela es devuelta a su familia tras la boda al descubrir Bayardo San Román que no era virgen. A partir de ahí sufre una gran transformación que se refleja en el texto cuando se afirma que era por primera vez dueña de su destino. Escribe una serie de cartas a Bayardo San Román y se va dando cuenta de que está enamorada de él. Bayardo San Román es un hombre de mediana edad, honesto y atractivo. Encandilaba a las mujeres. Es una de las víctimas de lo ocurrido. En el fragmento que comentamos se ve ya como un hombre maduro, con el porte perdido y mostrándose inerme ante Ángela. Pura Vicario (La madre de Ángela Vicario) ejerce su papel de madre en una sociedad anacrónica que la ha programado para desempeñar dicho rol. El narrador, que también estaría presente como personaje, aparece en este fragmento entrevistando a Ángela Vicario como un periodista. El tratamiento del tiempo es uno de los rasgos más complejos de la obra. Todo ocurre en veinticuatro horas, pero, curiosamente, podemos destacar que la novela no avanza cronológicamente de modo lineal; aparecen numerosas prolepsis y analepsis, elipsis, pausas descriptivas, etc. Es una mezcla casi de puzle entre el sumario, las entrevistas y la propia crónica del narrador. El tiempo, además, se nos presenta de forma cíclica (o circular) y, a veces, de forma muy atomizada e incluso, indeterminada: media vida, una madrugada de vientos, por el año décimo … El tiempo relatado viene marcado desde el final de la celebración de la boda hasta el asesinato de Santiago Nasar, aunque las investigaciones que se detallan aluden a hechos anteriores y posteriores a dicho período, como es el caso del fragmento que estamos analizando, que acaba muchos años después de los hechos principales del relato. El espacio en el que se desarrolla la acción se sitúa en un pueblo colombiano del Caribe (se citan Riohacha y Manaure), mitad real mitad espacio mítico. El carácter literario del texto es evidente. García Márquez nos presenta en esta ocasión una obra en la que se mezcla con realismo el estilo narrativo con algunas pinceladas de redacción periodística (crónica) y novela policiaca. Abundan también las descripciones impresionistas y los diálogos, en muchos casos en estilo directo. Hace un tratamiento peculiar de la lengua que se observa a través del empleo de las antítesis (el odio y el amor son pasiones recíprocas), de las metáforas (más encendía las brasas de su fiebre; En prueba de mi amor te envío mis lágrimas.), las sinestesias (más calentaba también el rencor), las enumeraciones (Se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío …; Al principio fueron esquelas de compromiso, después fueron papelitos de amante furtiva, billetes perfumados de novia fugaz, memoriales de negocios, documentos de amor, y por último fueron las cartas indignadas de una esposa abandonada que se inventaba enfermedades crueles para obligarlo a volver) y los polisíndetos (y volvió a ser virgen solo para él, y no reconoció otra autoridad que la suya). En el nivel léxico semántico, encontramos como ya hemos apuntado anteriormente el empleo de un léxico coloquial junto con algunas pinceladas de elevado retoricismo. Encontramos los siguientes campos semánticos: el de tipos de escritura (“papelitos”, “billetes”, “memoriales”, “documentos”, “cartas”), la presencia de términos relacionados con la vestimenta (“camisa”, “correa”, “alforjas”, “maleta” “ropa”) o los ligados a la pasión amorosa (“odio”, “amor”, “brasas de su fiebre”, “obsesión”, “amante furtiva”, “novia fugaz”, “la sal de su lengua”, “la trilla de fuego” …). Observamos igualmente la presencia de términos que aluden a la cronología (“una noche de buen humor”, “una madrugada de vientos”, “los viernes en la tarde”, “un mediodía de agosto”…). También aparecen antónimos, formas intrínsecas a la expresión del amor ( “casada”/”soltera”; “novia”/”esposa”;…) y sinónimos (“locura”/”delirio”). Por último la repetición constante del pronombre él para aludir a Bayardo San Román, presente continuamente en este fragmento, contribuye a darle al fragmento la necesaria cohesión textual. En el nivel morfosintáctico, se observan adjetivos especificativos: “pasiones recíprocas”, “rencor feliz”, “billetes perfumados” “cartas indignas”, “lacras eternas”, que seleccionan y restringen el significado del sustantivo al que acompañan. Abundan los sustantivos abstractos puesto que se trata de retratarnos el mundo interior de Ángela Vicario y el cambio radical que experimenta su carácter: “destino”, “rencor”, “obsesión”, “locura”, “amor”, “certidumbre”… Pero también aparecen algunos concretos como “carta” o “maleta” ya que se trata igualmente de presentar parte de la realidad en la que suceden los hechos. Existen formas verbales en pretérito perfecto simple: “descubrió”, “volvió”, “despertó”, que indican acción terminada, así como el pretérito imperfecto que indica acción inacabada, tiempo lógicamente empleado ya que Ángela prolonga su relación con Bayardo después de su devolución durante diecisiete años: “bastaba”, “inventaba”, “parecía”, “bordaba”, “era”, “llegaba”, “tenía” …La modalidad oracional utilizada es la enunciativa. Se pueden señalar diversos tipos de oraciones; simples: “Escribió una carta semanal durante media vida”, “En prueba de mi amor te envío mis lágrimas” y compuestas: “Una madrugada de viernes, por el año décimo, le despertó la certidumbre de que él estaba desnudo en su cama” (subordinada sustantiva de complemento de nombre); “Un mediodía de agosto, mientras bordaba con sus amigas, sintió que alguien llegaba a su puerta”( La primera proposición es subordinada sustantiva de CD; la segunda es subordinada adverbial de tiempo). La relación del tema con el fragmento objeto de nuestro comentario está presente debido a que es precisamente el tema del honor el que desencadena toda la trama. La llegada de una mujer al matrimonio conservando el sello de su virginidad es una condición sine quanom en sociedades tan arcaicas como lo es la descrita por García Márquez en su obra. De hecho, esta novela en la que García Márquez empleó 30 años de preparación está basada en un hecho real que salpicó de cerca al escritor: el asesinato de su amigo Cayetano Gentile Chimento, ocurrido en Sucre la madrugada del 22 de enero de 1951. Había sido acusado de deshonrar a su antigua novia, que fue devuelta por su marido a la casa de sus padres. Los hermanos de la chica serían los encargados de lavar la deshonra con sangre.