Ensayo humanístico
Nos hallamos, sin duda, ante un texto humanístico, el cual persigue el desarrollo, de forma subjetiva, de un pensamiento propio, que puede formar parte de lo que denominamos ensayo. Esto es, el fragmento propuesto pertenece al ámbito de la literatura y desarrolla un estilo personal de exponer unas ideas propias, en este caso en torno al término literatura.
Nos encontramos ante un texto humanístico, ya que trata un tema relacionado con el ser humano. Emplea el género del ensayo, pues es un texto en prosa en el que el escritor nos da su visión personal y subjetiva sobre el tema, en un estilo cuidado y ameno.
Características lingüísticas
- Subjetividad: presencia del yo, verbos que expresan subjetividad, verbos en indicativo y subjuntivo, elementos modalizadores (tal vez, sinceramente).
- Objetividad: modalidad enunciativa, uso de sustantivos concretos, 3.ª persona del singular.
- Funciones: predominan las funciones representativa y apelativa.
- Modalidad textual: habitual combinación de la exposición y la argumentación.
Rasgos lingüísticos
- Léxico y semánticos: se emplean tecnicismos, sustantivos abstractos, registro formal y nivel culto, léxico connotativo.
- Morfológicos: el uso de 1.ª persona (subjetivo) y 3.ª persona (objetividad), perífrasis.
- Textuales: el autor se acerca al destinatario y adopta un tono más directo, uso de repeticiones léxicas, hiperónimos, formular interrogativas, conectores textuales o justificación.
- Estilísticos: voluntad de estilo, registro culto, riqueza léxica, uso de citas, referencias.
Texto periodístico
Nos encontramos frente a un texto periodístico, pues se caracteriza por transmitir la información de una manera inmediata (la fecha del texto demuestra esa inmediatez de la información en relación con los hechos contados o comentados), por tratar temas conectados con la realidad (en este caso, …) y su intención de …
El canal, como es frecuente en estos textos, es el papel, en el caso de la prensa escrita, aunque ha habido un gran despliegue informativo en los últimos años a través de internet y es muy usual utilizar este servicio para la divulgación de estos textos. El código es lingüístico-icónico, y posee una función representativa, ya que relata hechos sucedidos en la realidad, y una función apelativa, que está presente con el fin de captar lectores.
De información
Noticia, reportaje: se aprecia el afán de objetividad e impersonalidad, y responde a la claridad y concisión en el estilo. Tono enunciativo con 3.ª persona, verbos narrativos en pretérito perfecto simple. Léxico denotativo, preciso, adjetivos descriptivos y ausencia de terminología afectiva. Apenas se usan recursos expresivos para no dar una imagen emotiva de la realidad. Empleo de citas textuales, en estilo directo, que certifica la objetividad de la información.
De opinión
Editorial, columna; lenguaje connotativo, tematizaciones que llevan a primer término lo que se quiere destacar. En cuanto al léxico, el uso de expresiones hechas y estereotipadas, extranjerismos y términos de carácter coloquial o vulgar, derivados de palabras más extensas (culpabilidad por culpa). Respecto a la morfología verbal, se utilizan condicionales con valor hipotético para la creación de rumores, uso de locuciones verbales (hacer público por publicar). En la sintaxis abundan las construcciones pasivas y el uso de verbo principal de la oración en infinitivo (agradecer a los presentes…). Uso de tono exclamativo o interrogativo, y de recursos como metáforas, personificaciones.
Generación del 27
Diversos nombres han recibido los poetas que nacieron entre 1891 y 1905. La más acuñada ha sido Generación del 27, sobre su mitificación “Generación del 27″ fue J. Chabás en 1944. La Generación del 27 fue un grupo de poetas que se dio a conocer en el homenaje para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Góngora, inmortalizado con una fotografía en la que podemos ver a Dámaso Alonso, F. García Lorca, Gerardo Diego, Jorge Guillén y R. Alberti. Después se unirían Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Pedro Salinas, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados. Casi todos coincidieron en la Residencia de Estudiantes y estaban a favor de las reformas de la II República.
Características de la Generación del 27
- Mezclar la tradición y el vanguardismo. No rompen con las tradiciones.
- Los poetas tuvieron conciencia del momento en que vivían, pero admitieron el magisterio de Juan Ramón Jiménez y las influencias de los cancioneros, el romancero, J. Manrique, Garcilaso, Lope de Vega, Góngora, Bécquer, Machado, Rubén Darío, el poeta francés Valery o el anglosajón E. S. Eliot.
- Los inicios poéticos estuvieron marcados por Juan Ramón Jiménez y Bécquer; es lo que la crítica ha denominado “la poesía pura”.
- Un segundo momento es cuando se unen al movimiento surrealista.
- Intentan encontrar la belleza a través de la imagen.
- Hablan sobre el amor, la muerte, el destino, además de temas populares.
- Buscan un lenguaje cargado de lirismo.
- Utilizan estrofas tradicionales (romance,…) y clásicas (soneto, terceto, …) y también el verso libre.
- Utilizan figuras de repetición como la anáfora, el paralelismo, etc.
Los dos nombres más relevantes en la poesía de la época son F. G. Lorca y R. Alberti.
F. García Lorca
Aunaba lo culto y lo popular, lo tradicional y la vanguardia. Emplea símbolos complejos y le obsesionan la soledad, el destino, los marginados,…. Su obra se divide en dos etapas:
- Neopopularista (Romancero gitano)
- Surrealismo (Poeta en Nueva York)
R. Alberti
Muy comprometido políticamente. También juega con lo popular y lo culto. Marinero en tierra y Sobre los ángeles dan fe de esta dualidad. La obra Marinero en tierra fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 1925.
Otros autores destacados
- Pedro Salinas: Muy influido por J.R. Jiménez, intenta desvelar la esencia de las cosas con una poesía intelectualizada pero aparentemente sencilla. Su obra se divide en tres tipos:
- Mezcla la poesía pura y temas futuristas. Destaca Seguro Azar.
- Presta atención al amor como experiencia gozosa. Destaca La voz a ti debida y Razón de amor.
- Jorge Guillén: Escribió desde el exilio y, tras la muerte de Franco, fue galardonado con el Premio Cervantes. Cultivó la poesía pura, alejada de dramatismos, con una visión optimista del mundo.
- Gerardo Diego: Cultivó dos vertientes poéticas, la tradicional y la vanguardista. Destacan sus obras Versos Humanos y Alondra de verdad.
Escribir de la Generación es nombrar también el horno en el que publicaron sus poesías; las revistas poéticas Litoral, La Gaceta Literaria, Carmen, Lola, entre otras.
La poesía de 1939 a finales del siglo XX
La Guerra Civil deja un panorama desolador en las letras españolas. La rica efervescencia cultural de los años 30 da paso a unos duros años en los que los mejores autores están muertos (Lorca, Unamuno, Valle-Inclán) o exiliados (Alberti, Guillén, Cernuda, León Felipe…) o en el denominado exilio interior (Aleixandre). A esa dolorosa ruptura hay que sumar el aislamiento internacional en que nos sumergimos y la censura, no demasiado férrea en el caso de la poesía, para completar un panorama realmente triste.
La primera generación tras la guerra, conocida como “del 36”, la forman autores como Luis Rosales (La casa encendida), Dionisio Ridruejo (Cuadernos de Rusia) y otros, y surge en torno a las revistas Escorial y Garcilaso. Son poetas que han luchado en el bando nacional y, al menos en un primer momento, cultivan una poesía clasicista y serena, que tiene a España y a Dios como protagonistas.
Pero en 1944 se publica Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, que va a dar lugar a una corriente de poesía denominada “desarraigada”. El verso libre, las imprecaciones a Dios y un tono desesperado son sus rasgos más llamativos, con los que buscan expresar una angustia existencial imposible de desligar de la difícil circunstancia histórica que estaban viviendo. Poetas desarraigados hay que considerar también a Miguel Hernández (lo poco que pudo escribir tras la guerra) y a Blas de Otero.
Este último va a ser una importante figura de la importante corriente que se va a iniciar en los años 50, la llamada “poesía social”. Sus autores conciben la poesía como un instrumento para la denuncia y el compromiso, una herramienta para transformar el mundo y despertar las conciencias ante la Historia. Es una poesía dirigida al pueblo, “a la inmensa mayoría”, así titulará Blas de Otero una de sus obras. Cultivan, por lo tanto, un lenguaje claro, unas formas accesibles, un mensaje nítido. Gabriel Celaya, autor en Poemas iberos del poema “La poesía es un arma cargada de futuro”, será también en estos años uno de sus máximos exponentes. Se pueden incluir aquí otros nombres como los de José Hierro o Carlos Bousoño.
Esta poesía, que dominará el panorama literario unos años, va perdiendo vigencia al final de la década. Es entonces cuando surge una nueva generación, que unos llaman del medio siglo y otros de los 60, que publican sus primeros libros dentro de la estética de la poesía social, pero que pronto derivarán en un intimismo menos altisonante.
Hacia finales de los 60, sin embargo, surge otro grupo de poetas que van a suponer un giro radical respecto de la generación anterior. Son conocidos como “los novísimos”, por la antología de José María Castellet publicada en 1970, Nueve poetas novísimos y, pese a su mucha diversidad, se pueden reconocer rasgos comunes como el culturalismo, el desdén por la poesía moral de la generación anterior, una vuelta a la experimentación vanguardista, sobre todo al surrealismo.
A partir de aquí, las últimas tendencias a partir de los años 80 son aún de difícil descripción por falta de perspectiva y por su heterogeneidad. Podemos advertir algunas como la poesía experimental de Jenaro Talens, el clasicismo de Luis Antonio de Villena o la denominada poesía de la experiencia de Luis García Montero. En definitiva, se trata de un panorama muy interesante que abarca el largo y casi siempre penoso periodo dominado por el Franquismo y luego la Transición, en el que han surgido sucesivos grupos de poetas con estéticas muy personales y con rasgos comunes que, a medida que se acercan más a nuestro presente, son más difíciles de distinguir.
Literatura posterior a 1975: El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas
El lápiz del carpintero es una novela escrita en 1998 por Manuel Rivas con la que ganó ese mismo año el Premio de la Crítica de Narrativa gallega. Efectivamente, el original está escrito en gallego. Se trata de una de sus primeras novelas importantes, porque hasta entonces su obra se basaba en colecciones de relatos y poesía. Otras obras suyas son La mano del emigrante o Los libros arden mal.
En la literatura de fin de siglo XX lo que llama la atención es el dominio absoluto del género novela. Género que a estas alturas es tan proteico que en él cabe casi cualquier cosa. Hay un boom de autores españoles y se habla de la “Nueva narrativa española” con una generación que poco a poco se ha consolidado entre la crítica y a la que pertenece Manuel Rivas junto con otros como Javier Marías, Eduardo Mendoza o Antonio Muñoz Molina. Hace tiempo que los novelistas abandonaron la experimentación, pero muchas de las técnicas, los materiales y hallazgos de aquella corriente los van a poner estos autores al servicio de la narratividad, del relato accesible, de la trama bien hecha.
La novela cuenta la historia de un hombre que ha vivido represaliado por el bando nacional vencedor de la Guerra Civil, en la que se portó como un héroe sereno y solidario, insumiso políticamente y en la que, a pesar de todo, vivió una hermosa historia de amor conyugal.
Lo que más llama la atención es la multiplicidad de narradores que el autor utiliza para contar la historia. Hay un periodista que en tiempo actual trata de esbozar la obra. Hay un policía-matón, Herbal, que muestra muchos acontecimientos desde su punto de vista, a la vez maníaco y tierno. Y está, por fin, el relato del propio protagonista, Santiago da Barca. Y todo ello expuesto en amalgama, de modo que se exige gran atención del lector para seguir el hilo.
Es importante el lirismo de la obra, la búsqueda de una prosa poética y de una sensibilidad en las relaciones humanas. También la presencia de elementos sobrenaturales, como la voz de un asesinado que escucha Herbal, sueños, coincidencias que ocurren con naturalidad. Sobresale la capacidad del autor de imaginar numerosos personajes muy reales, aunque sean secundarios, con vida propia, como la madre Izarne o María da Visitaçao. Quizá sea la personalidad del protagonista excesivamente santa para ser verosímil, y la de los antagonistas, el bando nacional en general, demasiado perversa, pero creo que ello no le ha restado valía al relato.
Literatura anterior a la Guerra Civil (1936): Luces de Bohemia, de Valle-Inclán
Luces de Bohemia, escrita por Ramón María del Valle-Inclán, fue publicada en el año 1920 y marca el comienzo del teatro llamado del Esperpento, desarrollado por el autor. Esta primera etapa del siglo XX, que abarca del año 1900 a 1939, se encuentra marcada por la dictadura de Primo de Rivera y las huelgas por el auge del movimiento obrero.
La obra pertenece al Esperpento, forma teatral creada por Valle que busca deformar la realidad para expresarla de una manera más eficaz, más cruda y a la vez más artística. Se nota la influencia de las vanguardias y el expresionismo y muestra la vida literaria en Madrid.
El protagonista, un ciego llamado Max Estrella, sale por la tarde de su casa con Don Latino, su amigo, para reclamar que le paguen más por la novela que ha vendido su amigo. No logran conseguir más dinero y terminan en una taberna emborrachándose. Más tarde, la policía lo encuentra por la calle alborotando con un grupo de jóvenes modernistas, por lo que es conducido a la cárcel, donde pasa la noche. Consigue salir de la cárcel gracias a la intervención de un redactor del periódico “El Popular”. Al salir, va a ver al Ministro de Gobernación con el fin de pedirle satisfacción por lo que le ha ocurrido. De ahí marcha a un café, donde invita a cenar a Don Latino y a Rubén Darío. Luego, camino de su casa, tiene una visión de la muerte y a la mañana siguiente lo encuentran muerto unas vecinas. El esperpento concluye con el entierro de Max.
Personajes
Los personajes principales son Max Estrella y Don Latino. Max es un poeta que se ha quedado ciego, pero también es el único que comprende la realidad, (que es bastante trágica). Lo podemos ver, por ejemplo, cuando comprende el dolor de la madre que pierde a su hijo. Don Latino es un amigo de Max. Se aprovecha de su generosidad y es un personaje ruin que vive el día.
Los personajes secundarios podemos dividirlos en dos grupos:
- Los caricaturizados, aquellos que son criticados por Valle-Inclán, como los ministros, el dueño de la librería o el propio Don Latino.
- Los realistas, los que son puestos en escena tal y como son, con un tono trágico, como por ejemplo la madre que pierde a su hijo.
Estructura
La obra está estructurada en trece escenas, lo cual difiere de lo habitual de la época. Destaca, por un lado, la enorme variedad de lugares (parque, cárcel, librería, bar…) y, por otro, el tiempo concentrado, ya que la obra se desarrolla en un margen breve, entre las 21:00 y las 7:00 del día siguiente).
Lenguaje
El lenguaje es brillante, incluidas las acotaciones. Tiene un léxico difícil y en ocasiones inventado; mezcla el lenguaje vulgar y el culto en un mismo personaje.
Lo que más me ha llamado la atención ha sido, precisamente, el lenguaje (de difícil comprensión) variado, porque aparecen personajes cultos y vulgares en la misma obra, y es poco realista. También me ha sorprendido el personaje de Max Estrella, que representa la generosidad y comprensión del dolor ajeno (por ejemplo, en la situación de la muerte del niño). También me sorprende cómo Valle presenta la denuncia social, como el trato que recibe Max por parte de la policía cuando está en la cárcel. Por último, otro aspecto que me ha llamado la atención ha sido la existencia de 13 escenas (lo habitual, en su tiempo, eran tres actos), lo cual supone un avance vanguardista y a la vez complica mucho el montaje de la obra.
Literatura posterior a la Guerra Civil (1939, dictadura franquista): La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela
La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, fue publicada en 1942. No solo es su primera novela, sino la primera gran novela nacida después de la Guerra Civil y muy influyente en la literatura posterior. En una época de penuria económica y también literaria, en lo más duro de la posguerra, cuesta hoy entender cómo pudo sortear la dura censura política y religiosa del Franquismo.
La novela es una autobiografía de un condenado a muerte, Pascual, quien desde la cárcel, con una intención sutilmente justificatoria, va rememorando episodios de su vida de una violencia creciente: mata a su perro, a su yegua, al novio de su hermana, a su madre… La cruda indiferencia con que nos presenta episodios tan truculentos causó mucho impacto e incluso dio lugar a una corriente novelística que se denominó “Tremendismo”. En todo caso, el realismo que domina la obra, donde se puede reconocer a Baroja e incluso a Galdós, influirá en la narrativa posterior de los autores de los 50 y 60.
En la novela hay sin duda un homenaje manifiesto a la picaresca (autobiografía en primera persona, antecedentes familiares, relato circular justificatorio, la primera frase a imitación de El buscón) y a Cervantes (hallazgo del manuscrito, transcriptor…).
Se trata de una obra maestra de la literatura española contemporánea, por lo que muchas cosas llaman en ella la atención. En primer lugar, el lenguaje: una sabia mezcla del registro popular (refranes, vulgarismos) con un evidente lirismo (comparaciones, descripciones). También, la complicada estructura externa, donde el relato principal de Pascual queda rodeado de textos de terceras personas (el transcriptor, el cura, el policía) con la doble intención de, por un lado, aumentar la verosimilitud, y, por otro, jugar con el perspectivismo. Por último, hay que mencionar la presencia implacable de un destino funesto que persigue al protagonista, quien siente que sus pocos momentos de felicidad están irremediablemente amenazados por la desgracia.