1. Narrativa del Siglo XIX
1.1. Tendencia Romántica
Durante los primeros treinta años del siglo XIX se consolida un público lector, especialmente femenino, fomentado por editoriales, periódicos y revistas. La principal tendencia narrativa es la novela moral, educativa y sensible, dirigida esencialmente a la mujer, modelo de sumisión ante la autoridad masculina. Se describe un mundo sentimental que no tolera el amor-pasión. A esta tendencia pertenecen las novelas de Vicente Rodríguez, Decamerón español (1805), y La seducción y la virtud, de autor anónimo (1829).
De este primer periodo es la narrativa de terror, en la línea de los cuentos góticos ingleses. Predominan escenas y universos literarios marcados por lo siniestro, lo macabro, el terror y la irracionalidad, como plantean los relatos de Agustín Pérez Zaragoza, quien publicó Galería fúnebre de historias trágicas, espectros y sombras ensangrentadas (1831).
1.1.1. Novela Histórica Romántica
La primera expresión de la narrativa romántica es la novela histórica. En ella se describe una ruptura entre el individuo y la sociedad, entre el yo y el mundo.
Características de la Novela Histórica Decimonónica:
- Expresión de un ideal revolucionario.
- El individuo se muestra capaz de transformar el mundo (1834).
- Ejemplos:
- José de Espronceda: Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar (1834).
- Mariano José de Larra: El doncel don Enrique el Doliente (1834).
- Enrique Gil y Carrasco: El señor de Bembibre (1844).
- Centradas en un pasado histórico, preferentemente medieval.
- Exaltación nostálgica de los valores tradicionales.
El Romanticismo español recupera el poema épico del siglo XVII, al que dio un doble tratamiento: la recuperación de temas históricos y la vertebración de una narrativa fantástica. En el primer caso, cabe señalar El moro expósito (1834) del duque de Rivas, escrita en endecasílabos, que refleja la leyenda de los Infantes de Lara y la historia de la venganza de Mudarra. La tendencia fantástica, cultivada también por Rivas y Zorrilla, tiene como principal exponente a José de Espronceda, con sus obras ya comentadas, El estudiante de Salamanca y El diablo mundo. Gustavo Adolfo Bécquer retomará esta vertiente fantástica y legendaria en sus célebres Leyendas, escritas en prosa, en las que une la fantasía, un sutil lirismo con dosis de tradición popular, romancesca y cierto costumbrismo.
1.2. Tendencia Costumbrista
El costumbrismo es un género literario romántico basado en la descripción de formas de vida colectiva, de ritos y hábitos sociales, que entronca con el sentimiento nacionalista y con la preocupación por fijar lo típicamente español.
El costumbrismo presenta dos tendencias:
- Una conservadora, casticista, moralizante, defensora de los valores tradicionales, representada por Mesonero Romanos, Serafín Estébanez Calderón y Antonio Trueba.
- Otra satírica, caricaturesca, crítica, representada por algunos artículos periodísticos de Mariano José de Larra.
En los años cincuenta del siglo XIX comienza a producirse una serie de cambios en la narrativa que suponen un distanciamiento del costumbrismo romántico.
‘EVOLUCIÓN NARRATIVA HACIA 1850 – Protagonistas que sufren alguna evolución en sus caracteres y en sus funciones narrativas. 1 – Frente a la descripción de la «escena» como la captación de un momento inmovilizado, se introducirá el desarrollo y transformación del mundo novelesco. – Novela anclada en el dualismo moral y político, no abandona el afán moralista. – La figura más sobresaliente de esta tendencia fue, sin duda, Cecilia Bohl de Faber, quien firmó con el pseudónimo de Fernán Caballero. Acoge en sus textos tradiciones populares, producto de su visión del Romanticismo nacionalista y folclórico. Encontramos una mayor proffindidad en la caracterización psicológica de los personajes, aunque predomina el cariz moralizador y hay continuas digresiones que hacen morosa la lectura. Destacan las novelas rurales La gaviota (1849) y La familia de Alvareda (1856) y la urbana Un verano en Bornos (1858).
3.3. Tendencia realista – Se trata de una época de crisis económica, inestabilidad política y malestar social, con una ciudadanía escindida por las guerras civiles y un imperio colonial en descomposición. No obstante, alcanza en sus producciones intelectuales, en sus manifestaciones literarias, sobre todo en la narrativa, unas cotas de calidad y novedad parangonables de la Edad de Oro. – Con la Revolución del 68 se cierra el periodo denostado del reinado de Isabel II y se abre otro marcado por el afán democrático y modemizador y por un fértil debate intelectual sobre la ciencia, la religión, el progreso y la modernidad. En este ambiente, la narrativa del último tercio del siglo XIX. y dentro de ella la novela, será el género que eclipse a los demás, tomando cl estandarte literario en esta época posromántica, ya que se manifiesta como el más adecuado para mostrar la controversia histórica y el compromiso social, permitiendo combinar el registro documental con el análisis y la ficción, la crítica con el ideal, la sociedad con el individuo. CARACTERÍSTICAS DEL REALISMO – Ilusión de la objetividad: el lector se siente como un observador directo o indirecto de la realidad contemporánea. i Creación de una actitud reflexiva y moral en el lector. I – Búsqueda de verosimilitud y objetividad mediante largas y detalladisimas descripciones que producen un ritmo marcadamente pausado de la acción. / – Complejidad de los personajes. Se realizan extensos análisis de su psicología, husmeando en los entresijos de sus deseos y de sus ideas. – Utilización de un diálogo cercano a la -naturalidad». – Recurrencia a lo subconsciente u onírico. – Interacción del individuo con la sociedad. – Construcción de mundos de vidas que se entrelazan y confluyen ofreciendo un universo narrativo complejo. – Técnica del perspectivismo mediante la acumulación de puntos de vista. – Lenguaje naturalizado, cercano al familiar, o coloquial, lo que conlleva una mayor riqueza expresiva y un mayor valor comunicativo. PRINCIPALES AUTORES: José María Pereda y Pedro Antonio de Alarcón. — En un primer momento la escritura de los novelistas del 68 permanece anclada en un Romanticismo rezegado, costumbrista y moralizante. Son las denominadas «novelas de León Roch). tesis» localizadas en las primeras obras de Galdós (Doña Perfecta, Gloria, La familia de — Las novelas del santanderino José María Pereda presentan la visión de la clase media rural, la burgesía o los terratenientes que ven, nostálgicamente, la desaparición de los v tradicionales. Los personajes se muestran poco más allá del estereotipo abres hay trama y apenas se delata un gran apego al costumbrismo, pintoresquismo y casticismo. González de la Gonzalera (1878), Peñas arriba (1895). Don Gonzalo. – Pedro Antonio de marcó., se mueve, como Pereda, entre un Romanticismo tardío y un • costumbrismo fuertemente moralizador. Un ejemplo de su eclecticismo es El sombrero de tres picos (1874), novela breve, muy popular, en la que combinó el romance, le farsa tradicional, el costumbrismo y la novela histórica (S. XVIII). Otra importante obra fue El niño de la bola (1880), en la que se sirve de una trama melodramática, llena de descripciones de costumbre; andaluzas, dirigida a exponer un ideario católico. – Juan Mera ( Cabra, Córdoba, 1824- Madrid 1905) estudió filosofía y leyes en Málaga, en Granada y en Madrid. Aunque comparte con Pereda y Alarcón el entorno de la alta sociedad, fue Un liberal escéptico. En sus novelas tiene mucho más peso la introspección psicológica, los estados de ánimo, que la realidad externa. La obra más importante de Valera es Pepita Jiménez (1874).