El Aleph
Temas:
La propuesta temática profunda de los cuentos borgeanos es un conjunto de hipótesis o conjeturas, sin valor de verdades absolutas, de naturaleza filosófica, teológica y metafísica. No proceden de la experiencia vivida (el escritor era un nostálgico de la acción). La metafísica, cuyo gran tema es el tiempo, es para el autor una rama de la literatura fantástica, por lo que se impone considerarla por su valor estético.
Lo argentino:
Borges cree que la literatura argentina tiene que abordar lo diferencial del país, pero desde un punto de vista genérico y esencial: personajes como el gaucho y el compadrito son símbolos del coraje y tienen una esencia fatal (cae todo el peso del destino o Fatum sobre ellos).
Violencia, muerte y destino:
La violencia es una constante en los cuentos de “El Aleph”, recorridos por venganzas, crueles delitos, asesinatos y ajustes de cuentas. Las agresiones florecen como un hecho natural y los personajes se enfrentan a ella como algo irreductible e innegable: la violencia parece elegirles a ellos. El escritor dignifica en ocasiones las muertes a cuchillo con los emblemas del coraje, la valentía o el honor.
Al morir, los personajes comprenden su destino. La muerte los dignifica y conecta con todos los muertos. En el relato “El muerto”, Otálora recibe la violencia que él ha querido ejercer; quien creía controlar su destino entiende que los otros lo determinaban y jugaban con él. Simboliza todo esfuerzo humano: el sueño de Otálora de trazar su propio destino es tan vano como la ambición humana de desentrañar la incógnita del universo.
En “Los dos reyes y los dos laberintos” observamos cierta complicidad divina con el que ha ejercitado la venganza.
El tiempo:
Es la sustancia del vivir del hombre y es sentido por él como angustia, propiciada por el imparable paso de las horas hacia la muerte. Lo transforma todo y el pasado no se restituye, no se recupera.
El escritor explora los posibles efectos que tendría la inmortalidad en los hombres. El infinito tiene efectos borrosos y desrealizadores: provoca horror y ansiedad en el ser humano (“Los inmortales”).
Hay veces que los hechos se repiten de forma cíclica (“El hombre en el umbral”). El tiempo circular es una concepción pitagórica que renueva Nietzsche en las versiones del eterno retorno.
Panteísmo:
La idea del universo como sueño o libro de Dios nos lleva al postulado panteísta de que “todo está en todas partes y cualquier cosa es todas las cosas”. Como resultado de esta visión y del idealismo borgeano, aparece en varios cuentos la microrepresentación simbólica del universo, molécula monódica en la que cualquier parte indica el todo (“El Aleph”, “El zahir”, “La escritura de Dios…”), siempre en relación con la esfera, moneda o rueda.
No es infrecuente que algunos de los personajes quieran ser otro y usurpen su nombre (en “La espera”, el protagonista se bautiza con el de su perseguidor. Otto, el nazi de “Deutches réquiem”, tortura y vuelve loco a David Jerusalem para matar al hombre compasivo que él mismo lleva dentro porque se ha contagiado de la piedad del judío). Un hombre es los otros, no hay identidad individual. En la mente divina, el ortodoxo y el hereje, el acusado y el acusador son una misma persona (todos los actos humanos contienen o proyectan sus opuestos).
Todos los autores son, en rigor, un solo autor (“Los inmortales” como ejemplo). Todos los libros son el mismo libro (que, por cierto, tienen la estructura de los libros de viaje; al recorrido geográfico se le une el del autoconocimiento). La historia de la literatura no debiera ser, por tanto, un listado de nombres y títulos, sino la historia del espíritu.
Cosmos y caos:
Borges ataca la solidez del hombre y del mundo desde la filosofía de Hume, Schopenhauer o Berkeley, es decir, desde el idealismo gnóstico: solo existen en la mente de quien los percibe, de quien los sueña. El universo es un caos irreductible, incomprensible para el hombre. La existencia es un espejismo, está marcada por el absurdo, por los límites borrosos del sueño (intertextualidad con la obra de Calderón de la Barca). El ser humano no entiende el orden del mundo y tal vez un conjunto de palabras pueda ser su correlato, su imagen.
El laberinto:
Es símbolo de lo caótico del cosmos. Indica el miedo y la inseguridad del hombre ante lo que desconoce. También es la vida que recorre el ser humano en su incesante búsqueda del centro: “Abencaján el Bojarí muerto en su laberinto”, “La casa de Asterrón”, “Los inmortales”.