La trayectoria literaria de Miguel Hernández: De la tradición a la vanguardia

Evolución poética y compromiso de Miguel Hernández

El compromiso social y político

El compromiso social y político de Miguel Hernández fue en aumento a lo largo de la década de 1930, influenciado tanto por sus vivencias personales como por los acontecimientos históricos en España.

Primeros años: Nacido en una familia humilde y con una educación católica, Hernández recibió la influencia literaria de su amigo Ramón Sijé. En esta etapa inicial, mostró una actitud conservadora, expresando la idea de que la unión con Dios se logra a través del trabajo, y criticando las revueltas campesinas y obreras. Esta postura se refleja en su poesía en Perito en lunas y en los Poemas sueltos.

La República: Con la llegada de la República, Hernández buscó una mejora en la calidad de vida de los más desfavorecidos a través de la alfabetización y la enseñanza. Este fue su primer compromiso social. Su objetivo era llegar al obrero y culturizarlo mediante una poesía sencilla y accesible. Esta poesía dirigida, como él mismo indicó, «para la inmensa mayoría», refleja un cambio de mentalidad influenciado por una crisis religiosa. Este cambio se aprecia en El rayo que no cesa, especialmente en el poema Sonreídme.

Influencias y compromiso político: La influencia de Alberti y Neruda fue crucial en la evolución política de Hernández, llevándolo a defender y dignificar al hombre del campo. Sus orígenes humildes jugaron un papel importante en esta actitud. En este momento, comienza su compromiso político, no buscando poder, sino la dignidad de los más débiles.

La Guerra Civil: Al estallar la guerra, Hernández se alineó con el bando republicano, identificándose con los pobres y considerando la poesía como su única arma. Dos detonantes impulsaron esta decisión: la amistad con autores como Neruda y Alberti, y el inicio de la Guerra Civil. Vientos del pueblo y El hombre acecha son sus obras más significativas de este periodo.

Vientos del pueblo (1937): El sujeto lírico es un «nosotros» que se expresa con un estilo claro y directo, con metáforas simplificadas, defendiendo la lealtad a la República. El viento simboliza la rebelión y la lucha por la libertad. En esta obra, se encuentran diversos tonos:

  • Exaltación heroica de quienes luchan por la justicia y la libertad.
  • Lamento por las víctimas de la opresión.
  • Reivindicación social.
  • Condena a los enemigos, opresores y explotadores, y exaltación del heroísmo de quienes luchan por la libertad.

El romance octosílabo se convierte en la forma estrófica ideal para incitar a la lucha. A medida que la guerra avanza y la derrota se acerca, El hombre acecha (1938) presenta una visión pesimista del hombre, con la «garra» como símbolo negativo. La esperanza reside en ese «animal familiar» interior, capaz de llorar y echar raíces. El libro cierra con Canción última, anticipando su última obra, donde se aferra a la vida y la esperanza a través del amor.

Última etapa: En Cancionero y romancero de ausencias, se refleja la derrota de los ideales debido a la brutalidad, pero se centra en el futuro (su hijo) y la esperanza de un renacimiento. La obra de Hernández contiene un profundo contenido social, derivado de su fidelidad a sus orígenes humildes. Su poesía social es una síntesis del dolor compartido en defensa de las clases explotadas. Su compromiso político se une al social en la lucha por la dignidad, la libertad y los derechos de los trabajadores de España.

Tradición y vanguardia

Miguel Hernández, poeta autodidacta, supo conjugar la tradición clásica con las vanguardias de principios del siglo XX. Dámaso Alonso lo calificó como «genial epígono de la generación del 27».

Etapas de su poesía:

1. Poesía de juventud: Influenciado por Ramón Sijé, Hernández leyó a clásicos como Virgilio y poetas del Siglo de Oro como Garcilaso, Fray Luis de León y Quevedo. También se percibe la influencia de románticos como Bécquer y modernistas como Rubén Darío. Su primer viaje a Madrid renovó su lenguaje, técnica y estilo, incorporando la metáfora. Tras la conmemoración del tricentenario de la muerte de Góngora en 1927, Hernández entró en contacto con su obra y con la poesía de la Generación del 27 (Alberti, Gerardo Diego, Jorge Guillén). Adoptando la metáfora gongorina, buscó el hermetismo de la poesía pura. Perito en lunas, con su gongorismo, hermetismo y vanguardismo tardío, es fruto de esta etapa.

2. El descubrimiento del amor (1934-1936): En sus viajes a Madrid, conoció a Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. De estas amistades surgió la poesía amorosa de El rayo que no cesa, donde el amor es el destino trágico del hombre. Las influencias son diversas: Quevedo y Garcilaso (uso del soneto, la «herida» y la «pena»); el surrealismo (símbolos como el rayo, el cuchillo, la espada y el toro); Neruda y Aleixandre (poesía neorromántica, vital y amorosa); y la tradición del amor cortés y petrarquista (sonetos y tópicos). Hernández se centra en su vida, llena de amor, dolor, ansiedad y deseo.

3. La poesía revolucionaria (1937-1939): La Guerra Civil marcó un giro radical en su poesía. Buscó una poesía directa, neopopular, con carácter oral, utilizando el romance y el octosílabo. También empleó metros más solemnes, de tono épico, que remiten a la «poesía impura». En El hombre acecha, el verso de arte menor y la rima asonante dan paso al endecasílabo, al alejandrino y a la rima consonante. Se consolida el verso libre y se intensifican las imágenes surrealistas.

4. La cárcel y la muerte (1939-1942): En Cancionero y romancero de ausencias, las desgracias personales y la enfermedad lo llevan a una poesía más desnuda, con imágenes surrealistas. Hernández conecta con la revitalización de las formas populares iniciada en el Romanticismo y presente en el neopopularismo de la Generación del 27. Las formas tradicionales se fusionan con imágenes vanguardistas. Esta obra es la síntesis final, donde la poesía popular se une a la poesía íntima y depurada de un poeta que encontró su voz propia.

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