Romanticismo
A finales del siglo XVIII y principios del XIX surge en Europa, sobre todo en Inglaterra y Alemania, un movimiento cultural de carácter liberal y revolucionario. Existen dos aptitudes del romanticismo:
- Romanticismo conservador: con la nostalgia de un pasado perdido y el rechazo a los cambios.
- Romanticismo progresista: que busca un progreso más acelerado y una sociedad más justa y libre.
El romanticismo se centra en el protagonismo del ser humano y sus emociones frente al dominio de la razón. Aporta una nueva visión del mundo:
- Subjetividad: el arte se convierte en un instrumento para reflejar el mundo interior del artista: sus sentimientos, pasiones…
- Deseo de libertad: el romántico es un defensor de la libertad personal; por ello se revela contra las normas sociales y costumbres de su época.
- Angustia vital: el mundo para el romántico es injusto e imperfecto; esta confrontación entre la realidad y el ideal provoca una constante insatisfacción.
- Nacionalismo: los románticos valoran la cultura propia y la perciben como algo auténtico y genuino. En España esto provoca el resurgimiento de la literatura en gallego, euskera y catalán.
Se defiende la supremacía del sentimiento y la subjetividad sobre la razón. El artista reafirma su individualidad y su libertad oponiéndose a las normas sociales. La confrontación entre el ideal y la realidad provoca angustia existencial y pesimismo.
Prosa
A comienzos del siglo XIX se inicia un género de gran éxito: la novela histórica, que sigue la moda y sitúa sus argumentos en tiempos pasados. En este género no se produjeron obras maestras ni siquiera autores destacados, a excepción quizás de El Señor de Bembibre (1844) de Enrique Gil y Carrasco. Por ello, el mayor interés reside en los artículos costumbristas (se caracterizan por la descripción de tipos y costumbres sociales o populares con una intención didáctica: mejorar la sociedad), y en el debate ideológico y cultural que se entabló en periódicos y revistas.
La máxima figura de la prosa romántica es Mariano José de Larra. Larra cultiva todos los géneros, pero la mayor importancia literaria de este autor reside en sus artículos periodísticos, los más importantes de los cuales son, sobre todo, los artículos de costumbres.
- Actitud crítica, irónica y mordaz al tratar de la vida española, de sus vicios y defectos, pues su deseo es el progreso de una sociedad estancada en la pereza y en el atraso.
- Sus artículos de crítica literaria se centraron principalmente en el teatro. Escribió reseñas de estrenos y en ellos intercaló posiciones de su teoría dramática. Su estética literaria se compendia (reúne) en el artículo titulado Literatura.
- Los artículos políticos corresponden a los últimos años de su vida, y en ellos el Larra combativo y defensor de sus ideales liberales deja paso al Larra del desengaño y la desesperanza, próximo ya al suicidio el día de difuntos de 1836.
La estructura con la que compone sus artículos es variable. Con frecuencia se encuentra como testigo de unos hechos; en ocasiones los describe a modo de carta y otras veces como si hubieran sido un sueño. Son habituales las digresiones morales o filosóficas en las que expone sus teorías. El lenguaje, junto con su aguda y viva observación de la realidad, es lo que le ha asegurado la vigencia literaria: se trata de un lenguaje natural, claro y preciso, alejado del retoricismo.
Poesía
Poesía narrativa
Abundan los poemas que relatan sucesos históricos, legendarios o inventados. Estos poemas combinan narración, descripción y diálogo y, aunque son fundamentalmente épicos, tienen también importantes momentos líricos. Hay obras extensas como El moro expósito (1834) del Duque de Rivas, El estudiante de Salamanca (1840), El diablo mundo (1841) de Espronceda y Granada. Los poemas breves, muy abundantes, suelen ser romances (forma tradicional, popular y nacionalista) y en ellos también destaca el Duque de Rivas con sus Romances históricos.
Poesía lírica: Espronceda
La personalidad y la poesía de Espronceda (1808-1842), el «Byron español», son la mejor muestra del romanticismo liberal exaltado. Aparte de los poemas narrativos extensos ya citados, sus poemas más famosos (Canción del pirata, A Jarifa en una orgia) presentan las principales características del romanticismo: inadaptación, rebeldía ante normas sociales y leyes, idealismo, generosidad, frustración y hastío. Su estilo es también expresión típica del romanticismo exaltado: sonoridad, contrastes violentos, cambios bruscos de ritmo y métrica, exclamaciones, preguntas retóricas…
Teatro
El drama, subgénero teatral más cultivado en el Romanticismo, no sigue las reglas de unidad de tiempo y lugar; las acciones se desarrollan en distintos escenarios y épocas y se mezclan elementos trágicos y cómicos, la prosa y el verso. Se dan numerosas acotaciones, ausentes en el teatro neoclásico. Como en la poesía romántica, el lenguaje del drama es exagerado y de tono declamatorio, para emocionar al espectador. Prefiere los escenarios tétricos (cementerios, iglesias) y los temas de aventuras, legendarios y medievales, con el amor y la libertad como trasfondo. Nuevos personajes como el héroe solitario, cuyo ideal es la pasión amorosa. El drama romántico no tiene intención didáctica; su propósito es conmover, provocar la emoción: ira, llanto, sorpresa…
- José Zorrilla: Destaca su obra Don Juan Tenorio (1844), pieza teatral más representada en la historia del teatro español.
- Duque de Rivas: Don Álvaro o la fuerza del sino.
- Larra: Macías.