El Teatro de Buero Vallejo y Alfonso Sastre
El teatro de Buero Vallejo se caracteriza por momentos de oscuridad y silencio, donde los espectadores, al igual que el protagonista sordo de El sueño de la razón, no oyen lo que dicen otros personajes. En La Fundación, los personajes, condenados a muerte, esperan su ejecución. Uno de ellos, incapaz de afrontar la realidad, imagina estar en una lujosa fundación. El espectador observa una habitación luminosa que se transforma en una sórdida celda a medida que el personaje toma conciencia de su situación.
La finalidad del teatro de Buero es la catarsis del espectador: este debe conmoverse ante lo representado y sentirse impulsado a luchar para superar los errores reflejados en la obra. Su teatro es doblemente problemático, ya que muestra los problemas y plantea cómo resolverlos, sin ofrecer soluciones. La mayoría de sus obras concluyen con un interrogante sin respuesta, invitando al público a indagar y actuar en consecuencia: reconocer la verdad, por dolorosa que sea, es el camino para recuperar nuestra condición humana.
Alfonso Sastre: Compromiso y Rebeldía
Alfonso Sastre irrumpe en la escena con Escuadra hacia la muerte, prohibida por la censura. Su argumento, un grupo de soldados enviados al frente como castigo que se rebelan contra la autoridad, se interpreta como una tragedia antibelicista y una reflexión sobre el angustioso peso de la libertad, en línea con el existencialismo de Sartre.
En los años 60, su obra evoluciona hacia un teatro de agitación social y política, chocando con la censura y siendo estrenada en otros países antes que en España. La mordaza representa la dictadura a través de un padre que aterroriza a su familia. La misma intención persigue en La sangre y la ceniza, recreación de la figura de Miguel Servet, donde mezcla datos históricos con elementos sobre el nazismo y la realidad contemporánea. En La taberna fantástica denuncia el abandono de los jóvenes en barrios marginales, con influencias del esperpento en lo grotesco y el lenguaje.
El Teatro Experimental de los Años 60
Avanzada la década de los 60, surge un movimiento de renovación caracterizado por su acercamiento al teatro extranjero. Se supera el realismo precedente y se asimilan corrientes experimentales europeas: el distanciamiento crítico de Bertolt Brecht, la búsqueda de una experiencia purificadora a través de la violencia en Antonin Artaud (teatro de la crueldad) y el teatro del absurdo de Eugène Ionesco.
En el teatro español de esta etapa, destacan Fernando Arrabal y Francisco Nieva. Arrabal, con obras como El laberinto o El cementerio de automóviles, desarrolla un teatro de símbolos, provocador, que busca sobrecoger al espectador mediante la violencia, el sexo o la locura. Nieva, por su parte, denomina sus obras de este periodo «teatro furioso», criticando la España tradicional y proponiendo la transgresión y liberación de los instintos, incorporando elementos del carnaval, el esperpento y el surrealismo.
El Teatro en Democracia
En la década de los 70, las experiencias más interesantes surgen de los grupos de teatro independiente, que actúan al margen de las cadenas comerciales. A pesar de los obstáculos políticos y económicos iniciales, surgen grupos en toda la península. En su obra, la improvisación es fundamental, se infravalora el texto para destacar otros aspectos como la expresión corporal y lo musical. Este teatro de grupo mantiene enfoques críticos y rompe con las convenciones escénicas de espacio y tiempo, buscando a veces la participación del espectador.
Grupos destacados de esta época fueron: Els Joglars, Tábano, Els Comediants, La Fura dels Baus y La Cubana.
Durante los 80, el teatro cuenta con apoyo institucional, se subvenciona y se crea el Centro Dramático Nacional y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, entre otras instituciones. Se promueven festivales como los de Mérida y Almagro. Este teatro pretende recuperar la conexión con el gran público, con obras más realistas y tramas accesibles.